15. La Sociedad Secreta

—¿Dónde pasaste la noche? —preguntó Moses a Nicolás una madrugada de verano.

Nicolás respondió con balbuceos.

—Habla más fuerte, no te oigo —su padre lo cogió del cuello.

—Hay cosas, padre, sobre las que prefiero no hablar.

—Entonces, háblame de tus maestros.

—Te confieso, padre, que las gentes que me interesan no son profesores, sino los personajes de un mundo virtual donde no se necesita supervisión paterna ni magisterial.

—¿Se pueden conocer los nombres de esos personajes?

—Perseo, Apolonio de Tiana y Griffin, el hombre invisible.

—Yo también me intereso por Apolonio de Tiana. Acusado de conspirar contra Domiciano, desapareció delante de los miembros del tribunal romano. Su cuerpo nunca fue encontrado, por el hecho de que se volvió invisible.

—Por eso no te extrañe, padre, que cuando me veas sentado al borde de la cama esté preguntándome si un día seré un hombre invisible, o seré siempre uno visible, alfeñique y huraño.

—¿Se puede saber quién es ese Pierre?

—De mis amigos del Balzac es el único que me importa.

—¿Por qué lo apodan el Fantasma?

Porque le gusta representar el truco “La Huida del Saco”. Nada sé de sus padres, vive con una tía bajo el tejado de París. Otro tío importa café de Etiopía.

—¿Quieres visitar esta tarde el Passage Jouffroy?

—Otro día. Ahora me voy a dormir. Despiértame a las cuatro, tengo una cita a las seis.

—¿Nada más?

—Es todo.

Nicolás omitió mencionarle a su padre que la semana pasada había fundado una Sociedad Secreta, la cual no tenía otro fin que mantenerse secreta. Sus dos miembros, él y Pierre el Fantasma, en la ceremonia inaugural habían tapado las ventanas de una pieza inútil con cortinas negras. Sus votos habían sido:

Nicolás: —I am Invisible Man the First.

Pierre: —I am Invisible Man the Second.

Ambos iniciados habían procedido después a arrojar sangre extraída de sus brazos a la efigie de un hombre invisible dibujada en una pared. Y a rodear su silueta con cuadrados mágicos, como el llamado La Plaza Lo Shu o Cuadrado Mágico de Cronos, el cual en los números de cada fila, columna y diagonal arrojaban la misma suma: 15. Nicolás y Pierre creían que los puntos que la tortuga llevaba en su caparazón era la cifra simbólica de la Invisibilidad, ya que quince era igual al número de días en cada uno de los ciclos del año solar chino.

Melencolia 1.” Nicolás trazó el cuadrado mágico de Albrecht Durer, que en sus filas, columnas y diagonales sumaba el número 34.

Pierre el Fantasma continuó hallando palabras en cuadrados mágicos con significados esotéricos como los de The Book of Sacred Magic of Abra-Melin the Mage:

TALAC (“thy mists”), BEROMIN (“coverings or shrouds of concealment”), NEDAC (“accumulated darkness”), y SIMLAH (“to clothe or surround on all sides”).

Todos esos nombres expresaban ideas relacionadas con invisibilidad, según el libro INVISIBILITY.

A partir de ese día, la ocupación principal del presidente y el secretario de la Sociedad Secreta consistió en reunirse miércoles y domingos en la pieza inútil para hacer ejercicios de autosugestión, pues querían hacerse invisibles por el método del ojo hipnótico. Eran vegetarianos y andaban descalzos, y se proponían abstenerse de mujeres y bares, pero cogidos por el demonio de medianoche, presas de aburrimiento y hambrientos de chicas, se lanzaban a la calle.

Su contraseña era “Griffin”. Su despedida era “Griffin”. Y vivían la mode Griffin: sobretodo negro, sombrero de fieltro negro, bufanda negra, gafas con vidrios negros y cara envuelta en calcetines. Vestidos así, leían en voz alta The Invisible Man. Les intrigaba que las retinas de Griffin fueran visibles y que, al andar por Oxford Street, no pudiera verse los pies. Les divertía que en su estado de exaltación experimentara un impulso salvaje de sorprender a las gentes palmeándoles la espalda y tirándoles el sombrero, y de carcajearse de ellas, gritándoles: “The devil’s in the basket”.

Griffin le mandaba mensajes a Griffin. Griffin respondía a Griffin. Los textos eran elaborados con cifras verticales y horizontales, grupos de seis letras, columnas de palabras y alfabetos dobles que extraían de libros de criptografía, técnicas de escritura secreta y de historias de los códigos desde los tiempos antiguos hasta la era de los ordenadores.

