Capítulo 8

Capítulo 1

El cónclave del 2013

Por esta razón, y muy consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me concedieron los cardenales el 19 de abril de 2005, de tal modo que a partir del 28 de febrero de 2013, a las 20:00 horas, la Sede de Roma, la Sede de San Pedro, estará vacante y se convocará un cónclave que elegirá al nuevo Pontífice Supremo.1

El pontificado de Benedicto XVI comenzó el 19 de abril de 2005. El nuevo pontífice elegía el nombre de uno de los papas que lo tuvo más difícil, el elegido en plena Primera Guerra Mundial, Benedicto XV, quien tuvo que luchar para mantener la neutralidad de la Iglesia Católica durante el conflicto.

Benedicto XVI llevaba muchos años en la corte del papa. Su llegada se había producido en el año 1982, cuando Juan Pablo II le llamó para servir como cardenal y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Su puesto en el cargo de prefecto le había ocasionado muchos problemas. Toda el ala progresista de la Iglesia Católica le tenía como un hombre duro, conservador y mantenedor de los valores del bando más tradicional. Los hombres del Opus Dei y otros grupos conservadores se movían a sus anchas por los pasillos del Vaticano, pero, desde el principio de su pontificado, estos iban a ser sus problemas menos importantes.

El papa Benedicto XVI, como intelectual y teólogo, centró su trabajo en publicar algunos libros y encíclicas, intentando poner en la práctica su idea de que la de San Pedro es fundamentalmente una cátedra dirigida a la enseñanza.

Ratzinger afrontó en sus encíclicas temas como el Dios de amor, la esperanza y, sobre todo después del comienzo de la crisis económica, la crisis financiera. Destacarán también sus estudios sobre la vida de Jesús. El primer libro se titulaba Jesús de Nazaret; el segundo, Jesús de Nazaret: Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección. El tercero y último, publicado en el año 2012, tenía como título La infancia de Jesús.

Otras de sus tareas fueron: la creación de nuevos cardena-latos y la promoción de la Nueva Evangelización, de la que ya hemos hablado brevemente.

A pesar de sus rasgos positivos, como pensador y escritor, el nuevo papa no parecía tener el carisma de su predecesor y sus problemas de salud le impedían imprimir la vitalidad que un nuevo pontificado necesita.

Benedicto XVI siempre sufrió bajo la sombra de su antece-sor en el cargo, aunque él lo tomó como un apoyo más que como una carga, como nos dejan ver sus palabras:

Me parece sentir su mano fuerte que estrecha la mía; parece ver sus ojos sonrientes y escuchar sus palabras, dirigidas en este momento particularmente a mí: «¡No tengas miedo!».2

El pontificado de Benedicto XVI fue complicándose poco a poco, cuando comenzaron a aflorar cada vez más casos de pederastia en diferentes países. A medida que los problemas arreciaban y sus fuerzas iban disminuyendo, se le veía más decaído y con menos fuerzas para continuar.

En Estados Unidos, los casos de pedofilia escandalizaron a la opinión pública. En el año 2002 se habían producido denuncias parecidas y la Iglesia Católica había tenido que pagar unas indem-nizaciones millonarias, pero en el 2008 las noticias no dejaban de saltar en los periódicos y los noticieros de las televisiones. Los casos de pedofilia no son privativos del catolicismo, también se dan en iglesias protestantes o sinagogas judías, pero dentro de la Iglesia Católica el número es mucho mayor. El viaje de Benedicto XVI entre los días 15 y 20 de abril de 2008 parecía avivar aun más la polémica.

En aquel viaje, Benedicto XVI habló claramente sobre el problema y prometió que los sacerdotes condenados serían excluidos de la Iglesia. Pero en el año 2009, nuevos casos de pederastia en Irlanda volvían a encender la polémica. En el año 2010, el papa Benedicto se reunió en el Vaticano con todos los obispos diocesanos de Irlanda para tratar el tema de los casos de pederastia en la Isla.

Aunque el caso que más desgastó y entristeció al papa Benedicto XVI fue el famoso Vatileaks, por el que se filtraron varios papeles secretos del Vaticano. El escándalo comenzó a finales de enero del 2012, cuando un programa de la televisión italiana comentó que tenía en su poder papeles del Vaticano en los que se investigaba a Carlo María Viganó, por hacer negocios fraudulentos que le habían costado millones de euros al Vaticano. La prensa italiana comenzó a publicar los documentos filtrados, para estupor de la curia romana.

