La revolución de la confianza

«Los príncipes, y en especial los nuevos, a veces han sido servidos con más celo y fidelidad por aquellos súbditos en los que no tenían confianza al principio que por otros que, en su opinión, les eran por completo fieles».

 

(CAPÍTULO XX)121

 

 

Esto puede parecer chocante, pero lo cierto es que no le falta razón a Maquiavelo: la experiencia demuestra que, en no pocas ocasiones, la primera impresión no es la correcta. Con el paso del tiempo nos damos cuenta de que personas de las que al principio sospechábamos, porque nos parecían incapaces o recelábamos de su lealtad, se han mostrado mucho más dignas de confianza que otras que en un primer momento nos pudieron dar mejor impresión.

La confianza es un gran valor, un elemento clave que hace de lubricante en todos los elementos que componen el liderazgo. Incluso sirve de motor para el bienestar y la prosperidad de una organización o de un país.

Darío Rodríguez explica que el primer factor de construcción de la confianza desde el subordinado hacia el jefe es la calidad de la relación, por encima de la competencia técnica. Asimismo, Gallup, en sus investigaciones sobre buenos lugares para trabajar, muestra que los factores críticos son: la presencia de reconocimiento público, la retroalimentación constante y la posibilidad de desarrollar amistades laborales. La habilidad del príncipe genera confianza, pues es otro valor del líder, necesario en los equipos cohesionados que se buscan en todas las organizaciones. Los directivos carismáticos son aquellos que provocan confianza en el equipo y le dan razones para el optimismo en el futuro.

Rachel Botsman afirma que estamos a punto de iniciar una revolución de confianza en el siglo XXI, tan significativa como lo fue la Revolución Industrial. Si en el siglo XX la invención del crédito tradicional transformó nuestro sistema de consumo, hoy en día, nuevas redes de confianza, y el capital-reputación, reinventarán nuestra forma de concebir la riqueza, los mercados, el poder y la identidad, en modos que no podemos ni siquiera imaginar. Los directivos carismáticos serán aquellos que provoquen confianza en el equipo y le den razones para el optimismo en el futuro.

Otra lectura nos lleva a que un príncipe novato es «carne fresca» para los que desean su puesto, que le ayudarán para, de este modo, medrar ellos, usándolo como marioneta. Los honestos y fieles no tendrán el valor de hacer crecer al príncipe por sus escrúpulos éticos. Estos últimos son prescindibles. Los primeros son mecanismos de ascenso, tras lo cual deben ser eliminados. Los ejemplos más recientes los tenemos en las fusiones o absorciones, o en grupos políticos que unen sus listas para lograr más peso en el Congreso, y que siempre terminan disputando por el uso inadecuado de los pesos que cada uno aporta. El mercantilismo y el transfuguismo político de algunos países democráticos son de lo más llamativo.

Dignidad humanizada

«[El príncipe debe desplegar] la magnificencia del trono, dando muestras de bondad, sin comprometer la dignidad del rango al que se ha elevado».

 

(CAPÍTULO XXI)134

 

 

El príncipe debe tener en cuenta a los distintos grupos de personas, reunirse con ellos y dar ejemplo de su humanidad; todo ello mostrará el lado humano del líder.

Asimismo, debe ser consciente del cargo que representa, por lo que tendrá que comportarse, vestir y actuar de un modo que lo haga parecer digno, para que no sea el cargo lo que lo dignifique a él, sino al contrario. Esto no quiere decir que haya que mantenerse siempre distante, ni mucho menos ser despótico, con los subordinados, pero sí saber estar en su sitio, actuando con la debida dignidad que el cargo exige.

Mazarino nos aconsejaba en este sentido: «No te comportes jamás de un modo que no se corresponda con tu condición».

Las tres clases de talento

«Existen tres clases de talento: los primeros saben descubrir lo que necesitan saber; otros distinguen con facilidad el bien que se les propone y, en fin, los hay que no comprenden por sí mismos ni por medio de otros».

 

(CAPÍTULO XXII)136

 

 

Existen diversos tipos de inteligencia. Aunque una de sus acepciones quizá nos dé la pista más acertada: la capacidad para resolver problemas o salir bien de situaciones difíciles.

Hay personas que piensan por sí mismas y otras, que suelen ser mayoría, que, por comodidad o por ignorancia, prefieren que sean otros los que piensen por ellas. Finalmente, hay quien, como dice Maquiavelo, da la impresión de no ser capaz de pensar por sí mismo, ni tampoco aceptar el pensamiento ajeno, por pura incomprensión.

