Los chortens son monumentos que conmemoran la vida de aquellos que murieron en la montaña.
Familiares y amigos dedican largas horas a acomodar piedra sobre piedra, que representa cada una las experiencias de vida de su ser amado, hasta culminar en una última, la más pequeña, que representa su transición a su nueva y siguiente etapa.
Ese día, en reflexión profunda comenzaron a colocar las piedras para conmemorar a los tres grandes héroes que dieron su vida en la montaña: Jangbu, Sungdare y David.
En una actitud solemne y melancólica, los ahora cuatro amigos, que eran ya más bien una familia, construyeron y edificaron el chorten de su muy amado David.
Las familias de los otros dos sherpas habían llegado y ellos también construían el chorten a sus difuntos.
El cielo despejado acariciaba las piedras con con sutileza. La luz proyectaba una sombra muy alargada, cada vez más, sobre el sol, que se iba escondiendo en el firmamento detrás de la majestuosa cordillera de los Himalaya.
—Lo siento mucho —dijo de pronto una voz detrás de los cuatro. Era Pasang Sona, quien se había acercado a ayudarlos con la edificación del chorten.
—Pasang, gracias —dijo Karen, y lo abrazó fuerte y cariñosamente.
—Nosotros sentimos mucho lo que sucedió con Sungdare y al mismo tiempo estamos felices de que estés bien —dijo Erik.
—La Diosa me dio una segunda oportunidad, Sungdare me dio una segunda oportunidad… —y tras reflexionar un momento, añadió—, mi padre me dio una segunda oportunidad.
—¿Tu padre? —preguntó Diana.
—Sí, mi padre dio la vida por Sungdare hace muchos años, y ahora Sungdare ha dado la vida por mí. Si mi padre no hubiera hecho lo primero, no hubiera sucedido lo segundo. Hoy veo la muerte de mi padre desde una perspectiva distinta. Lo puedo apreciar desde otro estado de consciencia.
—¡Qué hermoso! —exclamó Diana, conmovida.
—¿Saben algo? —continuó Pasang Sona—, cuando estaba en la cima del Chomolungma, después de repartir las cenizas de Lisa, tropecé con una piedra. Me detuve a recogerla, y algo en ella llamó mucho mi atención. Una voz interna me dijo que la tenía que tomar, y eso hice.
Pasang sacó de su bolsillo la piedra y se la entregó a Diana.
—Lo curioso es que, si se fijan bien, no es una piedra lo que están sosteniendo, es un fósil.
—¿Un fósil? —preguntó Karen, intrigada.
—Así es, un fósil. Imagina la maravilla tan grande. El milagro tan perfecto. Es un ser vivo petrificado que un día vivió en las profundidades del mar y y un día, millones de años después, llegó a posarse en la cima más alta del mundo.
—Pero, ¿cómo es eso posible? —preguntó Ada, maravillada.
—Cada piedra del Himalaya formó parte, hace millones de años, de una placa tectónica que por milenios estuvo bajo el mar hasta que chocó con otra placa tectónica de otro continente, y entonces se formó la cordillera más alta y grande del mundo. Y lo que antes estuvo cientos de metros en las profundidades del mar, ocupa ahora la cima más alta del mundo, y ahora está en sus manos.
—¡Fascinante! —pudo exclamar Erik, emocionado, estando como estaban los demás, boquiabiertos.
—Y lo más hermoso de todo es el mensaje que la Diosa del Chomolungma nos está dando: aquel que aprende a vivir sin expectativas y sólo da lo mejor de sí, algún día, no importa cuánto tiempo pase… pero algún día, llegará a ocupar la cima más alta de su mundo y de su realidad, no importa si antes estuvo sumergido en un abismo.”
—Esperar dar lo mejor de mí —dijo Ada muy emocionada—. ¡Eso es! ¡Ésa es la única expectativa posible!
—¡Muy bien! —la felicitó Pasang Sona.
—Lo que nos cuentas, Pasang, coincide con la gran enseñanza que nos dio David —siguió Ada—. Todo en la vida es un ciclo, y en donde estamos justo ahora estamos cumpliendo un propósito grande y trascendental como parte de uno o muchos ciclos. Y así como el fósil un día pasó de estar en las profundidades a la cima más alta del mundo, así también algún otro día llegará nuevamente a regresar a su punto de origen. Mientras tanto, al haber estado allá arriba y hacerte tropezar y ahora estar aquí con nosotros, está cumpliendo con un propósito especial y trascendental. Nos está dando algo especial para nuestra vida y hace crecer tanto nuestra… consciencia.
—Veo que eres también una maestra del agua, Ada —le dijo Pasang Sona con una gran y hermosa sonrisa—. ¿Han descubierto los otros elementos?
—Nos falta todavía uno —se apuró a responder ella—: ¡el espacio!
—¡Ah…! —Pasang los miraba entre emocionado y curioso—. El espacio…, posiblemente el elemento más importante.
El sol ya se ponía. Pasang Sona los ayudó a poner las últimas piedras de su chorten.
Diana, todavía con el fósil en la mano, miró elocuentemente a los demás, que entendieron su intención. Sin decir nada más, lo colocó en la punta del chorten. El fósil se camufló perfectamente con las demás piedras, fundiéndose cada pequeño elemento, cada recuerdo, momento y experiencia, en una sola vida de grandeza, amor y trascendencia.