—Joyuex anniversaire Valerie!!!! To you, to you!
El doctor Tiberiu Bratu tenía sujeta a Valerie de los pies, cabeza abajo, a punto de tirarla al río. El bastón plegable de la ciega y su bolso de mano verde leopardo habían caído al suelo.
Sous le pont Mirabeau
Coule la Seine
Et nos amours
Faut-il qu’il m’en souvienne
Le joie venait toujours aprés la mort!
El rumano profería los versos de Apollinaire triunfalmente. Con su traje gris rata, había cogido a la joven ciega delante del carrusel de la Torre Eiffel mientras ella escuchaba a los caballos pasar como un soplido. Jalándola la había traído a lo largo del río hasta la estación de Javel.
—Musca Musca Maelstrom —mascullaba el doctor—. Te contaré un chiste del libro Cómo vivir con un ciego: La fille avait quatre ans et jouait un jour avec des camarades de son âge. Chacun faisiat de la surenchére et vantait les mérites de pére respectif: “Mon pére, il a une Toyota toute neuve, le mien, il a une caravane”. Alors, Valerie lanca, non sans quelque fierté: “Eh! bien, moi, mon papa, il a des yeux en plastique”. Bratu soltó una carcajada.
—No me hace gracia —ella llevaba jeans leopardo azul eléctrico y calcetines con calaveras rojas, Había llovido y sus botas punk rock negras y sus cabellos teñidos de azul estaban mojados.
—El agua sucia no le hace daño al trasero; de hecho lo hace más sinuoso —de la nuca de Bratu salían pelos blancos que se juntaban con su barba y sus patillas blancas. Sus gafas color cucaracha parecían un antifaz—. ¿Prefieres venir a cenar conmigo al River Palace o al Tennessee de la Compagnie-des-Bateaux-de la Mouche-Rouge?
—Déjeme tranquila.
Los chirridos de las cuerdas que sujetaban los barcos al muelle ahogaron la voz de Valerie.
—Nu inteleg.
—Da.
—Primera estrofa: el puente metálico evoca el lugar del amor —Bratu le acarició las piernas—. Desde este puente el poeta Paul Celan se arrojó al río aquella noche fatal de abril de 1970.
—O lo arrojaron.
—Misterio. A dos kilómetros de distancia pescaron su cadáver. Lu-ci-lia pro-pa-netrio-lia, óyelo bien, no lo repetiré.
—No quiero oírlo.
—Celan dejó en una silla la chaqueta con sus llaves; ya no las necesitaba. Y salió corriendo, corriendo como si de repente le hubiesen entrado unas ganas locas de matarse.
—Basta.
—La mujer que lo vio echarse al Sena dijo que tenía el rostro extrañamente cetrino, los labios claramente verdes.
—Suélteme.
—Dime qué te dijo tu padre antes de morir —Bratu sostenía a Valerie de los pies sobre la escultura de la Abundancia, en la proa del barco.
—Que usted es una bestia.
—La segunda estrofa evoca la relación desafortunada entre Tiberiu Bratu y la hija de Virgilio Margul —el doctor la empujó más hacia abajo.
—No mencione a mi padre.
—Una leyenda nórdica asegura que si un hombre recoge helechos la noche de san Juan, se volverá invisible. Bratu los comió y le salieron pelos blancos en las orejas. El poema termina cuando la ciega recuerda su muerte inminente.
—Déjeme ir —Valerie peló los dientes en una sonrisa mueca.
—No temas morir de sed, toda el agua que hay aquí es tuya —Bratu estaba a punto de soltarla… en el río.
—¡El camino más directo a la transparencia es la muerte! —el hombre invisible sujetó el brazo de Bratu.
—¿Nicolás?
—El mismo.
—¡Lárgate o te mato! —chilló el doctor como ganso excitado.
—No más crímenes.
—Uno más no importa.
—Digo, basta —Nicolás le dio un golpe en el cuello con la mano extendida y Tiberiu Bratu abrió la boca como si fuera a escupir dientes.
—Te daré tu merecido. Da. Nu. Da.
El hombre invisible le dio puñetazos en la boca.
—Na vedem —Bratu puso a Valerie de pie.
—La revedere —Nicolás la ayudó a incorporarse.
—La revedere —Bratu lo amenazó con una navaja.
El hombre invisible le pateó la mano.
Valerie ladeó el rostro como hacen los loros para ver de perfil.
—Vámonos —Nicolás la cogió del brazo.
—Me hice un piercing en la lengua, ¿te agradaría besarme? —le preguntó ella.
—Un poco.
Bratu desde el puente lanzó injurias.
La ciega y el hombre invisible se fueron caminando hacia Avenue Mozart.