Si eres adicto a la aprobación, tu comportamiento
es tan fácil de controlar como el de cualquier otro
yonqui. Todo lo que necesita hacer un
manipulador es un simple proceso de dos pasos:
darle lo que anhela y luego amenazar con
quitárselo. Todos los traficantes de drogas en e
mundo juegan este juego.
HARRIET B. BRAIKER
Personalmente, creo mucho en la importancia de hablar claro. Cuando se trata, por ejemplo, de cómo actuaría un psicópata para destrozarte la existencia, lo mejor es ser más claro que el agua. Para poder ver entre las cortinas de humo tenemos que entender qué es lo que hacen para hacernos caer en su trampa. Aquí van algunos ejemplos de cómo actúan.
Existen muchas técnicas de manipulación. Probablemente se podría llenar un libro entero con ellas. No obstante, aquí he elaborado una lista con las técnicas más habituales y he descrito las variantes de cada respectiva técnica. De una en una quizá no parezcan especialmente graves. Pero imagínate a un psicópata que emplea dos o tres, o —¿por qué no?— todas las técnicas de manipulación al mismo tiempo. Las consecuencias serían devastadoras.
Lo extraño —y realmente bastante desagradable— es que la mayoría de los psicópatas y el resto de los manipuladores usan los mismos medios para alcanzar sus fines. Parece que forma parte de su personalidad perturbada saber cómo han de actuar para destrozarnos la vida a los demás. Las noticias que nos llegan de todo el mundo sobre cómo actúan los psicópatas para manipular a su entorno pueden variar en las formas, pero cuando uno se fija en las artimañas que usan es espeluznante que sean tan parecidas. A veces, me da por pensar que hay un modus operandi que se enseña en algún sitio.
¿Qué significa esto? Darle a un individuo una fuerte aprobación positiva unas veces sí y otras no. Hacer que una persona dependa de esa confirmación que ella necesita para sentirse bien. Esta es una táctica que funciona muy bien para hacerse con el control de otra persona. Utilizándola, el manipulador motiva a su víctima para que haga exactamente lo que él quiere.
Imagínate a un drogadicto cuyo cuerpo pide a gritos una droga determinada. Cuando consigue la droga se siente mejor de inmediato. Pero pronto vuelve a empeorar y necesita más droga. Si la consigue volverá a repetirse el mismo patrón, pero si no consigue la droga pronto se sentirá realmente mal. El quid de la cuestión está en que quien tiene las drogas tiene poder sobre el drogadicto. Y por eso los drogadictos pueden llegar muy lejos para conseguir su droga. Eso lo sabe cualquier camello del mundo.
Todos necesitamos confirmación de algún tipo. Forma parte de nuestra condición humana. Somos básicamente seres dirigidos por nuestros sentimientos y hay cosas que nos hacen sentir bien, como hay cosas que nos hacen sentir mal.
El reconocimiento positivo arbitrario funciona muy bien con las personas que tienen una autoestima baja, así que, si sospechas que puede ser tu caso, lee esto con mucha atención. Tal vez pertenezcas al grupo de los que necesitan oír que han hecho un buen trabajo. Te sientes bien cuando le oyes decir a tu jefe que has sido productivo. Reconozco con cierto sonrojo que pertenezco a este grupo de personas. No es que haga un mundo de ello; además, no tengo jefe. Pero, sin duda, me siento bien cuando una persona cuyo criterio tengo en alta estima me hace una crítica positiva. Lo que significa que soy realmente susceptible a esa técnica, porque tal vez la opinión de una persona sea la que realmente me importa.
En una prueba con ratones de laboratorio se dispusieron dos habitaciones, una blanca y la otra negra. La habitación negra solo tenía un elemento: una puerta blanca. Cuando se colocó un ratón en la habitación negra, este se pasó un rato dando vueltas alrededor de ella hasta que encontró la puerta blanca y se introdujo en la habitación blanca. Allí dentro había un trozo de queso que, lógicamente, el ratón se comió. Le costó tres intentos mejorar el tiempo que tardaba de pasar de la habitación negra a la blanca. Cada vez le premiaban con un trozo de queso: reconocimiento positivo. Mientras tuviera esa confirmación estaba dispuesto a hacer el mismo recorrido.
Pero nosotros no somos ratones de laboratorio. ¿O sí?
Imagina que vengo de un puesto de trabajo donde los elogios y la crítica positiva brillan por su ausencia. Lo más habitual era que uno tuviera que escuchar todo lo que había hecho mal. Y, como ya hemos visto, todos cometemos errores y tenemos puntos débiles, lo cual significa que siempre hay algo que señalar si uno se propone tal cosa.
Muchos jefes son absolutamente incapaces de hacer el menor elogio. Se dedican principalmente a criticar, no necesariamente porque sean malas personas; según mi experiencia, se trata más bien de que son malos jefes y nunca han pensado que reconocer un trabajo bien hecho es un aspecto importante del liderazgo.
Ahora he llegado a un nuevo puesto de trabajo donde soy bien recibido por mi nueva jefa. Ella ve inmediatamente mis cualidades y me elogia porque soy rápido, diligente, creativo, trabajador y otras quince cosas más de las que yo mismo estoy orgulloso. Por fin he llegado al lugar correcto. Finalmente alguien que aprecia mi talento. Que realmente valora mis esfuerzos. ¡Guau!
¿Cómo afecta esto a mi comportamiento? Lógicamente quiero trabajar aún más duro, más rápido, ser más creativo y demás, para conseguir más de esa agradable crítica positiva. En tan solo dos semanas, la jefa ha conseguido que me sienta mejor en el trabajo de lo que me he sentido nunca en toda mi vida laboral. Así siguen las cosas durante un par de meses.
Imagínate ahora que mi nueva jefa de repente se vuelve silenciosa. De repente no recibo absolutamente ninguna confirmación positiva. ¿Cómo me tomaré este cambio? De pasar, por una vez en mi vida, de ser apreciado porque soy un empleado diligente a encontrarme de repente con un silencio impenetrable. Se acabó la crítica positiva, ni la más mínima atención; cada vez que veo a mi jefa en el pasillo, ella ni me mira, como si no existiera. No me responde a las preguntas, y no muestra ni con el más mínimo gesto que se percata de mi existencia.
¿Cuál será mi reacción? ¿Cómo reaccionarías tú? Yo me sentiría de inmediato estresado. ¿Qué he hecho mal? Tengo que haber cometido un error grave para que ella me ignore de repente. ¿Qué debo hacer? Voy a trabajar aún más duro para conseguir mi dosis de crítica positiva. Pero durante un mes largo y desesperante no oigo nada de mi jefa. Realmente empiezo a dudar de mi capacidad. ¿He interpretado todo mal? ¿No le gustaba cómo trabajaba antes?
Entonces, de repente, mi jefa me vuelve a citar en su despacho. Me elogia efusivamente por algún trabajo que he hecho. Abrumado por el reconocimiento dejo su despacho, súper contento de que haya vuelto a fijarse en mí. En un abrir y cerrar de ojos se me olvida lo mal que lo he pasado hasta esta reunión. Tal vez incluso llego a culparme a mí mismo por ser tan condenadamente sensible.
Tampoco hay que descartar que para mis adentros defienda la anterior actitud de mi jefa. Es posible que no se fijara en mis logros, seguro que estaba estresada, su ámbito de responsabilidad es muy grande, ¿cómo va a poder seguir las tareas de cada empleado? Y lo que es peor, quizá empiezo a dudar de mi propia capacidad. Quizá no soy tan agudo como creo. El silencio de mi jefa probablemente ha tenido que ver con que yo no he trabajado lo suficientemente bien. Todo ha sido culpa mía.
Al leer esto puede que pienses simplemente que no se puede estar tan necesitado de que te presten atención. ¿No debería tener más confianza en mí mismo? ¿O tal vez buscar comentarios positivos en otra dirección? Sí, si fuéramos seres lógicos y racionales. Pero ahora me he acostumbrado a los elogios de mi jefa precisamente. Y cuando estos desaparecieron me volví inseguro. He perdido algo y quiero recuperarlo.
La crítica positiva es sencillamente un factor de motivación. Me hace avanzar hacia delante, pero cuando la pierdo me hundo en la miseria.
Piensa cómo actúa un niño. Está dispuesto a hacer casi cualquier cosa para llamar la atención de sus padres. Llega incluso a aceptar mejor un pequeña regañina que el silencio, solo porque confirma que sus padres se preocupan de él. Los adultos funcionamos básicamente de forma similar, pero a un nivel más complejo. Dependemos del reconocimiento sencillamente. Este se convierte en una especie de droga sin la que nos cuesta vivir.
Ahora, si mi jefa me pide algo que quizá yo no tenga muchas ganas de hacer, consideraré la petición pensando en si voy a conseguir reconocimiento o no. Si creo que hay una confirmación jugosa en juego, haré lo que me pidió que hiciera. Lo hago y vuelvo a recibir elogios. Me siento mejor otra vez y todo parece que está bien. Poco a poco mi jefa me encarga cosas de las que antes nunca me habría ocupado. Se puede tratar de cualquier cosa, desde ocuparme de su administración personal o hacer cosas que desde un punto de vista puramente legal pueden resultar dudosas.
