Queremos el mundo
y lo queremos
¡ahora!
When the music’s over
Jim Morrison
El New York Times escribió una vez, “Jim Morrison es el único símbolo sexual americano surgido después de James Dean y Elvis Presley”.
¿Por qué las estrellas del rock siempre terminaban siendo el símbolo de algo?
Sam Numit pensaba en ello en el momento en que el avión despegó del aún maltrecho Heathrow. Lo peor había sido que Adaia volviera allí, aunque a veces la mejor de las terapias consiste en enfrentarse cuanto antes a los3 hechos, para exorcizar a los fantasmas. ¿Cuántas veces más tendrían que despegar o aterrizar en Heathrow a lo largo de su carrera? El aeropuerto era una prolongación de sí mismos, el cordón umbilical que les unía con el mundo, con el público, con la escena.
Adaia tenía los ojos cerrados. Sam comenzó a leer el capítulo dedicado a Jim Morrison en el libro “Cadáveres bien parecidos”, de Sierra i Fabra, que encontró en casa antes de salir. Necesitaba recordar la historia, tenerla viva en la mente. Si estaba dispuesto a perseguir un recuerdo, basándose en las extrañas palabras de un muerto, era mejor hacerlo a conciencia.
Ni por un instante pensó en llamarse a sí mismo “loco”.
—Todo es posible —dijo una vez más antes de concentrarse en la lectura.
«En un tiempo en el que los hippies y su filosofía dominaban gran parte de la escena rock, y en el que la búsqueda del amor se superponía a todas las demás verdades, Jim Morrison fue un azote. No tocaba la guitarra ni era un cantante acorralado, huyendo hacia adelante, al menos en los primeros años. Cantaba por un azar, porque no tuvo más remedio, y porque se vio sumergido en una trampa de la que ya no salió hasta poco antes de morir. En realidad, fue lo que hoy reza su tumba en el cementerio parisino de Pére-Lachaise: un poeta. Un poeta que utilizó el rock para manifestarse y que desencadenó la conmoción que acabó por devorarle en cuatro años.
«James Douglas Morrison nació en Melbourne, Florida, el 8 de diciembre de 1943. Su padre fue el contraalmirante George S. Morrison y tuvo un hermano y una hermana, Andy y Anne. La infancia de Jim se desarrolló a lo largo y a lo ancho del país, por las diferentes bases a las que el padre fue destinado. En un ambiente de disciplina férrea, Jim fue un rebelde innato, intempestivo, visceral. Despreciaba cualquier forma de autoridad. Se graduó en 1961, ingresó en la universidad en 1962, la abandonó en 1963 y marchó a Los Ángeles en 1964 para estudiar en el Departamento de Teatro de UCLA (Universidad de California, Los Ángeles). Por entonces las relaciones con su padre ya no existían y ambos renegaban el uno del otro. Fue la dimensión de Los Ángeles, la inmensa ciudad-carretera, y el ambiente que allí vivió y respiró, lo que acabó de marcarle profundamente la personalidad. En repetidas ocasiones dijo que Los Ángeles lo había moldeado, estableciendo una relación de amor-odio, dependencia-independencia, tan fascinante como peligrosa, capaz de provocar en él sentimientos encontrados, desde la sublimación de su rebeldía hasta el deseo de liberarse mediante la salvaje furia que luego trató de canalizar por la vía musical.
»En Los Ángeles quiso ser poeta, filósofo y también cineasta (su gran pasión). Pero conoció a tres locos como él, Ray Manzarek, Robby Krieger y John Densmore, y juntos formaron un grupo de rock “para ganar un millón de dólares”. Lo llamaron The Doors (Las Puertas), nombre que Jim extrajo del título del libro The doors of the perception de Aldous Huxley, y de un pasaje de la obra de William Blake que decía: “there are things that are known and things that are unknown; in between the doors” (Hay cosas conocidas y cosas desconocidas; en medio están las puertas).
»El cuarteto pronto destacaría por su lucidez en mitad del panorama del rock en Los Ángeles. De hecho, los Doors fueron el grupo clave de la revolución americana (y también de su evolución) en la segunda mitad de los años sesenta, en oposición a la nube hippie proyectada desde San Francisco. Agruparon a su alrededor movimientos intelectuales y musicales, y su éxito tuvo un nombre propio, Jim Morrison. Su voz era un látigo, y su personalidad, un volcán. Algo más, en escena enloquecía a las fans lo mismo que a los buscadores de sensaciones. El erotismo y la belleza animal que le transformaron en un sorprendente sex symbol, determinaron finalmente su rápida ascensión. La vieja idea de ganar un millón de dólares se convirtió enseguida en realidad. Luego Jim empezaría a preguntarse, “Y ahora, ¿qué?”.
