La ciudad en el mar

¡Mirad! La Muerte ha creado un reino,

en una ciudad rara, solitaria y lejana,

en el occidente sombrío, donde

buenos y malos, peores y mejores

alcanzan la paz eterna. Allí las catedrales,

las mansiones y las torres, que carcomidas

por el tiempo jamás tiemblan, no

se parecen en nada a las nuestras. A su alrededor,

olvidadas por el viento que no las agita,

resignadas bajo los cielos, descansan las

aguas melancólicas.

Desde el cielo santo, ningún rayo baja

en la noche negra de esa ciudad; pero un fulgor

reflejado por el mar, invade las

torres, brilla silenciosamente sobre las columnas,

a lo hondo y a lo largo, sobre las cúpulas, sobre

las cimas, sobre las mansiones reales, sobre las

catedrales, sobre las murallas babilónicas, sobre

la soledad umbría y desde largo tiempo abandonada,

de los macizos de hiedra tallada y

flores de piedra, sobre frisos afinados donde se

enlazan claveles, violetas y vides.

Bajo el cielo, resignadas, descansan las aguas

melancólicas. Las torres y las sombras se enredan

de tal forma que todo parece colgado

del aire, mientras que desde una torre

orgullosa, la Muerte como un fantasma gigante,

mira la ciudad que yace a sus pies.

Allá las tumbas sin losa bostezan

al nivel de las aguas luminosas; pero

ni la riqueza que muestran los ojos

enjoyados de cada ídolo, ni los cadáveres

con sus hilarantes afeites, sacan a las

aguas de su lecho; ninguna ondulación arruga,

¡ay de mí! todo ese desierto de cristal;

ninguna ola señala que los vientos puedan

existir sobre otros mares lejanos y más felices;

ninguna ola, ninguna ola deja suponer que han

existido vientos sobre mares menos espantosamente serenos.

Pero, he ahí que un temblor agita

el aire. Un movimiento se ha producido,

allá abajo. Se diría que las torres han oscilado

y se hunden, dulcemente, en la

onda taciturna, como si las cimas hubieran

producido un vacío en el cielo.

Las ondas muestran una luz más roja,

las horas pasan lánguidas.

En medio de gemidos extraterrestres,

esta ciudad es tragada por fin

y clavada en las profundidades del mar.

Elevándose sobre sus mil reinos, el

Infierno le rendirá su homenaje.