Después, mi jefa se vuelve a callar. Arruga la nariz cuando digo algo en una reunión. Me ignora totalmente, se vuelve a comportar como si yo casi no existiera. Por medio de esta táctica mi jefa me está lanzando directamente a una montaña rusa emocional. Recuerda que a los manipuladores expertos les gusta que la gente se sienta insegura. Eso favorece sus propósitos. Probablemente lo que ella quiere es pedirme que haga algo realmente inapropiado, o sencillamente que yo trabaje cada vez más sin pedir nada a cambio. Y poco a poco ella va cambiando mi comportamiento hasta conseguir que haga algo que jamás habría hecho antes.
(Imagina que esto sucediera en una relación de pareja. El poder estaría totalmente en manos del manipulador. Para conservar el amor de alguien estamos dispuestos a ir muy lejos.)
Si tienes rasgos rojos en tu perfil, es posible que te cabrees ante este comportamiento. ¿Qué manera es esta de comportarse? Anda y vete al infierno, jefa. En general, tienes una menor necesidad de reconocimiento que otros. Además, tienes un autoconocimiento mayor de lo que eres capaz y de lo que no. No necesitas tanto como otros la confirmación en tu vida laboral. Cierto, no eres completamente insensible pero, si descubres el patrón, seguramente tendrás la valentía de poner en tela de juicio el comportamiento de tu jefa. En este caso, ella lo negaría rotundamente; y entonces podrías decidir qué pensar.
Lo mismo sucede si tus rasgos predominantes son azules. Tú mismo tienes tus propios métodos para evaluar tu trabajo. Seguramente tienes bastante claro lo que es un trabajo de calidad. Tu propia crítica positiva es más importante. Además, los elogios te hacen sospechar un poco. Nunca te han gustado los elogios excesivos. Esto no significa que los rojos y los azules sean inmunes frente a esa horrible táctica, pero llevaría más tiempo hacerles dudar de sí mismos, como he demostrado en el ejemplo anterior. Dado que esos perfiles son más objetivos, su necesidad de mantener una buena relación con el jefe no es tan fuerte como para otros.
Sin embargo, si tienes más rasgos amarillos en tu perfil (amarillo-verde, amarillo-rojo o incluso amarillo-azul) eres un firme candidato a salir malparado con este método injusto. Para empezar, eres una persona que depende mucho de la aprobación de los demás —a ser posible, en público— y cuando la recibes te sientes muy bien.
Una cláusula de salvaguardia: muchas personas amarillas que me encuentro en mi trabajo niegan tener este rasgo porque saben que pueden ser percibidos como egocéntricos y algo infantiles. Se espera que una persona adulta pueda hacer su trabajo sin depender de que su jefe le dé jabón, ¿no? Pero te aconsejo que seas sincero contigo mismo. Sabes cómo te afectan los halagos y cómo te sientes cuando de repente te tratan con frialdad. Sin la aprobación de quienes tú más valoras te sentirás expuesto y débil. Tienes que reconocerlo.
Una persona amarilla pura busca activamente la aprobación en la cara de los demás. A ser posible, de todos, pero también los amarillos tienen sus favoritos. Y si es de la jefa, su aprobación es importante. Las personas amarillas son muy sensibles a los cambios en su relación con los jefes, lo cual implica verse afectado por este método.
Elogios, silencio, elogios, silencio.
Puede que el amarillo hable del tema con sus compañeros de trabajo, pero como le parece mal no recibir elogios del jefe, no es seguro que el amarillo abra la boca sobre el asunto. Él o ella pueden muy bien guardárselo para sí mismos, puesto que ya le ha contado a todo el mundo lo contento que está el nuevo jefe con él.
El amarillo tampoco tendrá la valentía de enfrentarse al comportamiento de su jefe. Sobre todo si se trata de un perfil con rasgos amarillos y verdes. Entonces el riesgo de conflicto es inminente, y uno se va sintiendo fatal en el trabajo. Poco a poco la persona amarilla se va callando.
El empleado verde también es sensible a los problemas en las relaciones laborales, pero desde el principio lo sufre en silencio y nunca llegará a enfrentarse al comportamiento de su jefe. Eso está excluido. Pero su problema es de naturaleza más limitada en comparación con el amarillo. Eso solo depende de la confirmación positiva que haya recibido al principio. Si la jefa no ha entendido bien al verde, puede que lo elogie en una reunión delante de todo el grupo. Eso serían noticias estupendas para el amarillo que quiere brillar todo el tiempo. Pero para el verde es realmente bastante embarazoso. ¿Qué van a pensar todos los demás? Así que si ese comportamiento desaparece, para ellos es casi una buena noticia. Pero si la jefa se da cuenta de que el verde es más receptivo si lo llama a su despacho y lo elogia a solas, entonces eso se acabará. Y ahí tiene el verde una debilidad evidente.
La confirmación positiva es, por lo tanto, un arma terrible en muchos casos, lo cual quizá suene raro. Pero el truco está en que el manipulador al principio acostumbra a su víctima a una situación de fiestas y lisonjas. Y cuando todo esto desaparece, es cuando surge la caída y empieza el infierno. No es nada raro que personas que se ven expuestas a una situación semejante terminen de baja por enfermedad durante una buena temporada o sencillamente que se despidan porque no soportan la presión psicológica. Y la jefa manipuladora continuará buscando a su próxima víctima hasta que se vea rodeada de un coro de voces que siempre dicen sí.
Imagina que el manipulador eligiera como víctima a una persona de su entorno más cercano, por ejemplo, su pareja. En este caso, no son solo las personas amarillas o verdes las que corren el riesgo de acabar mal, sino todos los colores. Si, además, no has experimentado nunca lo que es el verdadero amor, eres una víctima clara para los planes malévolos del manipulador.
La expresión «bombardeo amoroso» ha sido utilizada durante muchos años por los psicólogos para describir esta táctica tan taimada. Un verdadero psicópata es extremadamente hábil en el uso de esta arma tan eficaz contra la persona a la que dice amar por encima de todo.
El psicópata, que puede tener muy buen aspecto y sabe valerse de ello, comienza declarando su amor sincero sin reservas. Ella, si es una mujer, se abre totalmente y te confiesa, quizá, en una cena romántica (que pagas tú) que nunca ha conocido a nadie como tú. Eres la persona más increíble que jamás haya encontrado en toda su vida y quiere pasar el resto de sus días contigo. Ensalza todos tus aspectos positivos, de los cuales tú mismo estás muy orgulloso, y expresa una profunda admiración hacia tu persona. Tú no has oído nunca una alabanza semejante sobre ti. Nunca.
¿Cómo te vas a resistir? Respuesta: probablemente no podrás. Si eres rojo, siempre has tenido que escuchar que eres un poco insensible. Aquí aparece alguien que al parecer no tiene el más mínimo problema con eso. Si eres amarillo, habrás tenido que escuchar a menudo que hablas demasiado y ocupas demasiado espacio. Ahora has encontrado a tu alma gemela, que no desea otra cosa más que escuchar otra anécdota divertida. ¡Y cómo se ríe! Al verde ella le dirá que ama totalmente su carácter fuerte y tranquilo que siempre da estabilidad y seguridad. Y el azul, que siempre sospecha que es un poco triste y cuadriculado, debe saber que su cabeza tan bien amueblada resulta increíblemente sexy.
Lo sé, visto desde fuera parece demasiado simple. Pero piensa lo que significaría para ti que te digan que eres el ser más maravilloso que Dios ha creado, dicho por una persona de la que tú estás enamorado. Te colmará de pequeños regalos, flores, gestos amables, calidez, besos y admiración de la mañana a la noche. Ahora estamos hablando de sentimientos, así que olvídate de la lógica. No te podrás resistir.
El problema es que el psicópata solo te prepara para el golpe inevitable. Un buen día, puede ser después de seis meses o un año —depende del plazo que se haya marcado, y puede que ese plazo esté en realidad relacionado con tu capacidad para mantenerlo— de repente acaba todo el bombardeo amoroso. Para entonces, puede que ya estéis casados, o lo que es peor: esperando un hijo. Estás atrapado. No tienes salida.
Un buen día no te responde a un mensaje enviado a través del móvil. Una llamada que siempre suele hacerte a una hora concreta, desaparece. Una mano que suele agarrar la tuya cuando vais de paseo, permanece en el bolsillo. Tal vez, tu amada de repente sonría a otra persona de una manera que no te gusta, cosa que negará si tú le dices algo. Durante una semana desaparecen las relaciones sexuales, algo que no ha ocurrido antes. Y ¡zas!, de la noche a la mañana empiezas a recibir críticas por aspectos de tu personalidad que ella hasta ahora había aplaudido.
Si eres rojo, puede que ahora de repente empieces a oír que siempre quieres salirte con la tuya y que la estás asfixiando con tus exigencias de decidirlo todo tú. Una persona amarilla será acusada de decir demasiadas tonterías que no tienen ni pizca de gracia y de no escuchar nunca a su pareja. Al verde lo acusará de ser pasivo y cobarde, y de no querer salir nunca de casa. Y el azul probablemente tendrá que oír algo sobre lo aburrido que puede llegar a ser; un auténtico petardo, la verdad.
Es posible que te veas expuesto a ese silencio hermético que resulta tan estresante en una relación. La combinación es sumamente dura.
Sin prisa pero sin pausa la situación se va volviendo cada vez peor. Mucho peor. Pero siempre hay momentos en los que recibes la confirmación que necesitas para sentirte bien. De repente tenéis un fin de semana romántico que incluye todo lo que tú deseas para sentir que la vida te sonríe de nuevo. Tu pareja vuelve a ser aquella persona que te admiraba y te quería, a la que tanto echabas de menos. ¡La esperanza no está perdida! ¡Tú todavía significas algo para ella! Hasta que vuelva a arrinconarte. Y tú vuelvas a sentirte en la montaña rusa emocional.
