Es bueno tener a alguien que nos ayude cuando estamos enfermos.

La fe de una mujer

Marcos 5; Lucas 8

Jesús descendía por un camino, rodeado por una multitud. Todos querían verlo, en especial una mujer que había estado enferma por doce largos años. Ella quería ponerse bien, pero los doctores no podían ayudarla.

Si tan solo tocara los vestidos de Jesús, pensaba la mujer, sé que me sanaría. Ella se mantenía al costado de la multitud que rodeaba a Jesús, y pudo alcanzar a tocar el borde de su manto. ¡Al instante sintió que la enfermedad había ido!

Jesús se detuvo y se dio vuelta:

—¿Quién me tocó?

—preguntó. —Mira todas esas personas alrededor, Señor —le dijeron sus discípulos—. Todos están abalanzándose sobre ti. ¿Cómo puedes preguntar quién te tocó?

 

 

 

«Alguien me tocó intencionalmente», aseguró Jesús.

La mujer temblaba. Jesús sabía que ella lo había hecho. Ella se arrodilló a los pies de Jesús y le dijo la verdad: «Yo soy quien te tocó. He estado muy enferma. Solo quería estar bien. Pensé que si tan solo tocaba tus vestiduras sería sanada. ¡Y ahora estoy sana!».

Jesús le sonrió: «Tu fe te ha sanado. Tu enfermedad se ha ido. No temas y ve en paz».