Capítulo Dieciséis

Lorne se puso de pie de golpe y lo enfrentó.

—Disculpa, Tony. ¿Podrías repetirme eso? Por un momento pareció como si hubieses dicho que vayamos solos.

Articulando cada silaba, él repitió:

—Eso dije. Vamos solos.

—Eso es lo que escuché. ¿Estás loco? No, no me contestes. La respuesta es bastante obvia. Mierda —ella caminaba lentamente por el cuarto, recorriendo todo el ancho del mismo, cambiando de dirección y atravesándolo a lo largo.

—Estás totalmente loco.

Él rio.

—Sí, posiblemente tengas razón. Pero admítelo, tú y yo trabajando en equipo tenemos que ser mejores que estos idiotas.

—Deja de llamarlo... em, llamarlos así. ¿Qué te hace pensar que seremos mejores que ellos?

—Veámoslo de esta manera. Ambos sabemos que la operación de hoy fue un ridículo. Si hubiéramos estado en Inglaterra, no hay chances de que nos presentáramos en el castillo de esa manera.  Ya lo sé, ya lo sé, no tenemos castillos en Inglaterra —dijo al ver que ella abría la boca para corregirlo— el solo hecho de saber cuál es su reputación, ya nos haría ser ultra cautelosos. Es un asesino serial, por todos los carajos. Estos tipos se presentaron en el castillo como si fueran policías en una tarea de rutina. Vamos, admítelo: estabas tan frustrada como yo —él la miró esperando que contestase.

Ella movió las manos en el aire.

—Está bien, está bien. Sí, Tony, lo admito. Yo también estaba frustrada. ¿Pero qué podemos hacer? Al final de cuentas, seríamos tontos por solo considerarlo. Baldwin está armado, seguramente hasta las pelotas. Y Michel ya nos informó que tiene al menos veinte hombres protegiéndolo —ella se desplomó en la cama junto a él.

—Esa es otra cosa. ¿Dónde estaba Baldwin hoy? ¿Dónde estaban sus hombres? Estos estúpidos ni siquiera allanaron el lugar, por el amor de Dios.

—Él entró al castillo.

—Sí, por diez minutos completos. ¿Qué mierda puede haber recorrido en esa cantidad de tiempo? ¿Y por qué solo él y la Lieutenant pudieron entrar al castillo?

—¿A qué te refieres?

Con un tono sarcástico, Tony continuó.

—Veamos, aparecemos en el castillo, a plena luz del día debo agregar, solo para encontrarnos con que Baldwin no está allí. ¿Pura coincidencia? Lo dudo. Lo único que tenemos que averiguar es quien es el infiltrado: el capitán, tu amante, o la Lieutenant.

—Te dejaré pasar esa, Tony, pero te lo diré una sola vez. Si vuelvo a escuchar otra estupidez acerca del capitán y mi persona, y me subo al primer avión de vuelta a casa. ¿Me escuchaste? —ella le pegó una palmadita en el pecho.

—¡Ouch! De todas maneras, Lorne, sabes que algo raro pasa. No lo puedes negar. Recuerda lo que sucedió en Inglaterra con esa chica, Lorna, la de tu equipo. Dime si me equivoco.

—Sí, te equivocas. Y se llamaba Laura, no Lorna.

—Más allá del maldito nombre, ella logró su cometido, ¿verdad? Complicó tu investigación y tenía a Baldwin siempre informado, contándole todo lo que harías.

—Así consiguió que la mataran.

—Consiguió su merecido. Eso fue, Lorne. Jugó con fuego por demasiado tiempo y se terminó quemando.

—Está bien, no hay necesidad de seguir reviviendo el pasado. ¿Qué plan tienes? ¿Tienes un as bajo la manga?

—¿Cómo sé que puedo confiar en ti? ¿Cómo puedo asegurarme de que no le dirás nada al capitán durante sus encuentros?

Notando la sonrisa picarona que tenía Tony en el rostro, ella decidió contestarle el comentario.

—Solo para que sepas, Tony, solo fue algo de una noche. No pretendo repetirlo. Ahora, cuéntame. Me muero por saber.

En vez de contarle su plan, tal como Lorne esperaba, él se levantó de la cama y se dirigió a la puerta.

—¡Oye! ¡Espera!

Él abrió la puerta, y desde el pasillo le guiñó el ojo.

—Déjamelo a mí. Todo lo que debes hacer es mantener ocupado al capitán por unas horas. No creo que necesites que te diga cómo, ¿no es así, Lorne?