Y te pida lo que te pida intentarás dárselo.
¿Cómo puedes evitar convertirte en víctima del bombardeo amoroso de un psicópata? Si no sabes nada de este fenómeno tan desagradable es posible que no tengas manera de defenderte. Pero ahora que estás armado con unos cuantos conocimientos, puedes hacer algunas cosas.
Como siempre, lo primero es mantener la calma.
Lo que suena demasiado bien para ser cierto no suele serlo.
Lee la frase anterior al menos tres veces. Escríbelo y guárdalo en la cartera.
Ya sabes lo que ocurre cuando conoces a gente nueva. No tardamos muchos minutos en decidir. O nos caen bien o nos caen mal. Pasan muy pocas personas a nuestro lado sin que reaccionemos de alguna manera. Piensa en qué es lo que te hace confiar en una persona. La razón es bien sencilla: si tienes confianza en una persona, entonces escucharás lo que te diga. Por eso necesitas estar atento y saber qué es lo que hace que una determinada persona se gane tu confianza. Porque cuando te hayas hecho a la idea de que esa persona es fiable, sincera y digna de tu confianza, entonces ya tienes un problema. Porque creerás que todo lo que diga esa persona será verdad.
Déjame que te recuerde a Adolf Hitler. Así se ganó la confianza del pueblo alemán. Les dijo todo lo que querían oír y se ganó su confianza. Luego, poco a poco, empezó a poner en marcha su plan a largo plazo. Si él, desde el principio, hubiera intentado llegar al poder atacando Polonia y eliminando a todos los judíos, no habría llegado a ninguna parte.
Pero la confianza no debe darse por sentada para siempre. Si una persona se gana tu confianza, esto no debe llevar a que tú te tragues, sin pensarlo, todo lo que ella diga o haga contra ti. Tienes que atreverte a considerar cada acto por separado y debes hacer acopio de coraje para poner en tela de juicio las cosas que te parezcan extrañas —incluso cuando se trate de personas en las que realmente confías. Quiero decir que la credibilidad de una persona se puede cuestionar con frecuencia, sobre todo si no actúan de la manera que tú esperas de ellos.
De manera un poco simplificada, podría decirse que la confianza depende de tres cosas: la previsibilidad, la fiabilidad y la seguridad.
La previsibilidad es una consecuencia del comportamiento de tu pareja. La cual está en marcado contraste con el comportamiento imprevisible, por ejemplo el apoyo positivo que va y viene al albur; o si el amor y la ternura se vuelven repentinamente silencio cortante y crítica negativa de lo que el día anterior era positivo. Cuando el comportamiento de tu pareja cambia mucho de extremo a extremo, lógicamente puede depender de otras cosas no solo de que esté tratando de manipularte, pero te aconsejo que estés muy atento a ese comportamiento. Un diagnóstico médico como el trastorno bipolar sería una explicación, pero la psicopatía es otra cosa muy distinta.
La fiabilidad es lo que decide si puedes confiar en la sinceridad y la credibilidad de tu pareja a largo plazo. ¿Tienes la sensación de que puedes confiar en esa persona? ¿Puedes pillarla en mentiras o descubres que te oculta ciertas cosas? ¿Su comportamiento hasta ahora confirma que es una persona de fiar a largo plazo? ¿Fue solo las primeras semanas, y después apareció la verdadera persona oculta bajo la máscara? Entonces, no es de fiar. En cambio, si esa persona atraviesa contigo el cielo y el infierno y aún sigue a tu lado y te protege de la maldad del mundo, entonces ya sabes que puedes sentirte bastante seguro.
La seguridad, por último, no hay que confundirla con la fe en un ser superior, sino que se trata de la convicción tuya de que tu pareja va a responder a tus necesidades y que puedas dar por supuesto que va a comportarse como una compañera que te dará su amor y su apoyo —a la larga, no solo el primer mes—. Los psicópatas tienen poca paciencia por lo que no pueden mantener la máscara por mucho tiempo.
El error más grande que puedes cometer es dar por hecho que los primeros comportamientos de tu pareja determinen si merece o no tu confianza. Reflexiona sobre los tres factores que hemos visto: previsibilidad, fiabilidad y seguridad, y piensa si se dan en la actualidad. No el año pasado, o antes de casaros o cómo ella (o él) se comportó en casa de tus padres. (Probablemente de manera ejemplar porque un psicópata tiene buen cuidado de prepararse para dejarte a ti como la mala de la película, por si las cosas alguna vez vienen mal dadas.) No, fíjate en lo que ha pasado esta mañana, ayer, o en lo que ocurre justo ahora en una conversación en la que te acaba de poner a caer de un burro.
¿El comportamiento que acabas de observar merece tu confianza? Los manipuladores son expertos en ganarse esa confianza, pero en realidad tienen dificultades para conservarla, porque cambiarán a conductas negativas tan pronto como encuentren la ocasión. No se lo consientas.
Una vez que has comprobado la astucia del psicópata o manipulador, actúa enérgicamente y, sobre todo, de inmediato. Desde un punto de vista puramente psicológico deberías actuar, por ejemplo, como frente al maltrato machista. Lárgate tras la primera bofetada. Solo los hombres de muy baja estofa le levantan la mano a una mujer y lo mejor que estas pueden hacer es abandonarlos inmediatamente.
Nunca he oído hablar de una mujer que recibió un solo bofetón y después nunca más. Eso no ocurre. Él la volverá a golpear. Toda la investigación demuestra que es así.
Lo mismo ocurre con la manipulación psicopática. Si tu pareja muestra un comportamiento similar puedes estar segura al cien por cien de que volverá a repetirlo. Un psicópata, o alguien con rasgos psicopáticos, emplea los métodos que sabe que funcionan. Si puede conseguir que retrocedas una vez por medio de la manipulación, ¿por qué no va a repetir? Tú mismo puedes oír lo ilógico que suena. Para explicarlo con mayor claridad aún: si un ladrón se encuentra un billete de quinientas coronas en el suelo, lo coge, se lo guarda en el bolsillo y esa noche se corre una juerga con el dinero de otra persona. ¿Por qué iba a pasar de largo y dejar el próximo billete en el suelo? Tienes que entender que la psicología es exactamente la misma.
Como dicen los ingleses: Shame on you if you fool me once. Shame on me if you fool me twice (Debería darte vergüenza engañarme una vez. Si me engañas dos veces, es a mí a quien debería darme vergüenza).
Si te manipulan y lo descubres, haz lo que debes hacer.
Actúa como un rojo. Da rienda suelta a tus verdaderos sentimientos y actúa con firmeza y rapidez. Evita que te humillen hasta convertirte en una sombra de tu propio yo. Porque eso es lo que tu pareja hará contigo. Él o ella te convertirán en una copia desvaída de ti misma. Sé consciente de que cuando te sientas continuamente inseguro, infeliz, preocupado o dolido quedarás atrapado en el drama manifiesto que actualmente estás viviendo. Por ello te será extremadamente difícil detectar el plan que hay detrás: el plan de manipulación del psicópata a largo plazo.
Necesitas recordarte lo que he dicho antes en el libro: un psicópata no tiene sentimientos, solo los finge, y cuando dejen de fingir ya sabes lo que tienes que saber para tomar una decisión. Recuerda que quien está más interesado en mantener la relación es el débil. Y al psicópata le importas un bledo. ¿Por qué vas a darle un solo minuto más de tu vida? Tú te mereces algo mucho mejor.
Cabría pensar que la crítica y el cuestionamiento en general deberían situarse más arriba en la lista, ¿verdad? Pero no es así, según todos los que han analizado, estudiado e investigado acerca de los mecanismos psicológicos importantes en los que la manipulación puede ser un posible parámetro. Y eso dice bastante de la psique humana.
Utilizando la confirmación negativa, el manipulador deja de hacer algo que te gusta cuando tú empiezas a hacer algo que a él o a ella no le gusta. Y esto tiene un efecto muy simple: tú harás en el futuro lo que quiera el manipulador.
¿Te acuerdas del ratón de laboratorio que corría de la habitación negra a la blanca? Lógicamente, probaron también otra variante; el de confirmación negativa. Por favor, no mates al emisario, pero lo que hicieron fue poner electricidad en el suelo de la habitación negra. Cuando introdujeron allí a otro ratón, saltó literalmente enloquecido hasta que encontró la puerta blanca. Entonces pudo salir de la cámara de tortura y entrar en la habitación blanca en la que no había ningún trozo de queso… pero donde en el suelo no pasaba la corriente. La recompensa no fue tener un trozo de queso (confirmación positiva), sino librarse de la corriente en las patas (confirmación negativa).
Comenzamos con el trabajo. Si escribes un informe semanal de una manera que a tu jefe no le gusta, puedes verte expuesto al escarnio público y a que se ponga en duda tu trabajo. Tan pronto como adoptes el nuevo modelo —que puede que no sea mejor en absoluto— desaparece la crítica. O si cuestionas una afirmación de tu jefe durante una reunión y en la próxima reunión el jefe sencillamente no te pregunta. Puede que no te hablen y te hagan el vacío hasta que cedas y entres a formar parte de las filas silenciosas.
