Corro por el bosque espeso y húmedo en las afueras de Varsovia. El aire frío se me estanca en los pulmones y siento que se me seca la garganta con cada pisada que doy en el fango lodoso.
Ha estado lloviendo todos estos días y el clima hace que el bosque se sienta triste y más desolado de lo que normalmente se encuentra. Pequeñas gotas caen en las hojas verdes.
—Mierda —me quejo al pisar una rama.
El ruido pone en alerta a quienes me rodean, así que me quedo quieta un par de segundos y aprovecho el instante para calmar mi respiración. Sujeto con fuerza el arma que llevo en las manos.
Intento mantenerme alerta a cualquier sonido que surja a mi alrededor y recorro el lugar con la mirada. No detecto ningún movimiento, pero sé que están aquí.
Siento que me observan y el aura pesada que me rodea. Comienzo nuevamente la carrera, esquivando ramas y árboles. Las detonaciones suenan y sé que las balas buscan herirme. Pasan muy cerca de mi cuerpo e impactan contra los árboles.
Escucho sus pasos apresurados detrás de mí. Tengo que acelerar, van a atraparme.
Corro con más fuerza y, cuando siento que tengo a uno de los hombres a mi derecha, disparo hacia ese punto y sigo avanzando; sin embargo, freno de golpe al notar que soy rodeada. Saco el arma que llevo en la espalda y disparo en ambos sentidos, haciendo que los hombres se refugien. Aprovecho el momento para correr hacia el río.
De repente unos brazos me sujetan de los pies, caigo al suelo, me giro en un segundo y saco la navaja al verme despojada de las armas. El encapuchado de ojos oscuros empieza a darme puños y me protejo al tiempo que intento defenderme con la navaja.
Busco esos puntos débiles que siempre me han enseñado y deslizo la hoja por su brazo expuesto. El tipo gruñe y aprovecho que la sangre brota para levantarme y hacerle una zancadilla. Me apresuro a tomar mis armas y sigo corriendo, dejándome guiar por el sonido de agua que fluye sendero abajo.
El río está cerca, puedo sentirlo y escucharlo.
El agua helada me eriza la piel y la agitada corriente intenta tumbarme, pero me mantengo firme. Sigo hacia mi destino, pero un destello me llama la atención. Una sombra se oculta entre los árboles que parecen tocar el cielo por su altura.
Cambio mi rumbo para buscar esa sombra cuando una bala atraviesa el agua y el enfrentamiento comienza. Estoy expuesta en medio del río, soy un blanco fácil. Debo salir lo más rápido que pueda. Llego a la orilla en medio de disparos y subo la colina, notando en la distancia que la sombra es la de un hombre que me apunta directamente.
No dice nada, solo me observa. Mantengo el dedo en el gatillo, lista para disparar. Noto que no lleva chaleco antibalas y quedo confundida, algo está mal. Intento procesar en fracciones de segundo qué es lo que sucede, desconectándome del entorno, pero una sensación de ardor en el hombro izquierdo me devuelve a la realidad. Una gota roja me indica que me han herido.
Una bala me rozó.
—Vete —dice, con acento polaco, el hombre de ojos grises e intensos. Baja el arma y no lo pienso dos veces.
No fue él quien disparó, fue uno de los que me sigue. No me dejo amedrentar. Estoy herida, pero debo seguir, pues fue un descuido lo que provocó esto.
—¡Maldita sea! —gruño.
Puedo visualizar que mi refugio está cerca y acelero el paso. Estoy sucia y ensangrentada, pero la adrenalina me sirve como analgésico y aleja el dolor.
Me oculto detrás de un tronco caído y estudio el entorno, buscando a ese enemigo que se oculta y que quiere evitar que llegue a donde debo. Cargo las armas, reviso la navaja y me corto una parte del pantalón para detener el sangrado. Vuelvo la vista hacia mi destino.
Van a salir de donde menos lo espero. Ajusto todo, tomo aire y salgo de mi escondite. Tengo que saltar varios troncos y me deslizo por la tierra húmeda como si fuese una pista de hielo hasta que abren la puerta de la pequeña cabaña.
Me detengo al ver sus ojos azules. Viste un traje gris y eleva la mano, deteniendo a los hombres que vienen detrás de mí. Un simple gesto lo para todo. Así es él, así es su poder. Ese es el polaco, mi padre.
¡Mierda!
