CAPÍTULO 11

MOJA KSIĘŻNICZKA11

Bahir Kurek

Observo a lo lejos la camioneta en la que ella se encuentra; tengo el teléfono pegado al oído.

—¿Disparo? —pregunta Miller, cargando el rifle.

—Hazlo a discreción —susurro.

Me quedo viendo el espectáculo. Ambos corren a la camioneta sin preocuparse por buscar a quién disparó y desde dónde.

El soldado se levanta con el rifle y se lo extiende a Burek.

—¿Qué haremos ahora?

—Tú, Amara y mi hija van a volver a Estados Unidos. Oriola te vio y no puedo permitir que vaya contra ti —digo—. Eres quien las protege. Solo confío en ti —le confieso en un gruñido y Slavik me observa de reojo.

—¿Y quién coño te va a proteger a ti? No eres santo de mi devoción, pero eres lo que Leah más ama.

—Sé cuidarme solo. Siempre lo he hecho y tengo miles de hombres. Arranca, Burek, quiero ver a mi hija —comento.

—No puede pasarte nada. Eres todo en el mundo de Leah —dice Miller a mi lado.

Asiento, mirando al frente.

Damos varias vueltas y cambiamos de camioneta para volver al bosque en el que más de cien hombres resguardan la casa. La seguridad de ellas es mi prioridad, siempre lo será.

Entro y nos sirvo unos tragos.

—Leah aún está despierta, no quiere dormirse sin verte —susurra Amara tras de mí—. ¿Cómo salió todo?

—Esperemos que se mantenga al margen —susurra el soldado, dándole un sorbo a su trago—. Deberíamos descansar, amor.

Siento la mirada de ambos y decido marcharme a ver a lo único que me mantiene con vida.

—Voy con Leah. Buenas noches a los dos —digo y dejo mi trago intacto sobre la mesa.

Me encamino hacia las escaleras y la voz del soldado me detiene.

—Lo que dije en la camioneta es cierto, Bahir. —Asiento y sigo subiendo.

Busco la habitación de mi hija, toco la puerta antes de entrar y la encuentro con sus muñecas en la cama. Sonríe y su alegría refleja la mía.

Ojciec12.

Moja księżniczka13 —susurro y cierro la puerta. Ella hace a un lado todas las Barbies, dejándolas caer al suelo—. Es muy tarde, deberías estar dormida.

—No quería dormirme sin verte. Pensé que esperaríamos a que mamá se durmiera para ir al bosque —me dice muy bajito.

Relajo los hombros al escucharla y me siento en la orilla de la cama.

—Lo haremos, pero antes quiero hablar algo contigo. ¿Te parece?

Asiente y se acerca a mí.

—Tendrás que volver a Estados Unidos muy pronto. —Sus ojos azules se muestran tristes—. Recuerda lo que hemos hablado, nadie puede saber que eres mi hija, nadie… Es nuestro más grande secreto. Y necesito protegerlo. Necesito protegerte.

—¿Y quién te protegerá a ti, papi? Yo quiero estar contigo. Me pongo de malas cuando no te veo. —Sonrío—. Yo me quiero quedar contigo. Me dijiste que soy una Kurek y que siempre conseguiré lo que deseo. Esto es lo que quiero, quedarme aquí.

Está usando mis palabras en mi contra. Astuta.

—Quiero quedarme. Soy la dueña de todo… eso es lo que me dices. —Me abraza con fuerza y le acaricio la espalda.

—Y porque eres la dueña de todo, y además una Kurek, necesito que estés a salvo. Nadie puede hacerte daño. Y si alguien lo intenta, se las verá conmigo. Lo sabes, ¿verdad?

Asiente contra mi pecho.

—Nadie me toca, nadie me humilla. Soy fuerte, inteligente y valiente. Soy una Kurek, soy la polaca.

La miro fijamente a los ojos. Ella lo es todo en mi vida.

—Así es —afirmo, viendo fuerza y determinación en su mirada—. ¿Me haces un espacio?

Se acuesta en la cama, dándome la repuesta que necesito. Se mueve un poco para que yo entre y luego se aferra a mi brazo. Es su manera de evitar que me escape.

—Papi… háblame de mis abuelos —pide.

—Tus abuelos… —Suspiro con fuerza al recordarlos—. Tu abuela Leah me dio las más grandes lecciones de la vida, me enseñó a nunca dejarme amedrentar. Y tu abuelo… me enseñó a defenderme, a ser fuerte y decidido. Siempre debemos analizar bien las situaciones y pensarlas. Todo movimiento que hagas debe ser estudiado. Eres inteligente y sé que lo serás mucho más cuando seas grande y dueña de todo. Te pareces mucho a tu abuela, tu cabello es igual al de ella.

—Quiero ser como tú, ojciec14.

—Serás mejor, moja księżniczka15. Temblarán al verte e hincarán sus rodillas ante tu paso. Ya lo verás.

Le guiño un ojo y ríe.

