Capítulo Cuatro

 

 

 

 

 

JT la depositó sobre sus abrigos extendidos en la arena y ella le tendió los brazos, dándole la bienvenida, sintiéndose como si hubiera estado esperando catorce años la llegada de ese momento. ¿Por qué JT era el único hombre que podía despertarle tanto deseo?

Él la apretó contra su cuerpo y la besó en el cuello con pasión, haciéndola gemir de placer.

Ansiando sentir el calor de su piel, Pia le levantó la camiseta. Al tocarlo, cerró los ojos para saborear la sensación. Lo acarició con pasión, tratando de recuperar el tiempo que había pasado sin él.

Ella había tenido sus razones para separarse de él. Sin embargo, en ese momento, la razón se evaporó y desapareció.

Mientras JT la besaba con frenesí, Pia se dejó poseer por el deseo. Se aferró a la cintura de él, buscando un ancla en medio de aquel sensual arrebato.

JT se apartó un momento y le acarició el labio con el pulgar, haciéndola estremecer. Ella lo miró a los ojos, repitiendo su nombre para sus adentros, todavía sin poder creer que estuviera con él. Las hojas crujieron bajo sus abrigos cuando ella le rodeó el cuello y lo atrajo de nuevo contra su boca.

–Pia –gimió él, al mismo tiempo que le desabotonaba la chaqueta y la blusa.

Cuando JT le acarició los costados, rozándole los pechos, ella trató de reprimir un gemido de placer, sin conseguirlo.

Pia le recorrió la espalda con las manos, sintiendo su piel, su cuerpo tan familiar y, a la vez, tan extraño. Incluso la forma de su espalda había cambiado y parecía más fuerte, más musculosa.

Él la besó los senos y tomó uno de sus pezones entre los labios, mientras envolvía el otro pecho con la mano, provocándola con el pulgar y con la lengua. Sumergida en aquel exquisito tormento, Pia se aferró más a él y, de pronto, todo lo que los rodeaba desapareció. Sólo existía JT… su boca, sus manos, su calor. Justo cuando ella creía que iba a derretirse del todo, él levantó la cabeza y la besó detrás del oído.

–Eres más hermosa ahora que antes –susurró él y le acarició la oreja con la lengua.

Sus palabras, combinadas con su cálido aliento, le provocaron a Pia un delicioso escalofrío.

Ella le levantó la camiseta por encima de los hombros, absorbiendo el suave aroma a jabón que emanaba de su cuerpo. Entonces, le plantó un besó en el pecho y él se estremeció. JT siempre había reaccionado así a sus caricias… era extraño cómo parecía tan cambiado en tantas cosas y, sin embargo, sus reacciones parecían las mismas de siempre, pensó ella con una sonrisa.

Pia le quitó la camiseta por encima de la cabeza para tocarle por todas partes, el abdomen, los bíceps, el vello del pecho. Cuando más lo tocaba, más se le aceleraba el pulso y más sentía el apasionado latido del corazón de él.

Ella quería más, mucho más. Rindiéndose a lo inevitable, le deslizó la mano bajo los pantalones y lo encontró preparado para ella. Al sentir su erección, contuvo el aliento.

JT gimió y le apartó la mano con suavidad para quitarle el resto de la ropa, besándole la piel expuesta y acariciándola con las puntas de los dedos.

De forma instintiva, Pia musitó su nombre, mientras él se colocaba sobre ella. Sus bocas se unieron con hambre y ella lo rodeó con sus piernas.

En el momento en que JT la penetró, se quedó de pronto rígido y quieto. A ella le corrió una lágrima por la mejilla… ante la belleza del momento, por haberse reunido al fin de nuevo. Él se inclinó y le lamió la lágrima, comenzando a moverse a un delicioso ritmo.

Sus ojos estaban clavados el uno en el otro, mientras escalaban cada vez más alto… hasta que Pia explotó, liberándose de sus ataduras, y sintió que él la seguía, apretándola contra su cuerpo, gritando su nombre.

