Capítulo Veintisiete

Tony la pasó a buscar a las siete.

—¿Y bien? —preguntó ella antes de cerrar la puerta del auto.

—¿Puedo aunque sea arrancar el coche antes de empezar el interrogatorio?

Ella exhaló el aire que venía conteniendo. Esperó cinco minutos antes de volver a preguntar.

—Vamos Tony, eres tan irritante por momentos.

—Y usted, señorita, puede ser tan impaciente... Está todo en mi bolso, será difícil mostrarte mientras conduzco.

—No hay necesidad de mostrarme, solo dímelo —ella lo miró con los ojos entrecerrados y notó que él se veía algo misterioso. Evitaba el contacto visual, y tenía la mirada fija en el camino, lo que le hacía pensar que quizá la había engañado para volver a Francia con él. No, no sería capaz de algo así, ¿verdad?

Silencio.

Su duda creció.

—¿Tony?

Él suspiró y le guiñó el ojo.

—No deberías haberte retirado, Lorne.

—Maldito hijo de puta, me engañaste. ¿Quién mierda te crees que eres? No sé quién es peor si tú o Baldwin.

—Oye, espera, eso ya es demasiado. Sí quizá te engañé un poquito, pero sé que al fin y al cabo me lo agradecerás.

—¿Entonces no encontraste nada?

—Ahí es donde te equivocas. El servicio secreto ha estado trabajando sin parar desde que se encontraron los cuerpos. Están terminando de poner las últimas piezas del rompecabezas y debería estar listo en un día o dos. Así que pensé que sería bueno que estemos ya en Francia, listos para lo que nos dijeran.

Ella debía admitir que estaba de acuerdo con su estrategia, pero aun así estaba enojada por la mentira.

Llena de tristeza, dijo:

—Espero que estés feliz, Warner. Tu mentira puede haberme costado la relación con mi hija.

Él no contestó, pero sí lo escuchó tragar, incómodo. El resto del viaje fue solo silencio.

Ya en el aeropuerto, Tony rompió el hielo al preguntarle si quería algo de tomar.

Su negación sonó más dura de lo que pretendía, por lo que Tony dio media vuelta y comenzó a recorrer los locales que estaban cerca del área de espera.

Ya en el avión, Tony le entregó un chupetín con la cara de un payaso triste en forma de son de paz.

Ella se rio y le pegó suavemente en el brazo.

—­¡Qué tonto! ¿Dónde nos quedaremos una vez que estemos allá?

—Conseguí alquilar un coche. Conduciremos hasta Caen y allí buscaremos un hotel o algo.

—¿No sería mejor quedarnos en Paris esta noche y viajar de día a Caen, mañana? —Eran las once y media de la noche. El aterrizaje se esperaba cerca de la media noche —Si mal no recuerdo, tenemos dos horas y media hasta Caen. Eso quiere decir que llegaremos a las tres, con suerte.

—Allí tienes, Sherlock. Sabía que tenía que traerte por algo.

Su sarcasmo logró otro puñetazo en el hombro.

—Ustedes, los hombres, tienen problemas con los detalles. Ya sabes, problemas con las cosas prácticas: donde quedarse, que comer, que empacar, como ser honestos.

—¡Ouch! Está bien, ya te entendí. Las mujeres son indispensables —él se rio y, por primera vez, Lorne vio un rostro completamente distinto.

Lograron encontrar un hotel económico cerca del hotel y pidieron una habitación con dos camas twins, debido al límite de presupuesto de Tony. Lorne, y evidentemente Tony también, estaban demasiado agotados como para sentir incomodidad en compartir una habitación. A penas ingresaron, ambos se tiraron en sus respectivas camas.

La alarma sonó a las seis de la mañana, y luego de tomar un café y una medialuna, partieron hacia Normandía.

Lorne preguntó:

—¿Vamos a reservar un hotel primero?

—No. Creo que sería mejor ir directo al castillo de Baldwin.

Ella lo miró de repente.

—¿Quieres decir que iremos a plena luz del día? ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo?

—Nunca dejas de preguntar, ¿verdad? Obviamente, no vamos a conducir directo hacia allí, como hicieron los tontitos de nuestros colegas. Seremos más discretos que ellos. Quiero observar qué tipo de rutina tienen en el día. Quiero averiguar por qué está rodeado de este ejército de hombres. Nunca antes ha tenido tantos hombres con él, ¿verdad?

Ella negó con la cabeza.

—Recuerdo que la última vez tenía cuatro acompañantes, y ese era considerado un trabajo importante. ¿Eran cuatro o tres? Sé que le disparó a uno, y dos terminaron en prisión, pero creo que había uno más. No estoy segura.

—A eso voy. Consideramos el trabajo del año pasado un trabajo grande. Si ahora contrató a veinte tipos, esto debe ser inmenso. Si solo los chicos hubiesen encontrado algo concreto.

—Nunca me dijiste nada del archivo que encontraste en el castillo esa noche.

—Como sospechaba, era una lista de las obras de arte que fueron robadas el año pasado.

—Entonces si le contáramos al capitán de la lista, quizá podríamos llegar a algo.

