A Prajna:
Desde que naciste lo supe. Tu brillo me lo dijo. ¡Eres una luz para el mundo! Y ¿sabes?, hay de luces a luces. Hay luces tenues que alumbran poco, hay luces fugaces que no duran más que un segundo, otras que queman demasiado y se consumen muy rápido, pero hay luces que contagian y encienden corazones. Son éstas las que arden eternamente.
Por eso te digo que desde que te vi llegar al mundo lo supe de inmediato: mi hija Prajna es una de esas luces.
Tal vez no me recuerdes, hija mía, pero quiero decirte que sin importar el tiempo o los años vives y vivirás en mi corazón, así como yo en el tuyo. Encuéntrame ahí, porque ahí estaré siempre.
La vida te dará tragos dulces y tragos amargos. Habrá veces en que será difícil sonreír. Es en esos momentos en que debes recordar y reconocer el brillo que hay en tu corazón y saber que papá, sin importar qué, está ahí contigo apapachándote. Porque sin importar cuántos momentos duros haya, siempre vale la pena recordar todas las cosas buenas de la vida.
Ama a tu madre y a tu hermano. Sé feliz y recuerda que la felicidad no se logra. La felicidad se encuentra y está presente siempre en cada momento. Por eso la grandeza es de aquel ser que logra encontrarla incluso en los momentos más difíciles y ante toda adversidad.
Espero que algún día encuentres a un hombre y lo ames total e incondicionalmente, así como tu madre me amó a mí. No le tengas miedo al amor ¡Nunca! Tenle miedo a perder la capacidad de amar y de entregar el corazón, porque ahí es en donde encontrarás la delicia más grande de vivir.
Recuerda siempre que eres una princesa y para mí la dueña de mi corazón. No mereces más que seas vista, amada y respetada de esa manera.
Y, mi niña hermosa, cultiva todos los días el hábito de sonreír, porque así es como le contagiarás al mundo ese brillo tan especial, esa luz que resplandece desde tu corazón. Aquella que es eterna, y como muy pocas, nunca dejará de brillar.
Te amo hoy y siempre, mi niña hermosa.
Tu padre,
Pasang Sona