Todos necesitan un lugar al que pertenecer.
Josué 1–4, 6
«Es tiempo de llevar a mi pueblo a la Tierra Prometida», le dijo Dios a Josué. «Sé fuerte y valiente. Yo estoy contigo».
Josué envió dos espías para ver la tierra y la ciudad de Jericó con sus muros altos y fuertes. Una mujer llamada Rajab escondió a los espías en el techo de su casa.
Rajab quería conocer a Dios. «Todos aquí están asustados», dijo ella. «Sabemos lo que Dios ha hecho por ustedes. Sabemos que él gobierna el cielo y la tierra. Por favor, déjanos vivir a mi familia y a mi cuando ustedes vengan a tomar nuestra ciudad».
«Tú has sido buena con nosotros», dijeron los espías. «Pon este cordón rojo en tu ventana. Cuando nuestros ejércitos vengan, sabremos que esta es tu casa. Dejaremos que tú y tu familia vivan».
Rajab ayudó a los espías a salir antes que nadie en Jericó pudiera hallarlos. Ellos subieron la muralla de la ciudad usando una soga. Luego Rajab colgó el cordón rojo en su ventana.
Cuando el ejército israelita llegó a Jericó, los exploradores encontraron la casa de Rajab. Ellos le ayudaron a ella y su familia a escapar. Los muros de Jericó se derribaron, pero Rajab estuvo a salvo entre el pueblo de Dios.