Capítulo Veinticuatro

A las once y media de la mañana siguiente, Lorne llegaba a la casa de su padre. Esperando que nadie la vea, se acercó a la cerca. Ella estaba segura de que si llegaba un poco más temprano, encontraría a su padre jugando con “el molesto”.

¡Bingo! Espiando por la entrada, le gritó:

—¡Ja ja! ¡Te descubrí!

—Sam Collins se tiró sobre una de las sillas del deck. Se llevó una mano al pecho y suspiró.

—Por Dios, Lorne, casi me infartas... ¿Por qué no pasaste por la entrada principal?

—Oh, papá... ¿Te encuentras bien? Me imaginé que estarían aquí atrás.

Henry se recuperó del susto más rápido que su padre y salió corriendo en busca de su dueña, casi tirándola al piso en el proceso.

—Hola, bonito. ¿Extrañaste a mamá?

El perro contestó corriendo hacia la dirección opuesta y volviendo segundos más tarde con el hueso de goma que hacía ruido y tanto había molestado a Sam. Henry dejó el juguete a sus pies y ladró pidiéndole que juegue con él.

—Ya basta, molesto. ¿Qué te dije acerca de ladrar tanto? —dijo Sam retando al perro. Por la mirada en sus ojos, Lorne podía asegurar que estaba bromeando.

—Él ama a su mami, ¿no es así cariño?

—Vamos, suficiente de esto. Necesito un trago. Vamos al pub antes de que se llene. Tú te puedes quedar aquí, compañero —agregó él al ver que Henry trotaba detrás de suyo.

Cuando ingresaron al pub, Lorne se llevó la maravillosa sorpresa de ver a su hermana Jade en una de las mesas, con su pequeño bebé en brazos. Luego de abrazarse y besarse, Lorne tomó en brazos a Gino mientras su padre iba a la barra a comprar los tragos.

—¿Cómo se está comportando el pequeñín? —preguntó Lorne mientras llenaba de besos en el cuello al bebé, amando ese olorcito particular que tenía.

—Bastante bien. Los médicos están satisfechos con el progreso que logró. Siguen monitoreando su corazón. A veces se queda sin aliento con facilidad, pero dicen que es normal.

—Te ves agotada, cariño.

Jade se encogió de brazos. Su cabello estaba desprolijo, se notaba que se había secado al natural. Lorne también observó que casi no llevaba maquillaje y era inevitable ver las ojeras que tenía.

—La aventura de ser madre, ¿no crees?

—¿Estás segura de que solo es eso? —Lorne miró fijo a su hermana, y en sus ojos notó una chispa de mentira— Vamos, ¿Qué sucede?

—Por Dios, hermana. No dejarás nunca de ser policía, ¿eh? En realidad hay dos cosas... Una es...—Jade miró por encima de su hombro para asegurarse de que su padre seguía ocupado— Estoy embarazada. Eres la primera en saber, y me gustaría que mantengas el secreto por un tiempo. Luigi y yo no estamos seguros de tener al bebé. Ya sabes, luego de lo que pasamos con el pequeño Gino, nos preguntamos si vale la pena que otro niño pase por todo eso. Los doctores dicen que es demasiado temprano para saber si tiene la misma condición que Gino.

Meciendo a Gino con sus piernas, Lorne cruzó el brazo por la mesa para sostener la mano de su hermana.

—Que terrible. Es decir, me alegro por ustedes, pero entiendo que es un dilema muy difícil. Todo lo que puedo decirles es que se tomen un tiempo para pensarlo bien y no tomar una decisión apresurada de la que luego puedan llegar a arrepentirse. Cualquiera sea tu decisión, cariño, sabes que tienes todo mi apoyo.

—Gracias, Lorne. Lo segundo es que... Judith me llamó hace unos días.

Lorne volvió su mirada a Gino, meciéndolo un poco más rápido mientras buscaba una respuesta para la pregunta que sabía que su hermana haría.

—Lorne... ¿Qué sucede? Tú nunca mientes. Vamos, dime donde estuviste y por qué involucraste a Judith sabiendo que se comunica conmigo con frecuencia.

Esta vez era el turno de Lorne para chequear cuanto le faltaba a su padre en la fila para que lo atendieran. Tenía ganas de pegarse a ella misma por haber usado a la amiga que tenían en común como excusa. Sinceramente había olvidado que tan unidas eran, especialmente desde que se habían convertido en madre con unas semanas de diferencia. Ahora, ¿Debía confiar en su hermana y contarle la verdad, aunque sabía bajo el estrés que se encontraba... o volvía a mentir arriesgándose a que su astuta hermana la atrapara de nuevo?

—No quiero preocuparte, linda. Ya tienen suficiente con tus problemas.

Jade tomó a Gino y lo sentó en su sillita junto a ella.

—Lorne, cuando mamá murió prometimos que nunca nos esconderíamos nada. Yo ya cumplí contándote lo del bebé, ahora es tu turno.

Lorne bajó la mirada. Tomó el salero y el pimentero de la mesa y comenzó a jugar con ellos.

—Volvió —susurró.

Lorne miró a su hermana a los ojos. Levantando un poco más la voz, dijo:

—Él volvió, Jade —ella vio como la expresión de su hermana cambiaba de confusión a entendimiento.

—¿Quién volvió? —preguntó su padre mientras apoyaba las tres copas en la mesa.

Mierda, mierda, mierda. Yo y mi bocota.

El silencio de Lorne y la experiencia que tenía Sam, hicieron que no fuera difícil descifrar de quien hablaban. Se sentó de golpe, sin color en la cara.

—Estás bromeando. ¿Cuándo? ¿Dónde? Más importante,  ¿Por qué?

Lorne les contó por lo que había pasado los últimos días con Tony, al menos noventa por ciento de ello.

—Entonces nunca fuiste a lo de Judith.

—No, papá. Por favor, discúlpame por haber mentido. Tony apareció en casa y-

Sam golpeó su puño contra la mesa.

—Tony no tenía derecho en involucrarte en esto. Ya no eres parte de la fuerza.

—Lo sé, papá. Pero él recordó lo que le dije cuando recuperamos a Charlie, que yo quería vengarme. Y él no me la dejó pasar.

—¿Y ahora, qué?

—No lo sé. Lo último que me dijo Tony es que iba a investigar un poco y me llamaba.

Sam la tomó de la mano.

—Por favor, Lorne, prométeme que no te involucrarás. Promételo.

Lorne levantó la mirada hacia su padre. Se veía cansado y viejo, sabía que lo que iba a decir le causaría muchísimo dolor a su padre pero aun lo dijo.

—No puedo, papá.