¡Algunas veces precisamos ayuda para poder ver!
Hechos 9, 22, 26
Saulo no creía que Jesús era el Hijo de Dios. Tampoco creía que Jesús había resucitado. Él hizo todo lo posible por dañar y asustar a los seguidores de Jesús.
Pero un día, cuando viajaba hacia la ciudad de Damasco, una luz brillante de repente lo rodeó y cayó al suelo. Luego escuchó una voz que dijo: —¡Saulo! ¡Saulo! ¿Por qué me estás haciendo daño?—¿Quién eres, Señor? —preguntó Saulo.
—Yo soy Jesús —respondió la voz—. Ahora levántate y ve a la ciudad. Allí sabrás lo que debes hacer.
Saulo se había equivocado: ¡Jesús estaba vivo!
Cuando Saulo se levantó, no veía nada. Sus amigos lo llevaron de la mano hasta la ciudad. Saulo esperó allí tres días.
Entonces Jesús le dijo a un hombre llamado Ananías: «Busca a Saulo y pon tus manos sobre él para que recobre la vista. Lo he elegido para que le hable a mucha gente acerca de mí».
Ananías vino donde estaba Saulo. Puso sus manos sobre él y dijo: «Hermano Saulo, te encontraste con Jesús en el camino. Él me ha enviado a ti. Podrás volver a ver y serás lleno del Espíritu Santo». Inmediatamente Saulo recuperó la visión. Se levantó y se bautizó enseguida. Luego siguió a Jesús por el resto de su vida.