DESPERTAR

Despertar.

Abrir los ojos.

Sentir el cuerpo, el dolor, la sed.

Pestañear y buscar algo conocido… alguien conocido, y no encontrar nada. No sentir más que el vacío del hambre y la desesperación. Ser interrumpida.

—Señora…

—¿Señora?

—¡Señora!

—Gracias a Dios está despierta. ¿Cómo se siente?

Pasaron unos instantes, pero no hubo respuesta por parte de Ada.

—¿Recuerda qué pasó? —insistió la enfermera, que tendría unos treinta años de edad, poca estatura, delgada de rostro fino y piel morena. Su mirada era tan profunda que Ada comenzó a sentirse un tanto obligada a responderle.

—No, no recuerdo nada —dijo finalmente después de meditar mucho y esforzarse por encontrar al menos algo.

—Puede usted tener todavía un poco de inflamación cerebral. Tuvo un golpe muy fuerte en la cabeza y un alambre atravesó su pie. Afortunadamente no rompió ningún tendón, sin embargo, la recuperación va a ser relativamente lenta —a pesar de la fuerte noticia que estaba dando, su voz era dulce y sumamente amable. —¿Cómo se siente?

—¡Me duele todo! —dijo finalmente la otra.

—Es normal después de un accidente como el suyo —siguió la enfermera—. ¿Tiene el número de algún familiar al que le podamos llamar?

—¿Familiar? —preguntó Ada mientras le lanzaba una mirada extraña a la enfermera.

—Sí, algún hijo, hermano, su esposo…

—No, yo no tengo esposo —le dijo un tanto desconcertada.

—Bueno, pero… ¿alguien más? —continuó la enfermera.

En ese momento Ada cayó en cuenta de una realidad dura y fría. Tan dura y tan fría que todo su cuerpo, su piel y sus sentidos quedaron petrificados. En ese instante, en ese momento, en ese preciso segundo no podía recordar absolutamente nada, sólo sentir un dolor intenso.

Como si su vida hubiera sido borrada y hubiera comenzado de nuevo: sabía que ella era ella, reconocía su cuerpo, sus manos, pero no sabía quién era, cómo se llamaba o qué había sido de sí.

Lentamente la realidad de su amnesia se convirtió en una lágrima, en dos, y así como la lluvia de aquel día que había robado su memoria de un instante al otro, estaba vuelta un mar de lágrimas.

—Tranquila, señora, no se preocupe —dijo la enfermera mientras con señas mandaba llamar a un doctor a través del espacio entreabierto de la cortina verde que cerraba el cubículo en donde ellas se encontraban.

—¿Recuerda algo? —le preguntó un tanto preocupada mientras la miraba fijamente detrás de esa mirada tan penetrante pero dulce.

—No, no recuerdo nada —le respondió entre lágrimas y sollozos sin poderse siquiera concentrar y comenzando a perder la paciencia. Parecía que un ataque de pánico estaba por apoderarse de ella.

—Señora… —continuó la enfermera— quiero que me mire fijamente a los ojos… Muy bien… Quiero que inhale profundamente junto conmigo —le dijo mientras inhalaba profunda y pacíficamente—, y quiero que lo suelte todo. —Y de un sopetón exhaló mientras se aseguraba con esa mirada profunda que ella hiciera exactamente lo mismo.

—Muy bien, ¿se siente más tranquila?

—Sí —respondió la otra mientras secaba sus lágrimas.

—Mi nombre es Claudia —dijo finalmente la enfermera mientras le sonreía con ese sentimiento de infinita compasión—. Yo soy su enfermera y ya verá que todo va a estar bien.

Ada le daba vueltas a esas palabras en su cabeza y se decía a sí misma: “¿Estar bien? ¿Cómo puedo estar yo segura de que todo va a estar bien cuando sé que las cosas están precisamente terribles y no puedo recordar absolutamente nada? ¡No sé ni cómo me llamo!”

Como si Claudia hubiera leído esos pensamientos, le dijo amorosamente a Ada:

—Muchas veces en la vida, cuando más mal estamos, las cosas sólo se pueden poner mejor. Señora, en su vida creo yo que está pasando por uno de esos momentos. Alégrese, porque cualquier cosa que suceda sólo se puede poner mejor.

Ésas fueron las palabras que por primera vez en su vida la llenaron de una emoción, entre fascinación a lo desconocido y el encanto por descubrir su vida.

Así es como inicia un capítulo nuevo en la vida de aquella mujer, uno que jamás creyó presenciar, uno que ni en sus sueños más alocados logró vislumbrar.