«Debutaron discográficamente en 1967 con el álbum que incluía el primer éxito, Light my fire y el apocalíptico poema musical The end, de más de once minutos de duración. Dos nuevos LP en 1968, un nuevo número uno en singles y la intervención del grupo en algunos proyectos cinematográficos de UCLA, todos ellos experimentales, avalaron su irresistible proyección. Paralelamente, Jim pudo por fin mostrar su talento de poeta editando varios libros, The new creatures, The Lords y An American prayer, pero todos querían al Jim cantante, no al Jim poeta, y fueron un fracaso. En 1969 las cosas fueron distintas. Los escándalos continuos de Morrison, la implacable persecución policial a que era sometido y la cancelación de conciertos y giras por miedo a sus desmanes, iban configurando otra leyenda en torno al grupo, la de “malditos”.
»La cronología de altercados, situaciones límite y arrestos es una de las páginas más explosivas del rock y aún hoy la mejor de las definiciones de lo que es un camino directo al fin.
»E1 9 de diciembre de 1967, después que Jim cumpliera los veinticuatro años, el grupo actuaba en Connecticut, en la población de New Haven. Antes del concierto él y una amiga se “retiraron” para estar solos. No escogieron el lugar adecuado (las duchas) y un policía los sorprendió. Sin apenas mediar palabras, el celoso agente roció con gas lacrimógeno la cara del cantante, dejándole casi ciego. Hubo excusas y explicaciones, pero cuando Jim salió a escena, aún con los ojos llorosos, hizo una de sus famosas parodias, narrando-cantando el hecho que acababa de sucederle. Como era habitual en estos casos, el grupo le siguió sin más. La historia no gustó a la policía local y el escenario acabó invadido por los agentes. En pleno caos, Jim gritó su famosa frase, estandarte de los años sesenta: “¡Queremos el mundo, y lo queremos AHORA!”. El resultado de aquello, además de la detención de Jim, fue un escándalo y un altercado de primera magnitud, con el público enloquecido y la policía cargando contra todo. Jim fue acusado de perturbar el orden público, resistirse a la autoridad y haberse comportado indecente e inmoralmente. Fue absuelto.
»Pero ya nadie detuvo la espiral. A comienzos de 1968 Jim y su amigo Robert Gover, escritor, tuvieron un altercado con el guarda de seguridad del parking del Pussycat A-go-go de Las Vegas. Iban desnudos de cintura para arriba y estaban borrachos. Cuando la policía los detuvo, Jim se negó a identificarse. En comisaría fueron multados y acusados de embriaguez, vagancia y resistencia a la autoridad.
»El hecho clave que marcó la carrera y la vida de Jim se produjo el 1 de marzo de 1969 en Miami. Esa noche, en el Dinner Key Auditorium, salió a escena borracho y en un momento del show apareció con un becerro en los brazos. Como en otras ocasiones, en las que un monólogo conducía a una canción o una canción terminaba en un monólogo, comenzó a arengar al público, y... la historia de lo que sucedió allí aquella noche, pese a los miles de asistentes, nunca llegó a conocerse del todo. Por un lado, Jim hizo diversos actos obscenos: “simulación de copulación oral”, “simulación de masturbación”..., siempre según la policía, pero nunca quedó claro si en el transcurso de los incidentes, la pelea con el organizador o el caos por sus actos, llegó a mostrar sus órganos sexuales en público. El grupo fue barrido del escenario y a los pocos días la ley acusaba a Jim de cuatro cargos importantes: borrachera, desorden público, incitación y —el cuarto era la clave— comportamiento impúdico y lascivo en público mediante la exhibición de las partes íntimas y la simulación de masturbación y “copulación oral”. Las simulaciones, hoy habituales en el rock, no lo eran entonces. Por ese último cargo le pedían tres años y ciento cincuenta días de internamiento en la dura penitenciaría de Raiford. El 27 de marzo fue cursada una orden federal de detención y Jim, para evitar males mayores, se entregó voluntariamente el 4 de abril.