En marzo del 2012, el Vaticano nombró una comisión interna para investigar los papeles. Esta descubrió que quien estaba filtrando los documentos era Paolo Gabriele, mayordomo personal del papa desde el 2006 y uno de sus hombres de confianza. Tras ser juzgado, Gabriele fue perdonado por Ratzinger.

Al parecer, Benedicto XVI recibió el informe sobre la inves-tigación interna el 17 de diciembre de 2012, el mismo informe que se cree han entregado al actual papa Francisco al acceder al cargo de pontífice.

El periodista y escritor Eric Frattini, que ha escrito numerosos libros sobre la Iglesia Católica y el papado, comentó el 11 febrero de 2011, apenas unas horas después de conocerse la renuncia del sumo pontífice:

Él no tiene ningún problema de salud, problemas de salud tenía Juan Pablo II. Es un señor con sus achaques pero no tiene problemas de salud. Pero Benedicto XVI no quiso ser papa. Antes de entrar al cónclave ya había ordenado a sus ayudantes que organizasen la casa para trasladarse a Baviera porque iba a dejar la maquinaria vaticana pero el Espíritu Santo le nombró papa.

Es un hombre que ha allanado el camino para el próximo porque ha sacado la basura a la calle. Se ha dedicado a limpiar. Ha sido un papa revolucionario y limpiador. Se ha enfrentado a los casos de pederastia, no los ha escondido, y ha intentado limpiar el Banco Vaticano [...] por eso ha allanado el camino al siguiente...3

La valentía de Benedicto XVI, como indica el periodista Eric Frattini, es loable, pero ha terminado desgastando su papado y la imagen de la Iglesia Católica.

Benedicto XVI, en una rutinaria ceremonia de canoniza-ción, sorprendía al mundo entero anunciando su renuncia. El 11 de febrero de 2013, el papa presidía un consistorio ordinario público y anunció en latín lo que nadie esperaba, pero todos presentían. Por petición propia, Benedicto XVI renunciaba a su cargo a las 20:00 horas, aunque su renuncia no se haría efectiva hasta el 28 de febrero de ese mismo año.

La razón que esgrimía era estrictamente la falta de fuerzas y la edad:

Tras haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, dada mi avanzada edad, ya no se corresponden con las de un adecuado ejercicio del ministerio petrino [...] Por esta razón, y muy consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro [...] Queridos hermanos, les agradezco muy sin-ceramente todo el amor y el trabajo con el que me apoyaron en mi ministerio y les pido perdón por todos mis defectos.4

La sorpresa fue la reacción generalizada, no es muy normal que un papa renuncie a su cargo. Por ello, un millón de preguntas comenzaron a recorrer los periódicos y televisiones de medio mundo.

¿Era acaso intención de Benedicto dar un giro a la Iglesia Católica y cambiar el foro mediático de los escándalos? ¿Sentía que su labor de continuador de Juan Pablo II había terminado? ¿O se había dado cuenta de que no era capaz de llevar a cabo con sus fuerzas el gran impulso de la Nueva Evangelización?

¿Puede dimitir un papa?

En el capítulo en el que hablábamos de la elección de un papa y de las causas de sede vacante, ya apuntábamos que era posible que el pontífice dejara el cargo de manera voluntaria. Pero no es algo muy común.

El anterior pontífice, Juan Pablo II, no dejó su cargo a pesar de estar gravemente enfermo. Benedicto XVI elogió la valentía de su predecesor, que supo luchar con el sufrimiento y permanecer en el cargo hasta el último suspiro:

Sí, se puede gobernar también con el sufrimiento. Sin duda, es algo extraordinario. Pero después de un largo pontificado y después de tanta vida activa del papa, era significativo y elocuente un tiempo de sufrimiento, que devino casi en una forma de gobierno.5

El papa Benedicto, como ya hemos leído en su renuncia, aducía debilidad física y vejez, para renunciar a su cargo, aunque posiblemente las razones estén más cerca de lo que comentaba la revista La Civiltà Cattolica:6

El papa renuncia al ministerio petrino no porque se siente débil, sino porque advierte que están en juego desafíos cruciales que requieren energías frescas.7

Aunque como antes apuntábamos, la renuntiatio pontifica-lis no es algo ajeno al papado ni a su historia, los casos han sido contados.

