A Lupe no le entra la tostada.
Ha amanecido derrotada, como todos los sevillanos, sumidos en una pesadilla de pánico y desesperación. Hacía décadas que Sevilla no era sacudida por una catástrofe similar. En la versión online del periódico van dando cuenta en directo del número de víctimas. Ya se han declarado tres días de luto oficial, y a última hora de la tarde se oficiará un funeral colectivo por los fallecidos.
¿Por qué nadie predijo que algo así podría tener lugar? El encauzamiento del arroyo Tamarguillo recibe varios aportes de cursos de agua procedentes de la cornisa de los Alcores. Hay un tramo que discurre por Torreblanca a cielo abierto. No ha sido soterrado, puesto que los estudios aseguraban que solo una crecida extraordinaria podría hacer que se desmandase. Ahora los periodistas buscan cabezas que cortar, igual que los partidos políticos en la oposición. Los cuerpos de personas sin nombre, aún pendientes de sepultura, ya se han convertido en armas arrojadizas para desgastar el bastón de mando.
Sevilla no es una ciudad tan grande. Con sus setecientos mil habitantes, el que más y el que menos sabe de alguien que sabe de alguien que conoce a algún familiar de alguna de las víctimas. En el caso de Lupe, esa relación se acorta. Pascual ha llamado a todo el equipo para comunicar la noticia: la madre de Fito Alcalá está entre los fallecidos. Al principio no se entendía mucho con ese subinspector engreído, pero poco a poco fue comprendiendo que su chulería formaba parte de una coraza, y eso le hizo ver que no solo era un profesional competente, sino que había luchado mucho por llegar hasta ahí y que aún arrastraba complejos por proceder de uno de los barrios más pobres y peligrosos de Sevilla, donde hasta los policías más veteranos se lo pensaban dos veces a la hora de adentrarse.
Por si fuera poco, el terrorífico vídeo de Daniel Torredealba ya está también en todos los diarios, y les toca lidiar con ello. ¿Quién puede estar tan enfermo como para hacerle algo así a un chaval? A Lupe el cuerpo se le revuelve solo de pensar en esas mentes perturbadas y en lo que pueden llegar a tramar. Sí, ella se hizo policía para atrapar a los delincuentes, pero el vértigo que siente ante tanta maldad hace que le fallen las piernas y el coraje para afrontarlo. A medida que Jonás crece, ella solo aspira a vivir en un mundo seguro, donde nada pueda ocurrirle. Y el mundo que ve cada día en la Brigada está muy alejado del que querría para su hijo. Un mundo en el que la crueldad ni siquiera se detiene ante la vida de un chaval adolescente.
Y luego está lo de Tonino. Cuando Rocío acabó de contarle las novedades sobre Pureza, dijo que se tenía que ir a ensayar, y Lupe iba a dar por terminada la entrevista cuando el bailaor insistió en que se quedara a la última. Lupe lo hizo porque está desentrenada, tanto que creyó que le iba a contar algo más de la víctima en lugar de hacer lo que hizo, que fue ir a por ella a saco. Que si por qué no vuelves mañana a verme, que si yo te consigo entradas cuando quieras, que si luego nos quedamos por ahí los dos y te llevo a un sitio que te va a flipar. Como si ella no tuviera ya complicaciones en la vida. Le dijo que se equivocaba y se fue de allí medio sulfurada, aunque ahora le ha dado por pensar que está hecha una pánfila, que tampoco pasa nada por dejarse regalar un poco los oídos, y menos cuando es por alguien en quien no ha dejado de pensar desde que le vio actuar en Los Gallos, desde que la miró con esos profundos, insondables ojos negros que la han dejado hipnotizada. O agilipollada, no está del todo segura.
—Buenos días.
Se abre la puerta de casa y aparece Jacobo, que viene de llevar al niño al colegio.
Lupe masculla un saludo entre dientes. Luego deja la taza de café sobre el fregadero y sale de la cocina dispuesta a irse a la Brigada. Le oye de fondo rezongar que vaya humos que se gasta, que si se puede saber qué le pasa, que él no ha hecho nada para que le trate como si fuera un extraño, y ella contiene a duras penas una lágrima que amenaza con desbordarse. Le gustaría contárselo, abrirle su corazón, decirle que sí, que se ha convertido en un extraño, que hay un muro entre los dos que lleva mucho tiempo siendo incapaz de derribar, que cuanto más lo intentó, sin conseguirlo, más alto y grueso se hizo y que ahora ya ha perdido la esperanza y ni siquiera se esfuerza. Pero es ese mismo muro el que le impide decirle nada. Y, lo que es peor, sabe que es ese mismo muro el que hace que a él tampoco le importen sus sentimientos. Ni los comprende ni le importan. A veces lo que querría Lupe es agarrar una maleta, verter un puñado de cosas delante de sus narices y largarse. Pero sabe que todavía no tiene fuerzas para aceptar que su relación está muerta. Así que, simplemente, no hace nada. Nada más que pegar un portazo y salir en dirección a la Brigada. Eso, y pensar en los ojos negros de Tonino.