David hablaba en serio. Erik estaba nervioso; su corazón palpitaba fuertemente. Y el resto de los presentes estaban atónitos pero felices. Por primera vez Erik estaba dudando si todo el viaje sería realmente la aventura que tanto presumía el viejo o algo más, algo extraño, algo incluso peligroso.
—Bueno —dijo Karen—, no debería de ser tan complicado llevar las cenizas de tu esposa, David. ¿O sí?
—Según investigué, requieren algunos documentos, con los que ya cuento, además de la urna sólida como la que ustedes sostienen: el acta de defunción y un certificado de cremación que me entregaron junto con las cenizas. Fuera de eso, debería ser relativamente sencillo. No creo que haya problemas para salir del país. De lo que tengo un poco de miedo es de lo que pase al llegar a Katmandú.
—Pase lo que pase —comenzó a decir Karen—, todos aquí estamos juntos y si algo pasa lo resolveremos juntos. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
—Karen querida, la responsabilidad de todo es mía y quiero que, si sucede algo fuera de lo planeado, toda la culpa ustedes me la echen a mí, y yo la asumiré por completo. No quiero a ninguno de ustedes involucrados en temas legales y esas cosas a su corta edad. A mí ya que me hagan lo que quieran.
Diana replicó:
—No, David, al viaje vamos todos y todos somos responsables de…
No pudo terminar la frase porque una vez más el viejo tomó la palabra interrumpiéndola abruptamente.
—¡De ninguna manera! Si nos detienen en el aeropuerto o en cualquier otro lugar por la razón que sea, el único que va a asumir la responsabilidad de todo soy yo y ustedes van a hacer como si no supieran absolutamente nada. Y ésa es una condición indispensable. Si no lo aceptan, no hay viaje.
Erik tenía sus aprensiones respecto a lo que el viejo decía.
Todos guardaron silencio. Querían decir muchas cosas, pero no lo hicieron.
—¿Estamos de acuerdo? —preguntó con determinación David.
Asintieron, sabiendo que hubieran preferido que las cosas fueran diferentes pero aceptando la voluntad de su amigo David.
—¡Maravilloso, maravilloso! —exclamó—. Pues bien, chicos, nos espera un viaje sorprendente y maravilloso. Volaremos a la ciudad de Katmandú.
—¡Nepal! —gritó Diana interrumpiéndolo.
—¡Sí, Nepal! —concedió con una gran sonrisa David mientras las chicas reían—. Estaremos dos días en la ciudad y nos iremos caminando al campamento base del Monte Everest, y de ahí vemos qué sorpresas nos tiene el destino.
Las hermanas estaban boquiabiertas, Ara recibió la noticia como algo normal, pero la incredulidad y las aprensiones de Erik crecían como una bola de nieve.
—Entonces… ¿es verdad que vamos a ir a la cima más alta del mundo? —preguntó Erik—. Pensé que iríamos, no sé, al monte más alto de nuestros alrededores, que era en sentido figurado con el fin de hacer una ceremonia simbólica o algo así.
—¡La cima más alta del mundo, amigo mío! —exclamó David con grandilocuencia—. Las oportunidades están siempre ahí, alrededor de nosotros. Vivir junto a mi hermosa Lisa fue una oportunidad; conocerlos a ustedes en el hospital, otra: viajar a los Himalaya con ustedes también lo es. Las oportunidades están ahí siempre, esperándonos pacientemente y con los brazos abiertos.
“A lo largo de mi vida he conocido todo tipo de personas, aquellas a las que las oportunidades les pegan en la cara, y nada más nada…
Todos rieron por el histrionismo del viejo mientras hablaba.
—A otras —bajó el tono y comenzó a hablar suave y melancólicamente— les pegan directo en el corazón —y ahora continuó con un tono suspicaz y poderoso—. ¡Algunas veces al hígado! Y simplemente no pasa nada. Hay quienes toman algunas oportunidades, las pequeñitas que no representan ningún riesgo en sus vidas, y después se arrepienten por “todo lo que pudo haber sido”. Finalmente, están los que dedican su vida a dejar un legado y marcan una diferencia en el mundo. Son estas personas las que toman cada oportunidad posible y la crecen a su máximo potencial.
