¿Qué otra cosa puede ser mejor que escuchar tu cuento favorito antes de irte a dormir?
1 Samuel 1, 3
Ana lloraba en silencio mientras oraba: «Señor, por favor, permíteme tener un bebé. Si lo haces, él te servirá toda su vida». Dios le concedió a Ana un hijo varón. Ella lo llamó Samuel.
Cuando Samuel fue lo suficiente grande, ayudó a Elí, el sacerdote de la hermosa tienda donde la gente adoraba a Dios.
Una noche, antes de ir a dormir, Samuel escuchó su nombre. Él pensó que Elí lo estaba llamando.
—¡Ya voy! —dijo Samuel, y corrió a ver qué quería Elí.
—Yo no te llamé —respondió Elí—. Regresa a tu cama.
Samuel obedeció, pero enseguida volvió a escuchar su nombre:
—¡Samuel!
Se levantó y acudió a Elí.
—Aquí estoy. ¿Me llamaste?
—Yo no te llamé —dijo Elí—. Vuelve a tu cama
Samuel regresó a la cama, pero escuchó su nombre otra vez:
—¡Samuel!
Se levantó de nuevo y fue a ver a Elí. Esta vez Elí comprendió que era Dios quien estaba llamando al joven.
—Regresa a tu cama, y si alguien llama nuevamente, dile: «Habla Señor, que tu siervo te está escuchando» —le dijo Elí.
—¡Samuel! —Dios volvió a llamar.
—Habla Señor. Te escucho —dijo Samuel.
Dios le dio un mensaje para Elí. Después de eso, Samuel se convirtió en el mensajero de Dios para el pueblo de Israel. Sirvió a Dios toda su vida, tal como Ana había dicho en su oración.