En primer lugar, la renuncia tiene que ser voluntaria. No está escrito en ninguna parte del derecho canónico a quién tiene que presentar un papa su renuncia, pero, desde el siglo XVIII, los especialistas en derecho canónico han dicho que lo más conveniente es hacerlo al Colegio Cardenalicio.

Las renuncias han sido contadas. La primera se produjo en el siglo III bajo el pontificado de Ponciano, a principios del siglo IV se dio la de Marcelino y a mediados del mismo siglo la de Liberio. Después hubo un tiempo bastante prolongado en el que no hubo renuncias, hasta el siglo XI, cuando Juan XVIII dejó su cargo para retirarse a un monasterio. En el siglo XI también se produjo la dimisión del papa Benedicto IX, pero volvió al papado unos años más tarde. En el siglo XIII se dio el caso de Celestino V y el último fue el de Gregorio XII, en el año 1415. En los últimos 600 años no había vuelto a suceder. Sin embargo, sí hubo una renuncia obligada de Pío VII, ante las amenazas de Napoleón, y una carta de renuncia escrita por el papa Pío XII, redactada para que se usara en el caso de ser secuestrado por los nazis.

La renuncia de Benedicto XVI era totalmente legal, aunque sin duda plantea más preguntas, no disminuye las incertidum-bres a las que se enfrenta la Iglesia Católica.

La renuncia y la convocación del cónclave

Benedicto XVI puso como límite de su pontificado el 28 de febrero del año 2013. En ese momento, la inmensa maquinaria del Vaticano se puso en marcha para convocar el segundo cónclave del siglo XXI.

Ratzinger continuó con sus actividades programadas durante los días que siguieron a su renuncia, pero ya nada era igual. Miles de peregrinos y periodistas comenzaron a llegar a Roma para ser testigos del cambio de papa. Un acontecimiento que sucede varias veces en el curso de una vida, pero que para los fieles católicos cobra un interés extraordinario.

El día 27 de febrero, Benedicto XVI realizó su última audien-cia y al día siguiente, a las 16:55 horas, partió para la residencia veraniega de los papas en Castel Gandolfo, donde tenía previsto permanecer por dos meses. Tras su llegada a la residencia de verano, pronunció su último discurso. Pasado el plazo de dos meses, el papa Benedicto había planeado vivir en el convento Mater Ecclesiae, que se encuentra dentro de la Ciudad del Vaticano.

Uno de los problemas que se planteó tras su dimisión fue el trato que debería recibir, cuando fuera elegido su sucesor. Se barajaban los de Papa Emérito o Romano Pontífice Emérito. Su anillo sería rayado, para que no se pudiera utilizar, ya que sirve para validar los documentos vaticanos.

El cónclave del 2013 estuvo presidido por Tarcisio Bertone, camarlengo del Vaticano.

El cónclave

La fecha para inicio del cónclave fue el 12 de marzo de 2013. Los cardenales no deseaban que pasara mucho tiempo entre la renuncia del papa Benedicto y la elección del nuevo papa. La situación de la Iglesia requería de prontitud en la elección. La Iglesia Católica está envuelta en un plan de Nueva Evangelización y requiere de una cabeza visible y un líder dinámico que la dirija.

La llamada a todos los cardenales menores de 80 años fue el primer paso que se dio para convocar al cónclave al Colegio Cardenalicio. El plazo medio para comienzo de un cónclave tras quedarse una sede vacante es de quince o veinte días. En este caso, al no haber exequias ni otro tipo de ceremonia por el fallecimiento del pontífice, el proceso se podía acelerar. Además, al ser renuncia, los cardenales estaban avisados de la fecha de sede vacante que se iba a producir.

Para poder adelantar la fecha del cónclave, ya que la mayoría de los cardenales habían acudido a Roma para despedirse del papa Benedicto, el pontífice promulgó un motu proprio el 25 de febrero, que autorizaba al Colegio Cardenalicio a poner la fecha de comienzo del cónclave.