Pero recuerda: esto no tiene nada que ver con la respuesta crítica habitual, normal y razonable que ciertamente te mereces, si tú, por ejemplo, olvidas en repetidas ocasiones las fechas límite de entrega, si sobrepasas tu presupuesto, si nunca entregas lo acordado, si tus ventas bajan porque no eres capaz de ponerte en contacto con tus clientes, si no atiendes a los clientes descontentos o si provocas conflictos en el trabajo sin ningún motivo. O si eres tú el que está tratando de manipular a los que te rodean.
De lo que estoy hablando ahora es de la manipulación psicológica, y debemos diferenciar unas cosas de otras.
Como siempre, en una relación de pareja es más complicado. Si tú, por ejemplo, quieres salir con tus amigas un viernes por la noche y tu novio se enfada, da voces y monta una escena hasta que llamas para decir que no vas a salir, y entonces, de repente, él se pone contento de nuevo. O si trata de que participes en algún tipo de actividad sexual que no coincide en absoluto con tus preferencias y entonces se niega a tocarte durante dos semanas. Seguro que eso no te gusta. (En muchas parejas, uno de ellos, generalmente los hombres, tienen la tendencia a insistir en distintas formas de sexo que no le gustan al otro, pero esta táctica es bastante obvia. No se trata de manipulación sino en algo que suena a matraca. En ese caso basta con decir: «No insistas más. No me apetece».)
La táctica es tan simple como eficaz. Obtienes una respuesta negativa hasta que cedas en lo que sea. Entonces todo vuelve a la normalidad. Recuerda lo que he dicho sobre previsibilidad, fiabilidad y seguridad. Aquí también se puede aplicar.
Y realmente es fácil. El manipulador sabe que finalmente vas a ceder para evitar los efectos negativos de su actuación. Y cuando has comenzado a rendirte, es muy alta la posibilidad de que vuelvas a hacerlo. Y como de costumbre, tu comportamiento empieza a adaptarse a los deseos del otro, no a los tuyos.
Tu actuación es la misma que en el ejemplo de la confirmación positiva arbitraria. Debes aprender a detectarlo. Como de costumbre, hay parejas y jefes y personas a nuestro alrededor que intentan influirnos; eso se da por supuesto. A veces es suficiente con señalarle a la persona en cuestión que te estás dando cuenta de lo que está intentando hacer. Si se trata de una persona sensata, que realmente no persigue fines malintencionados, es de esperar que mantengáis una conversación en la que resolváis la situación y deis el tema por zanjado.
Hay que tener en cuenta que la manipulación se produce con bastante frecuencia de manera totalmente inconsciente. Lo que funciona, buena gana de cambiarlo. Uno sigue presionando diferentes teclas. Cuando encuentras algo que funciona, simplemente continúas. Muchos no entienden el daño que causan a sus víctimas, pero cuando uno se lo señala todo cambia.
Esto es normal y no hay de qué preocuparse. Y eso es lo que hace que sepas si te encuentras ante un psicópata o no. Porque el psicópata te echará la culpa a ti de todo. Es culpa tuya que tus hijos no hablen contigo; que te quedaras sin trabajo; en realidad fuiste tú quien propuso sexo en grupo con el vecino; que tú, de hecho, eres una persona mala y mezquina que deberías estar contenta de que alguien quiera saber nada de ti. Sencillamente, que tú te has valido de la bondad del psicópata…
Tú no puedes cambiar al otro, pero puedes asumir la responsabilidad de ti misma. Cambia de trabajo. Divórciate. Abandona el barco.
¡Ya estás exagerando como de costumbre! ¡Eres tan inestable! ¿No ves la que estás montando?
Un manipulador experto puede decir casi cualquier cosa para sacarte de tus casillas. El propósito aquí es cambiar el foco y pasar de una pregunta real a decir que estás mal de la cabeza. Con frecuencia, la táctica es presionar diferentes teclas emocionales.
Por ejemplo, si tienes sospechas de que tu pareja te está siendo infiel, probablemente querrás hablar del tema. Puede que lo hagas sin manifestar ningún sentimiento fuerte; que en realidad estés bastante tranquila. Solo quieres hablar. Pero en lugar de hablar del problema real —la infidelidad— él simplemente lo niega todo y vuelve el foco hacia ti. Él quiere hablar ahora de tus errores y defectos, por ejemplo, tu irritante inseguridad o tus celos. Quizá te explique que esas peculiaridades son muy poco atractivas. Como esto solo tiene el objetivo de sembrar aún más dudas sobre vuestra relación, tú empiezas a preguntarte de inmediato si no será culpa tuya de todos modos.
Tus sospechas sobre su infidelidad pueden ser fundadas y, quién sabe, tal vez consigas mirar el teléfono móvil de tu pareja y encuentres pruebas claras de ello. No sería nada extraño porque la mayoría de los psicópatas son irremediablemente promiscuos. ¿Qué haces entonces? Le plantas delante tus hallazgos.
El centro de la discusión se desplazará inmediatamente hacia algo totalmente distinto, a saber, el hecho de que tú has mirado su móvil sin permiso. Ahora ciertamente has cometido un abuso grave, y tú —tiene gracia la cosa— serás acusada de mostrar tan poca confianza en él. Un manipulador, sobre todo si tuviera muchos puntos en la lista de verificación psicopática, hace cualquier cosa, hasta las más incomprensibles, para desviar el tema de la conversación.
Si te ves envuelto en ese mundo tan confuso solo necesitas ser consciente de que las reglas normales ya no rigen.
Una mujer a la que conocí hace unos años me contó la siguiente historia. Su marido tenía por costumbre estar siempre sin dinero. Casi nunca tenía un duro en la cuenta a pesar de que ganaba un buen sueldo. Además, vaciaba la cuenta común e incluso la cuenta de ahorro para los niños porque nunca tenía dinero. Este hombre siempre se olvidaba la cartera y ni se responsabilizaba de su economía ni de la economía de la familia. Al contrario, a menudo los agentes judiciales le requerían por impago.
Cuando la mujer observó sus métodos, él cambió de estrategia.
Se colocaba al lado de la habitación de los niños y empezaba a increparla. Le gritaba que todo lo que él ganaba se lo gastaba en ella y en los niños. ¿Acaso ella no quería que él le regalara a uno de los hijos ropa de deporte? ¿O los importantes accesorios para el ordenador del otro hijo? La mujer sabía lógicamente que era ella quien había pagado todo, pero los gritos de su marido acusándola de ser una tacaña y una envidiosa hicieron que ella se olvidara completamente de cuál era el verdadero motivo de la discusión: su falta de responsabilidad en los asuntos económicos.
De repente se encontró —para colmo delante de sus hijos—defendiéndose de la afirmación de que a ella no le importaba nada el resto de la familia. Pero la cosa no acabó ahí. El hombre continuó y le gritó que a ella no le importaban los niños, que ella no los entendía, que era una madre fría y sin sentimientos. ¡De lo único que se preocupaba era de sí misma!
¿Qué tenía esto que ver con sus malos hábitos económicos? Respuesta: nada en absoluto.
¿Qué era lo que pasaba? El hombre no quería reconocer que había dilapidado grandes cantidades de dinero de las cuentas compartidas. En lugar de eso, desplazó el foco de atención hacia su mujer diciendo que ella se compraba bolsos caros y ropa elegante y que a él le negaba el derecho a comprarse una simple camisa nueva. Él era muy capaz de ir hasta el armario, tirar la ropa que ella se había comprado y gritarle que para ella, por cierto, sí que había dinero, que vivía a lo grande.
Y era verdad. Se compraba cosas caras. Con su propio salario se compraba a veces cosas que le gustaban. ¿Pero qué tenía eso que ver con el hecho de que él hubiera vaciado la cuenta común dedicada a pagar la hipoteca? Ambas cosas tienen que ver con dinero, pero se trata de dos cuestiones distintas. Cuando él, además, le clavó un cuchillo por la espalda acusándola de no preocuparse de los niños, la desconcertó por completo y la puso a la defensiva. Y él pudo seguir gastando los ahorros de la familia. Hasta la fecha nadie sabe lo que hizo con todo el dinero.
No importa de qué color seas, esto nos puede afectar a todos. Es probable que a las personas rojas y azules les resulte un poco más fácil manejar la situación, pero, por ejemplo, si se mezcla a los niños uno no puede estar seguro de nada. Nadie es totalmente inmune contra la psicopatía. Cuando ocurre algo así, debes mantener la cabeza fría y actuar de manera racional. Tienes que observar cada pequeña desviación en el comportamiento de tu pareja y, además, atreverte a enfrentarte con ella para saber lo que pasa.
Di, por ejemplo: «Veo que ahora has cambiado de tema. ¿Podemos volver a hablar del asunto que nos ocupa?».
O: «Podemos hablar cuando quieras sobre tus puntos de vista acerca de mi personalidad, pero primero vamos a hablar del dinero que ha desaparecido».
O: «¿Por qué me gritas? Deja de gritar y podemos hablar de lo que quieras, pero no acepto que me grites».
O lo más sencillo: abandona la sala, la casa o el municipio. Y plantea el asunto cuando haya otras personas presentes. Por ejemplo, en un restaurante, o en presencia de alguien de tu confianza. Un amigo común, un familiar o cualquier persona, cuya presencia haga que el psicópata no pueda valerse de esa técnica sin quedar totalmente en ridículo.
El problema es que es muy probable que el psicópata haya combinado esta técnica con otras muchas, de manera que cuando te llama (completa la frase con lo que más te avergüence de tu personalidad), tú retrocedes de manera instintiva. En principio, tienes que ser del todo insensible para no reaccionar. Y a ti, como a la mayoría de las personas, la situación te hace sentir fatal.
