19. Un muerto no tan muerto

Cuando el ascenseur handicapés se paró en la planta baja, el hombre invisible vio por el vidrio tres siluetas del otro lado de la puerta. Cuando la mujer salió empujando a su hijo en una silla de ruedas, el hombre invisible se quedó dentro. Cuando Pépin, Vincent y Étienne atisbaron el fulgor de unos ojos, una mano invisible marcó el tres y la puerta se cerró.

Por la escalera, los Cobra subieron rápidamente a la segunda planta. Sospechaban que Nicolás estaba vivo y querían atraparlo. Pero ya éste se había deslizado por el accés handicapés detrás de la mujer empujando la silla de ruedas y lo habían perdido de vista.

A los Cobra preocupaba que Vivianne hubiese revelado secretos de sus actividades delictivas y se proponían hallarlo y eliminarlo antes de que informara a la policía. Escépticos del funeral en Bagneux, acudieron al Instituto Médico-legal de París para indagar sobre los cuerpos guardados en la cámara fría. Haciéndose pasar por familiares, esperaron delante del mostrador de Acceuil en la llamada Ligne de Discretion. Luego, apoyaron sus demandas en cuatro casos:

Décés sur la voie publique accidentel ou non;

Décés d’origine criminelle ou consideré comme suspect;

Corps non identifié;

Par demande de la famille et par mesure d’hygiéne publique.

—Mamá Cobra está traumatizada por el accidente de su hijo; nos interesa saber si la causa de muerte de nuestro primo Nicolás Antschel es considerada sospechosa —inquirió Pépin.

—Ignoramos si lo tienen en su poder como muerto no identificado —manifestó Vincent.

—Si los encuestadores o los investigadores médicos lo requieren, la familia está dispuesta a identificar el cadáver —ofreció Étienne.

—Creemos que el deceso es de origen criminal. De otra manera el cadáver conservado en el Instituto Médico-legal habría sido inhumado —respondió el empleado.

—Por lo visto no tienen prisa en identificarlo, ¿qué están esperando? —ladró Pépin.

—No oculte la identidad del muerto —Vincent golpeó el mostrador.

—Hermanos, si pierden la calma echarán a perder la gestión, y la gestión es parte de nuestra logística, y la logística es la forma de operar de los Cobra. No cambien los métodos de trabajo que hemos practicado durante generaciones por una política de violencia visceral. Calma, hermanos —el tono de Étienne era entre cordial y violento.

—El procedimiento judicial sigue abierto. El resultado de la encuesta judicial preliminar indica que una autopsia no ha sido demandada por la justicia. El cadáver de la persona en cuestión no ha sido encontrado —el empleado parecía haber nacido, crecido y envejecido en el interior débilmente iluminado de esa oficina con cortinas y persianas cerradas.

—¿El examen del cuerpo revelará las causas de muerte?

—Siempre y cuando puedan hacerse los exámenes complementarios: radiológico, microscópico, toxicológico, biológico y los exámenes de la policía científica. La familia podrá obtener las conclusiones dirigiéndose al magistrado. El médico legista no está facultado para proporcionar esas informaciones. El problema es que no puede haber resultados porque no existe cadáver para practicar una autopsia.

—¿Podemos disponer de los valores y de la ropa hallados con el cuerpo?

—¿Me explico? No podemos hablar de valores ni de ropa hallados con el cuerpo porque no hemos hallado el cuerpo.

—¿Podemos concluir entonces que no ha existido una autorización de transporte de cuerpo para inhumación del cadáver fuera de la comuna de París, otorgada por la Prefectura de Policía de Place Louis Lépine?

—Sobre la presentación de los papeles se podría dar la “habilitation du véhicule de transport” siempre y cuando se hayan dado los pasos legales necesarios. Aquí me despido, tengo otras personas que atender.

El empleado se metió en otra oficina.

Devotos de un dios iracundo, y con imágenes rabiosas atizando su paranoia, los Cobra salieron a peinar las calles de París con la intención de matar a Nicolás. Con ese propósito, Pépin se compró una peluca Danton, Étienne escondió los ojos detrás de gafas con vidrios azulosos, y Vincent se vistió de mujer. Por bulevares, bares, billares, antros, paradas de autobuses y estaciones de metro los hermanos hurgaron el espacio, manotearon cortinas y dieron palos de ciego, como si quisieran sorprender al hombre invisible.

—Por aquí debe andar.

—Por allá debe estar.

—Acullá le echaremos mano.

Los trillizos descendían corriendo las colinas del parque des Buttes Chaumont para coger Rue Botzaris, Rue de Crimée, Rue de Belleville. A veces, discutían:

—Comprende, Pépin, que un Cobra es un hombre de opiniones, y cuando no puede expresarlas libremente las palabras se le agolpan en la lengua como pelotas explosivas.

—Comprendo, hermano, pero comprende tú también que de hombres comprensivos está lleno el infierno.

—No sé si comprendes, hermano, lo que dijo Papá Cobra: “La invisibilidad es como un traje de gasa envolviendo una nada o un ser vivo que parece un fantasma”. ¿No es genial Papá Cobra?

—Comprendo, pero acuérdate, hermano, que para curarte de la vanidad Mamá Cobra decía: “Recuerda, Pépin, que eres mortal; si pasas mucho tiempo mirándote en el espejo parecerás cangrejo”.

Eso oía Nicolás en labios de los Cobra, pero la más grande sorpresa se la llevó cuando al volver a su domicilio halló la puerta forzada, la cómoda saqueada y los papeles de su escritorio pisoteados. Tal vez asistidos por el malvado Tranchant, los hermanos habían violado su intimidad durante su ausencia. Lo único perdido: unos pantalones, unas camisas. Respecto a su Diario, como el cuaderno no llevaba su nombre, no pasaron de las dos primeras páginas. A medianoche, el teléfono sonó.

—Quisiera hablar con Messieu Antschel —chilló Pépin.

—No vive aquí ningún Antschel —Nicolás impostó la voz. Al principio se había negado a contestar, pero pensando que podría tratarse de una llamada urgente de su madre, lo hizo.

—Dígale que Jean Clarence Durand ha telefoneado.

—No conozco a ningún DurandNicolás colgó.

El teléfono volvió a sonar.

—De la parte de Vivianne Tortelier urgente para Nicolás Antschel —Vincent dejó un mensaje en la máquina contestadora—. Sé que estás allí, hijo de puta.