La reunión había llegado a su fin, luego de una hora y media, en la cual Lorne no había emitido una sola palabra. Nadie se había molestado en preguntarle su opinión y ella había elegido no ofrecerse a nada. El único detalle que el capitán se atrevió a compartir a cerca del caso que sucedía en Francia, era que dos hombres habían sido asesinados.
Tan pronto como terminó el almuerzo, se hicieron todos los arreglos para que Tony y Lorne partieran hacia Normandía, lugar donde se decía que Robert Baldwin estaba derrochando su riqueza y poder.
Al llegar a la recepción, Tony tomó a Lorne del brazo y la arrastró hasta llevarla entre dos de las columnas de mármol.
—¿Qué demonios fue todo eso? —susurró él, evitando que el oficial que daba vueltas cerca de ellos no lo escuchara.
Ella se soltó de un tirón.
—No sé a qué diablos te refieres Tony, ni por qué estás tan enojado.
—Por Dios, ¿Qué te ha pasado? ¿Dónde quedó la Lorne que tenía agallas? Ese tipo te faltó el respeto y tú no hiciste nada al respecto. Esto no hubiese sucedido un año atrás. ¿Qué mierda sucede?
—Si no te gusta como soy, te invito a que me lleves al primer vuelo de vuelta a casa y me dejes seguir arreglando mi jardín. Algo en lo que sé que soy buena. —ella miró a Tony con nerviosismo.
Su voz había ido en aumento, llamando la atención de todos los oficiales que estaban en el lugar, quienes miraban con sospecha. Tony entrelazó su brazo con el de ella y la llevó afuera del edificio. Vio que había un café en frente. Se dirigió allí sin dudarlo. Tony pidió dos café au laits mientras Lorne tomaba asiento en una de las mesas.
—Está bien, Lorne. Tienes toda mi atención y la de la mitad de la policía de Francia. ¿Qué te falta?
Ella vio como él movía su cabeza, con confusión. Ella misma se sentía confundida. ¿Realmente la necesitaban? ¿Por qué había venido con Tony?
—Aquel hombre, el capitán, dio a entender que yo no pertenezco aquí. Y me hizo pensar que quizá sea así.
—Esto ya lo hablamos antes de abordar el avión. Yo necesito que estés aquí conmigo. Yo necesito tu experiencia.
—Según lo que recuerdo, tú te apareciste en la puerta de mi casa, y a las pocas horas estábamos volando hacia Francia. No siquiera me dejaste pensarlo, Tony. Ni siquiera me diste la oportunidad de decirte “Vete, no quiero saber nada con esto.”
—Vamos, Lorne. Sabes muy bien que no fue así.
Él se veía herido, Lorne pensó que debería haberse mordido la lengua y no decir nada. Él tenía razón, no había sido así. Para nada. Solo que era más fácil echarle la culpa a él.
—De todos modos, ¿de qué experiencia hablas? Tú eres muchísimo más experto que yo. Yo renuncié a esta mierda, ¿recuerdas?
—Pero, ¿por qué? ¿Por qué tan de repente, Lorne?
—“Tan de repente”... maldito bastardo. Quizá entendí que la vida es demasiado corta como para estar tolerando que los hombres menosprecien a las mujeres. Tanto los criminales como los mismos compañeros de trabajo. Tuve que soportar la mierda de comisario que tuve por años. Vi la misma actitud en el capitán Amore. Dejó completamente en claro que yo no tengo lugar en este caso. Tienes razón en ciertas cosas, tal vez sí perdí cierto coraje en el último año. Soy solo una maldita ama de casa, Tony. De hecho, ni siquiera soy una. Soy uno de los tres millones de desempleados en Inglaterra.
—No puedo creer que estemos teniendo esta conversación. No eres nada de eso, Lorne. ¿Por qué eres tan dura contigo mismo?
El mesero apareció con sus bebidas.
—No tengo que darte explicaciones a ti ni a nadie. He cambiado. Tal vez necesitaba un golpe más para darme cuenta que quiero estar en casa. No quiero, ni necesito¸ esto de nuevo.
—Basta, Lorne. ¿Debo recordarte la conversación que tuvimos una vez que encontramos a tu padre luego de que Baldwin lo secuestrara?
—No. —su respuesta fue más cortante de lo que había querido que sonara. Pero quería detenerlo. No quería volver a recordar aquellas situaciones que llevaba meses intentando olvidar. Esas imágenes que volvía a ella cuando menos lo pensaba y que atormentaban sus sueños en las pocas noches que lograba dormir.
—Bueno, lo lamento, porque te lo voy a decir de todas maneras. Venganza. Juraste que te vengarías.
Sintiéndose como una adolescente a la que retaban por sus malas calificaciones, Lorne contestó:
—Ya sabes lo que dicen, Tony. A las palabras se las lleva el viento.
—Así es. Y lo creería de cualquier persona. Pero de tu parte.
De pronto la inundaron las lágrimas y la taza que estaba mirando se volvió borrosa. Al levantar la cabeza para mirarlo, una lágrima cayó por su rostro.
Él cerró los ojos, lo que le pareció a ella que se arrepentía de las duras palabras que había tenido hacia ella. Entendió sus manos y las colocó sobre las de ella.
—Vamos, Lorne. Si no sé qué sucede en tu cabecita, no puedo ayudarte.
—¿Alguna vez perdiste a alguien que amabas, Tony? Hablo de amor de verdad —ella giraba la taza sobre el plato mientras veía como él cambiaba de expresión.
—Sí y no.
—Cuando digo “perdiste” me refiero a la muerte. Alguien que te quiten de tu vida de golpe.
—No, la verdad que no. Sé de lo que hablas. Quieres decir que yo no puedo entender por lo que estás pasando. Pero no es así. En mi trabajo, la muerte de un colega es algo común. Y aunque no puedo decir que te acostumbras a ello, pero sí te hace una persona más fuerte. Mucho más fuerte.
Hubo un momento mientras ella digería sus palabras. Tony volvió a hablar y ella sintió cuanto se identificaba con su vida y en lo que se había convertido.
—¿Quieres saber que pienso, Lorne? Bueno, lo escucharás de todas maneras —se detuvo a inclinarse sobre la mesa y levantar su mentón suavemente— Entiendo por completo cómo te sientes pero, cariño, es hora de dejar todo atrás y dejar de sentir lástima. Pasó un año, doce meses completos desde que Pete y Jacques fallecieron. Debes seguir adelante con tu vida.
—Eso es algo simple de decir, ¿no lo crees?
—Es que necesitas hacerlo, cariño, por tu propia salud mental y física. No estoy aquí para darte un sermón, pero amor, al mirarte me doy cuenta de que necesitas un empujoncito. Quizá te sientes así porque sabes que el Unicornio sigue por ahí. Quizá renacieron sentimientos que pensaste que ya no tenías. ¿Qué dices? Hazlo por mí. Hazlo por Pete y Jacques, allí arriba —él señaló el techo— Pregúntate esto: Si tú hubieses sido la persona asesinada, ¿Crees que pasaríamos la oportunidad de vengarnos?
¿Podría su venganza arreglar el pasado? Ella se encogió de brazos.
—Supongo que no. Disculpa haberte molestado con esto, me siento una tonta.
—Oye, ¿para qué están los amigos?
—Te prometo que, de ahora en adelante, seré una mujer diferente. Pero, ¿Cómo vamos a hacer para pasar por alto el hecho de que el capitán Amore no me quiere en el caso?
—Eso déjamelo a mí. Bienvenida nuevamente, Lorne. Ahora, atrapemos al bastardo del Unicornio.