B

CO

AN

Se deleitaban combinando el nombre de BACON. O jugando con

S
ANI
COL

Todo les atraía: el pánico que en Francia provocaron los Invisibles en 1623, la Orden de los Rosacruces, el Colegio de los Invisibles y la Grand Chiffre de los criptógrafos Antoine y Bonaventure Rossignol. Analizaban tanto las técnicas para extender la vista, oscurecer la visión y formar nubes como los relatos sobre las cosas extraordinarias que sucedían a hombres y mujeres en su intento por hacerse invisibles, y hasta discutían el menú con que convocaban a reunión el sábado en la mañana:

Créme brulée
Brioches et beurre a température ambiante
Café Express
Pour trois invisibles

Si Pierre el Fantasma no podía asistir mandaba una excusa parodiando el lenguaje de un libro de recetas:

J’ai un bon ami qui s’appele Haile, c’est le roi du café éthiopien. Tout au long de l’année, il m’envoie de grains séchés d’une qualité extraordinaire. Il n’existe rien de plus satisfaisant que cette esquise fricassée de poulet au café noir.

Nicolás respondía con mensajes transmitidos vía dientes huecos y tinta invisible, y hasta mediante los versos grabados en la piedra del sepulcro de Shakespeare:

GOOD FREND FOR JESUS SAKE FORBEARE

TO DIGG THE DUST ENCLOASED HEARE!

BLESTE BE YE MAN YT SPARES THES STONES

AND CURST BE HE YT MOVES MY BONES

Pero como durante el verano de ese año Moses comenzó a tener problemas de salud y tuvo que ser hospitalizado, y Suzanne adquirió el hábito de pasar largas horas sentada en su sala, desde su sillón podía ver a los muchachos de la Sociedad Secreta parados en el balcón mirando la puesta de sol, que ellos llamaban el Horizonte de Akenatón; o con atuendos negros, que ellos llamaban la Capa de Perseo, buscar señales en las nubes, que ellos llamaban tetas esotéricas, pues hasta en las ventanas y las puertas ellos descubrían los destellos del hombre invisible, o localizaban en los grandes bulevares seres camuflados con paredes y peatones.

Llegado el otoño acabaron admitiendo a otro iniciado, un chico que estudiaba en un liceo técnico de óptica, y no sabía nadar, bailar ni manejar carros.

—Mi nombre es Francois Fresnel, y nací en Ville-d’Avray, donde murió el físico Augustin-Jean Fresnel, mi reencarnación aseveró.

—Se llama en realidad Francesco Frenello, y viene de Urbino —descubrió Pierre el Fantasma una semana después.

—Excusemos su mentira, el arte de la simulación es un recurso aceptable en la Sociedad Secreta —declaró Nicolás.

—Y porque a Frenello le chiflan los lentes y los enigmas, y a mí también, podemos considerarlo un miembro distinguido de la Sociedad Secreta —agregó Pierre el Fantasma.

—Y por otra cosa, no por fortuita menos importante: cuando el sol se acuesta entre los edificios de su barrio la sombra de su rostro aquilino se perfila en las grandes paredes.

—El fenómeno es un signo evidente de que el italiano es digno de pertenecer a nuestra sociedad.

Superbrain Frenello se presentó a sí mismo.

Superdetective —se describió Pierre el Fantasma.

Superinvisible se autodefinió Nicolás.

Inmersos en conversaciones, los tres amigos proferían palabras como chiffrer, déchiffrer, dechifreur, dechifrement, indéchiffrable; aludían a la primera comunidad Rosacruz de Akenatón, y se referían a las enseñanzas de Hermes Trismegisto y Mme. Blavatsky, “la última alquimista y Rosacruz”. De noche y de día fueron y vinieron por los quais del Sena desde el Pont de Grenelle hasta el Pont de Bercy, por calles, bulevares, jardines botánicos, criptas y catacumbas, y hasta exploraron el “Bunker” de la Gare de L’Este, que había servido a los nazis de poste de commandement; juntos recorrieron las galerías subterráneas del Cementerio de Montparnasse y la Maison Close en Rue du Cherche Midi, que los alemanes habían convertido en Bordell autoricé durante la Ocupación. Soñaban con elaborar un laberinto verbal en que cada frase-sendero condujera a otra frase-sendero y se bifurcara en otra frase-sendero que desembocara en otras frases-senderos, todas ellas aludiendo a cosas diferentes de manera que todas se conectaran con otras frases-senderos que llevaran a frases-senderos espurias o que volvieran al punto de partida como en los cuentos de nunca acabar.

En su devoción por los Rosacruces, un sábado en la noche, Nicolás, Pierre y Frenello, en una séance convocaron los espíritus de Johann Valentin Andreae, posible autor de las Bodas Químicas de Christián Rosencreutz en el año de 1459, y de Frederick y Elizabeth, los Reyes Rosacruces, para recibir de sus labios mensajes del mundo invisible. Pero solamente se les apareció Elsa Lanchester, bride of Frankenstein, con tres perros xoloitzcuintli; los tres cenizos, mudos, sin pelo, como recién salidos de una tumba azteca.

