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Despertó gritando, todo el cuerpo le dolía y los labios le sabían a sangre. Estaba de nuevo en su habitación, la luz del amanecer se colaba por la ventana. Diana lloraba en silencio a su lado y K soltó un grito de alivio. Estaba hecha mierda, pero viva y en casa.

—Voy por el botiquín. No sé cómo le vamos a explicar esto a tu padre.

—Con la verdad, tía Di.

—Si vuelves a hacer esto te juro que te mato. —K la abrazó con todas sus fuerzas.

—¡Ouch! Vas por buen camino.

Las tres rieron.

Mientras Luna comía la sopa de pollo que Diana le preparó, se preguntó si aún estaba a tiempo de salvar el semestre. Todo volvió a la normalidad. Las lágrimas le ganaron. A pesar de todos los vacíos imposibles de llenar, la vida seguía adelante.