Capítulo Trece

Algo le hizo cosquillas en el rostro. Lorne se movió de golpe hacia un costado y se golpeó la cabeza contra la pared.

—¿Qué mier-

—Shh, pequeña.  C’est moi

Sus mejillas se pusieron rojas cuando se dio cuenta de que había dormido con un extraño, pero segundos más tarde, se estiró y sonrió, sintiéndose relajada por primera vez en mucho tiempo. Michel se acercó y la abrazó. Ella sospechaba que estaba en busca de un encuentro matutino. Tan pronto como sus labios se encontraron, alguien tocó la puerta.

Lorne salió corriendo hacía el baño, sintiéndose como una adolescente desobediente que estaba con su primer novio en su habitación. Michel se rio al ver como se ponía la bata rápidamente e intentaba acomodarse el cabello.

—Cállate y ven aquí —ordenó ella mientras lo buscaba y lo llevaba hacia el baño.

—¡Un minuto! —gritó mientras juntaba la ropa tirada y la escondía en el baño con Michel.

—Quédate aquí. Si escucho un solo ruido viniendo de esta habitación, eres carne molida, amiguito —intentó cerrar la puerta pero él, con los ojos brillantes, la tomó del brazo y la metió en el baño con él.

—Mi chérie, no he terminado con usted.

Lorne sonrió y le dio un beso apasionado.

—Créeme, Michel, todavía tenemos mucho por delante —ella se alejó, sintiendo un poco de arrepentimiento por sus palabras.

Tan pronto como abrió la puerta, Tony se quejó.

—Dios, Lorne, ¿qué te tomó tanto tiempo?

—Oye, ya una dama no puede tener un poco de privacidad. Estaba tomando un baño. ¿Qué hora es?

Él levantó una ceja.

—Seguro que te estabas bañando, cariño. ¿Qué pasó anoche? Lo último que sé es que estábamos a punto de discutir las estrategias cuando tuviste otros de tus momentos “de chica” y saliste corriendo.

Él miró la cama y, haciendo referencia a su desorden, dijo:

—¿No pudiste dormir anoche?

Intentó no perder la compostura, pero sus mejillas rosadas la delataron.

—Todas las noches me cuesta dormir, Tony. Supongo que lo imaginarás. Ahora, no quiero ser irrespetuosa pero, ¿No podríamos continuar esta conversación en el desayuno? Estaré allí abajo en media hora.

Había metido la pata. Al tener tanta prisa por querer deshacerse de él, había levantado sospechas. Ella tragó con fuerza. Él sonrió.

—¿No estarás intentando deshacerte de mí, verdad?

Lorne se ajustó la bata y lo llevó a los empujones hasta la puerta principal.

—Parece que algunos no entienden las indirectas, ¿verdad, Tony? Ahora déjame vestirme en paz.

—Está bien, está bien. Pero no más de media hora, Lorne. Hoy tenemos un día complicado. ¡Pero que tonto! Estoy seguro que ya te lo dijo el mismo capitán en persona. ¿No es así, capitán? —gritó por encima de su hombro.

Lorne sacó a Tony de la habitación y lo llevó hasta el pasillo. Enojada, le dijo:

—¿De qué se trata todo esto?

—Oh, no lo sabes. Bueno, anoche, luego de nuestra cena, vimos al capitán dirigirse a esta dirección, y juzgando por el estado de tu cama, diría que la visita se extendió más de lo que planeaban.

Él había cruzado un límite, y conoció las consecuencias cuando ella le dio una bofetada en el rostro. Ambos quedaron inmóviles. Tony fue el que primero habló.

—Ahora confirmo que mi teoría es correcta.

Sin confirmar ni negar nada, Lorne dio media vuelta y volvió a la habitación. Cerró la puerta con una leve sensación de vergüenza y remordimiento. Se quedó allí, apoyada contra la puerta con los ojos cerrados firmemente.

Unos minutos más tarde, Michel salió del baño completamente vestido y la besó en los labios.

—¿Lorne?

—Hhmm...

Él la abrazó presionándola contra su pecho como si hubiesen sido amantes por un largo tiempo en vez de una noche.

—¿Estás enojada?

Ella se alejó y lo miró a los ojos.

—No estoy enojada, no. Más bien estoy un poco confundida.

—¿Por lo nuestro?

—¿Te soy honesta?

—Siempre es lo mejor.

Ella rio a pesar de que sus sentimientos la asustaban.

—No sé qué pensar, Michel. Acerca nuestro, de por qué estoy aquí, como está cambiando mi vida...

—Te entiendo y te pido disculpas. Debí ser más responsable. Lamento lo ocurrido anoche. Te pido que me creas, no fue mi intención venir a seducirte anoche. Y tampoco fue mi intención complicar el caso. ¿Me crees, Lorne?

Ella se confundió más aún. ¿Eso quería decir que se arrepentía del momento que habían compartido? ¿Esa noche de pasión que ninguno de los dos esperaba? No sabía que decir.

—Será mejor que me vaya. Dejaré que te vistas tranquila. Nos vemos para desayunar.

Esta vez no la besó. Faltó ese beso que podría haber sellado sus las dudas que su corazón pedía con desesperación aclarar.