CAPÍTULO 47

LOS KUREK

Oriola Piccoli

Oriola, ya está en el avión, mañana llegará —anuncia Emma a mi espalda mientras observo el anillo que tengo en el dedo—. Y la polaca ya se va.

Asiento, me levanto del sofá y voy con Emma hacia el frente de la casa, donde la polaca se despide de cada uno de los empleados con todo el carisma del mundo.

Es una mezcla perfecta de sus padres y se gana el corazón de quien sea, incluso de los más malos. Estamos en Varsovia finalmente, en una de las propiedades de los Kurek.

Me paro al lado del hombre que amo y tomo su mano. No se gira a verme, solo sonríe de lado al sentir el roce.

—Toda una celebridad.

—Toda una Kurek —responde, mirándola fijo—. Me hará una falta increíble.

—Pronto volverá.

—Lo sé.

La polaca viene hacia nosotros con Polski en los brazos. El desgraciado de Leonardo lo hirió, pero el veterinario logró salvarlo y aún sigue recuperándose.

Ojciec70… necesito dinero —musita con calma al tiempo que deja a su mascota en el piso.

—¿Para qué?

Leah eleva una ceja y lo mira tal y como él lo hace cuando lo cuestionan.

—Para sobornar a la seguridad de papá y poder fugarme al parque cuando quiera. —Contengo la risa y me asombra la seriedad con la que presenta la petición.

Astuta.

—Te lo haré llegar —dice él y la pequeña sonríe.

Se acerca a mí y me mira desde su altura. Yo no me muevo porque dice que, si me arrodillo, eso le quita poder y autoridad. Esta niña será un gran dolor de cabeza cuando crezca.

—Italiana, cuídalo y recuérdale de sus medicinas, ya sabes que está mayor. Y ámalo mucho, por favor. Sé que a veces puede ser testarudo y gruñón, pero es bueno… A su manera, claro —dice.

—Sabes que lo cuidaré. —Asiente con calma—. Cuídate tú también y sigue siendo una guerrera.

—Seré mejor que tú, te lo aseguro. Me caes bien, italiana.

—Tú también a mí. Hasta pronto.

—Hasta pronto. —Me extiende su mano y la recibo—. Aprenderé italiano, ya verás.

Se gira hacia su padre mientras me río por lo que dijo. Solo entre ellos son amorosos y afectivos, lo cual es maravilloso de ver. Se abrazan con fuerza y hablan en polaco muy bajito, secreteando.

Ella lo es todo para Bahir. Destruiría a medio mundo por ella sin dudarlo y eso se refleja en su mirada. Le da un beso en la frente y ella hace lo mismo.

Moja księżniczka71, te tengo un regalo —dice y Burek le pasa una caja. La abre ante sus ojos azules y el rostro de la pequeña se ilumina al ver lo que contiene.

Bahir saca la cadena negra, la cual tiene el mismo rubí que mi anillo y la misma forma. Se la pone en el cuello y ella lo observa, maravillada.

Es una niña de joyas.

—Mi princesa siempre tendrá todo lo que desee en la vida, siempre —afirma.

Vuelven a abrazarse y esta vez la puerta del auto de abre. Polski se sube como puede y la polaca se vuelve a despedir. Se gira antes de subirse a la camioneta y me sonríe.

—¡Italiana! Quiero un hermanito, un italiano —grita y me tenso.

—Ya tu mamá te lo dará —respondo con diversión.

—Un italiano, dije —sentencia.

El auto se pone en marcha con ella, Polski, Francis y varios hombres de seguridad. Debe volver a Estados Unidos y seguir siendo la hija del soldado y Amara ante un mundo que aún no está listo para lidiar con la hija de un mafioso.

Sé que eso afecta a Bahir, pero lo prefiere así, prefiere mantenerla a salvo.

—Es demandante la polaca… —susurro.

—No tienes ni idea —dice, entrando nuevamente a la casa. Va hacia su despacho y lo sigo de cerca, detallando su espalda ancha, sus piernas largas y musculosas y su nalgas.

Se sienta con cuidado porque aún le duele el cuerpo por la explosión.

—¿Todo bien?

—Solo estoy cansado —susurra en voz baja, llevándose una mano a la sien—. Ha pasado mucho en poco tiempo y siento que lo peor está por venir.

Frunzo el ceño y suspiro, ya que sé bien por qué lo dice.

—Mi decisión está tomada, no pienso cambiar de parecer. Quiero estar a tu lado —le aseguro y me mira a los ojos.

—Ella hará que cambies de parecer.

—No lo hará. No soy manipulable.

Rodeo el escritorio y me siento en su regazo, que es una costumbre que hemos adoptado y que nos agrada.

—Te amo, polaco. No te dejaré.

—Yo te amo más, moja włoski72.

—Me encanta que me digas así… —confieso y luego me pierdo en sus ojos, que se van oscureciendo.

Oculta el rostro en mi cuello e inhala mi aroma.

—Dame la seguridad de que nada nos separará.

—¿Cómo puedo hacer eso?

—Casémonos ya, ahora —propone y me acuna el rostro—. ¿Quieres?

—Bahir…

—Mi mundo caerá a tus pies, moja włoski. Solo sé mía. Dame eso, sé mi esposa. Sé mía para siempre.

Asiento y se le dibuja en los labios una sonrisa que me eriza la piel. Me sujeta del cabello con fuerza y me pega a sus labios para apoderarse de mi boca.

Sus besos me aceleran el corazón, me calientan el cuerpo y me derriten el alma. Bahir Kurek llegó a mi vida para hacer con ella lo que le placiera. Quiero todo con él y más.

Dominar el mundo, ser dueños de todo y, sobre todo, hacer que nos teman. Será imposible separarnos, no hay italiana sin el polaco.

Fácil y sencillo.

Sus labios me recorren el cuello hasta bajar al nacimiento de mis pechos.

Moja włoski. Serás mía para siempre. Lo entiendes, ¿verdad?

—Lo entiendo y lo quiero.

Toma su teléfono y hace una llamada sin apartarme de su regazo. Habla en polaco, pero sé que es con Burek. Me mira fijamente mientras conversa, me acaricia la mejilla y su mano va hacia mi anillo.

Lanza el teléfono al escritorio cuando cuelga la llamada.

—Tienes un par de horas para arreglarte.

—¿Qué hiciste?

—Nos casarán por la noche. Desde esta noche seremos los Kurek.

—Y los Piccoli.

Asiente.

La puerta del despacho se abre y Emma nos observa.

—Vine por la señora, es hora de buscarle un vestido.

Es extraño, pero me emociona la idea aunque me llena de nervios. Me levanto de su regazo, pero él no me suelta la mano.

—Dijiste que tengo horas para arreglarme. No pienses que me apareceré en nuestra boda con cualquier cosa, no es lo que soy.

—Eso lo sé. Vas a dejarme sin aliento.

Besa mi anillo y me suelta la mano. Salgo del despacho para ir directo a nuestra habitación, pues todos mis vestidos están en el vestidor. Desde que la mansión se incendió por las explosiones, estamos en esta nueva casa, una inmensa propiedad a las afueras de Varsovia que les ha pertenecido a los Kurek durante años.

Paseo los dedos por la variedad de vestidos con pedrería que tengo. Me gusta vestirme bien y con clase. Y hoy no será la excepción.

—¿De qué color vestirás? —inquiere Emma.

—De negro. Hay que hacerle honor a la oscuridad que nos une.

Saco uno de los vestidos y sonríe al verlo.

—Nada va a separarme de él, nada.