»Esta vez la ley actuó con mano dura. Como siempre, necesitaba un ejemplo, un escarmiento fulminante para detener la creciente influencia de la música en la juventud. Para las autoridades, los hippies y todos los que llevaran el pelo largo, luchaban eminentemente contra la guerra de Vietnam. En Inglaterra, en 1967, los Rolling Stones pasaron por la cárcel “como ejemplo”. La historia se repetía. Tras un largo y confuso juicio en el que poco pudo probarse, Jim fue declarado culpable de dos de los cargos, exposición indecente y profanación y sentenciado a seis meses de trabajos forzados más quinientos dólares de multa, por el primero de ellos, y a sesenta días de trabajos forzados por el segundo. Esto sucedía en septiembre de 1970, un año y medio después de los hechos. Antes, Jim tuvo otros altercados.
»E1 11 de noviembre de 1969 Jim y su amigo Tom Baker volaban en la Continental Airlines desde Los Ángeles a Phoenix para asistir a un concierto de los Rolling Stones. Borrachos en el avión, su conducta desordenada y su interferencia en la labor del personal de vuelo obligó a que el capitán informara a las autoridades. Al aterrizar el avión el FBI los detuvo. Puesto que se trataba de una línea comercial, la ley penalizaba actos así con diez mil dólares de multa y/o diez años de prisión. Mientras el juicio de Miami iba por la vía lenta, este otro fue más rápido, y se halló a Jim inocente de “felonía” pero culpable de asalto, intimidación, comportamiento teatral e injerencia ante el personal del aparato. Finalmente los miembros de la tripulación cambiaron los testimonios y se le absolvió.
»E1 10 de abril de 1970 estuvieron a punto de repetirse los incidentes de Miami. Jim preguntó al público si querían ver sus órganos sexuales. La respuesta fue sí, pero no pasó nada. El 4 de agosto de ese año, un día antes de iniciarse el juicio por lo de Miami, Jim volvería a ser detenido borracho. La policía le encontró durmiendo en el porche de la casa de una anciana en Los Ángeles.
»Luego comenzó el juicio, y el 20 de septiembre de 1970 llegó la sentencia, la cárcel y trabajos forzados. Durante meses había repetido, “No pueden encerrarme, no lo soportaría”. Y mientras los abogados apelaban, no cesó de decir: “Si voy a la cárcel me moriré. No resistiré ni un solo día”.
»Sin embargo, había mucho más. El Jim Morrison que en 1970 era aplastado por el peso de la ley ya no tenía nada que ver, al menos en lo físico, con el Jim Morrison de 1967 y 1968. Aquel sex Symbol magnético y salvaje se había convertido en un desaliñado artista, cubierto por una larga cabellera y una espesa barba, y adornado con un considerable exceso de peso. Y no se trataba de la degradación del personaje, sino de su propia forma de rebelarse contra el sistema. Es difícil saber si de verdad quiso ser una estrella del rock o sólo buscó ganar ese millón de dólares para pasarlo bien y hacer lo que desease. Cuesta imaginar a alguien que odia lo que es y lo que representa. Pero lo cierto es que Jim comenzó siendo un cineasta y un poeta y quiso volver a serlo. El rock y su dinámica le pesaban como una losa. Su imagen le importaba muy poco. Nunca se cuidó. Para sus mismos compañeros llegó a ser una carga. El mismo día en que los jueces le sentenciaron, murió el grupo; aunque aún quedaba un último LP para ser editado, L.A. woman.
»A comienzos de 1971, Pamela, la compañera de Jim, se marchó a París. El la siguió. Buscaba la paz, un nuevo mundo, tratar de encontrar sus raíces de poeta y, por supuesto, librarse de la cárcel. Se instalaron en el número 17 de la rué de Beautreillis aunque alternaron su vida allí con estancias en un hotel de la rué des Beaux-Arts cuando no podían ocupar el apartamento, que era alquilado. Lamentablemente, Jim no podía partir de cero ni su cuerpo, vulnerado por todos los excesos con el alcohol, parecía decidido a ayudarle. Durante las semanas siguientes son frecuentes los vómitos, las visitas médicas, los problemas respiratorios, la tos, la bilis sanguinolenta, las noches en vela... y las borracheras. El libro de poemas y el guión de lo que debe ser su primera película están sin tocar. No puede.
»El sábado tres de julio, a las cuatro de la madrugada, Jim se despertó presa de un fortísimo espasmo. Vomitó al pie de la cama y entre la papilla volvió a aparecer la sangre. Pamela no se asustó porque ya estaba habituada. Mientras ella limpiaba la suciedad él se metió en el cuarto de baño para lavarse, sumergirse en agua y relajarse. Pamela regresó a la cama y se durmió sin darse cuenta. No mucho después despertó y al verse sola se levantó. En el baño encontró a Jim, muerto de un ataque al corazón. Tenía 27 años.