Una autoestima fuerte puede ser la solución. Atrévete a confiar en que tienes la razón.
Otra forma de crear confusión y distraer la atención de lo que en realidad se está discutiendo es volver tus propios sentimientos contra ti misma. También esta táctica pretende desviar tu atención de algo de lo que realmente deberíais hablar.
La táctica consiste en tocar aspectos sensibles de tu personalidad, aspectos de los que tú mismo no estás particularmente orgulloso. La ventaja para el manipulador es evidente: los sentimientos son difíciles de manejar. Y los sentimientos embarazosos aún más. Él lo sabe, así que los saca a relucir para hacer que te alejes del tema que realmente te preocupaba.
Si el manipulador es un hombre, puede valerse de expresiones como: «¿Estás otra vez con síndrome premenstrual?». Sí, una técnica machista clásica. O puede que diga sencillamente algo que sabe que te provocará y te sacará de quicio.
Imagina a una persona roja, conocida por su temperamento agresivo. Un hueso duro de roer, podría uno pensar. Pero, en realidad no es así, si el manipulador conoce a su víctima lo suficientemente bien. ¿Por qué se les conoce a los rojos? Por comportarse de forma bastante agresiva. Por lo general, a ellos mismos no les suele preocupar esto, pero las personas rojas con buen conocimiento de sí mismas son conscientes de cómo afecta a sus seres más queridos que se enfaden constantemente por cualquier tontería.
Está táctica funciona en dos sentidos. Por un lado, el manipulador puede suscitar fácilmente la ira de su víctima roja provocándola. Dado que él no siente nada, puede aguantar el rebote sin problemas. Y puede señalar enseguida lo que ocurre: ¡Mira! ¡Justo lo que yo decía! ¡Tú siempre estás enfadado! ¡No estás en tu sano juicio!
El resultado es evidente. A partir de ahora hablarán de la agresividad del rojo, en lugar de hablar de lo que ha hecho ahora el manipulador. Hay mucho que decir sobre este tema. Si realmente quisiera sacar los colores a mis conocidos rojos, podría tirarme horas hablando de arrebatos.
Pero esto también funciona en sentido inverso. Si el manipulador sabe que a su víctima roja no le gustan las broncas porque, en el caso de que él pierda los nervios, solo se dicen un montón de cosas que no tienen nada que ver, entonces el manipulador dirá cosas como: «¿No estarás pensando en montar otra bronca ahora? Pronto me gritarás como de costumbre…».
El rojo decide no caer en la trampa y se traga su irritación. Es un esfuerzo enorme. Es como no encontrar el baño cuando uno lo necesita. Al final, te acaba doliendo todo el cuerpo. Pero si el rojo decide no perder la compostura le acabará pasando factura con algún tipo de dolor interior. No seguir los instintos naturales es duro. Pero está dispuesto a luchar contra sí mismo.
Si la víctima del manipulador es amarilla, la cosa podría ser un poco diferente. El manipulador emplearía la primera táctica, para provocar conscientemente un determinado comportamiento, podría decir cosas tales como: «¿No empezarás ahora a decir todas las tonterías habidas y por haber y de las que nadie entiende nada? ¿Por qué tienes que hablar siempre de ti mismo? Si pudieras aprender a hablar menos y escuchar más… ¡Nunca me escuchas!».
Esta es sin duda la gran debilidad del amarillo, que se coloca en el centro y no escucha a los demás. Debilidad que tampoco es muy halagadora. La reacción será probablemente que él o ella empiecen a hablar alto, deprisa y estresados, y, sinceramente, de forma bastante incoherente. Entonces el manipulador puede decir tranquilamente: «¿Qué estaba diciendo? ¡Tú solo dices tonterías! ¡Y hablas siempre de ti mismo! ¡A ti no te importa nadie más tú mismo! ¡Eres un egoísta!»
Con la segunda variante pasa un poco como en el caso de los rojos. «¿Puedes callarte por una vez y dejarme hablar a mí? ¿Me oyes?» Esto seguro que funciona muy bien con unas pocas lágrimas. El amarillo, que sabe que tiene tendencia a hacer que todo gire a su alrededor, se calla. Se muerde la lengua para hacer que su instinto no lo traicione. Será casi como asfixiar a alguien lentamente. ¿Qué hará el amarillo con su frustración si no la puede expresar con un montón de palabras? Todo queda en su interior y eso hará que se sienta mal. Pero el manipulador ha conseguido efectivamente que se calle.
El verde es sensible y reacciona de una manera bien distinta. Si un manipulador convive con una víctima verde, ya sabe desde el principio que tiene ganada la partida. No iría tan lejos como para decir que el verde es la víctima más fácil para un manipulador, pero por naturaleza suelen adaptarse y procuran seguir la corriente. Lamentablemente, esto hace que a menudo sean utilizados con propósitos poco claros.
Yo siempre he pensado que las personas más difíciles de criticar son precisamente los verdes, porque se ofenden por menos de nada. Uno tiene que ir con mucho cuidado para no herirlos innecesariamente. Me pregunto, ¿cómo puede alguien ser malo deliberadamente contra una persona verde?
Pues sí. He vuelto a cometer el error de pensar con lógica. Cómo si a un psicópata le importara cómo se siente el otro. Eso al psicópata le importa un pepino. Su marido verde o su mujer verde solo son un medio para conseguir ventajas en la vida.
El manipulador podría desviar la atención del verde diciendo cosas como: «¡Nunca dices nada, no eres más que un pusilánime que siempre se esconde cuando pasa algo! ¡Ya está bien nunca te atreves a enfrentarte a una discusión! ¡Estoy harta de ti! ¿Eres un hombre o un calzonazos?».
Esto es básicamente cierto, y probablemente haría que muchos verdes se encerraran en sí mismos. El manipulador provoca precisamente ese comportamiento. El verde se encierra en sí mismo y permanece sentado, probablemente con un nudo en la garganta. Bajo la superficie bulle la frustración. Quiere decir muchas cosas, pero, ¿cómo? Él tiene mucho miedo a los conflictos.
Pero también es posible conseguir que una persona verde vaya en contra de sus impulsos naturales. Un auténtico manipulador seguro que puede conseguir sacar de sus casillas a un verde, de tal manera, que este pierda los papeles y empiece a gritar. Afloraría todo, gran cantidad de críticas y cosas malas saldrían a la luz. El verde empezará a soltar improperios y, sin haberlo planeado, contará todo lo que le ha llevado a la frustración durante los últimos años. Además, la explosión de ira durará un tiempo. Con ello, no hará sino dar al manipulador gran cantidad de información valiosa que este después podrá utilizar como quiera.
La ventaja para el manipulador es que el verde se avergonzará enseguida. El verde, completamente destrozado, pedirá disculpas por su conducta. El manipulador puede hacerse ahora la víctima y conseguir ciertas ventajas en compensación por la impresentable bronca. ¿Cómo pudiste ser tan malo? ¡Pobre de mí! ¡Me las pagarás!
¿Y el azul, entonces? ¿Cómo puede un manipulador invertir el comportamiento de un azul contra sí mismo? Fácil. Presionando los puntos débiles de los azules. En el trabajo es más difícil, como he demostrado anteriormente. Un método que tal vez podría funcionar sería exponerlo a situaciones en las que no se encuentre cómodo. Como, por ejemplo, obligarlo a trabajar en un proyecto en el que solo participan personas amarillas; esto realmente podría agudizar los problemas. O presionarlo, sin previo aviso, para que suba al escenario y presente el último proyecto delante de toda la compañía. Justo antes el jefe podría decirle: y ahora no quiero ver ninguna de tus habituales presentaciones tristes y soporíferas. Ahora quiero oír un tono ligero y un poco de humor. ¿Lo entiendes? Vamos, arriba.
Las personas azules no carecen de sentido del humor, por supuesto, pero esperar que sean animadores brillantes sería realmente esperar demasiado. Ellos son capaces de subir a ese escenario, pero el resultado será el que sea. Y cuando pende sobre él la amenaza de no poder ser como es, entonces el colaborador azul se bloquea. Su presentación será más aburrida que nunca, porque no puede ser espontáneo, natural y entretenido, como sería una persona amarilla. Es imposible. Después, el jefe le podrá criticar todo lo que quiera por haber vuelto a ser tan triste una vez más.
Sin embargo, esto lo puede sobrellevar bien una persona azul. Sus relaciones con los compañeros de trabajo o con los jefes no son tan importantes para ellos como para muchos otros. Pero en las relaciones personales es tan vulnerable como cualquier otra persona.
Supongamos que su mujer quiere que haga algo que a él no le gusta nada. Supongamos que ella quiere ir a París a pasar un fin de semana romántico. Será una compra cara —estamos hablando de París—. Además, él sabe por experiencia que ella «se olvidará» la tarjeta Visa en casa. Le costará el salario de un mes, porque ella ha elegido el hotel más caro y espera que sea él quien corra con todos los gastos. Ella cuenta con que él la invite, y él se pone enseguida a la defensiva.
