A mi Adeíta linda, quien me ha enseñado que quien no vive para servir no sirve para vivir.
A mi Patito, quien me cobijó con su guía e inspiración y me enseñó a hacer de mi existencia una eterna primavera.
A mi Yayita, quien me mostró que el mejor camino es siempre aquel que dicta el corazón. “¡Brilla!”, decía siempre ella.
A mi Granny, quien me enseñó que no hay corazones incapaces de amar, sólo unos cuantos que necesitan recordarlo.