—Quiero a todos de rodillas —chilla.

Se escuchan unos pasos aproximándose.

—Hazte la dormida… —digo muy bajito y me hace caso. Cierro los ojos cuando la puerta se abre y sé, por el perfume, que es Amara.

Siento que se acerca, nos cubre con la sábana y luego se va de nuevo.

Leah se ríe.

—Debemos esperar unos minutos. ¿Okey?

—Okey.

Me mira, llena de emoción, y recuerdo que por ella es que aguanto el encierro. Solo por ella, pues en algún punto podré volver a ser el mismo de antes.

—Papi, ¿piensas en mí cuando no estamos juntos?

—Todo el tiempo. Te pienso, te sueño y te anhelo. Eres mi único amor.

—Necesitas una novia —suelta, haciéndome reír—. No puedes estar solo por la vida, ojciec16. Quiero que tengas una novia.

—No necesito una novia, solo necesito que mi hija sea feliz.

Luego de un par de minutos Leah y yo bajamos las escaleras en silencio. La llevo hasta donde nos espera Burek con todo listo. Saco el bolso de mi pequeña y le pongo los dos abrigos y la chaqueta de camuflaje hecha a la medida para ella. Le brillan los ojos y aplaude, emocionada.

Le pongo el gorro negro de lana y noto que tiene la punta de la nariz y las mejillas rojas por el helado frío que empapa la madrugada.

—¡Papá! —exclama al ver a Miller.

—¿Pensabas irte de caza sin mí? —le pregunta, entrecerrando los ojos.

Leah asiente con una amplia sonrisa.

—Aun así te amo.

—Yo también te amo, papá. Los amo a los dos… mucho, mucho —asegura y se me acelera el corazón—. Te amo, papi.

—Yo te amo más, moja księżniczka17. Mucho más. ¿Lista?

—¡Lista!

Subimos a los Jeeps para adentrarnos al bosque y Leah no deja de mirar al frente. Hago esto porque, de alguna manera, quiero que ella no le tema a nada. Es una forma sutil de acostumbrarla a posibles cosas que vea en el futuro. No quiero que nada la tome por sorpresa, que nada le asuste. Observa el entorno mientras solo las luces de los Jeeps iluminan los caminos fangosos y oscuros del bosque. El silencio solo se rompe por los motores. Nos detenemos lo más lejos que podemos de la cabaña y decidimos que caminaremos desde allí. Me subo a Leah a los hombros y le pido que esté pendiente de cualquier rama que pueda golpearnos a ambos. De repente un ruido nos llama la atención, así que la bajo, le digo en dónde ubicarse y ella me hace caso.

—Recuerda que debemos hacer silencio y aguardar —susurro y ella asiente.

—Silencio y aguardar —repite.

Se resguarda junto a mí y Miller. Burek está detrás de ella y el resto de los hombres nos cuidan a lo lejos.

Todos saben que la prioridad es ella. Si algo sale mal, deben llevársela.

—Tome, señorita Kurek —dice Burek, entregándole unos binoculares con visión nocturna, y ella le agradece en polaco.

—Burek, me caes bien —suelta y el hombre ríe.

—Mirada al frente, Leah… muy atenta —dice el soldado, dándole un beso en la sien—. Recuerda todo lo que te hemos enseñado.

—Si, papá. ¡Siempre atenta!

No ha sido fácil, pero el soldado y yo pensamos igual. Queremos enseñarle a Leah todo lo necesario para que, en algún punto de su vida, pueda defenderse si llega a pasarnos algo. No quiero dejarla siendo una niña mimada que no sabe qué hacer con su vida, obligándola a resguardarse.

Quiero que sea mejor que yo, mejor que Amara… Que tenga de ambos tanto como sea posible.

—Así es —afirmo.

El crujido de una rama hace que ella mire hacia ese punto. Todos se ponen alerta y apuntamos hacia ese sitio.

—¿Qué ves? —pregunto, inclinando el rostro y viendo a través de la mirilla del rifle.

Puedo ver a un ciervo oculto.

—Es un ciervo. Detrás del pino.

—Dime cuándo…

Mi niña sonríe, viendo el objetivo.

—Ahora. Tiro limpio.

El sonido resuena en el bosque y ella, en vez de asustarse, ve cómo cae el animal. Le devuelve los binoculares a Burek y se va con él hacia ese punto. Yo me cuelgo el arma al hombro.

Todos siguen a Leah.

—¿Adivinas qué pensé que era? —le pregunto al soldado.

—¿Mi cabeza? —Asiento con una amplia sonrisa—. No eres el único que visualiza cosas al apuntar, Kurek… ¿Qué harás con Piccoli?

—Acorralarla hasta que tenga que huir.

—Cuidado, no vayas a ser tú quien termine acorralado por esa niña.

Jamás.

No volverá a pasar.

Ojciec18! —exclama mi hija—. Mira, sangre.

Me muestra sus guantes manchados con una sonrisa.

—Es tu hija.