Pia se quedó flotando en el limbo del placer durante un tiempo infinito. Ninguno de los dos se movió, como si no quisieran romper el hechizo que los envolvía. Poco a poco, a medida que sus pulsos se estabilizaban, el mundo exterior comenzó a tomar posesión de la realidad. Ella notó, de pronto, esa piedrecita que se le clavaba en el brazo, la brisa fresca en la pierna desnuda, las hojas esparcidas bajo su cabeza.

Y, poco a poco, Pia también se hizo consciente de lo que acababa de hacer. El estómago se le encogió al darse cuenta de que había cruzado la línea. Había traspasado el límite, tanto profesional como ético. Y personal…

Sin embargo, tal vez, había sido inevitable. Quizá, había sido una experiencia sanadora que ambos habían necesitado. Así, podrían seguir con sus vidas y dejar atrás el pasado, pensó y exhaló, pasándose una mano por el rostro.

JT le acarició la mejilla.

–Pia, no pretendía que esto pasara. Antes, en tu casa, pensé que igual… pero nunca me habría aprovechado de ti estando vulnerable.

–Lo sé –susurró ella–. Tal vez, necesitábamos hacer el amor una última vez para dejar atrás lo nuestro. Cuando las cosas terminaron entre nosotros, fue…

–¿Complicado? –adivinó él, arqueando una ceja.

–Complicado –admitió ella–. Por eso, quizá esto ha sido inevitable, aunque nos hayamos dejado llevar por el momento.

Él esbozó una de sus seductores sonrisas. Entonces, se puso pálido de golpe.

–Ay, lo siento, Pia. No he usado preservativo.

A ella se le heló la sangre en las venas. No se había dado cuenta. Aunque tomaba la píldora anticonceptiva, había sido una locura hacerlo sin protección.

–No… –comenzó a decir ella y tragó saliva, esbozando una media sonrisa– no pasa nada, tomo la píldora.

JT miró al cielo, sin dar crédito a lo que había hecho.

Al parecer, ambos habían perdido la cabeza en el calor del momento, pensó Pia, en cierta forma aliviada por no haber sido la única. De todos modos, no podía dejar que aquello se repitiera.

 

 

Tres semanas después, Pia se colocó el sombrero de ala ancha y salió del taxi. Hacía un día espléndido y la esperaba un grandioso evento benéfico. Sus jefes la habían enviado a aquella fiesta en los jardines botánicos en representación de la firma. Ellos mismos solían asistir en persona a las celebraciones de alto rango, como aquella, por eso, a ella le había resultado emocionante que le pidieran que fuera. Significaba que confiaban en ella. Su ascenso estaba tan cerca que casi podía tocarlo con la punta de los dedos.

De pronto, una duda le asaltó y la hizo titubear. ¿Qué estaría haciendo JT ese día? ¿Estaría trabajando? ¿Montando en moto? ¿Con otra mujer? Haciendo una pausa, trató de calmar su respiración.

Después de que hubieran hecho el amor en la playa, habían regresado a la casa de ella en silencio y se habían despedido. Desde ese momento, su relación personal había dejado de existir. Todo había terminado. Lo único que debía hacer era mantener a raya sus pensamientos, sueños y fantasías.

Meneando la cabeza, Pia sonrió, admitiendo que su plan era demasiado optimista. JT era un hombre difícil de dejar atrás.

Al entrar, se alisó el vestido, que conjuntaba con sus zapatos y sombrero azules, y respiró hondo. Estaba preparada para mostrar su lado más encantador y causar una buena impresión.

El jardín botánico solía albergar todos los años aquella fiesta benéfica a favor de un refugio para la vida salvaje. Pia se dirigió a la zona de los rosales por un camino pavimentado, sujetándose el sombrero para que no se le volara por la suave brisa. Divisó grupos de mujeres con vistosos sombreros y hombres vestidos de traje charlando y riendo. Caminó hacia dos colegas que conocía y aceptó el vaso de té helado que le ofrecía un camarero.

