Capítulo Veinticinco

El almuerzo resultó ser uno de los más callados que había tenido con Jade y su padre. Por momentos, creía que ambos estaban inmersos en sus propios pensamientos, recordando la crueldad que todos habían vivido el año anterior. Tan pronto como terminaron la comida, cada uno tomó su camino.

En el trayecto a casa, Lorne se detuvo en el parque para pasear a Henry y compensar la manera en la que lo había abandonado antes. Ese paseo también la ayudaría a ella a despejar un poco la cabeza.

Observó cómo su perro de ocho años corría con su juguete con la energía de un niño de dos años de edad, pero aun así no podía evitar sus pensamientos.

Lorne llegó a casa y pasó cuatro horas completas limpiando la casa a fondo, algo que solo hacía cuando no podía dejar de pensar. Luego de comer un sándwich se sentó en el sofá a disfrutar de un poco de televisión, evitando a propósito las novelas ya que Charlie le contaría todo durante el fin de semana.

A las nueve de la noche su cabeza daba tantas vueltas que decidió anotar sus pensamientos.

  1. ¿Por qué el Unicornio/Baldwin decidió aparecer en Francia?
  2. ¿Por qué vive tan tranquilo sin siquiera utilizar un nombre falso? Sabe que tiene una orden de arresto activa en Inglaterra.
  3. ¿Qué hacían en Normandía los ministros asesinados?
  4. ¿Por qué tendrían una reunión con Baldwin?
  5. ¿Por qué Normandía y no el sur de Francia?
  6. ¿Por qué me acosté con Michel?
  7. ¿Hay algo que esté ocultando Michel? ¿Realmente creció cerca de Normandía?
  8. ¿Por qué, por qué, porqué tuve que decirle a Jade?
  9. ¿Por qué mierda estoy tomando notas de un caso en el que ni siquiera quiero involucrarme?

Tan concentrada en sus pensamientos, casi toca el techo del salto que dio cuando sonó el teléfono.

—Hola —contestó por encima de la cabeza de Henry.

—Lorne, veo que llegaste bien a casa —dijo una voz macabra.

Lorne cerró los ojos, y comenzó a sentir un sudor frio en la frente, pero se obligó a sí misma a permanecer tranquila y en calma. Había pasado un año entero desde la última vez que había escuchado esa voz. Cubrió el teléfono con la mano, exhaló con fuerza y, despreocupada, dijo:

—Baldwin, ¿qué quieres?

—Me decepciona, insp... Ups, ya no puedo llamarte así, ¿Verdad? Me decepcionas, Lorne.

Ella tembló al escuchar su nombre pronunciado por ese maldito.

—¿Por qué lo dices?

—Tú y tu novio, el agente, se rindieron demasiado rápido. No es en absoluto lo que esperaba. Especialmente después de la manera en la que me amenazaste. Bueno, si podemos llamarlo una amenaza. Yo, personalmente, lo llamaría como un grito de angustia en busca de venganza proveniente de una mujer muy desesperada.

—Antes que nada, Tony no es mi novio. Y te aseguro: algún día cumpliré mi amenaza. Después de todo, tengo un lugar reservado para tus pelotas en mi escritorio, necesito un pisapapeles de todas maneras —se sorprendió a sí misma al ver que podía dejar de lado el miedo y volver a tratar a los criminales como siempre lo había hecho.

Su risa se escuchó muy fuerte.

—Veo que tu instinto guerrero sigue intacto a pesar de las pérdidas que sufriste, bella señorita.

No se lo permitas, Lorne. Mantente en calma.

—Eso es algo que nunca has sido capaz de quitarme, Baldwin, y dudo que alguna vez lo hagas.

—Mmm... eso suena como un desafío para mí.

Ella escuchó una risa por lo bajo. Ya estaba acostumbrada a sus juegos, pero no se ponía nerviosa porque él estaba en Francia. ¿O no? ¿La habría seguido hasta Inglaterra? No, lo dudaba. Dudaba que tenga los huevos para ingresar al país, sabiendo que sería detenido al instante.

—Como dije antes, ¿Qué quieres, Baldwin?

—Veo que tu paciencia no mejoró desde tu retiro. Esta vez no quiero nada más que hacerte una última advertencia: Retírate. Y dile al agente que también se retire. Si no...

La línea quedó muda.

Su furia estalló de repente, y todo lo que hizo fue tirar el teléfono contra la otra punta del cuarto.

Pensando que era uno de sus juguetes, Henry corrió a buscarlo, tomó el teléfono con la boca, y volvió trotando hasta dejarlo sobre la falda de Lorne.

A pesar de sentirse como una mierda, ella le sonrió.

¿Qué sería de mí sin mi fiel compañero para alegrarme los días?

Tomó su pluma, y agregó dos preguntas más a su lista.

  1. ¿Por qué Baldwin todavía se empecina en hacer de mi vida un infierno?
  2. ¿Qué diablos puedo hacer para deshacerme del maldito de una vez por todas?