CAPÍTULO 29

CONFIANZA

Bahir Kurek

¿Realmente confías en ella? —inquiere Burek a mi espalda mientras reviso las armas que serán enviadas a París. Sujeto una granada en las manos.

—Realmente no, pero me advirtió sobre la trampa… —digo y doy la orden para que empaquen todo—. Así que solo queda esperar y confiar. ¿Movieron a su madre?

—Sí, hirió a dos hombres al intentar huir, pero la tenemos bajo custodia. Se le está dando todo y está cómoda… muy cómoda. ¿Qué haremos con la polaca cuando la tengamos aquí?

—Mientras ellos crean que está en Londres, buscaremos un lugar para ocultarla. Creo que lo mejor es que esté en Estados Unidos porque nació allá, es ciudadana y todo lo que está haciendo Leonardo está fuera de la ley. Hablaré con Amara.

Reviso la hora en el reloj de mi padre.

—Vamos a la rezydencja40. Ya deben estar por llegar.

La camionetas repletas de seguridad me trasladan hasta la mansión en la cual se quedará la polaca bajo cuidados extremos. Tengo a medio Gobierno cuidando y resguardando estas paredes. La impaciencia empieza a invadirme y camino de un lado a otro, revisando que todo esté en orden, que la servidumbre tenga la habitación de ella lista.

Es la reina de todo, es la dueña de todo… y debe ser tratada como tal.

Un helicóptero la trasladará hasta la mansión que dispuse para su seguridad. Es casi imposible llegar aquí… Casi. Solo los que realmente se han adentrado a estos lugares pueden conocer la ruta, que es necesaria hacer en helicóptero por lo agreste del terreno.

Escucho las aspas a lo lejos, me acomodo el traje y el reloj para ir hacia el patio. Puedo ver en la distancia cómo se acerca y se me acelera el corazón. El helicóptero hace que los árboles se agiten y, cuando toca el suelo, me mantengo a una distancia prudente en tanto espero que los rotores se apaguen.

La puerta se abre y Oriola se baja, enfundada en un traje enterizo negro con mi abrigo puesto. Extiende la mano y aparece la polaca, que lleva abrazado a Polski.

Lo suelta al verme y corre hacia mí, haciendo que su abrigo y el gorro caigan al jardín. Grita mi nombre y me arrodillo para sentir su abrazo.

Ojciec!41 —exclama, llena de emoción.

Le retiro el pelo castaño que le cubre el rostro para poder ver sus ojos azules como el cielo.

Moja księżniczka42. —Detallo su belleza y la lleno de besos.

La extrañé con locura. Polski ladra a nuestro alrededor, emocionado.

—Polski, nadal43! —habla mi hija con autoridad y su mascota le obedece.

—Así que lo entrenaste en polaco —digo, orgulloso, y ella se ríe.

—Sí, estaba intentando enseñarle polaco a la italiana, pero es imposible… —murmura muy bajito y me hace reír.

Francis y Oriola se acercan.

—Señor… —susurra Francis.

—Ponte cómoda —digo sin soltar a mi polaca, entonces pasa por un lado, dejándonos en el jardín.

El perro le gruñe a Oriola y ella lo mira mal.

—Cumplí —dice y me levanto para quedar a su altura.

—Yo también, está fuera de Italia, en Suiza. No deben tardar en notificarle a Donato que ya no está en su refugio.

La polaca pasea su mirada de mí hacia Oriola, entrecerrando los ojos. De repente le aparece una sonrisa en los labios.

—Cuéntale cómo dices «moja księżniczka44»… Lo pronuncia horrible. —Intento no reírme—. Su polaco es una…

—Leah… —le advierto y ella sonríe, mostrando todos sus dientes.

—Es igualita a ti —confirma Oriola.

Lo sé.

Moja księżniczka, ve con Francis. Ya entro. —Asiente y vuelve a mirar de pies a cabeza a Oriola.

—Está bien. Hasta pronto, italiana. Espero que dejes de gruñir algún día —se despide mi hija—. O al menos hazlo en silencio.

—Tu perro me mordió… —se queja.

—Lo miraste feo —justifica Leah y se adentra a la mansión.

—Hasta luego, polaca.

Nos quedamos solos.

—Tu ex es un encanto —musita con sorna—. Dijo que me mataría…

Sonrío al escucharla.

—Sí, ella es así —digo—. Gracias por traer a la polaca. Tengo indicios de dónde está Leonardo y pienso atacar en unos días. ¿Quieres venir?

Entrecierra los ojos y sonríe.

—¿Es una cita de matanza? Cuenta conmigo… —asegura con calma.

—Donato va a querer saber en dónde estabas. ¿Qué harás?

—Eso lo tengo resuelto, no te preocupes. Nos vemos, polaco.

Se gira, pero la sujeto y evito que se marche. Su mirada se oscurece más de lo normal.

—Si tengo que sacarte de esa casa, avísame. No lo dudes ni un segundo. ¿Okey?

—No necesito que me salves —dice, acercándose a mí, y siento que su calor me invade—. Estás haciendo un gran trabajo con la polaca. Es digna hija de su padre… Es dura, valiente y fuerte. Me recuerda a alguien.

—¿A ti? —inquiero y sonríe con picardía.

—Si llega a ser como yo, ten miedo porque nadie va a detenerla —sentencia.

—Eso quiero.

Me aproximo más y rozo su nariz con la mía. Me atrae demasiado… Me calienta.

Entonces reclama mis labios. El beso me sabe a posesión y me encanta.

Juguetea con su lengua y la pego a mí para que sienta cómo me pone. Me muerde el labio y la tomo del cabello cuando intenta separarse.

—Ve por mí pronto… —dice—. Necesitas que caliente tus sábanas, lo sé.

—Y tú necesitas que me meta en tus piernas.

—Mi vagina palpita por ti.

Las aspas del helicóptero comienzan a rotar, me guiña un ojo y se aleja para marcharse hacia Cracovia.

Mientras no se quite el abrigo sabré en dónde está.

Entro a la mansión y me encuentro a Leah asomada en la ventana. Me mira, subiendo las dos cejas, y sonríe.

—¿Estabas espiando?

—No. —Entrecierro los ojos—. Bueno, sí…

Río cuando viene hacia mí.

—¿Polski la mordió? —Asiente con una risa.

—Yo se lo ordené. —Intento contener una carcajada, pero fallo—. Gruñe por todo, es peor que Polski —justifica con su rostro angelical.

Me alegra y me alivia tenerla aquí. Aunque estará la mayoría del tiempo encerrada en esta mansión, es lo mejor para ella hasta que pueda volver a Estados Unidos y yo acabe con Leonardo por su seguridad.

—¿Aquí podemos cazar?

Asiento.

—Haremos todo lo que quieras, pero debes recordar las reglas de siempre.

Sonríe y me mira.

—Nadie detiene a la polaca.

—Vamos por los planos, debes aprenderte todo el terreno. —Entrelaza su mano con la mía y vamos hacia mi despacho.