Estrellas fijas

I

Te vi un punto;

era una noche de julio, templada y fragante,

una noche clara de Luna plena,

diáfana como tu alma,

bajaban sutiles tules de plata sobre el parque dormido;

ni un golpe de viento podía alterar la paz de ese silencio infinito;

en el parque, las rosas dilapidaban los perfumes de sus almas,

para que los juntaras con la magia de la noche;

lanzaban su último aliento para que tú lo aspiraras,

como en una muerte irreal;

¡era una selva encantada,

en una noche de sueños y verdades fantásticas!

II

¡Vestida toda de blanco,

toda blanca

sobre un banco de violetas

recostada

te veía,

y a las rosas agonizantes

y a ti una luz sutil y nítida

alumbraba,

¡luz de perla disuelta

en un cielo de suspiros

y de lágrimas evaporadas!

III

¿Qué destino raro

(¿fue dicha, fue desdicha?)

me llevó aquella noche hasta el parque de las rosas que exhalaban

los suspiros perfumados de su alma?

Ni una hoja musitaba;

no se oía una pisada,

todo mudo,

todo sereno,

todo onírico,

menos tú y yo (¡cómo me excito al juntar estas dos palabras!)

menos tú y yo.

De repente todo cambia.

La luz clara de la Luna,

esa luz de perla, se apaga.

El perfume de las rosas muere en la brisa dormida,

los caminos se extinguen,

sucumben las flores vírgenes,

menos tú y yo, todo huye, todo muere, todo pasa...

¡Todo se apaga y se extingue menos tu mirada,

tus dos ojos donde arde tu alma!

Y solo veo entre tinieblas aquellos ojos...

¡Oh, amada!

¡Qué tristeza sobrehumana,

qué leyenda de amor irreal cuentan esos ojos!

¡Qué dolor misterioso,

qué esperanza sublime,

qué muda resignación,

expresan esos ojos

que en las sombras fijan en mí su mirada!

IV

¡Noche oscura,

ya hundió Diana

entre turbios nubarrones la cara plateada;

y tú sola te deslizas en medio de la avenida funeraria,

perfecta, nívea y espiritual,

te deslizas y te alejas inmaterial como un fantasma;

solo flota tu mirada,

solo tus ojos perpetuos,

tus ojos de mirada honda

quedan fijos!

A través del espacio y el tiempo

marcan, marcan mi camino,

y no me abandonan como me abandonó la esperanza.

¡Van siguiéndome,

siguiéndome

como dos estrellas ingenuas,

como dos estrellas fijas en el Cielo apareadas!

En la noche solitaria

depuran con sus rayos y encienden mi corazón

y me arrodillo ante ellos con adoración;

y en el día

no se esconden como se escondió mi esperanza;

me siguen por todas partes

mirándome fijo

clavadas en mi espíritu.

¡Metafísica y distante me persigue tu mirada

como dos estrellas fijas, como dos estrellas tristes,

como dos estrellas blancas!