Dos horas después, Pia ya había donado el dinero que su empresa había previsto y había contactado con dos clientes. Había hecho su trabajo y, además, se sentía exhausta después de una semana agotadora. Para colmo, el día era muy caluroso y estaba deseando llegar a su casa para quitarse los zapatos. Justo antes de irse, echó una mirada alrededor para ver si había alguien más a quien debiera saludar, cuando vio a JT acercándose con una esbelta rubia. El corazón se le paralizó y, al instante, se le aceleró.

Hasta ese momento, Pia había intentado bloquear de su mente todos los recuerdos de aquella noche, pero al verlo, los recuerdos la asaltaron de golpe… sus besos, el momento de la penetración, su ternura.

La rubia hablaba con JT y él asentía y respondía, aunque tenía los ojos clavados en Pia. Y ella fue incapaz de apartar la mirada.

Cuando JT se detuvo delante de ella, su amiga rubia levantó la vista, sorprendida de verla.

–Bonito día –dijo él con voz suave.

–Hola, JT –saludó Pia, esforzándose por mantener la calma.

–Esta es Christina –presentó él–. Trabaja en mi departamento de marketing –añadió y miró a su acompañante–. Esta es Nell.

Pia pensó que debía de estar siendo discreto, tal y como ella le había pedido. Eso o se estaba riendo de ella. Le tendió la mano a la otra mujer.

–Encantada de conocerte.

Christina le estrechó la mano con una cálida sonrisa.

–Lo mismo digo, Nell. Por cierto, tu sombrero es el mejor de toda la reunión. Yo tengo una colección enorme, pero ese que llevas es muy especial. ¿Dónde te lo has comprado?

–Lo hice yo –admitió Pia y, por el rabillo del ojo, notó cómo JT afilaba la mirada.

–¿De veras? –preguntó Christina, mirándole el tocado–. Tiene unos detalles preciosos. ¿Eres costurera?

Durante un momento, Pia se imaginó la expresión de horror que habría puesto su madre si lo hubiera oído. Se suponía que ninguna de las chicas Baxter había sido criada para hacer cosas con sus propias manos. Habían sido educadas para ganar sueldos exorbitantes o para casarse con hombres ricos… y pagar a otros para que hicieran el trabajo por ellas.

–No –repuso Pia–. Soy abogada.

–¿No vendes tus creaciones? Porque yo sería la primera en comprarlas.

¿Venderlas? Pia estuvo a punto de reírse. Su trabajo le ocupaba casi todo el día y, una vez que fuera socia de la firma, estaría todavía más ocupada. ¿Y esa mujer pensaba que tendía tiempo para sentarse a hacer sombreros para otras personas? ¿Acaso creía que, después de haberse licenciado en Yale y de pasar largas horas en la oficina, iba a pasarse las noches cosiendo sus diseños?, se dijo, molesta.

–Siento decepcionarte –dijo Pia con una sonrisa educada–. No tengo tiempo.

–Bueno, si alguna vez cambias de idea, asegúrate de avisarme porque… –insistió Christina.

–Nell –interrumpió JT–. Quería hablarte de algo. ¿Tienes un momento?

Agradecida por la interrupción, Pia se giró hacia él. Se alegraba de poder escapar de la bienintencionada insistencia de Christina, aunque estar a solas con él era bastante peligroso. Pero no estarían a solas… estaban rodeados de gente. No tenía nada que ver con la noche que habían ido a la playa…

JT le ofreció el brazo y, titubeante, Pia lo aceptó.

–Christina, nos vemos mañana –se despidió él, y se alejaron.

–Entonces no te has rendido del todo. Sigues soñando con ser diseñadora de moda –comentó él, mirando al frente.

Pia suspiró.

