¡Cuando alguien a quien amamos se alegra de vernos, nos alegramos también!
Mateo 19; Marcos 10; Lucas 18
Algunas mamás y papás querían que Jesús bendijera a sus pequeños hijos. Entonces los llevaron de paseo y se encontraron con él. «Queremos ver a Jesús», les dijeron a sus discípulos. «Queremos que él ponga sus manos sobre nuestros hijos y ore por ellos».
«¡Jesús no tiene tiempo para eso!», contestaron los discípulos. «Él no puede dejar de hacer lo que está haciendo solo para pasar tiempo con los niños. ¿No pueden ver lo ocupado que está? Váyanse ahora, ¡y llévense estos niños a casa!».
Con rostros entristecidos, las madres, los padres y los niños pequeños lentamente se marcharon.
Pero luego escucharon una voz decir: «¡Niños, regresen!». Las mamás se detuvieron y se dieron vuelta. Los papás también. Los pequeños hicieron lo mismo. ¿Quién podría estar llamándolos? ¡Hurra! ¡Era Jesús!
«¡Dejen que los niños vengan a mí!», les dijo Jesús a sus discípulos. «¡No los frenen! Ellos son importantes en el Reino de Dios. Son importantes para mí».
Entonces Jesús abrazó a los niños y las niñas y bendijo a cada uno de ellos.