9.

 

 

 

 

Camino necesita pensar.

 

Ha hablado con el Servicio de Patología Forense, pero no le han aportado ningún dato que le sirva para avanzar. Las piernas de la mujer se cercenaron con una gruesa hoja de acero que fue perforando la carne y astillando el hueso hasta amputarlas por completo. Un estremecimiento de horror recorre la espina dorsal de la inspectora al representarse la imagen. La mujer murió por exanguinación. Con algo de suerte, habrá perdido el conocimiento en cuanto su asesino comenzó a serrar. La autopsia está prevista para dentro de dos días. Hay varios cadáveres esperando antes que el suyo y un estricto orden de entrada en la sala de corte y disección.

Camino también ha impartido nuevas instrucciones: que se curse la orden para acceder al domicilio de Pureza Bermejo, que pidan favores a la científica a ver si pueden agilizar los tiempos, que le hagan llegar una copia del dosier fotográfico de la escena del crimen por si se le hubiera pasado algo por alto.

Está sentada en el sillón de su despacho emprendiéndola contra sus roídas uñas. Para dejar de hacerlo, coge el móvil y repasa las notificaciones. Tiene una de la app de ajedrez: Alekhine72 acaba de invitarla a una partida. Se le abre la boca de la sorpresa. Hace tiempo que tiene fichado a ese jugador, uno de los que más alto puntúa en la clasificación. Se mentiría a sí misma si dijera que no se ve tentada de aceptarla. Pero cada vez que comienza una partida durante un caso no es capaz de rematarla y nada le da más rabia que perder sin haber tenido oportunidad de pensar en las jugadas.

Hace girar el sillón y observa a través del cristal cómo los goterones caen sin descanso. El ventanal da a las traseras del edificio. Desde ahí se ve una balsa de agua en los aparcamientos, da la impresión de que cualquier coche va a salir flotando de un momento a otro.

El temporal no remite y la situación no pinta bien. Sevilla ha sido una ciudad caracterizada por las inundaciones desde que fue levantada por los tartesios sobre los sedimentos del Guadalquivir. La navegabilidad del río la ha colmado de riquezas como puerto comercial, pero este cada tanto reclama lo que es suyo recuperándola con sus crecidas torrenciales.

A lo largo de los siglos, los sevillanos han vivido con la incertidumbre de no saber hasta cuándo el Baetis les permitiría vivir de prestado en sus terrenos, y han querido igualar su omnipotencia haciendo de todo por domeñarlo: desde las murallas que servían de barrera a cortas, diques, aterramientos, esclusas. Sin embargo, en anteriores crecidas el agua les demostró que sus ingenios eran vanos. Está por ver si, tras las obras titánicas operadas en la última década, el hombre ha vencido definitivamente al río.

Pero no son las lluvias lo que le quitan la paz a Camino. Eso no está bajo su control. Sí lo está tratar de averiguar qué hay tras el asesinato de Pureza Bermejo. Desea con todas sus fuerzas que el listillo de Fito se equivoque. Si fuera creyente, hasta rezaría para que esta vez se trate de algo puntual. Un ajuste de cuentas, un crimen pasional, una herencia considerable. Algo más de andar por casa, en definitiva. Aunque la hayan matado con un hacha, que suena a loco perturbado o a friki de la cultura vikinga, o sea, más perturbado todavía.

Un agente llama a la puerta y deja sobre su mesa una carpeta con las fotos tomadas de la escena del crimen. Se lo agradece con un rictus de algo parecido a una sonrisa: eso sí es eficiencia. Sin embargo, al ver en las fotografías lo que ya contempló de cuerpo presente, se ratifica en sus presentimientos: no van a rascar nada de ahí. Aun en el caso de que el criminal hubiera cometido algún descuido, el temporal ya se encargó de borrar todo rastro. Solo una cosa parece clara: la atrocidad que han cometido con esa mujer no se ha ejecutado en el campo de golf. Allí solo han llevado el cuerpo sin pies. Y eso lo hace alguien que ha premeditado muy bien su crimen.

El teléfono suena interrumpiendo todo flujo de pensamientos: es Pascual, que ya sabe dónde trabajaba la víctima. Se sacude las especulaciones y coge el paraguas. Hora de ponerse en marcha de nuevo.