Da un par de pasos y me observa el hombro. El semblante le cambia por completo y es impresionante cómo la oscuridad lo posee en un abrir y cerrar de ojos. No necesita decir nada para que todos a su alrededor notemos que está molesto.
—Un descuido —informa Burek, que se acerca con una caja de madera pulida. Allí guarda un arma bañada en oro.
Trago grueso porque tiene razón. Fue un descuido, uno que no puedo permitirme jamás. Fallé.
—Había un hombre sin chaleco —comento—. No era uno de los nuestro, ojciec82.
—Lo sé —dice—. Yo lo puse allí, Leah. Debes estar concentrada, un error como el que tuviste puede costarte la vida y eso no puede pasar. Lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé, ojciec. Todos tienen permiso para morir, pero yo no.
Escucho unos murmullos al fondo y veo que el castaño de ojos grises que me desconcentró en el bosque trae a rastras a uno de los tipos con chaleco antibalas. Lo obliga a arrodillarse ante mí, pero no dejo de ver al hombre que sonríe con perversidad. Por alguna razón me desequilibra.
—Fue él —anuncia con esa voz rasposa que me seca la garganta.
Es alto, quizás roce el metro con ochenta, se ve musculoso, de cuerpo fuerte, joven y tatuado.
—Hazlo, Zarek —ordena Bahir Kurek sin titubear.
Zarek…
El tal Zarek le apunta al hombre que permanece arrodillado ante mí y aprieta el gatillo, disparándole en el hombro. Este tipo de situaciones no me toman por sorpresa, pues mi padre me ha entrenado desde que nací. Me ha preparado para volverme invencible.
—Moja księżniczka83 no se toca. La orden siempre ha sido disparar, pero no a ella directamente —espeta y todos asienten.
Varios hombres se acercan para llevarse al herido mientras Zarek guarda el arma y toma su lugar junto a Burek sin mirarme. Su aura pesada me obliga a fijarme en él.
—Hay que suturar esa herida —susurra mi padre—. Ya el cirujano viene en camino.
Me centro en los ojos azules de mi padre.
—No es nada, solo me rozó la bala —comento y camino hacia la cabaña que muchas veces nos sirvió de refugio cuando mi padre no podía salir a la luz. Era nuestro lugar secreto y en ella conservo muchos recuerdos de mi niñez.
Ha procurado mantenerla por mí y me gusta. Amo estar en este lugar porque lo siento como un hogar.
—Leah, detente —ordena y mi cuerpo obedece inmediatamente. Siento sus pasos acercándose.
No estoy molesta con mi padre, jamás lo estaría. Estoy decepcionada de mí misma por distraerme y permitir que me hirieran. Odio la causa de la distracción.
¿Cómo pude ser tan idiota?
Ladeo el rostro y me encuentro con un cabello rubio de destellos grises. Sus ojos son intensos y no dejan de verme. Los años han pasado, pero su semblante, su porte y sus rasgos siguen siendo los mismos. Es duro, fuerte, intimidante y guapo.
—No fue una petición y sé que lo sabes —me dice—. No estés decepcionada de ti, lo hiciste bien. Estuve viéndote.
Señala el chaleco antibalas que llevo puesto, pues tiene una pequeña cámara que le permitía seguir mis pasos y los del resto.
—Me equivoqué.
—Algo que no puede volver a pasar. Por eso metí una distracción. Sabes que ellos no van a matarte, pero pueden herirte, así que tu nivel de concentración debe ser extremo, moja księżniczka84. Hay que sanar esa herida y ver cómo se la ocultamos a tu madre, que es lo más importante.
Asiento con una sonrisa en los labios.
—¿Quién eres? —inquiere y doy un paso hacia él, elevando mi mirada.
Soy una de las pocas personas que no se amilana, que no le teme; al contrario, siento admiración por él. Quiero llegar a ser así, ese es mi propósito.
—No soy la hija de un mafioso de mierda, soy la hija de Bahir Kurek, soy la maldita polaca, les guste o no —afirmo para verlo sonreír con satisfacción.
Ser su hija no ha sido fácil y el mantenerlo oculto para el ojo público tampoco. Ante los demás sigo siendo la hija de Slavik Miller y Amara McCartney, pero no es así…
Entiendo que el secreto se mantiene oculto por mi seguridad, por mi bienestar, pero más de una vez he querido gritar que soy una Kurek, que mi sangre es polaca y que ese hombre al que todos encasillan como villano y mafioso es mi padre y que espero algún día poder seguir sus pasos.
Eso es lo que quiero. Es quien soy.