La fecha elegida para el cónclave fue el 4 de marzo. Después de una semana de deliberaciones y en espera de los 115 cardenales con derecho a voto y ser elegidos, se decidió que la fecha final de inicio del cónclave sería el 12 de marzo, quedando los cardenales aislados desde aquel momento hasta la elección de un nuevo papa.

Los 115 cardenales pertenecían a los 5 continentes. Por Europa había 60 cardenales, 33 por todo el continente americano, 11 africanos y otros 11 de Asia y Oceanía, con 2 ausencias.

En este cónclave de 2013 se hablaba de unos 25 posibles papas, varios norteamericanos, varios latinos e italianos y algún africano, pero las apuestas se centraban en 6, aunque el número podía variar según la fuente que analizáramos.

El arzobispo Gerhard Mueller, responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, comentó a varios medios: «Conozco muchos obispos y cardenales de América Latina que podrían asumir la responsabilidad de la Iglesia universal».8

Algunos ya apuntaban que el papa no sería de Europa, como el cardenal y arzobispo Gerhard Mueller en declaraciones en el Rheinische Post: «La Iglesia universal enseña que el cristianismo no se centra en Europa».9

El cardenal suizo Kurt Koch comentó a este respecto: «Sería bueno si hubiera candidatos de África o Sudamérica en el próximo cónclave».10

La lista de los papables era:

Joao Braz de Aviz (Brasil, 65 años) Apoya la preferencia por los pobres en la teología para la liberación latinoamericana, pero no los excesos de sus impulsores. Su perfil bajo podría jugarle en contra.

Timothy Dolan, (EUA, 62 años) se convirtió en la voz del catolicismo estadounidense tras ser nombrado arzobispo de Nueva York en el 2009.

Marc Ouellet (Canadá, 68 años) es en la práctica el principal director de personal del Vaticano como jefe de la Congregación de obispos.

Gianfranco Ravasi (Italia, 70 años) ha sido ministro de Cultura del Vaticano desde el 2007 y representa a la Iglesia en los mundos de las artes, la ciencia, la cultura e incluso ante los ateos.

Leonardo Sandri (Argentina, 69 años) es una figura «transatlántica», nacido en Buenos Aires de padres italianos.

Odilo Pedro Scherer (Brasilia, 63 años) se ubica como el candidato latinoamericano más fuerte. Arzobispo de Sao Paulo, la mayor diócesis en el mayor país católico, es conservador en su nación, pero en otras partes resultaría moderado.

Christoph Schoenborn (Austria, 67 años) es un exalumno del papa Benedicto XVI con un acercamiento pastoral que el pontífice no tiene.

Angelo Scola (Italia, 71 años) es arzobispo de Milán, una plataforma para el papado, y la principal apuesta de muchos italianos.

Luis Tagle (Filipinas, 55 años) tiene un carisma que se suele comparar con el del fallecido Juan Pablo II.

Peter Turkson (Ghana, 64 años) es el principal candidato africano. Jefe de la oficina de Justicia y Paz del Vaticano, es el portavoz de la conciencia social de la Iglesia y respalda la reforma financiera mundial.11

En esta lista tomada de El Economista de México del día 11 de febrero ni siquiera aparecía Jorge Mario Bergoglio. Tampoco se le mencionaba en otras muchas listas. No aparecía en la del New York Times del 10 de marzo de 2013 ni en otros muchos periódicos y revistas.

Ni siquiera un medio de prensa argentino como Clarín habló apenas de Bergoglio como posible papa, únicamente salió un artículo de los cardenales argentinos el día 13 de marzo y una breve reseña el día 12 de marzo de 2013, comentando que Bergoglio ganaba terreno en la posible elección.

¿Por qué nadie se fijó en Bergoglio que había sido el segundo candidato más votado en el cónclave del 2005?

Puede que de nuevo la figura discreta del papa Francisco le hiciera pasar desapercibido en los medios mundiales, incluidos los de su país.

La votación

El primer día de votación, el martes 12 de marzo de 2013, después de seguir el ritual habitual en las elecciones de papa, la primera fumata fue negra, algo que cabía esperar.

