El capitán y Tony ya estaban ubicados en la mesa cuando las dos mujeres se hacían paso entre mesas vacías. Lorne sentía que alguien la miraba. ¿Cuál es el problema de este tipo? Al ver que la incomodidad era causada por el capitán, Lorne intentó evitar todo contacto visual posible.
—Madame Simpkins —dijo el capitán ofreciéndole una silla— Que bella se ve hoy —él le dedicó una sonrisa que Lorne no pudo descifrar.
Puedes decir lo que quieras, mujeriego, que yo te crea es otra cosa.
—Gracias.
—Deberíamos pedir la comida y bebida antes de discutir nuestra estrategia —dijo el capitán, dejándoles en claro que era él quien estaba a cargo de las decisiones, así fuere laborales o no.
Los oficiales franceses pidieron típica comida del lugar, caracoles con salsa de ajo, seguido de pato a la naranja, mientras que Tony la sorprendió pidiendo su comida hablando excelente francés. Él explicó que durante su estadía en Francia había salido mucho a los restaurantes y por eso manejaba bien el vocabulario culinario. El capitán parecía estar sorprendido e impresionado, miró a Tony y asintió en modo de aprobación. Sin embargo, Lorne luchaba con el menú. Finalmente pidió un coq au vin que era lo único que podía leer y entender.
El capitán cortó la tensión con su risa.
—Madame Simpkins, veo que es una persona muy independiente. Si tenía problemas para leer el menú nos debería haber pedido ayuda.
—Me llamo Lorne, y no quise molestar a nadie. De todos modos, si ustedes pedían por mí, seguro terminaba comiendo alguna parte extraña de un animal, como la cabeza de un cerdo o algo así.
—Para mí está claro que no confía en nosotros, por eso pidió lo más seguro.
—Oh, veo que ustedes los franceses tienen problemas con las mujeres fuertes e independientes —ella miró a Tony quien negaba con la cabeza y con su mirada le rogaba que se detuviera— debe ser en general, en la policía metropolitana también nos odian.
Se dio cuenta que había cruzado el límite.
El capitán se rio. En vez de estar enojado por las crudas palabras de Lorne, él parecía divertirse. ¿Se está riendo conmigo o de mí?
—Veo que me encontré con una persona como yo. Es una lástima que la policía metropolitana no la valore, su actitud tiene mucha ventaja.
Su expresión se volvió seria. Lorne se preguntaba si aquel cumplido habría sido intencional.
—Los tiempos cambian, la gente cambia, capitán.
—Así es, Lorne, y teniendo en cuenta tus circunstancias, entiendo perfectamente porque decidiste darle la espalda a la ley. Te debes sentir decepcionada por tus compañeros, ¿Verdad?
Sus ojos se entrecerraron.
—¿Mis circunstancias?
—Con respecto a Robert Baldwin, el Unicornio, y todo lo que la basura le hizo a su familia y amigos.
Sus palabras golpearon a Lorne. No creía que la insensibilidad con la que sonaron sus frases hubiera sido intencional. Recién había conocido al tipo, y allí estaba, hablando de un tema tan crudo como ese, que casi la destruye, con tanta naturalidad como si estuviesen hablando del clima.
Desesperada, miró a Tony en busca de ayuda, pero él y la Lieutenant estaban demasiados absorbidos en su propia conversación como para notar su incomodidad. Su intranquilidad aumentó y comenzó a sentirse atrapada y acorralada. Bebió un poco de agua y buscó la mejor respuesta para el capitán. No exageres, mujer. No lo hizo con mala intención. No busques problemas donde no los hay.
Dándose cuenta de su reacción, el capitán se inclinó sobre la mesa y susurró:
—Lorne, si te ofendí te pido sinceras disculpas.
Ella volvió a apoyar el vaso en la mesa y lo miró. Mantuvo la mirada fija en sus ojos azules y realmente vio compasión. Él sonrió. Esa sonrisa le demostraba que ella lo había juzgado mal. Su poderoso sexto sentido le dijo que había hecho mal en prejuzgarlo, y sintió un lazo de confianza entre ellos.
