Tony habló primero.
—¿Nos creería si le decimos que salimos a caminar en el medio de la noche?
—Imposible. Mirando mi reloj, son más de las cuatro de la madrugada. Volveré a preguntar, y esta vez, Lorne, tú me darás una respuesta honesta. ¿Dónde han estado?
Por Dios, ¿qué les pasa a los hombres que creen que solo por ser mujer voy a rendirme?
Ella se sonrojó y miró fijo hacia la alfombra roja y dorada, teniendo en frente al capitán. Las puertas del elevador amagaron con cerrarse varias veces, pero Tony usó su gran pie para evitarlo.
Un silencio incómodo se adueñó del momento, solo se escuchaban sus respiraciones.
Claramente furioso, Michel les ordenó que salieran del elevador. Dio media vuelta y se dirigió a paso apresurado hacia su habitación, esperando que Lorne y Tony lo siguieran. La inquietud que sentía Lorne le provocó un escalofrío por la columna.
Tony se inclinó sobre ella y le susurró:
—¿Te encuentras bien?
Ella cerró los ojos por un microsegundo, y cuando volvió a abrirlos, le dedicó una mirada que decía “este es otro de los líos en los que me metes”.
Ingresaron a la jaula del león, y el capitán cerró la puerta detrás de él.
—Tomen asiento —les ordenó Michel.
Ambos se sentaron sobre la cama desordenada. Entonces sí se había acostado. ¿Cuándo ¿Cuándo se dio cuenta que no estábamos? ¿Habrá ido a mi habitación buscando un encuentro y no me encontró allí?
La voz furiosa de Michel le interrumpió sus pensamientos.
—Ya que se niegan a responder, déjenme decirles donde creo que estuvieron. Antes de hacerlo, les advierto: No me tomen por un extranjero estúpido, ¿Entendido?
Lorne permanecía callada, con la mirada fija en los zapatos del capitán. Ella sonrió cuando Tony pretendió aclararse la garganta, cuando obviamente estaba conteniendo la risa por encontrar las palabras del capitán bastante divertidas.
Antes de poder mirar a Tony, Michel ya había cruzado la habitación y estaba en frente del agente.
Sin que lo esperara, lo tomó del cuello de su camisa y lo puso de pie. Lorne tomó aire sin poder creerlo mientras veía como se cruzaban las miradas de odio entre los dos hombres. Ella dio un salto y se metió entre los brazos del capitán, intentando separarlos.
—Vamos, chicos. Se supone que somos un equipo.
Michel soltó a Tony de un tirón y miró hacia abajo para hablarle a Lorne.
—Eso mismo creía yo, señorita Simpkins —dijo con los ojos entrecerrados.
—Oye, no culpes a Lorne por esto, idiota.
—Oh, no se preocupe, señor Warner. Ambos son responsables por haber desobedecido... No, esa no es la palabra —se detuvo por unos segundos y pensó— por haber violado el acuerdo, esa es una palabra más apropiada para resumir sus acciones de esta noche. Ustedes han violado tanto mi confianza, como la de mi país. Eso es algo que no voy a tolerar. A primera hora de la mañana, serán escoltados hasta el aeropuerto y volverán a Inglaterra. Quizá en su país conviven con este tipo de acciones tan deshonestas, pero me temo que aquí en Francia, nosotros actuamos acorde a las leyes.
—Quizá eso explique por qué Baldwin decidió venir aquí, entonces. Es una salida fácil —dijo Tony.
—Tú... hijo de-
El capitán volvió a correr hacia Tony, y Lorne intercedió una vez más.
—¡Ya basta! Esto no va resolver nada.
Ella tenía una mano en el pecho de Tony y la otra en el del capitán, su mirada iba de uno a otro. Ninguno desistía. Sus muñecas le dolían de la fuerza que ejercían los dos.
—¿Pueden terminar con esto, chicos? Es suficiente.
Ya sin fuerza, se tiró sobre la cama.
—Creo que debería retractarse, señor Warner.
Por Dios, estos dos podrían empezar una guerra en este mismo cuarto.
—Eso es imposible, capitán. Baldwin nunca se instaló en ningún lugar. Y Lorne puede respaldarme en esto, ¿verdad, Lorne?
Él y su bocota. ¿Por qué no me deja fuera de sus discusiones? Ya estoy retirada, ¿recuerdas?
Por la manera en la que ambos la miraban, ella sabía que cada uno esperaba que esté de su lado.
Ella asintió y se encogió de hombres, sin querer ofender a ninguno.
—Señor Warner, su lógica es incomprensible por momentos... A Baldwin no le interesa su país, quizá él quiere vivir aquí —dijo Michel.
—Eso es pura basura. Él sabe lo crédulos que son ustedes. También es consciente de lo agradecidos que son si uno les ofrece un par de millones. A pesar de que toda su fortuna ha sido obtenida ilegalmente.
La tensión aumentaba. Lorne saltó literalmente cuando el teléfono de la habitación que estaba al lado suyo comenzó a sonar.
Michel contestó.
— Oui, daccord. Je compris, je regret —colgó de golpe— eran de recepción. Los huéspedes de las habitaciones de al lado se han quejado. Nos han pedido que nos mantengamos en silencio. Creo que deberíamos seguir nuestra conversación por la mañana. Quizá podremos pensar con mejor claridad.
Él miró su reloj.
—Nos encontraremos en tres horas —se acercó a la puerta y la sostuvo abierta, no dándoles otra opción que retirarse.
Tony salió a paso apresurado hacia su habitación. Lorne se quedó en la puerta, dudando y mirando a Michel a los ojos. Con su silencio le pedía disculpas por su desobediencia. Sin decir una palabra, él la tomó de los hombros. Esperando que la abrazara, ella soltó un suspiro de alivio. En cambio, él la inclinó hacia la puerta, movió su mano hacia el centro de su espalda y le dio un pequeño empujoncito para que se retirara.
Perpleja, esperando poder disculparse, dio media vuelta para mirarlo a la cara, pero solo se encontró con el golpe de la puerta al cerrarse. Ella se quedó allí parada, mirando la puerta y preguntándose si lo que había visto en los ojos de Michel era odio, esos mismos ojos que casi veinticuatro horas antes, la habían mirado fijo mientras hacían el amor.
Ella suspiró e intentó no hundirse en el dolor que crecía. Con los hombros caídos y derrotada, volvió a su habitación, sola.
Por Dios, Lorne. A veces nada te detiene, ¿verdad?
Ella maldijo su debilidad, se metió en la cama, y se cubrió sintiéndose demasiado avergonzada.