Ya en el primer embate, siente un poco de dolor de estómago. Su mujer sabe perfectamente lo que él va a responder, por eso le exige que lo mire desde un punto de vista afectivo y que no saque la calculadora y empiece a repasar los gastos. Le exige que la escuche y, por una vez, le demuestre un poco de interés. Como él es un hombre que quiere a su mujer la escucha (realmente puede ir calculando mentalmente). Así que él va sumando los gastos de lo que ella quiere. Al final, cuando él le dice que, a pesar de todo, es mucho dinero y que no es posible, ella hace lo que tenía planeado desde el principio: lo acusa de ser un hombre sin sentimientos. ¿Cómo puede ser tan frío con ella? Si la quisiera le haría este regalo por una vez. (Ojo: suelen hacer este viaje todos los años, así que esto no es algo excepcional.)
Si él todavía no cede, ella echará mano de un arma que las personas azules no pueden resistir: empieza a llorar. Sentimentalismo. Un trance duro. Él sufre con el acceso de llanto y empieza a pensar si puede hacer más horas extra para reunir dinero para un viaje que a él no le interesa lo más mínimo.
El triángulo amoroso es una táctica muy fea pero también extremadamente eficaz para crearte incertidumbre. Funciona bien en el trabajo, pero sobre todo en la relación de pareja. El manipulador crea una situación entre él mismo, tú y una tercera persona que no tiene nada que ver con vosotros.
En una relación de pareja es un arma terrible, especialmente en combinación con otras técnicas. Imagínate que tu pareja te ha puesto por las nubes durante varios meses —confirmación positiva—, pero de repente se calla. Tú te has esforzado por conseguir más confirmación positiva, pero no lo has logrado. En lugar de eso, tu pareja ha empezado a venir con una serie de críticas inesperadas sobre cómo es vivir contigo —confirmación negativa—. Tú estás confundida y no te sientes nada bien. Lo que a él (o a ella) le gustaba en primavera parece que ahora se ha convertido en un gran problema. Y el último fin de semana no te ha dirigido la palabra; pacto de silencio.
Con un nudo en el estómago intentas hablar con tu pareja: «¿Qué es lo que pasa?».
En lugar de contestar a tus angustiosas preguntas, el manipulador empieza a hablar ahora de otra persona, un tercero del que quizá ni siquiera conocías su existencia. Puede ser una vieja aventura o una compañera con la que él ha comenzado a trabajar. Y él se pasa toda la semana hablando de esa mujer, te informa alegremente de lo agradable que es esa compañera, de lo fácil que es hablar con ella y de lo positiva que es para todo. Probablemente llegue a describirte a esa mujer como una persona con características totalmente opuestas a las tuyas. Si eres amarilla, la mujer que trabaja con él será azul. Si eres verde e insegura, la mujer que él describe será roja y ¡muy avanzada! ¿Cómo te sentirías? Claro, tú entiendes la jugada. Si no reaccionas es que eres de piedra. Y casi no hace falta que continúes leyendo.
Sin embargo, si eres como la mayoría, tu inseguridad se disparará, y tu deseo de agradar a tu manipuladora pareja nunca será más grande. Te pida lo que te pida tratarás de dárselo esforzándote al máximo. ¿Y por qué no? Hay que trabajar para mantener una relación, ¿no? Para que las cosas funcionen, tiene uno que esforzarse, eso es lo que dicen todos. Pero no puede ser solo tu esfuerzo. Tiene que ser de ambas partes.
Si le hicieras frente con todo —por ejemplo, después de haber leído este libro y haberte dado cuenta de que has caído en un falso triángulo amoroso— él lo negará todo. Son imaginaciones tuyas, estás celosa y tienes que hacer algo con tu falta de confianza en ti misma.
Lo verdaderamente desagradable es que no es raro que el manipulador al mismo tiempo que te confunde con esa tercera persona delante de tus narices en realidad le dedique a ella sus momentos de ocio. A los psicópatas les gustan los estímulos y la emoción, y a él no le importaría correr grandes riesgos. Por ejemplo, puede flirtear con la mujer en cuestión delante de tus narices y tener una relación con ella mientras a ti te lanza al precipicio de los celos. Si le plantas cara y le pides explicaciones, te dirá que estás celosa y que es tu falta de confianza la que te hace ver fantasmas. Incluso puede que sea esto lo que al final haga que te abandone. Y tú irás por la vida pensando que ha sido culpa tuya.
(Podría añadirse que ciertamente puede haber muchas personas que sufren por falta de confianza en su pareja, y que no son más que celos infundados. Pero eso es algo totalmente distinto. A veces, se trata de que estás conviviendo con un sinvergüenza. Déjalo. O déjala.)
En una relación sensata no hay nada de esto. En ella, ambas partes se esfuerzan —no solo uno— para crear seguridad y confianza en su pareja y los triángulos amorosos no existen. Si surgiera la duda y tú vives con una persona normal y no con un psicópata, podréis solucionar el tema fácilmente. Tu marido se dará cuenta de que no quieres oír hablar todo el tiempo de los méritos de Lisa. Él se acordaría también de elogiarte porque tú eres tú. Si es un hombre normal.
En una relación personal, todos somos susceptibles a este tipo de manipulación. Todos tenemos algo que perder, y si se trata de la persona que amas casi todo el mundo puede sentir celos. No importa de qué color seas si sientes que te corroe por dentro; se trata sencillamente de que tienes miedo a perder a la persona que amas. O crees amar. Sin embargo, si pudieras leer los pensamientos del manipulador, el amor se convertiría en otra cosa bien distinta.
El triángulo amoroso funciona igual de bien en el trabajo. Tu jefe que parecía mirarte con buenos ojos, de repente, tiene un nuevo favorito. Jocke, el chico nuevo, recibe de pronto muchos elogios del mismo tipo que solías recibir tú. Bien, piensas tú, el nuevo chico es inteligente. No hay nada raro al respecto. Él parece bueno y simpático, así que realmente no hay nada que decir.
Pero el jefe es un psicópata (o presenta rasgos psicopáticos) así que toma algunas de tus tareas habituales y se las encarga a Jocke. Esto se puede ver como que el jefe quiere aliviarte un poco, después de lo mucho que has trabajado, pero solo son las tareas divertidas e importantes las que acaban en la mesa de Jocke. Tú no lo entiendes y preguntas a Jocke: «¿Por qué estás haciendo mi trabajo?». Pero él no sabe que eran tus tareas, es nuevo. No puedes echarle la culpa a él.
Acudes al jefe y le preguntas qué está pasando. El jefe te dice que eres un ingrato y que no quieres colaborar al desarrollo de un nuevo empleado. ¿Cómo puedes ser tan egoísta? Además, Jocke es terriblemente rápido, ¿no te parece? Quizá el jefe te lance una mirada cargada de intenciones y dice que a veces las cosas también corren prisa. Tú sabes que gestionas mal el tiempo y que te suele costar cumplir con la fecha límite, y quizá tienes tendencia a repasar demasiado ciertas cosas.
Jocke parece que además logra mantener una calidad muy alta en todo lo que hace, y cuando el jefe señala esto mientras te mira pensativo empiezas a dudar. ¿Quizá no seas tan bueno como te imaginas?
Ahora el jefe en las reuniones ensalza a Jocke, tal como solía hacer antes contigo. Te molestará porque acabas de perder algo. Y en combinación con otras técnicas de manipulación como, por ejemplo, la confirmación positiva y la confirmación negativa, comienza tu caída. No es interesante por qué el jefe hace esto, tendrá sus motivos y estos realmente no importan. Quizá te pasaste de la raya al criticarlo, o simplemente está aburrido.
Si el jefe es un verdadero psicópata, no necesita ningún motivo especial, él hace lo que quiere porque le resulta divertido. Es posible que le quiera dar tu trabajo a una persona a la que él pueda manejar más fácilmente. Tal vez solo quiere ver hasta qué punto puede llegar contigo; los verdaderos psicópatas nos ven a todos como material de usar y tirar según les venga en gana.
¿Cómo reaccionan los diferentes colores en este caso? Aquí el peligro puede ser más grande para las personas rojas y amarillas. Sus egos son por naturaleza bastante fuertes y cuando se les cuestiona en el plano profesional casi nunca habrá buenas noticias. El rojo, cuya imagen de sí mismo es la de un ganador nato, se lo toma como una provocación y es muy probable que muestre su carácter. Es temperamental y pueden empezar a saltar chispas.
El problema aquí es evidente: le pone las cosas en bandeja al jefe psicópata. Perder la compostura en el trabajo es muy poco profesional (aunque el jefe utilice también la irritación como arma) y le pedirá inmediatamente al rojo que se comporte. Solo tienes que ver lo tranquilo y ordenado que es Jocke. ¿Por qué no puedes ser tan profesional como él?
En cambio el amarillo, cuya imagen de sí mismo es particularmente brillante y positiva, enseguida se sentirá mal al perder su estatus dentro del grupo de personal. Está acostumbrado a ser la persona a la que todos recurren. Pero ahora, cuando el jefe solo ensalza a Jocke —posiblemente al mismo tiempo que difunde comentarios nada positivos sobre el amarillo reforzando aún más su aislamiento— pierde más terreno, y eso se notará en su productividad.
De pronto todos sus pensamientos se concentran en la situación como tal, y en por qué ha acabado él ahí. En lugar de ocuparse de sus tareas, el amarillo puede volverse muy pasivo y sentirse desorientado, lo cual también puede ser utilizado por el jefe. Ahora se ha abierto la veda y todos pueden criticar al amarillo por las entregas no realizadas y, cuando el jefe hace esto públicamente, el amarillo ya está camino del sótano. La crítica en público significa humillación. La pérdida de estatus supone un duro golpe para el individuo amarillo. Ha sido degradado y la imagen de sí mismo se resquebraja.