El papel de las redes sociales, los algoritmos cada vez más inteligentes que priorizan captar nuestra atención antes que la calidad de la información, ayudan a promover esos sesgos grupales que nos desvían de la realidad y pueden dejar aislado al líder. La necesidad de cuestionarse las cosas, del pensamiento crítico, la racionalidad individual, es lo que nos exige la era del pensamiento y la revalorización del lado humano. Hay que evitar que el pensamiento grupal conforme nuestras ideas, como estamos viendo en la actualidad. Se habla de que vivimos en una era nueva de «posverdad», y que estamos rodeados de mentiras y manipulaciones. Si buscamos calidad en la información, hay que hacer un esfuerzo, hay que pensar, hay que dudar. Si todo nos llega demasiado fácil y en cantidad, quizá signifique que nos quieren manipular, condicionar.

También se puede decir que la inteligencia es la capacidad de tomar decisiones según la información procesada que nos llega. Si no la comprendemos, somos necios; pero si la comprendemos y no podemos actuar, seremos presa y marioneta de cenáculos.

Sobre este aspecto de la inteligencia, relacionada con los servicios de espionaje, Mazarino nos da unos cuantos consejos para conseguir información fidedigna que, una vez debidamente analizada y tratada, nos permita adoptar decisiones más acertadas. Por ejemplo: «Induce a las personas a que te cuenten su vida, sin ser conscientes de ello. La mejor manera de lograrlo es hacer ver que cuentas la tuya». Y añade: «Es necesario saberlo todo, oírlo todo, tener espías en todas partes, pero hay que hacerlo con prudencia, ya que las personas enseguida se ofenden si se saben espiadas. Espíalas, pues, sin que se enteren».

Meditación budista para la guerra

«El príncipe debe buscar recursos en sí mismo y en su valor contra la fortuna».

 

(CAPÍTULO XXIV)140

 

 

No hay nada que proporcione mayor seguridad que confiar en las fuerzas propias. Las alianzas siempre son efímeras, lo mismo que las amistades. Tu mejor aliado se puede convertir en el peor enemigo con inusitada rapidez. Si por un casual has confiado tu defensa en fuerzas ajenas, en cualquier momento te puedes ver en una situación de profunda debilidad que pueda trastocar por completo tu equilibrio, poniendo en grave riesgo tu seguridad.

El personalismo es la marca de un gobernante. Por tanto, conocerse bien y saber los puntos fuertes y débiles propios hará que sepas dónde actuar para que tu gobierno sea fructífero. Las circunstancias son cambiantes, lo mismo que las personas. Solo tú serás siempre fiel a ti mismo.

En la evolución como seres humanos hemos desarrollado un arma para defendernos que consiste en anticiparse al problema y resolverlo antes de que ya sea tarde, prepararse antes de que el peligro esté presente. Precisamente esa es la misión de la seguridad, que se constituye como un sistema que dispone sus sensores en el entorno y nos alerta de cualquier amenaza. Hoy son muchas las técnicas relacionadas con la seguridad, con el autocontrol, que, por supuesto, dependen de nosotros mismos, si bien hay organizaciones que promueven este tipo de formación.

Cuando el ejército de Estados Unidos incluyó técnicas de meditación que tenían su origen en el budismo, adelantaba una tendencia a la necesidad del autocontrol. Vivimos en entornos que producen estrés; por tanto, hay que adoptar nuevos métodos, que representan soluciones a problemas reales. No olvidemos que nuestro cerebro, nuestro generador de ideas, está sometido a una cantidad de información hasta hace poco impensable. Incomparable con la información que se podía recibir en el siglo XVI.

Hay tantos métodos como personas

«Uno se dirige hacia su objetivo de cualquier manera y a la buena ventura; el otro, con inteligencia y cálculo; este usa la astucia y aquel la fuerza; uno tiene paciencia, el otro es impaciente. Y sin embargo vemos a muchos conseguir lo que desean por medios muy diferentes y opuestos».

 

(CAPÍTULO XXV)144

 

 

Si atendemos a la pirámide de Maslow, además de la gloria y la riqueza, existen otros objetivos que persiguen las personas. Incluso, si nos aproximamos al pensamiento de Freud, podríamos añadir el sexo. En todo caso, es cierto que cada uno trata de conseguir estos objetivos de una forma diferente, atendiendo a su naturaleza, a sus características físicas, a su inteligencia o a sus inclinaciones personales.

 

 

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