Al parecer, en la primera votación, muchos de los papables recibieron muy pocas papeletas. Angelo Scola y Odilo Scherer obtuvieron muy pocas papeletas. El italiano representaba al ala conservadora y más cercana a la mecánica del Estado Vaticano, mientras que Scherer, el cardenal brasileño, representaba a los más renovadores.

Uno de los cardenales con más apoyo, sobre todo por los votos americanos y europeos, fue desde la primera votación Bergoglio.12

El arzobispo de Nueva York, el cardenal Timothy Dolan, pidió a sus compañeros de América del Norte que votaran por el argentino.

Cuando llegó la cena del primer día de votaciones, aún había muchas dudas de si Scola era el mejor candidato. El arzobispo de París André Vingt-trois, con mucho peso entre los votos de Europa, comentó que Bergoglio era una solución mejor que Scola.13

El miércoles 13 de marzo de 2013 era el segundo día de votaciones. Parecía que el voto de Europa y América se iba para el argentino Bergoglio, pero aún quedaba mucho que decir. Italia posee el mayor número de cardenales del mundo.

Unos días antes, en las sesiones preparatorias, Bergoglio había hablado de la misericordia de la Iglesia y de la renovación espiritual que necesitaba la Iglesia Católica. A pesar de que el arzobispo de Buenos Aires no es un gran orador, sus palabras son de las que llegan al corazón. Concluye con la frase: «...terminar con la mentalidad carrerista de promociones y puestos de poder».14

Al parecer, en la primera votación de la mañana, algunos votos de Asia y África comenzaron a dirigirse hacia Bergoglio. En la segunda votación de la mañana, los apoyos a Bergoglio aumentaron y en la cuarta y última votación, la de la tarde, el argentino arrasó con 90 votos, 6 más que los que consiguió Benedicto XVI en el anterior cónclave.

A las 19:05 de la tarde se produjo la esperada fumata blanca. El nuevo papa era el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, que a los pocos minutos tomó el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís, el santo más cercano a los pobres y fundador de la orden de los franciscanos. De esta manera, Bergoglio quería dejar constancia desde el principio de cuál era la apuesta más clara de su pontificado. Romper con la ostentación y el boato romano, que tanto daño le hace ante la imagen de una Iglesia pobre y cercana al pueblo.

El papa Francisco era el primer pontífice latinoamericano, de origen jesuítico y con una clara vocación por el pueblo cristiano, especialmente por el católico.

El nuevo papa era anunciado por el protodiácono Jean-Louis Tauran, con la fórmula latina:

Annuntio vobis gaudium magnum:

Habemus Papam;

Eminentissimum ac reverendissimum Dominum,

Dominum Georgium Marium

Sanctae Romanae Eccleasiae Cardinalem Bergoglio

Qui sibi nomen imposuit Franciscum.15

Las primera palabras del papa Francisco recorrieron la Plaza de San Pedro hasta el último lugar del mundo, como si se tratara de un relámpago:

Hermanos y hermanas, buenas tardes.

Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja.

(Padre nuestro. Ave María. Gloria al Padre).

Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para que el Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí....

Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

(Bendición).

Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descanséis.16

Los tres puntos más interesantes del discurso fueron:

1. El papa del fin del mundo. Con esta frase, Francisco quería demostrar en cierto sentido, la universalidad de la Iglesia Católica y el fin de Roma y Europa como epi-centro de la Iglesia Católica durante casi 2000 años.

2. El obispo-pueblo. El pueblo cristiano deber recuperar su protagonismo perdido, ya que es una parte fundamental de la Iglesia Católica. En cierto sentido, Bergoglio lo pone a la altura de la propia curia.

3. La oración del pueblo. Francisco buscó la oración del pueblo cristiano. Revela así uno de sus carismas, la oración como fuente de renovación de la Iglesia Católica.

El joven argentino hijo de emigrantes italianos, el estudiante de Química, el sacerdote jesuita, el profesor, el obispo auxiliar de Buenos Aires, el arzobispo sin pelos en la lengua, ahora tiene en sus manos el destino de la Iglesia Católica. ¿Cuáles serán sus primeras medidas? ¿Cómo imprimirá su carácter a la Iglesia Católica? ¿Qué hará en su misión de luchar contra la pobreza y contra la ostentación vaticana? ¿Cuáles serán sus principales directrices?