Las ovejas nunca se preocupan cuando su pastor anda cerca.

David, el pastor rey

1 Samuel 16 – 17; Salmo 23

Dios envió a Samuel a Belén. «Invita a Isaí y a sus hijos a cenar», le dijo Dios. «Uno de sus hijos será el próximo rey.»

Cuando Samuel vio al hijo mayor de Isaí, pensó: Debe ser este. Pero Dios le dijo a Samuel: «Él no es».

Samuel contó los hijos de Isaí: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete. Ninguno de ellos era el elegido de Dios.

—¿Tienes algún otro hijo? —le preguntó Samuel.

—Hay uno más —contestó Isaí—. Está afuera en la pradera, cuidando las ovejas.

—Envía a buscarlo —dijo Samuel—. No podemos comer hasta que él venga.

 

 

David cuidaba con amor las ovejas de Isaí. Él buscaba pastos verdes para que ellas comieran y arroyos de agua limpia para que bebieran. Contaba las ovejas para asegurarse que ninguna se hubiera perdido. Cuando ellas descansaban, David tocaba su arpa. Él escribía canciones acerca del maravilloso amor de Dios. David era un pastor tierno.

Pero también era valiente. Algunas veces osos y leones hambrientos se acercaban, buscando una oveja para comerla. ¡Y David peleaba contra los leones y los osos con su vara!

 

Cuando David llegó a cenar, Dios le dijo a Samuel: «Es este». Samuel derramó aceite sobre la cabeza de David. ¡Él sería el próximo rey de Israel!