En cambio, un empleado verde reacciona de manera diferente. Para empezar, a él no le gustaría estar en el centro, así que este aspecto carece de importancia. En realidad, le gustaría evitar ser el centro de atención por un tiempo. Sin embargo, el verde quiere una confirmación más silenciosa. Así que, cuando cesan los encuentros más o menos informales con el jefe, la inquietud pude empezar a abrirse camino. Lo cual, en algunos casos, puede menoscabar aún más la confianza en uno mismo.
La diferencia es que el verde pocas veces pide nada. Nunca le ha pedido nada a su jefe, así que no va a plantarle cara para pedirle un comentario positivo. Y ni pensar en plantear el problema propiamente dicho. El miedo de los verdes a los conflictos implica que se mantengan eficazmente agazapados en este tipo de cuestiones.
Él acudirá a sus aliados habituales en la oficina, a aquellos en los que generalmente confía. Pero como esos empleados probablemente también son verdes, pueden surgir problemas. Ellos no quieren ganarse las críticas del jefe, así que pueden muy bien alejarse de su pobre compañero. Las personas verdes no son amigas de hablarle directamente a un individuo en concreto; prefieren manifestar sus críticas a otros. Lo cual significa en estos casos que nuestro amigo verde crea que tiene el apoyo de su grupo, cuando en realidad no lo tiene. Sus compañeros pueden muy bien haber cambiado de bando —quizá al de Jocke— sin que el verde haya caído en la cuenta. Si el miserable jefe continúa con su táctica, por ejemplo, en combinación con críticas negativas, el verde se sentirá fatal. Carece del impulso del rojo o del amarillo para hacer frente a la situación. Lleva callado muchos años. Toda la frustración quedará en su interior. Esto, a la larga puede conducir al síndrome de desgaste profesional, bajas laborales e incluso pensamientos suicidas.
¿Y el empleado azul? Creo que ya has empezado a entender los patrones de conducta. Él es menos propenso a reaccionar ante ciertas cosas. Lo de perder el estatus dentro del grupo no supone ningún problema para él. Que no le consulten en cuestiones importantes, no tiene por qué significar un gran problema. Él sabe de lo que es capaz. Tampoco representa un papel importante que le distancien del resto de los compañeros. De todos modos, había demasiada cháchara en este grupo. Así que el hecho de que el jefe psicópata puede poner al grupo en su contra, en beneficio de Jocke, es algo con lo que el azul puede vivir. En realidad, ni siquiera es seguro que él formara parte del grupo anteriormente.
En cambio, el problema que puede sucederle es que se ponga en tela de juicio la calidad de su trabajo. Cuando el jefe utilice a Jocke como el tercero en cuestión e intente restar importancia a los méritos del azul para minar su confianza en sí mismo, es precisamente a la calidad de su trabajo a lo que tiene que dirigir sus dardos. Lo peor que se puede hacer contra una persona azul es acusarlo de descuidado e indolente, y de ser un trepa. Son cosas que él nunca haría, y esa acusación lo herirá en lo más profundo. La reacción más probable es que hable aún menos. Pasará de ser de pocas palabras a ser un muro de silencio.
Esta técnica es muy interesante. La expresión gaslighting tiene su origen en una película de 1930 (Luz de gas), interpretada por Ingrid Bergman, en la que interpreta a una mujer cuyo marido intenta llevarla a la locura cambiando las cosas de lugar constantemente, al mismo tiempo que niega haber hecho nada. En la película él sube y baja la llama de las luces de gas sin cesar, hasta que ella deja de confiar en sus propios sentidos. La palabra gaslighting carece de un término específico en español, pero podría traducirse como el efecto luz de gas, una táctica que consiste en presentar información falsa para hacer dudar a la víctima de su propia cordura.
En manos de un manipulador gaslighting es una táctica lenta y sumamente avanzada.
Una forma de practicar el efecto luz de gas es cambiar de lugar los objetos físicos, como en la antigua película. Por ejemplo, colgar un cuadro torcido no parece un gran problema. Pero si lo colocas bien, y después ves que está otra vez torcido, ¿cuántas veces puede ocurrir esto antes de que vayas a tu pareja y le plantees el asunto? ¿Sabes? Este cuadro que me regaló la abuela aparece torcido todos los días. Tu pareja no entiende nada. Él no ha visto nada raro con el cuadro, nunca. Os acercáis al cuadro a mirarlo. Está recto. Está bien, puede que pienses entonces. Pero esa misma tarde, el cuadro vuelve a aparecer torcido. Si tu pareja cambiara de posición el mismo cuadro cada vez que tú hablaras del tema, ¿cuánto tiempo pasaría hasta que empezaras a preguntarte si todo eso no serían figuraciones tuyas? Claro, es muy raro que solo tú hayas observado el misterio del cuadro.
Este ejemplo no es más que una simplificación, y no creo que tengas que preocuparte porque tu pareja empiece a emplear estos trucos tan simples. El truco del cuadro torcido no nos enviaría a muchos de nosotros al psiquiátrico. Pero esto es solo una descripción de cómo funciona la táctica del efecto luz de gas.
En cambio vamos a ver cómo podría funcionar esto en una situación más amañada.
Supongamos que vives con un psicópata. Él te dice que en Navidad piensa hacerte el mejor regalo que hayas recibido nunca. Tú te alborozas y piensas inmediatamente en ese maravilloso bolso de Louis Vuitton con el que llevas años soñando. El bolso cuesta veinticinco mil coronas, y nunca has tenido nada tan elegante. El psicópata te acompaña a la boutique y reserváis el bolso, además con tus iniciales grabadas, lo cual añade otras dos mil coronas al agasajo. El personal sonríe y todos están felices, os sirven un café de lujo y algo más de beber y sientes como si fueras a explotar de felicidad. ¡Un bolso tan maravilloso! Realmente has encontrado al hombre de tus sueños, ¡no se puede ser más generoso!
Pero cuando llega el momento de pagar el bolso, resulta que el psicópata no tiene dinero. Desconcertada miras el bolso, al psicópata de tu marido, a la dependienta y, al final, sacas tu tarjeta de crédito muerta de vergüenza, ¿qué vas a hacer si no? En el coche de vuelta a casa, sacas el tema con cuidado —esto era un regalo, ¿no?—. Tu marido te mira inquisitivo. ¿De qué estás hablando? Yo no tengo dinero para regalos tan caros.
Tú estás segura de que él te prometió regalarte el bolso. Pero ahora dice que nunca haría semejante cosa. Empezarás a preguntarte si realmente no habrá sido un malentendido tuyo. Pero él parece seguro de lo que dice. Y realmente no suele hacerte regalos tan caros. ¿Quién ha malinterpretado a quién en este caso?
Otro ejemplo: tu esposa se arregla una noche y se dispone a salir con sus amigas. Tú le preguntas por qué no te ha dicho nada al respecto, a lo que ella responde: «¡Pues claro que te lo he dicho! Lo hablamos la semana pasada». Es posible que se lo discutas porque a ti realmente no se te olvidaría una cosa así. Por otra parte… has olvidado algunas cosas antes y nadie es perfecto. Entonces te dice que saldrá con Anna.
Anna está casada con tu amigo, así que cuando tu esposa no ha vuelto a casa a pesar de que ya empieza a ser muy tarde, y tampoco te ha respondido a los SMS que le has enviado, llamas a tu amigo para saber si Anna ha vuelto a casa. Él te responde que Anna ha pasado en casa toda la noche.
¿Y ahora, qué? ¿Qué está pasando? Sospechas inmediatamente que se trata de un engaño. ¿Tiene tu mujer una aventura con otro hombre?
Cuando ella vuelve a casa de madrugada, tú estás enfadado y la acusas de haberte mentido. ¡No ha salido con Anna! Dado que tu mujer es una psicópata, ahora te dirá que no dijo Anna: ella dijo Anneli. Tú estás seguro de que no ha mentado a Anneli, y, por cierto, ¿quién es Anneli?
Pero ahora tu mujer pone en práctica otras tácticas. Te da el martillazo donde eres más débil. Si eres rojo, dirá que eres un grosero insensible que nunca escucha; si eres amarillo, afirmará que solo piensas en ti mismo, que no has sido capaz ni de aprenderte el nombre de sus amigas; si eres verde, ella simplemente te gritará porque sabe que no te gustan los conflictos; si eres azul, puede empezar a cuestionar tus propias capacidades: ¿ya te estás volviendo senil?
El gaslighting trata de confundirte. Es decir, el psicópata dirá A el lunes, B el martes y el miércoles afirmará que no dijo ni A ni B. Al principio es posible que le sigas el juego, pero al final acabas perdiendo el sentido de lo que se dijo o no se dijo. Todo se vuelve confuso, es muy simple. En combinación con otras técnicas, esto, lamentablemente, suele funcionar. Y un psicópata experto lo va montando poco a poco. Comienza a pequeña escala, para luego ir aumentando la confusión. Este método va calando en ti poco a poco y, al final, ya no sabes ni qué pensar.
Veamos lo que pasa si se involucran más personas. El psicópata de tu marido te ha dicho una cosa a ti, pero otra completamente distinta a tu madre. O a vuestros hijos. Luego cuando comentas algo que sabes que has oído, los otros —que están manipulados por el psicópata— creerán que estás en las nubes.