–No diseño sombreros. Sólo fue una solución práctica, pues no pude encontrar ninguno apropiado en la tienda.

JT la miró a los ojos y se preguntó si ella lo creía de veras. ¿Subestimaba sus dotes de diseñadora? ¿O, tal vez, no quería hablar con él de eso? Al ver que la mirada de ella se mantenía firme, adivinó que sí lo creía. Pia pensaba que era tan estirada como sus hermanas y sus padres. Por supuesto, él lo había intuido por su nueva forma de vestir, con trajes conservadores, el pelo recogido, su expresión seria… Pero había pensado que había sido sólo una fachada para el trabajo. Sin embargo, en ese momento, comprendió que Pia se había olvidado de quién era en el fondo de su alma.

¿Cómo era posible?, se preguntó JT, rascándose la frente. Quizá, al perder a su hija, había perdido la confianza en sí misma y olvidar quién era en realidad.

En cualquier caso, Pia había dejado atrás su naturaleza despreocupada y alegre. Ansioso por despojarla de su máscara de control y seriedad, la llevó aparte de la multitud, donde no había nadie.

–Pia. Tú no eres así –observó él en voz baja.

–¿Qué quieres decir?

–Esto –indicó él, señalándole el vestido–. Pareces una de tus hermanas, no tú.

Ella apartó la vista con expresión hostil.

–No, JT. He crecido. No presumas de saberlo todo de mí.

–Tú eres más salvaje, más creativa, más peligrosa de lo que aparentas.

Ella se estremeció, pero no titubeó.

–Era así cuando estaba bajo tu influjo. Yo nunca he sido así en realidad.

¿Bajo su influjo? De eso nada, se dijo JT. Su forma de ser había sido lo que le había atraído de ella cuando la espiaba en secreto en el colegio. Había sido una chica tan hermosa, tan libre, tan impredecible…

Llegaron a un invernadero y él la guió dentro. Las flores aromáticas impregnaban el aire de un dulce olor.

–Creo que sobrestimas mi capacidad de influirte. Es verdad que hice algunas locuras, pero eras tú quien te escapabas y me ibas a buscar para ir a ver el amanecer. Y fue idea tuya hacer el amor bajo la lluvia el día de mi cumpleaños.

A Pia se le calentó la sangre en las venas al recordar aquella loca tarde… Ella le había recorrido todo el cuerpo con las manos en un lugar apartado en el jardín de sus padres, sintiendo el frío de las gotas en la espalda, el calor de su cuerpo debajo.

JT se preguntó si estaría recordando las mismas imágenes que él. Aminoró sus pasos hasta llegar a un gran arbusto, donde se detuvo e hizo que ella lo mirara.

–Era así sólo cuando estaba contigo –repitió ella–. No era mi verdadero yo.

–¿Entonces por qué quieres besarme ahora mismo? –la retó él, rozándole la mandíbula con la punta del dedo y haciéndola sonrojar–. Puede que no haya nadie cerca, pero estamos en un lugar público. Y me dijiste que no iba a volver a pasar. La chica buena que dices ser no estaría deseando probar la fruta prohibida como tú lo deseas ahora.

–No lo deseo, JT –negó ella con voz firme. Sin embargo, sus labios se entreabrieron y su respiración se aceleró.

–Me deseas tanto que dejarías que te tomara aquí mismo si lo intentara –afirmó él con corazón acelerado.

–No –repitió Pia con la voz ronca por el deseo, posando los ojos en sus labios.

–Sí, lo harías. Sin pensarlo dos veces –aseguró él, acariciándole el labio con el pulgar–. Yo también te deseo mucho.

Inclinando la cabeza, JT le tomó el rostro entre las manos y la besó con suavidad. Sin dudarlo, Pia abrió la boca y sus lenguas se encontraron. Un delicioso escalofrío la recorrió.