Él suspiró.

—Lo dudo. Sé que no quieres oír esto, Lorne, pero sinceramente creo que el capitán está involucrado con Baldwin. Todo lo indica así, incluso la manera que tuvimos de acercarnos al castillo, solo para encontrar que Baldwin que no estaba. Baldwin ni siquiera fue citado para ser interrogado, por el amor de Dios. Parece ser que no es una urgencia para el capitán. Si no se apresura parece que él sacara provecho de esto.

Lorne encontraba difícil no sentir vergüenza. Había sido tan fácil abrirse a él aquella vez en su habitación, y ahora todo indicaba que había sido engañada nuevamente. ¿Habría sido capaz de usar su encanto francés para averiguar qué saber de Baldwin?

Sentía mucha confusión. Michel había sido uno de los mejores amigos de Jacques. Se preguntaba si Tony estaba en lo cierto, pero a su vez dejaba un pequeño espacio para la duda.

—¿Lorne?

—Disculpa, estaba pensando. Yo estoy en duda todavía, y no, antes de que lo digas, no es porque me acosté con el tipo.

—No iba a decir nada al respecto. El tipo te encontró con la guardia baja, y tú necesitabas contención. Lo entiendo.

—Vaya, muchas gracias “sr. Psicoanálisis” por ser tan comprensivo. Creo que tendremos que estar de acuerdo en estar en desacuerdo en esto hasta que encontremos evidencia.

—Es justo —dijo sonriendo— pero te apuesto cien libras.

—En caso que no lo hayas notado, Tony, soy una desempleada. Todavía tengo algo de la venta de la casa, pero lo necesito para terminar el jardín. Luego, mi prioridad será encontrar un trabajo.

—Ya te lo dije, ven conmigo. Al menos conocerás el mundo.

—Sí, veré el mundo, pero no a mi familia. Veremos qué haré. Quizá me dedique al diseño de hogares. Soy buena en eso, sin querer quedar como una engreída.

—Por lo que vi en tu nuevo hogar, puedo decir que eres buena. Debes pensar en los altibajos de la economía, de todos modos. En este momento los bancos no están dando préstamos. Sólo piénsalo.

—Hablaremos más del tema cuando terminemos con esto. Estamos llegando a la entrada. Creo que deberíamos seguir hasta la propiedad vecina y ver desde allí.

Él le miró los pies.

—Me alegra ver que viniste con calzado apropiado.

La propiedad que seguía al castillo resultó ser una granja. Tony condujo por un camino de barro. Usando los árboles como escondite, fueron acercándose al castillo.

Lorne tomó a Tony del brazo cuando vio que él iba a abrirse a campo abierto.

—Espera un minuto. ¿Cómo sabes que esto no es propiedad de Baldwin?

Ellos se pusieron en cuclillas y observaron el campo dorado.

—Tienes razón, pero mira ­—él señaló las pilas de pastizal— Puedes oler que fue cortado recientemente.

—¿Y qué quieres decir con eso?

—Realmente has estado fuera de juego por mucho tiempo. Lo que quiere decir que debe pertenecer al granjero, porque si fueran de Baldwin no creo que le gustara que nadie esté dando vueltas por aquí.

Cruzaron corriendo el campo hasta acercarse al campo siguiente que limitaba con el castillo, donde se detuvieron para pensar la estrategia. Era un campo verde y lleno de vacas pastando.

Luego de atravesarlo, se encontraban a cien metro detrás del castillo. Tony tomó los binoculares y estudió el área en cada dirección.

—¿Qué ves? —preguntó ansiosa Lorne.

Él no respondió por varios minutos.

—Puedo ver la cola de un camión. Parece estar abierto. Tengo que acercarme para ver mejor.

Se pusieron de pie y corrieron acercándose todo lo posible al camión. Una vez en posición, Tony tomó los binoculares nuevamente y observó.

—Oh, por Dios.

—¿Qué? —Lorne tomó los binoculares cuando Tony se los ofreció— ¡Santo Dios! Debe de haber docenas de pinturas allí.

Tony volvió a quitarle los binoculares y estudió con cuidado el área alrededor del camión.

—Puedo contar, fácilmente, quince hombres. Todos con la contextura del increíble Hulk.

—¿Están cargando o descargando el vehículo?

—No sabría decirte en este momento. Creo que están tomando un descanso. Espera un segundo. Baldwin acaba de salir del castillo. Se ve molesto por algo y parece que regañó a los hombres. Están volviendo al trabajo. Están descargando y cargando.

—Llamemos a la policía, Tony. Dejemos que ellos se encarguen.

—¿Y qué les decimos? Por lo que sabemos, esto podría ser una entrega legítima.

Ella se golpeó en la pierna.

—Pero sabemos que no hay chances de eso, ¿verdad?

—Vamos, piénsalo. ¿Qué harías si un par de extraños, encima extranjeros, te llaman para decirte que alguien está haciendo una entrega de algo?

—Está bien, te entiendo. ¿Y qué hacemos entonces?

—Nos sentamos, esperamos y observamos. Hasta que caiga la noche si es necesario.