Todos lo escuchaban fascinados. Ada y Karen comenzaban a aplaudir e inmediatamente fueron imitadas por el resto del grupo.
—Por eso, amigos míos —dijo David solemnemente—, es que, a pesar de poder hacerle un funeral cualquiera, lo que no implicaría riesgo alguno pero tampoco nos llevaría a tomar ninguna oportunidad, ¡vamos a los Himalaya a la cima más alta del mundo!
—Dime, Erik, ¿si podemos actuar en grande y tomar la oportunidad de ir a cualquier cima a dejar a mi difunta esposa cumpliendo así su sueño, por qué no hacerlo?
Todos guardaron silencio y reflexionaron las grandiosas palabras de David. Finalmente, Erik contestó.
—Sí, David, no habría razón para no hacerlo.
—¿Ustedes qué opinan? —preguntó al resto del grupo.
—Lo mismo —dijo Karen rápidamente, seguida por su hermana, quien asintió casi al mismo tiempo.
Y Ada, después de una corta reflexión, concluyó:
—Sí, pues creo que sí… Aunque, la verdad, pues yo sí sería de los primeros que dijiste. Si no fuera por el señor David, pues no iría a ningún lado.
Todos simpatizaron con ella.
—Recuerden bien —siguió David— que nunca hay una razón suficientemente grande para no hacer lo mejor. Mi mujer tuvo un día un sueño: disfrutar de la cima más alta del mundo. No sólo se lo cumpliremos, sino que, a través de ese mismo sueño, aprenderemos que en la vida siempre, siempre debemos ser los que eligen las mejores y más grandes oportunidades.
Hizo una pausa y después de un suspiro continuó.
—Amigos, quiero contarles una de las más hermosas reflexiones de mi linda esposa. De hecho, estas ideas fueron la semilla de lo que después se convirtió en el gran sueño que estamos por vivir. Recuerden, amigos míos… la vida no se trata de sólo desear. Todo mundo lo hace: desea más dinero, más amor, mejor salud, más tiempo; sin embargo, lo que en realidad necesitan es tener la capacidad de apreciar aquello que ya está frente a ellos. Algunos se quedan sin hacer nada aun sabiendo que su vida es potencial desperdiciado. Lamentablemente son pocos los que se dan cuenta realmente de sus capacidades. Finalmente, están las personas que lo hacen, muy pocas. ¡Es impresionante! Todos quieren, pocos reconocen que pueden y casi nadie hace. Por eso, la vida no es de los soñadores ni de aquellos motivados, es de los que actúan, entregan el corazón y siguen siempre adelante, a paso firme, con su grandiosa vida y su gran propósito.
—¡Son los que llevan fuego en el corazón! —exclamó Karen recordando las palabras de su gran amigo.
—La vida —terminó de decir David— se teje a través de las historias. Las historias viven en el corazón de aquellos valientes que se atreven a tomar las grandes oportunidades. Hoy, amigos míos, nosotros comenzamos una de esas historias, y mientras la tejemos se forma un legado interminable de alegría, amor y contribución para el mundo.
Todos intercambiaron miradas y a través del contacto que sus ojos establecían los unos con los otros lograron expresar ese sentido de profunda admiración, gratitud y entusiasmo junto con la certeza de que el viaje por venir, sin importar los obstáculos y los retos del camino, iba a ser uno que recordarían por el resto de sus vidas.
—¡Bienvenidos a la aventura! —exclamó fuertemente David.
Todos estaban rebosantes de alegría, con excepción de Erik, quién sólo aparentaba, pues en su corazón seguía habiendo muchas dudas. Ada estaba más nerviosa que nunca de lo que podía recordar en su vida.