El calor de los labios de Pia hizo que a JT toda la sangre se le agolpara en la entrepierna. Su aroma le embotaba la cabeza.

Ella frotó las caderas con suavidad contra su erección, volviéndolo loco. JT había pensado que, después de haber hecho el amor con ella hacía tres semanas, se la habría sacado de la cabeza, pero estaba sucediendo todo lo contrario. No podía dejar de recordar sus exuberantes curvas… las mismas que tenía entre las manos en ese momento. Pero había demasiada ropa entre los dos.

Cuando JT iba a quitarle los tirantes del vestido, ella le puso una mano sobre el pecho para detenerlo. Él levantó la cabeza, agradecido porque, al menos, ella hubiera tenido la suficiente claridad mental como para parar aquello… No podían olvidar que estaban en un lugar público y cualquiera podía entrar en el invernadero en cualquier momento. Calmándose un poco, JT la besó en la mandíbula y apoyó la frente sobre la de ella, jadeante.

–JT –murmuró ella.

–¿Sí, princesa?

–No me siento bien –repuso ella con voz débil.

JT le levantó la barbilla para mirarla a los ojos, preocupado. Tenía las pupilas dilatadas, aunque eso debía deberse a lo excitada que estaba. Le acarició la espalda, tratando de reconfortarla. Pero, de pronto, ella se quedó pálida y se le doblaron las piernas. Él la sujetó, asustado.

Tomándola en sus brazos, la llevó a un banco cercano y la tumbó en él. Se quitó la chaqueta y se la puso de almohada. Estaba tan pálida que su piel parecía casi transparente y tenía la frente empapada en sudor.

–Pia, despierta –le urgió él con el corazón encogido, acariciándole el rostro.

Ella parpadeó un momento y abrió los ojos. JT suspiró, agradecido.

–JT –musitó ella con voz temblorosa. Los ojos se le cerraron de nuevo.

No, otra vez, no, se dijo él.

–Pia, abre los ojos –pidió él con ansiedad.

–Estoy bien –susurró ella–. Dame sólo un momento.

JT se acuclilló a su lado, calmándose un poco.

Despacio, Pia abrió los ojos y miró a su alrededor antes de centrar la vista en él.

–Ahora que lo pienso… te has desmayado entre mis brazos en una ocasión antes, ¿recuerdas?

La había llevado a dar un paseo al río y ella se había desmayado cuando paseaban junto a la orilla. Por suerte, él la había estado rodeando de la cintura y había podido sujetarla. En esa ocasión, estaba embarazada.

Al pensarlo, JT se quedó petrificado.

Embarazada.

–Pia, dime que no estás embarazada de mí.

–No lo estoy. No puede ser –negó ella con los ojos muy abiertos.

Sin embargo, sus enormes ojos reflejaban la misma preocupación. JT adivinó que ella también se lo había preguntado y que le aterrorizaba la posibilidad.

Él se pasó los dedos por la cabeza, nervioso. Tenía que pensar algo. Hacer algo.

La miró. Sentada en el banco, Pia parecía tan vulnerable… Tenían que salir de dudas cuanto antes, por el bien de ambos.

–¿Puedes caminar?

–Sí –dijo ella con voz temblorosa.

Despacio, Pia se levantó y se colocó el vestido, antes de mirar a JT, fingiendo una sonrisa.

–Bien –asintió él–. Nos vamos. Traeré mi coche a la entrada para que no tengas que caminar mucho.

Pia se enderezó, como si hubiera recuperado las fuerzas.

–No hemos venido juntos.

–No, pero nos vamos juntos –señaló él y, posando la mano en su espalda, la guió fuera del invernadero–. No te preocupes… no te verán conmigo. Mi coche tiene cristales tintados y no tendrás que salir.

–¿Dónde propones que vayamos? –quiso saber ella, sin rendirse del todo.

–A la farmacia más cercana –contestó él y la miró a los ojos, que estaban llenos de angustia–. A comprar un test de embarazo.