Existen diferentes teorías sobre la Tierra hueca, yo no voy a añadir ninguna más a la colección; no, me propongo contar una experiencia real que yo mismo protagonicé.
Sí, junto con mi compañero de viaje, del que debo omitir su nombre porque así me lo hizo saber cuando supo que me disponía a escribir aquella aventura, vivimos una experiencia de tal magnitud que cambió nuestra forma de ver a la vida y al planeta en el que vivimos —que no es tan nuestro como pueda parecer o creemos—.
Una aventura digna de ser contada por el gran Julio Verne, aunque se acercó bastante en su obra: Viaje al centro de la Tierra.
Aún no me dispongo a desvelar qué es lo que vimos y lo que encontramos —todo tiene su tiempo—, pero sí os puedo decir que, a casi veinte años de haber vivido aquello, lo recuerdo con vívidas imágenes, como si estuviera allí.
Nunca podré olvidar lo que hallamos en nuestra expedición, pero tampoco lo verdaderamente importante de todo objetivo: el viaje. El viaje de ida a través de la India y los Himalayas, así como la hospitalidad de la gente que encontramos en el camino.
Lo que sí le digo al hipotético lector de esta historia es que, si la considera una novela, debe saber que contiene y encierra más realidad que ficción y que, como ya se ha dicho con anterioridad, nada es lo que parece…