En un lugar de trabajo, esto puede ser sencillamente devastador. Imagina a un jefe psicópata que quiere deshacerse de un viejo empleado. Quizá solo porque está cansado de la persona en cuestión, quizá porque ese empleado se ha enfrentado a él delante de todos. O tal vez se trate de un jefe que reúne todos los puntos de la lista de verificación psicopática y simplemente se divierte destrozándole la vida a la gente.
¿Cómo se deshace del empleado? Llevándolo a una confusión total. Al empleado no lo llaman para una reunión en concreto. Se le oculta información importante. El empleado lo descubre después de que haya tenido lugar la reunión, va al despacho del jefe y le pregunta por qué no ha sido convocado. El jefe le dice que él no se encarga de notificar las reuniones. Tiene que tratarse de un error. El empleado se dirige a la persona que ha enviado las notificaciones, quien le dije que el jefe dio instrucciones claras de que ese empleado no debía ser citado. Vuelta al jefe que, obviamente, lo niega todo. Si sigues tratado de averiguar la verdad quizá te veas expuesto a un aislamiento aún peor. En el mejor de los casos, la cuestión se saldará con un acceso de ira por su parte.
Tú te das cuenta del lío que se va a montar. Y un jefe que actúa en consonancia con esta actitud creará una confusión gigantesca. Y al final, nadie confiará en nadie.
Además, un psicópata avezado se vale de varias técnicas al mismo tiempo. Y todo el grupo de trabajo acabará pensando que te estás volviendo senil. No se puede confiar en ti. No haces más que lanzar acusaciones a tu alrededor, especialmente contra el jefe que es tan agradable y tan simpático. Todos los peones acuden en su defensa. Cualquiera que sea tu color, corres el riesgo de terminar tu carrera profesional con una baja laboral.
El gaslighting es una táctica inhumana que destroza a las personas de forma irremediable. Se trata de una técnica de dominación cruel y manipuladora, y funciona porque los psicópatas se pasan el tiempo mintiendo.
Si alguien en tu entorno intenta poner en práctica esta táctica y lo descubres a tiempo, lárgate de allí. Te encuentras ante una persona perturbada; lo mejor es que no quieras tener nada que ver con ella. Creo que no puedo ser más claro de lo que soy.
Si eres mayormente verde, o sobre todo azul, quizá el título anterior no te parezca particularmente alarmante. Con la radio y la televisión llenas de personas vocingleras a quienes lo que más les gusta es escucharse a sí mismas, el silencio es en nuestros días un bien subestimado. Yo oigo a menudo comentarios de este tipo: ¡Si pudiera callarse al menos una vez!
En cambio, estar expuesto a lo que los psicólogos llaman agresividad pasiva es algo bien distinto. Significa, entre otras cosas, que te sometan a un silencio total, que no contesten nunca a tus preguntas y que te ignoren de una forma tan extrema que te puede llevar a la locura.
A causa de algo que hiciste o dejaste de hacer y que no le gustó a tu manipuladora, ella se niega sencillamente a dirigirte la palabra. Calla, te evita y no contesta a tus preguntas como castigo puro y duro por tus errores. Todos los que han vivido una situación similar saben exactamente de lo que estoy hablando.
En una de mis relaciones anteriores, se utilizaba esta técnica con mucha frecuencia. No se trataba de psicopatía en este caso concreto, pero se trataba sin duda de una conducta manipuladora.
Imagínate que tu pareja y tú tenéis un desacuerdo en un tema concreto. No importa quien tenga razón o no, pero tu pareja te castiga con un silencio total hasta que tú sencillamente cedas. No te saluda, no te da las buenas noches ni los buenos días, no te dice adiós cuando sale de casa. Y del contacto físico, olvídate. El objetivo del manipulador es acabar de manera eficaz con toda la comunicación que hay entre vosotros. No responderá al teléfono si llamas; no contestará a tus SMS. Si se te ocurre preguntarle cuál es el problema puede muy bien responderte con una mirada asesina. La intención es hacer que te sientas invisible e impotente. Y te puedo asegurar que funciona. Este método tan desagradable puede desencadenar cualquier cosa, desde que tengas mala conciencia hasta que pura y llanamente sientas vergüenza.
¿Me he portado realmente tan mal?
En contraste con lo «normal», esto se vuelve sumamente duro para quien se ve sometido a ello. El manipulador simplemente se niega a confirmar tu existencia, y después de unos días de pacto de silencio estás dispuesto a hacer cualquier cosa para volver a ver alguna señal de vida. Lo más probable es que aparezcas con flores, regalos y que te arrastres como un gusano para que te mire.
Algunos psicólogos le llaman a esto tortura emocional. Aunque suene exagerado, me gustaría recordarte un método conocido como la tortura china de la gota de agua. No parece peligrosa, pero puede llevar a una persona a la locura. Lo que hacían los chinos era colocar a la víctima de espaldas y con la cara debajo de un recipiente lleno de agua. El recipiente tenía un grifo, y dejaba caer una gota por minuto. Cada gota aislada apenas se notaba, y una hora bajo el recipiente puede que no hiciera nada. Pero ¿qué pasa si es una semana entera? Los prisioneros torturados de esta manera en algunos casos se volvían locos. Con medios mínimos se puede provocar un alto impacto en la víctima. Exactamente igual funciona el silencio total.
Yo, sin duda, sufrí por haberme visto sometido al pacto de silencio bastantes veces. Y, junto con otros métodos, está técnica es muy eficaz.
Como de costumbre, termina cuando te doblegas y haces lo que quiere el manipulador. La solución es enfrentar al manipulador con lo que está tratando de hacer. Puede que la persona acabe con ese comportamiento.
Hasta aquí he explicado algunas de las técnicas de manipulación más complicadas de las que se puede valer un manipulador. Después, por supuesto, hay muchas variantes. Aquí hay una lista con una selección de ellas así como una breve descripción de en qué consisten:
• Indiscreción. El psicópata revela muy pronto en vuestra relación detalles delicados de sí mismo (verdaderos o falsos) lo cual te incita a contar cosas de ti misma; cosas que él luego usará en tu contra, por ejemplo: «Mi padre siempre me gritaba, y no soporto que nadie me levante la voz».
• Culpar a la víctima. Con independencia de lo que sea que no funcione en vuestra relación, el psicópata siempre encontrará la manera de echarte la culpa de todo.
• Insultos indirectos. Críticas desagradables camufladas bajo supuestos halagos, por ejemplo: «Me gusta cuando te pones ese vestido porque te hace parecer más delgada».
• Comentarios insinuantes o cumplidos. Una manera tan ambigua de expresarse que no sabes qué quiere decir, por ejemplo: «¡Lo sabes, realmente podrías ganar dinero como prostituta!».
• Provocar sentimientos de culpabilidad. Acusar a la víctima de ser mala o injusta con el manipulador, por ejemplo: «¿Cómo puedes acusarme de esto? ¡Yo que siempre he hecho todo por ti!».
• Palabras vacías/huecas. Los psicópatas no le dan ningún valor a lo que dicen. Pueden decir cualquier cosa que les venga bien en ese momento, por ejemplo: «Te amo». Eso hace que te calmes en ese momento, pero no significa nada porque los psicópatas no aman.
• Quitarle importancia a un comportamiento concreto. Un psicópata te convence de que lo que ha hecho no es tan peligroso: «¿Qué pasa? Pero si eso lo hace todo el mundo. ¡No pasó nada!».
• Mentir. Diferenciar las mentiras de todo lo demás es complicado, pero si observas alguno de los métodos anteriores puedes estar segura de que el psicópata te mentirá también a ti. Acerca de todo. En todo momento. No te creas nada.
• Disminuirte. Una técnica de dominación clásica que consiste en quitarle importancia a todo lo que tú piensas, sientes o experimentas, por ejemplo: «No deberías tomártelo así». O: «Debes de estar de broma. No fue tan peligroso».
• Encanto. ¡No hay que olvidarlo! El psicópata comienza seduciéndote. Él o ella te dicen cosas que no te han dicho antes. Y tú quedas cautivado porque es muy agradable.
• Olvido (consciente). El psicópata se olvida sin más de recoger tu ropa en la tintorería. O comprar tu mermelada preferida. O llamar a casa desde el hotel…
• Ira. Empezar a gritar o vociferar para obligarte a dar marcha atrás si te opones a las locuras del psicópata.
• Adoptar el papel de la víctima. Aunque los psicópatas no pueden compadecerse de sí mismos pueden hacerse la víctima como cualquiera, por ejemplo: «¡Qué tonto soy! Debería haber sabido que no tenía que tomar prestado el coche de tu padre. Mira, ahora se lo he rallado en el aparcamiento. ¡Seguro que todos me odiáis!»
• Racionalización. Un mecanismo de defensa habitual, pero aquí se emplea conscientemente. Supone una explicación lógica de un comportamiento que no lo es, por ejemplo: «¡Todos los hombres ven pornografía!». O «Perdona que te haya pegado, pero me enojó mucho que me provocaras».
• Halagos. ¿Necesita alguna explicación? Todos sabemos cómo nos sentimos cuando alguien elogia nuestro aspecto, nuestra inteligencia, nuestro buen gusto. Los psicópatas también lo saben. ¡No caigas en la trampa!
Por supuesto, hay aún más maneras de manipular, pero el libro sería demasiado largo si las enumerara todas. Si quieres saber más, hay una bibliografía al final del libro.
Ahora ha llegado el momento de pasar página y ver cómo puedes actuar para contrarrestar todos esos métodos tan desagradables. ¡Unámonos al movimiento de resistencia!