18.

 

 

 

 

Paco está viendo un tutorial de YouTube.

 

Parece de coña, pero hasta para hacerse un chino hay tutoriales en internet. Y él habrá confiscado mucho caballo, pero nunca se lo ha fumado. Ahora ya tiene todo lo que necesita: una tira de papel de aluminio bien cortada, el turulo que se ha fabricado con el mismo material, el mechero y, lo más importante, ese polvillo parduzco cuyo menudeo tanto hostigó en sus años jóvenes en la UDYCO y que hace unos minutos ha encontrado en la que ahora es su propia casa.

Coloca con mucho cuidado el polvo sobre la lámina de papel de plata, se lleva el canuto a los labios, levanta un pico del aluminio, enciende el mechero por debajo y espera a que se caliente provocando la magia. Ahora el polvillo es una pasta marrón oscura tirando a negra de la que sale un humo que él aspira con fuerza. Lo retiene en los pulmones durante unos segundos y, aun antes de expulsarlo, cada una de sus facciones se relaja y su rostro adquiere una expresión beatífica. Espira con lentitud. Se siente mareado. Repite la operación. Cuatro, cinco, siete veces. No las cuenta. Cuando la sustancia no es más que una ceniza endurecida, hace un gurruño con todo y lo deja encima de la mesa. Luego lo recogerá. Solo quiere permanecer quieto, permitiendo el paso franco al bienestar que invade cada milímetro de su cuerpo. Se deja mecer por las olas del mar, las que le han mareado hace unos instantes. Está flotando en la playa. Camino llega en biquini contoneando sus curvas generosas, su pecho turgente, el cuerpo bronceado y la cabellera rubia despeinada por el viento. Se la ve espléndida. La crema protectora y el sudor crean reflejos de sol en su torso resbaladizo. Sus labios grandes y finos se estiran al verle, dejando al descubierto la sonrisa por la que podría llegar a matar. Se mete en el agua salpicando juguetona y llega hasta él, que la espera con los ojos brillantes por la lujuria. La toma de la cintura y le da un beso mojado. Ella se abraza a su cuerpo, las piernas escultóricas entrelazadas a su espalda. Él la acaricia entera, le baja la parte superior del biquini y le lame los pezones, duros por el efecto del frescor y de la excitación ante su lengua traviesa. Ella inclina la cabeza hacia atrás y le agarra del culo, asiéndose más fuerte a él, que nota una erección creciendo dentro del bañador. Ahora Camino desenreda sus piernas y Paco no duda un segundo. Le quita las bragas del biquini y se deshace de sus bermudas, que se pierden entre las olas mientras la penetra con ansia desesperada y ella se arquea en el agua enardecida por el placer.

Cuando acaban, Camino se deja caer hacia atrás, exhausta y satisfecha, y permite que el agua la acune a su antojo. Él la imita. Ambos hacen el muerto boca arriba, agarrados de la mano. Se dejan llevar por las olas mientras un sol tibio les acaricia la piel. En el pecho de Paco se acumula el fuego de la felicidad más inmensa.