Al ver que ella no respondía, él se acercó más y le dijo:
—¿Acaso te comieron la lengua los ratones? ¿Así dicen ustedes?
Ella rio.
—Supongo que solo estoy un poco confundida.
—Confundida... Sí, es entendible. Vienes hasta nuestro país, y debo admitir que yo hice muy poco para hacerte sentir bienvenida. Te pido disculpas por la falta de respeto. Leí todo lo que tuviste que vivir el año pasado hace unas horas. Volviendo a inclinarse una vez más para que los demás no escuchen, susurró:
—Yo conocía a Jacques Arnaud.
Esas últimas palabras desestabilizaron a Lorne. Inmediatamente sus ojos se llenaron de lágrimas, sin poder decir una palabra, ella solo miraba al capitán.
—Perdón por revolver viejas heridas, pero verás, tenemos mucho en común.
—¿De verdad? —susurró ella mientras imágenes de su querido Jacques venían a su mente y llenaban su corazón de dolor.
—La venganza, Chère madame. Venganza. Lo creas o no, él era un muy buen amigo mío. Comenzamos nuestras carreras al mismo tiempo y de ahí siempre nos mantuvimos en contacto. Ni siquiera nos alejamos cuando se fue a vivir a Londres. —él sonrió y ella pudo notar como recordaba.
Su corazón le latía con fuerza. Debía preguntar.
—Oh, por Dios... ¿Alguna vez me nombró cuando hablaban?
Él negó con la cabeza. Su sonrisa esperanzadora se borró por completo, pero al mirarlo, supo que las siguientes palabras la harían sentir mejor.
—No se refirió a ti con nombre y apellido, pero sí me dijo que había encontrado a alguien muy especial, pero que era complicado. Yo supuse que ella estaba casada. Él dijo que la esperaría todo el tiempo necesario por lo especial que era.
¿Acaso el destino había puesto al capitán en su vida? ¿Habría Jacques enviado al capitán para que la ayude a vengar su muerte?
—Entiendo. Yo estaba casada en ese momento. Íbamos a encontrarnos... para hablar de nuestro futuro. Yo había decidido dejar a mi esposo —por algún motivo ella creyó que le debía una explicación de por qué había muerto su amigo.— Pensé que Jacques había cambiado de parecer cuando vi que no aparecía. Luego, sonó mi celular, era Jacques. Se notaba asustado. Pensé que se había arrepentido de lo nuestro, pero después le quitaron el teléfono. Era el Unicornio, Baldwin. Lo tenía secuestrado, una de sus especialidades es secuestrar gente. Lo hace para alcanzar sus metas. Me provocó por unos minutos y luego escuché dos disparos. El hijo de puta me dijo que Jacques estaba muerto.
La mayor parte de su fuerza interior había desaparecido en el momento que escuchó esos dos disparos. Sin darse cuenta, comenzaron a caer lágrimas por su rostro mientras contaba lo ocurrido y su voz aumentaba con ira.
El comedor había quedado en silencio cuando su voz comenzó a tapar las demás conversaciones. Lorne vio como la miraban con lástima.
Tony la codeó con suavidad.
—¿Te encuentras bien, Lorne?
Avergonzada por lo ocurrido, Lorne salió rápidamente del lugar y tomó uno de los elevadores que estaba vacío. Mientras subía al quinto piso, Lorne se miró en el espejo. El delineador que se había puesto recientemente estaba corrido y caía hacia la base. Intentó corregirlo con un pañuelo, pero solo fue peor.
—Que estúpida. Lorne, ¿Cuándo vas a aprender a lidiar con estas situaciones y avanzar con tu triste vida? —se preguntó en voz alta.
Se sentía terrible por haber arruinado la cena con una escena de auto lástima. Más tarde llamaría a Tony para disculparse y comunicarle que volvería a Londres.