DEDICATORIA

Al espíritu de mi madre

y al señor Enrique de Vedia.

Mi querido Enrique:

Permítame que escriba, en esta página, el nombre de mi madre y el nombre de usted.

Ella es mi musa y usted mi consejero.

El ritmo de las alas de la invisible me dictó los acordes de mis estrofas. Copié mal; por eso mis estrofas carecen de música.

La crítica acertada de usted impidió que este libro fuese un atentado contra la belleza. El discípulo, que era muy torpe, no supo aprovechar las lecciones de usted. Por eso el libro, si resulta mediano, no alcanza á bueno.

No hablemos de mi madre. Hablemos de usted. A ella no necesito pedirle clemencia.

Usted es novelista, poeta, profesor, escribe en diarios, publica textos, habla elocuentemente, tiene muchas mentanzas en el cerebro y muchos resplandores en el corazón.

Mi ofrenda es, por lo tanto, un atrevimiento; pero usted es mi amigo.

El amor de mi madre, y la amistad de usted, me aseguran dos lectores afectuosos: uno en el cielo y otro en la tierra.

Por eso quise que el nombre del mentor brillase al lado del nombre de la musa.

Me consta, además, que usted no encuentra inútil ni antiestético, — lo prueban sus libros, — que se mencione al ombú, al churrinche, á la guitarra, al rancho, á lo que es criollo, á lo que á mí me parece lo más artístico y lo mejor del mundo. ¡Engrandecerse; pero con el terruño y para gloria de la bandera donde relumbra el sol!

Al decir artístico quiero decir instrumento de arte, fuente de inspiración, motivo de emociones. Por eso me atreví á la osadía de esta dedicatoria.

Perdóneme, acepte el testimonio de mi admiración y crea en lo sincero de mi cariño.

carlos roxlo .

Agosto, 1916.