Oriola está sedada y Leah se mantiene a su lado sin soltarle la mano.
—Le mandamos a hacer exámenes de laboratorio, pero las heridas ya fueron suturadas y curadas.
Escucho con atención.
—¿Qué le hicieron? —inquiero sin dejar de mirar a mis chicas.
—Por las quemaduras en la yema de los dedos, creemos que la electrocutaron. Le revisamos el corazón y afortunadamente está bien. Además, tiene cortadas, la golpearon de una manera brutal, presenta laceraciones en las muñecas y los tobillos y tiene una costilla fracturada. Ya la inmovilizamos y la mantendré con calmantes algunos días. La herida de su espalda es lo que más me preocupa, así que el reposo es lo más importante en este momento, junto con los antibióticos.
—¿Algo más? —gruño y me centro en el doctor. La ira me recorre la piel.
—No abusaron de ella —susurra y calma un poco lo que siento. Trago grueso y vuelvo a mirar la camilla—. Seguiré pendiente. Debe ir a que le curen sus heridas, señor.
—No. No te despegues de ella —le ordeno, cruzándome de brazos.
Burek se acerca en silencio, me observa y suelta un largo suspiro que me dice todo. Intento contener la cólera que me invade porque la polaca está aquí.
No lo tienen…
¡Maldición!
—¿Cómo mierda pasó eso? Todos fueron tras él…
—Se lanzó al río y lo perdieron de vista.
—No puede ser que este maldito me vaya ganando —exclamo y mi hija me mira—. Esto no puede estar pasando —murmuro.
—Capturamos a varios agentes… Los tenemos en el garaje. Entre ellos está una morena que dijo que ayudó a Oriola. Fue la que sacó el abrigo del sótano.
Asiento y me acerco a ellas.
—Deberías ir a dormir —le susurro a la polaca.
—No, no tengo sueño. Además, cuando despierte seguro se asusta. Mejor me quedo aquí. ¿Francis?
La mujer se acerca.
—Quiero jugo de fresa… y deberían prepararle algo de comer también a la italiana.
—En seguida, Leah —afirma Francis.
Mi hija al mando es todo lo que necesito en estos momentos para calmarme.
—Zaopiekuj się nią, wrócę50 —le digo y asiente con Polski acostado a sus pies. Le doy un beso en la cabeza y le acaricio la mejilla a Oriola.
Salgo del estudio tras Burek y vamos al jardín, alejándonos de la mansión.
—Le disparé en el hombro, no debe estar muy lejos. Diles a los hombres que sigan buscando —le pido con calma y entro al garaje.
Allí están los tres agentes colgados del techo. Entre ellos… la morena.
Me acerco directamente a ella y no miro a nadie más. Tiene sangre en los labios y un golpe en la cabeza.
—Así que fuiste tú —susurro, pero no responde.
Me mantiene la mirada con altivez y sé que no hablará enfrente de los otros agentes, así que tomo el arma de Burek y les disparo en la cabeza a los dos tipos.
No se asusta, no hace nada.
—Suéltenla —ordeno.
Cortan la cuerda, cae a mis pies y resopla.
—Sí, fui yo.
—¿Por qué lo hiciste?
—Porque no estoy de acuerdo con nada de lo que hace, está siendo irracional. Planeó el secuestro de tu hija en Londres, quiere atentar contra tu ex y se llevó a la italiana…
Cuando dice lo de Amara me tenso, le lanzo una mirada a Burek para que se haga cargo y él me entiende a la perfección. Se aleja y empieza a hacer llamadas de inmediato.
—Quería su ubicación, pero ella no se la dio. Se quedó en silencio hasta el último instante. No dijo nada, lo desesperaba y entonces ellos apagaban las luces, hacían ruidos o caminaban a su alrededor para asustarla. Seguro está afectada por eso. Además, iban a abusar de ella para terminar de quebrarla cuando llegaron.
Aprieto los puños.
—¿Dónde está? ¿Lo sabes?
—Conozco la ubicación de dos casas que teníamos como puntos de encuentro en caso de tener que huir, pero dudo que se acerque a ellas. De todas maneras puedo darle la información.
—Denle comida —le digo a uno de los hombres—. Y curen sus heridas.
Le doy la espalda, pero ella carraspea.
—¿Cómo está? —inquiere.
—Viviendo un maldito infierno por culpa de Leonardo, pero esta me la cobraré muy despacio —musito con calma.
Salgo del garaje y dejo órdenes específicas de vigilancia. No puedo confiar en nadie y así ella haya sacado el abrigo del sótano, nunca se sabe. Vuelvo a la mansión y me acerco con prisa al despacho. Me quedo congelado cuando entro.
Leah está acostada junto a Oriola y tiene su pequeña mano sobre el abdomen de la italiana. Ambas duermen. Francis se levanta al verme y me extiende una camisa negra y un taza de café.
—Leah dio órdenes, entre esas que se diera un baño, ya que está lleno de sangre por todas partes —dice.
Entonces entiendo que no tengo puesta una camisa y me pongo la que me ofreció Francis.
—La polaca debería ir a dormir en su habitación.
—No creo que eso vaya a funcionar, ya sabe cómo es… igualita a usted. Así que mejor la dejamos allí. Cenó, le dio de comer a Polski y se subió a la camilla con su frazada.
Asiento.
—Tráeme algo de comer.
—Por supuesto.
Me siento en uno de los sofás porque lo que menos quiero es molestarlas. Mi pequeña polaca es maravillosa.
Le doy un sorbo al café para espabilarme. Sí, comeré y me daré un baño. Burek ingresa en total silencio, se sienta a mi lado y observa lo mismo que yo.
—Ya hablé con el soldado. Está informado…
—¿Amara?
—Está a salvo.
Eso me calma un poco.
—Atrapen a Leonardo… Lo quiero atado en el garaje. Necesito hacerle todo lo que le hizo, Burek. Búsquenlo.
—Estamos en eso. ¿Qué piensas hacer con Emma Brown? —Frunzo el ceño al escucharlo.
—¿Quién es esa?
—La agente que tienes en el garaje —informa.
—Úsala… la necesitamos. —Asiente.
Francis entra con un plato de comida para mí y Burek se marcha para hacer lo suyo. Como en silencio, viéndolas y sintiendo paz en medio de esta intensa guerra.
El doctor aparece para revisar los signos vitales de Oriola y a inyectarle un medicamento.
—¿Cuándo despertará? —inquiero. El hombre se tensa y me mira.
—En unas horas… Quizás despierte desorientada o aturdida.
Dejo el plato a un lado y me levanto para acercarme a ellas.
—¿Dejará que lo cure? —pregunta, llamando mi atención.
—Sí.
Aunque no me duele el cuerpo, sé que tengo heridas. No quiero que Leah vuelva a verme así… Su papá debe ser invencible siempre.