»Aquí podría cerrarse la historia, pero...
»Una suma de casualidades, de interrogantes sin respuesta, de misterios, y... ¿un derroche de imaginación?, han hecho que todo aquello y lo que siguió se haya convertido en la más singular de las leyendas. Hasta los más escépticos se han preguntado alguna vez: “¿Y por qué no?”. En realidad, era lo que todos habrían deseado. Brian Jones, Janis Joplin y Jimi Hendrix murieron al límite. Jim Morrison fue el único de los cuatro grandes desaparecido por algo tan vulgar como... un infarto. Hubo quien no se lo perdonó.
»Pero vayamos a los hechos.
«Pistas: El médico que certificó la muerte se limitó a cumplimentar el papel oficial que se usa en un caso así. La portera del edificio ni siquiera llegó a ver el cadáver. Pamela no presentó en la embajada de los Estados Unidos de París el certificado de defunción hasta el día 7 de julio. Dado que en ese certificado sólo constaba James D. Morrison, poeta, la noticia no llegó al mundo hasta que se hizo oficial, el día 9. Nadie, salvo Pamela, un amigo llamado Alan Ronay y el manager de los Doors, Bill Siddons, que llegó a París el mismo día 7, vio el cadáver. En el entierro, el miércoles 7 de julio, sólo estaban Pamela, Alan, Bill y... dos desconocidos, dos personas nunca identificadas.
»La suma de “¿porqués?” es tan evidente que no hace falta enunciarla exhaustivamente, aunque algunos son vitales: “¿Por qué no se enterró a Jim en Estados Unidos? ¿Por qué tanto tiempo y tanto secreto? ¿Qué pasó entre el día 3 de la muerte y el día 7 del entierro?
»¿Pudo Jim organizar su propia desaparición?
«Nacía una leyenda, dentro de otra leyenda.
«Para comenzar, la misma noche que murió, el presentador de un club parisino llamado La Bulle anunció la muerte de Jim Morrison. Eso fue horas antes de que en realidad muriese. Cuando se le interrogó, Caneron Watson dijo que había recibido el informe de un “conocido drogadicto”. No hubo más. Eso dio pie a que la gente se preguntara por qué no se le había practicado la autopsia al cadáver... y si no podía tratarse de otro cuerpo. A pesar de ello nunca se exhumó para tal requisito.
»Para continuar, la sentencia de cárcel que pesaba sobre Jim fue anulada y la atención se centró en el testamento dejado por el muerto, unos tres millones de dólares. Era todo para Pamela, pero enseguida la familia, que renegaba del hijo muerto y no quería saber nada de él, lo impugnó. Basaron su petición en dos hechos, Pamela y Jim no estaban casados, y el testamento pudo haber sido redactado “sin hallarse Jim en plena posesión de sus facultades mentales”. El testamento fue anulado, Pamela se quedó sin nada y murió el 24 de abril de 1979, menos de tres años después de su amor, a causa de una sobredosis.
»Luego, comenzaron las “visiones”.
»El 13 de octubre de 1973 los empleados del Bank of America de San Francisco juran haber visto en su local a Jim Morrison e incluso haber hablado con él. El 2 de diciembre de 1973 varias emisoras californianas reciben un disco de un misterioso cantante apodado El Fantasma. La voz es de un gran parecido con la del líder de los Doors. El 14 de abril de 1975 se edita el libro The band of America of Louisiana, escrito por un tal Jim Morrison, que relata la vuelta a la Tierra del famoso mito. No se sabe nada del autor, pero los visionarios opinan que las revelaciones de la obra sólo pudo hacerlas él. El 22 de octubre de 1975 la emisora WRNO de Nueva Orleans anuncia haber logrado una entrevista en exclusiva con Jim Morrison, en la cual éste explica los detalles de su falsa muerte en París. Los ejecutivos de la emisora se niegan a dar detalles pero insisten en que la grabación es auténtica. El 3 de noviembre, una vez pasada la “entrevista” por antena, ningún experto se atreve a decir si era o no la voz de Jim. Interferencias y dificultades en la grabación hacen imposible un veredicto. En 1976, por último, se publica la noticia de que la tumba de Jim en París ha sido forzada.
»No hay pruebas, pero se ha asegurado que la tumba está vacía.»
—Estamos llegando —dijo en ese momento Adaia.
Sam levantó la cabeza del libro. Estaba absorto en él. Lo cerró y se reclinó en el asiento.
—¡Diablos! —suspiró.