Por el tiempo en que Moses sufrió una inflamación del ojo que le afectó el iris, tal vez causada por la diabetes, y tuvo que atenderse en una clínica oftalmológica, fue que Frenello sacó de debajo de un abrigo negro (adquirido debidamente en una tienda de productos góticos) la Instruction a la France sur la Verite de l’Historie des Freres de la Roze-Croix. Par Gabriel Naude. Parisien. A Paris, M.DC.XXIII. Como ese volumen Frenello padre se lo había “prestado” de la biblioteca de Saint-Genévieve Frenello hijo debería restituirlo en siete días, antes de que los bibliotecarios se dieran cuenta del hurto. Así que el trío se aplicó a leerlo, incluso el panfleto que venía al final:

EFFROYABLES

PACTIONS

FAICTES entre le diable

& les pretendus Inuisibles.

Auec leurs damnables Instructions,

Perte deplorable de leurs Escoliers,

& leur miserable fin.

M.DC.XXIII.

Leyó Frenello:

L’opinion negative sobre “Ceux que l’on tient á Paris pour Invisibles”, es que “cette sorte d’hommes ne se rencontrent point en la nature”, se dice en la sección ADVERTISSEMENT Pieux & tres vtil, Des Fréres de la Rossée-Croix.

Nicolás lo contradijo:

L’opinion affirmative es que “il semble plus veritable qu’il y ait de ces gens lá”. Ergo, los Invisibles existen.

El día en que Frenello devolvió anónimamente la obra a la biblioteca, hubo un cuarto miembro en la Sociedad Secreta: Nicole. El reencuentro de Nicolás con ella ocurrió la tarde del viernes en el metro Concorde, dirección Château de Vincennes. Dos chicas bastante atractivas, que resultaron ser del Liceo Balzac, se encontraban en la plataforma, una maquillándose con la ayuda de un espejo de mano, y otra atisbando con ojos mareados por la multitud de hombres que atravesaban los andenes en busca de conexiones y salidas. Ambas llevaban ropas escasas, y, bajo la dudosa luz de la estación, sus carnes parecían descremadas como si no les hubiera pegado el sol desde el verano pasado. Periódicamente, una voz de mujer avisaba por las bocinas sobre perturbaciones o accidentes o retrasos en alguna línea, pero como sólo se oía un ruido confuso nadie ponía atención a sus palabras.

—¿Qué hora es? —Nicolás preguntó a la chica que se maquillaba.

—Las cuatro y media —respondió ésta.

—He, Nicolás, soy del Balzac, ¿no me reconoces? —out of the blue le preguntó la otra.

—¿Qué pregunta boba haces, Nicole? —replicó él.

—Es que eres tan distraído.

—¿De veras no te habías dado cuenta que era yo?

—¿Te crees tan evidente?

—Sólo soy un viejo papamoscas lleno de amor por ti, ¿ya no te acuerdas que en los tiempos del liceo sobre los bancos del Sena yo hacía ejercicios para hacerme invisible?

—Los profesores pensaban que tu manía era una buena manera de aprender francés.

—Hasta la mañana en que entregándoles un billet de mi padre para explicar una ausencia, les di una hoja de papel con una sola frase:

SOY INVISIBLE

—¿Me ayudas? —ella se agachó para alzar una maleta de viaje, los pechos sueltos debajo de la blusa.

—Encantado.

—Gracias.

—¿Adónde te diriges?

—A la Gare de Montparnasse.

—¿No quieres mejor dar un paseo por el jardín de las Tuileries?

—¿Para qué nos caguen los pichones? No.

—¿O prefieres…?

—Un lugar más privado.

—¿Estás insinuando que...?

—Lo que estás pensando.

—Nicole, llega el tren, me voy —dijo la chica que se maquillaba.

—Viene lleno, van a estropear mi vestido con tanto manoseo. Adiós, yo me quedo…con él.

Desde el andén Nicole vio partir a su amiga.

—¿Cogemos el tren siguiente? —le preguntó Nicolás.

—Tú lo has dicho.

—¿Aceptas pertenecer a la Sociedad Secreta?

—Desde este momento.

De ahí se fueron juntos a un hotel. Alquilaron una pieza tan pequeña y estrecha que la cama parecía ocuparla toda, pues para pasar al baño tenían que caminar sobre ella. Si uno no doblaba la cabeza, se corría el riesgo de pegarse con una viga. Y como el colchón estaba tan bajo, Nicolás tuvo que abrazarla casi en el piso. Haciendo el amor, él y ella escucharon, como si se hallaran juntito a la estación del metro, el ruido jadeante, entrecortado, estrangulado de los trenes sacando chispas de las vías, igual que si se saltaran puentes y se lanzaran sobre el río, y como si avanzaran mecidos por las aguas tibias.