Los dientes del frío mordían la cara. Los semáforos cambiaban de color en la esquina del ojo. Los primeros autobuses pasaban vacíos como sobras de la noche. El cielo turbio oscilaba entre color café expreso y madeleine aguada. Pierre el Fantasma acababa de hablarle por teléfono. El móvil saltó en la mano del hombre invisible como un bicho metálico.
—¿En qué parte de París estás?
—Si te lo digo tendrás problemas de conciencia, no sabrás si dejarme escapar o arrestarme.
—Me urge hablar contigo.
—Ando cerca del Café des Chiméres.
—Espérame ahí, ahora llego.
Pierre el Fantasma apareció. El hombre invisible lo vio descender de un carro con dos policías vestidos de civil. Sin chistar palabra se puso a observarlo.
—Nicolás, no te veo, ¿dónde estás? —Pierre el Fantasma clamó alrededor.
Nicolás no contestó.
—Habrá huido —dijo un policía.
Como el hombre invisible no dio muestras de vida, Pierre el Fantasma se marchó.
Sólo para encontrarse más tarde con Nicolás en Boulevard Saint Michel y Boulevard Saint Germain, una esquina en la que pasaba tanta gente que no pasaba nadie, y donde a nadie le importaba si un hombre hablaba consigo mismo o con una persona transparente.
—Han ocurrido algunas muertes en París —Pierre el Fantasma llevaba una pistola automática visible debajo de la chaqueta verde.
—¿Como cuáles? —le preguntó el hombre invisible.
—Como la de La Reine de l’Entrecót. La mataron a cuchilladas en Boulevard Garibaldi. Arrojaron su cuerpo al Sena desde un puente peatonal. La hallaron unos buzos con las tetas embarradas de limo.
—¿Quién habrá sido?
—En un sector de la policía se sospecha de un fotógrafo desempleado.
—No jodas.
—Mira —Pierre el Fantasma le extendió un periódico que en Faits Divers decía: Rixe mortelle. Dans la nuit de vendredi á samedi, a proximité du Boulevard Garibaldi. Kamel Mamadou a reconnu etre l’auteur de coup de couteau mortel porté en plein coeur á une femme de 33 ans, Vivianne Tortelier.
—No fue él.
—Seguiré investigándote.
—Archiva mi caso.
—¿Me pides que archive los asesinatos?
—Yo no la maté.
—Une source proche de l’affaire indica que puede tratarse de un Nicolás Antschel que pretende descansar en paz en Bagneux.
—No fui yo, digo, no fue él.
—¿Y quién eliminó a los Cobra?
—Un pistolero solitario que vino de Córcega para vengar la muerte de sus dos medios hermanos Michele y Vivianne.
—¿Estás sugiriendo que el pistolero solitario soy yo?
—Ayudado por los miembros de una fraternidad secreta.
—¿Los Rosacruces?
—No afirmo nada.
—Nicolás, ¿no crees que el asesino temía que esos delincuentes se apoderaran de su cuerpo invisible para disecarlo y exhibirlo? Imagina el negocio que hubieran hecho mostrando en los circos del mundo un cuerpo que no puede ser visto, pero sí tocado.
—Pierre, olvídate de mí.
—No puedo, tengo buena memoria.
—¿Qué vas a hacer mañana?
—Guardar luto por mi media hermana.
—Pásame información sobre la muerte de mi padre en Garden City, te lo agradeceré.
—¿Para provocar otro asesinato?
—Para exacerbar mi frustración.
—Bueno, me dio gusto verte.
—A mí también.
—¿Cuándo nos vemos?
—¿La semana próxima?
—No, la otra.
—El jueves, ¿te parece bien?
—Un viernes será mejor.
—¿Hacemos cita?
—Yo te hablo.
—¿Tienes mi número de teléfono?
—Ciertamente.
—Ya lo cambié.
—No importa, te hallaré, París es pequeño.
—¿A qué hora?
—Nos ponemos de acuerdo.
—Bien.
—Adiós.
Los dos amigos partieron por direcciones opuestas con la intención de no llamarse uno a otro.