Capítulo Treinta y Cinco

Lorne luchaba para moverse.

—Quítate de encima...maldito hijo de-

Baldwin le dio una bofetada en la cara.

—Al fin nos conocemos señorita ex detective de policía. Ahora veo el parecido con la linda Charlie. Y no solo el físico.

Baldwin se rio y un escalofrío recorrió la columna de Lorne.

¿Cómo mierda bajé la guardia? ¿Cómo diablos permití que me secuestrara?

Se maldecía a sí misma por no haber prestado atención a su alrededor. Realmente estaba oxidada. Baldwin había mandado a uno de sus hombres a buscarla y sacarla arrastrando del coche a los gritos. Para su asombro, ni una persona intentó ayudarla. El matón la arrojó dentro del Lexus donde se encontró cara a cara con el maldito psicópata que, por años,  se había encargado de destruir tanto su vida personal como profesional.

—No te saldrás con la tuya, Baldwin.

Los dos hombres sentados en los asientos delanteros, se rieron, pero Baldwin no dijo nada. Ella lo miró de reojo y vio como tenía la mirada fija en ella, con una pequeña sonrisa en su rostro. Tony no dejará que me suceda nada... Desde Londres deben estar rastreando el coche.

De golpe el puño de Baldwin chocó contra su cara, haciendo que ella se lleve las manos a la boca y nariz. Intentó con todas sus fuerzas no llorar ni mostrar debilidad, pero falló. No necesitaba que se lo dijera ningún doctor, sabía que tenía la nariz quebrada. Recordando que había guardado una servilleta en su bolsillo al comer el sándwich, la buscó y se limpió la nariz.

—Bien, aclaremos una cosa. Solo hablas cuando te hablo yo. ¿Entendiste?

Ella giró para mirarlo, con los ojos llenos de lágrimas. Al no responder, él dirigió su puño hacia el ojo derecho, pero se detuvo a centímetros de su rostro.

—Pregunté si me entendiste...

Por primera vez en su vida, Lorne estaba paralizada de miedo. Si Charlie había podido sobrevivir la brutalidad de este hombre, no había razón para que ella no pudiera.

Ella asintió y su puño cayó en el asiento entre ellos.

—Siempre y cuando entiendas eso,  Lorne, no hay motivo para llevarnos mal. Tú y yo podríamos llegar a ser... muy buenos amigos —dijo él en un tono que creyó seductivo. Sus dos matones se rieron, y él abrió su puño para dejar que la palma de la mano recurriera su pierna hasta el muslo. Lorne cerró los ojos con fuerza, intentando no pensar en sus caricias. Él se rio, y ahí fue cuando Lorne se dio cuenta del incomodo viaje que tenía por delante.

¿Cómo mierda salgo de esto? Que desastre... que metida de pata.

La servilleta blanca que tenía en la nariz ya había cambiado de color al absorber su sangre. Baldwin la sorprendió al sacar un pack de pañuelos descartables del compartimiento de la puerta del auto y entregárselos.

—No es para tu bien, sino para el mío. No quiero un coche sucio —rio.

Lorne guardó la servilleta sucia en el bolsillo de su chaqueta y luego sacó unos de los pañuelos para continuar deteniendo la sangre. Unos minutos más tarde, la pérdida de sangre le hacía doler la cabeza, y el olor a los asientos de cuero le daban ganas de vomitar. Pero el miedo a cómo reaccionaría Baldwin si ella llegase a vomitar, hizo que se tragara la bilis.

—Ahora dime. ¿Qué saben tú y ese agente de mierda?

—No sabemos nada —contestó ella cortante, arrepintiéndose inmediatamente de tu tono.

—¿Quieres otra golpiza?

Lorne se tiró hacia atrás hasta quedar contra la pared. Baldwin estiró su brazo, la tomó de la muñeca y, retorciéndole el brazo, la llevó hacia él.

—Si eres amable, saldrás impecable de todo esto. Créete astuta y parecerás un pitbull que perdió una pelea. ¿Sabes que sucede con los pitbulls que pierden una pelea, Lorne?

Asustada, negó con la cabeza. Él ubicó su dedo índice en la sien de Lorne y le susurró al oído:

—¡Bang!

Lorne se asustó y dejó salir un pequeño grito. Por más que intentaba estar tranquila, esta situación ya no podía controlarla.

—Ahora, ¿Qué sabes?

Bien, tengo que decirle algo.

—No sabemos mucho —Lorne tragó más bilis. Se mezclaba con la sangre y hacía que fuera difícil hablar, pero el solo hecho de pensar en otro golpe, hacía que se apurara— Sabemos que estás involucrado en el robo de piezas de arte.

Ella se detuvo, pero al ver que él no decía nada, suspiró.

—Y es bastante obvio que estás recibiendo ayuda de parte de la policía local...

Continúa, no te detengas ahí. Se está poniendo interesante.

—Eso es prácticamente todo. Vimos a la teniente ingresar a tu hotel, suponemos que para un revolcón —ella le miró de reojo y notó como sonreía. ¡El hijo de puta no va a negarlo!

—Bastante bien para una ex policía. Y tienes razón, de hecho sí recibí ayuda de Renée de Interpol, pero ya no...

Lorne se dio el lujo de no reaccionar buscando el final de la oración, no le daría ese gusto a Baldwin. Al permanecer callada, el secuestrador continuó con su historia.

—¿Qué? ¿No vas a preguntar nada? Me decepcionas, Lorne. Quizá la nariz rota te quitó ideas —se rio, causándole a Lorne nauseas— solo digamos que la utilidad de la teniente sexy ha expirado.

Lorne tomó aire. Al hacerlo, su saliva y la sangre causaron que se ahogara. ¿Cómo pudo? Pero ya sabía la respuesta a esa pregunta, y esa misma respuesta hacía que temiera por su vida. Temía no ver a su familia nunca más.

Papá. Si no llamo antes de las nueve, enviará refuerzos.

No seas idiota, Lorne. Tony ya debe estar encargándose de todo. Tan pronto como vea que no estoy, se comunicará con Londres y...

Un millón de distintos escenarios pasaron por su cabeza.

Vio como Baldwin sonreía.

—Puedo notar que tu cerebrito de ex policía está trabajando a tiempo extra. No se lo recomiendo inspectora. Sabe que yo manejo la situación. Si quiero dejarla colgada, no hay mucho que sus amiguitos puedan hacer.

Lorne lo ignoraba, mirando el paisaje y pensando maneras de poder escapar. A su vez, rezaba para que Tony no la decepcionara.