Junto al fogón
Ya os dije que al morir mi adusto abuelo,
Quedé patrón del valle y de la umbría;
Fuí como alondra que levanta el vuelo
No bien apunta el día.
El sol nativo me selló en su cuño
Una sana y ardiente encarnadura;
Adoré de las cosas del terruño
En la dulce hermosura.
Solo y libre corrí junto á los ríos,
Libre y solo vagué por las florestas,
El aire agreste me llenó de bríos
Y fuí el rey de las fiestas.
Tocóme la mejor de las tajadas
Del pucherete criollo, del puchero
Que coronan las ricas empanadas
Y el asado con cuero.
Tuve un potrillo de pelaje moro
Que era una admiración escarceando,
Y que corría más que Brilladoro,
El palafrén de Orlando.
Pesqué, cuando me plugo, en los raudales
Al dorado de escamas relucientes;
Supe cómo patean los baguales
Y silban las serpientes.
Dialogué con los patos del estero,
En el margarital dormí entre flores,
Y enseñáronme el culto del hornero
Los toscos leñadores.
En la noche invernal, cuando brillaba
Alegre el duraznillo en la cocina,
Deliré con los cuentos que narraba
La negra Marcelina.
En la noche invernal, cuando el pampero
Dobla y quiebra los juncos del bañado,
Me asombró con sus lances de tropero
El indio Maldonado.
En la noche invernal, si en el obscuro
Corredor un mastín ladra ó respinga,
Me azoré recordando algún conjuro
Perverso de Mandinga.
Cuando seca la luna, en los desiertos
Pastizales, la red de sus tisúes;
Cuando el ñacurutú llama á los muertos
Silbando en los ombúes;
Cuando el chajá alertea en los caminos,
Y en su negro cubículo enroscadas
Esperan que verdeen los espinos
Las víboras pintadas;
Cuando las lluvias hinchan el arroyo,
Y el aperiá tirita en los yuyales,
Y sueñan con que enflora el chirimoyo
Los mustios cardenales;
Junto al fogón, que humea en la cocina
Y en donde cruje el tronco desmayado,
De duendes discutí con Marcelina
Y de hazañas me harté con Maldonado.
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