El castillo, situado en las praderas verdes, estaba a menos de veinte minutos del hotel. Ya habían coordinado para encontrarse con la policía local y la gendarmería a las nueve de la mañana. Irían hasta estar a medio kilómetro de la residencia de Baldwin.
El coche del capitán, en el que iban los cuatro, lideraba el camino, seguido de veinte vehículos.
—Esto resulta demasiado fácil —susurró Tony.
Lorne escuchó su comentario, pero decidió ignorarlo, ya que estaba más preocupada por las miles de mariposas que sentía en el estómago.
Subió el cierre del chaleco anti balas que Interpol le había entregado; Tony ya tenía el suyo listo.
El convoy se detuvo frente a las enormes puertas de roble. Les ordenaron a Tony y Lorne que se quedaran en el vehículo. Vieron como el capitán y la Lieutenant pasaban por el frente con indiferencia.
Tony abrió la puerta.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Lorne— Nos ordenaron quedarnos en el coche.
—Quédate aquí. Quiero ver que dice.
—Es francés, Tony, no entenderás... —intentó tomarlo del brazo, pero él ya había cerrado la puerta.
Dejando de lado el miedo que la carcomía, Lorne abrió la puerta y salió del auto.
Se apoyó contra el capó junto a Tony.
—¿Te encuentras bien?
—Un poco nerviosa. Esta es la primera vez que estaremos cara a cara —confesó Lorne.
—Oye, relájate. Yo creo que el tipo ni siquiera está aquí. Recuerda: estos tipos son famosos por disparar primero y hacer preguntas después.
***
La puerta se abrió de par en par, dejando a la vista a un hombre alto y delgado, en sus cincuenta, vistiendo un típico traje de mayordomo. Miró a los oficiales que estaban en la entrada, y a la valla de policías armados, sin poder creerlo. Lorne y Tony miraban con atención el procedimiento. Vieron como el mayordomo se encogía de hombros, se hacía a un costado y dejaba pasar al capitán y a la Lieutenant al castillo.
—Demasiado fácil —repitió Tony.
—Ya basta, Tony.
Tony permaneció callado por los próximos diez minutos, hasta que la puerta del castillo volvió a abrirse y el capitán y la Lieutenant se unieron a ellos.
Ya todos estaban acomodados en el coche, pero nadie hablaba. Tony rompió el silencio.
—¿Y bien?
—No estaba allí —contestó Michel.
Tony abrió la boca para exigir una mejor respuesta, pero Lorne le pellizcó con fuerza la pierna para que no lo hiciera. Él la miró con dolor, sin saber por qué lo hacía. Se tiró hacia atrás, con los brazos cruzados y la mirada fija hacia adelante, tal como hacía Charlie cuando no se podía salir con la suya.
Lorne no podía evitar pensar que hubiese pasado si estarían bajo sus reglas. Era seguro que no hubiesen manejado hasta la casa del criminal a tocar la puerta. Como había dicho Tony, todo hubiese sido demasiado fácil. ¿Qué diablos pasó allí dentro? ¿Seguirá Baldwin jugando con la policía como solía hacerlo? ¿Sabía Michel realmente a quien se enfrentaba? ¿Si Baldwin no estaba allí, donde estaba?
Cuando llegaron al hotel, el capitán le ordenó a la Lieutenant que hiciera los arreglos para quedarse una noche más en el hotel.
Lorne tomó las llaves de su habitación y se dirigió a ella. Tony salió corriendo rápidamente detrás de ella.
—¿Qué piensas de todo eso?
—Cálmate, Tony.
—¿Qué me calme? No te atrevas a pedirme que me calme, Lorne. Admítelo, el lindo de tu novio la cagó a la grande hoy.
—A ver, macho man. Pongamos algunas cosas en claro primero. Él no es, repito no es, mi maldito novio. Por otro lado, tenemos las manos atadas. Este no es nuestro caso ya. Ya sabías eso cuando aceptaste venir.
—Ahí es donde te equivocas, Lorne. El capitán trabaja para Interpol, aquí todos unimos fuerza para la misma compañía.
Llegaron a su habitación. Lorne abrió la puerta y Tony entró detrás de ella. Lorne se tiró sobre su cama y lo observó con sospecha. Podía darse cuenta como él estaba juntando los eslabones de una cadena, y presentía que no le iba a gustar lo que él iba a decir.
—A ver grandulón, veamos que tienes. Dilo de una vez. Estoy segura que planeaste algo en el camino de regreso.
—Vamos, Lorne. Sigues siendo muy inteligente y hábil a pesar de haber dejado la fuerza.
Se sentó en la cama junto a Lorne. Su pierna rozaba la de ella.
—Deja de hacerte el misterioso y dilo de una vez —dijo sonriendo, pero su estómago estaba hecho un nudo.
—Mi sugerencia es... que vayamos por nuestra cuenta.