—¡Acelera! —le exijo a Burek.
No puedo usar mi jodido teléfono para llamar a Miller. Ofuscado, lanzo el aparato hacia el piso de la camioneta por ponerme en evidencia. Burek me extiende otro móvil satelital imposible de rastrear y llamo al equipo de seguridad para que estén atentos.
—¡Burek! —espeto, intentando mantenerme calmado.
Llegamos a uno de los edificios en donde hacemos un trasbordo para emprender el camino hacia el bosque.
Marco el número de Miller.
—Lo sabe… prepárense —susurro y la llamada se corta.
El corazón se me va a salir del pecho. Esta maldita niña vino a quitarme la poca paz que había logrado alcanzar.
Nos adentramos en el bosque y los caminos están llenos de nieve. La camioneta se resbala un poco y me aferro al asiento. Pasamos el primer cordón seguridad y le anuncian a los dos siguientes nuestra llegada. Cuando atravesamos el último punto, el aire vuelve a mis pulmones. Me bajo con rapidez y voy hacia la casa, en donde los hombres corren de un lado a otro. Amara, desesperada, viene hacia mí con lágrimas en los ojos.
El miedo se instala en mi pecho.
—¿Qué pasó?
—Leah… Leah no aparece —musita y siento que el mundo se tambalea—. Slavik está buscándola…
—¡Busquen a Leah! —grito con todas mis fuerzas—. Ve adentro, está haciendo frío. Ella debe estar cerca, recuerda que conoce este bosque. —Intento calmarla, acariciándole el rostro.
Luego tomo un arma que me extiende Burek mientras ordena y da indicaciones.
—Moja księżniczka…19 —vocifero, sintiendo que me quedo sin aire—. ¡Leah!
Maldición, esto no puede estar pasando.
—Moja księżniczka…
Con cada paso que doy me adentro más y más al bosque con la espesa nieve. Mi pequeña conoce este terreno porque no es la primera vez que viene, así que es imposible que se haya alejado mucho.
Los hombres se esparcen y empiezan con la búsqueda. El aire frío me congela los pulmones, pero me quito el abrigo para tener mayor movilidad y corro sendero abajo. Debería estar muriendo de hipotermia, pero el calor y la angustia no lo permiten.
Me preocupa que pase tanto tiempo fuera con este frío.
—Moja księżniczka.
Siento que el desespero se apodera de mí. Nadie me había importado tanto en la vida como ella. Nadie…
—Ojciec20… —Su voz me hace girar hacia la derecha—. Ojciec.
Me quedo inmóvil cuando la veo porque un hombre la sujeta del brazo. Leah me mira solo a mí y yo le apunto al maldito que tiene a mi hija.
—Déjala ir… —le pido en voz baja.
Estamos rodeados de árboles, nieve y solo se escucha el río en la distancia.
—No. Saben en dónde estoy y no tardarán en llegar —dice.
Por su acento sé que es americano. Jodido Leonardo.
—No estás en tu país, estás en mi territorio… Te recomiendo bajar el arma y alejarte de ella. ¡Ahora!
El hombre niega, apretando con fuerza el pequeño brazo. Me hierve la sangre.
Nadie la toca.
Nadie la mira.
Ella es sagrada.
—Leah… —susurro, haciendo que se centre en mí—. Zamknij oczy21 —le ordeno en polaco para que solo ella me entienda. Sonríe al escucharme y me hace caso.
El hombre baja el arma hacia mi polaca y aprieto el gatillo. La bala se encaja en su cráneo y un desastre de sangre y sesos vuelan por los aires. La detonación hace eco en el bosque.
Cae a la nieve y mi hija corre a abrazarme. La reviso su cuerpo y me preocupa la sangre que veo en su rostro.
—No es mía —dice muy calmada—. Venía por ti, ojciec22.
La miro, suspiro con fuerza y la abrazo para cargarla y alejarnos de ese lugar. No se asusta al ver al hombre en el suelo, solo lo detalla con repulsión.
Maldita italiana… me las pagará.
—Yo solo quería esconderme para que tú me encontraras. Los escuché hablando antes… No quiero irme, no quiero dejarte, no quiero, ojciec… No me alejes de ti, por favor. Amo a mamá y a papá, pero no quiero dejarte —dice, escondida en mi cuello—. Obiecuję się zachowywać, będę grzeczną dziewczynką, nie zabieraj mnie od ciebie23.
Solloza y me parte el corazón en pedazos. Me detengo para cubrirla con mi abrigo y limpiarle el rostro.
—Eres una niña buena, siempre lo has sido. No te he merecido desde el momento en el que naciste. Eres lo que más amo en esta vida… y necesito que entiendas que para mí lo más importante es protegerte de personas como esas. Muchos intentarán dañarnos, pero somos más fuertes e inteligentes que ellos. Todo lo que hago es por ti.
Se sorbe la nariz y luego me toca la barba.
—Pero siempre estás lejos, ¡no me iré! ¡No quiero! —grita—. Yo puedo protegerte, yo puedo protegerme sola. Tú me has enseñado bien. No tuve miedo… ¿Viste?
Lo sé, sé que no tuvo miedo. Es valiente.
Burek se acerca y se queda inmóvil al ver la sangre que cubre a Leah. Me extiende un pañuelo para que la limpie y lo hago, le quito todo rastro de suciedad que aquella mierda de hombre ha dejado en ella.
—Baja el sendero, revisa todo… y ocúltalo. Nadie debe saberlo, nadie…
Asiente, marchándose, y Leah me observa.
—To będzie nasz sekret24 —le digo—. Eres valiente, la más valiente de todas… —Asiente y se seca las lágrimas con los guantes.
—Nasz sekret25 —susurra. Tiene las mejillas y la nariz rojas y le brillan los ojos azules.
—Debemos ir a casa.
Entrelaza su mano con la mía y caminamos juntos. Nos acercamos a la propiedad y Amara sale al ver que vengo con ella. La abraza con desespero.
—No quiero irme, quiero quedarme con mi papi —musita. Amara me mira y asiente—. Lo voy a extrañar mucho…
—No vuelvas a escaparte, ¿okey? Hallaremos una solución para que te quedes con tu papi. ¿Te parece?
—Está bien… tengo frío.
Amara le revisa el rostro y ruego que no encuentre nada de sangre. Sin embargo, solo le seca las lágrimas y le sonríe.
—Vamos dentro, Francis nos hará chocolate caliente antes de irnos de paseo con tus papás.
Leah me suelta sin estar muy convencida, pero le insisto en que vaya con su madre. Al final avanza sin dejar de mirarme y le guiño un ojo.
Miller aparece luego de un rato mientras veo a Burek organizar todo lo que le pedí.
—¿Qué fue lo que pasó? —susurra a mi lado.
—Violaron la seguridad, solo fue uno… por eso logró pasar. La maldita lo sabe. Sabe que es mi hija, me puse en evidencia.
—¡Mierda! —Burek se nos acerca.
—Tenemos un grave problema. Gravísimo.
—¿Qué pasa? —inquiero.
—Era un agente del FBI.
—¿Qué? —pregunta el soldado casi sin voz—. No hay caso, no hay nada… ¿Estás seguro? No pueden estar aquí, no es su jurisdicción, no les compete.
Burek saca la billetera del hombre y se la entrega a Slavik.
—¡Maldición! Era un hombre de Leonardo…
—Comunícame con el Gobierno, Burek. El maldito está atacándome en mi territorio y tocó a mi hija… —exclamo, haciendo que todos se giren a verme—. ¡Nos vamos!