Capítulo Treinta y Siete

Mientras iba en busca de Lorne, Tony debatía consigo mismo si debía o no avisarle a Sam Collins. Él ya había avisado que necesitaba refuerzos y habían acordado que enviarían dos agentes más. ¡Vaya, dos más! Con la cantidad de hombres que tenía Baldwin, tendrían suerte con salir intactos de la operación.

Cuando se aproximó al cartel verde que le indicaba que su destino se encontraba a solo nueve kilómetros, decidió que el padre de Lorne merecía saber que ella estaba secuestrada. Tomó el bolso que se encontraba en el suelo del pasajero, buscó el celular de Lorne y revisó los números. Encontró el contacto guardado como “papá” e hizo el llamado.

—¡Lorne! ¿Está todo bien?

Tony se aclaró la garganta.

—Em... Sr. Collins...

—¿Quién habla? ¿Por qué tiene el celular de mi hija? Warner, ¿es usted?

—Así es, Sam.

—¿Y bien? Dime que ocurrió —dijo Sam con la voz llena de pánico.

Tony intentó pensar en cómo debía proseguir con la conversación. Él sabía de la relación cercana que Lorne tenía con su padre.

—Antes que nada quiero decirle que ya llamé refuerzos y se están encargando de todo...

—¡Warner, solo dímelo de una vez! Quiero saber todo.

Tony le contó todo. Sintió que no era necesario disfrazar la realidad, después de todo, Sam era un ex policía también.

—Sam... ¿Te encuentras bien? —dijo preocupado por la salud del anciano.

—Tomaré el primer vuelo hacía allá. Y no te molestes en decirme que me esperarás, sé que estás cerca de ellos. ¿Dijiste que crees que se dirigen a Mónaco?

Tony golpeó el volante. Esto es lo último que quiero. Si Sam iba para allá, debía cuidarlo y eso significaba tener menos tiempo y esfuerzo para encontrar a Lorne.

Intentó convencerlo de que no viajara, pero Sam tenía la idea fija e inmediatamente demostró de donde había heredado Lorne lo testaruda que era.

—Está bien, Sam, tú ganas. Creo que llegaran a la costa cerca del jueves. Podría arreglar para que un coche te espere en el aeropuerto de Niza, no muy lejos de allí. Le diré al chofer que te lleve al hotel donde yo estaré. ¿Qué te parece?

—Te lo agradezco, Tony. Puedes entender mi necesidad de estar allí, ¿verdad?

—Por completo. Organiza todo y llámame. Y, ¿Sam?

—¿Si?

—Intenta no preocuparte por Lorne. Sabes lo fuerte que es. Estoy seguro de que no la lastimarán.

Hubo una pausa. Luego Sam dijo:

—Eso lo veremos. Espero que estés en lo cierto. Nos vemos pronto, Tony.

Ambos dejaron el teléfono. Mientras Tony continuaba con su viaje en la oscuridad, pensaba seriamente en sus palabras y que tan ciertas podían llegar a ser. ¿Realmente estaría bien Lorne? ¿Tendría las agallas para soportar todo lo que el Unicornio tenía para arrojarle?

***

Lorne estaba desnuda, parada frente a Baldwin. Sus manos intentaban cubrir el área púbica de su miraba.

—Qué curioso... Tu hija nunca se cubrió al estar desnuda frente a mí —se rio, mirando cuidadosamente su reacción— A decir verdad nunca tuvo chance de hacerlo, ya que mis hombres la tenían agarrada...

—¡Hijo de puta! —ella corrió hacia él y golpeó los puños contra su pecho.

Baldwin mantuvo la postura, y dejó que le pegara un par de veces, antes de tomarla por las muñecas con una sola mano. Lorne se rindió al sentir un dolor tan insoportable, que creía que en cualquier momento se romperían sus huesos. Su otra mano recorrió su cuerpo desnudo, deteniéndose cada tanto para observar sus expresiones, que variaban entre miedo, pánico y odio.

—¿Debo mostrarte que tan asqueroso puedo ser, Lorne? —dijo pronunciando cada palara con énfasis.

Ella tragó y rogó con su mirada. Pero sabía que sin importar cuanto peleara, no iba a poder ganarle. Él tenía una fuerza que nunca antes había visto. Por supuesto que es fuerte, idiota. Él trabajaba para la fuerza, ¿recuerdas?

—Por favor, no me drogues. No te causaré ningún otro problema, por favor...

Él sonrió y dejó ver una jeringa con un líquido claro. Le dio unos golpecitos con la punta de los dedos. Su corazón se hundió y su estómago se hizo nudos.

Antes de que pudiera darse cuenta, él la empujó contra la cama. Ella se ubicó rápidamente en el respaldo, cubriéndose con la almohada. Baldwin se veía molesto, mientras preparaba la jeringa, vigilaba a Lorne sin parar.

—¡No! Por favor, te lo ruego —Lorne jugaba el papel de víctima mientras pensaba activamente en una manera de escapar de todo eso.

—Como siempre dicen las enfermeras, Lorne, solo sentirás un pequeño pinchazo —su risa satánica llenó la habitación. Mientras caminaba hacia la cama, ella se puso en posición fetal, como si estuviera muerta de miedo, pero por dentro, estaba más decidida que nunca. Cuanto más se acercaba, más crecía su ya conocida sonrisa burlona.

Espera, todavía no. Sé paciente. Con la mano que tenía detrás de la almohada que cubría su cuerpo desnudo, intentó alcanzar la lámpara. Él tenía la mirada fija en sus ojos. Sintió un frío al tocar la base de la lámpara.

Él subió a la cama, y continuó acercándose a ella. Lorne arrojó la almohada para llamar su atención. Su mirada lujuriosa se detuvo en sus pechos. Lorne aprovechó la oportunidad y tomó la lámpara. ¡Bang! Baldwin cayó sobre sus piernas cuando ella lo golpeó con la base pesada en el cráneo.

Mierda, eso no debía pasar. Pero por suerte, Baldwin estaba inconsciente. ¿Cuánto tiempo estaría así? Nadie lo sabía. Lorne lo empujó al mismo tiempo que intentaba sacar las piernas que estaban debajo de él. Una vez que se libró de él, corrió a buscar su ropa y se vistió, sin perder de vista a Baldwin, que yacía boca abajo en la cama, con sangre que le chorreaba de la cabeza.

Sin poder creer que había sido capaz de escapar de sus garras, Lorne se acercó con calma a la puerta y la abrió. Suspiró de alivio cuando vio el pasillo vacío. Esperaba ver al menos a uno de los hombres de Baldwin esperándolo. Cerró la puerta con suavidad y salió corriendo hacia el elevador. Espero que sus matones no estén dando vueltas abajo.

Las puertas corredizas se abrieron para mostrar una recepción casi vacía. En vez de pedirle ayuda a la recepcionista, Lorne salió corriendo hacia la fría tarde.

El pánico la envolvió. Corrió hacia una calle estrecha por donde paseaba un anciano con su mujer, quien llevaba un carrito con comida.

Excusez-moi —murmuró Lorne, mientras pasaba entre medio de ellos. El hombre se tocó el sombrero y dijo algo en francés que ella no entendió. Ella sonrió, y continuó por la angosta calle. Cruzó jardines, algunos de ellos con perros guardianes que le ladraban a extraños como ella hasta que llegó a la calle principal.

Con precaución, Lorne caminó entre la gente, deteniéndose cada tanto en algún negocio para mirar disimuladamente en busca de Baldwin o alguno de sus hombres. Sin moros en la costa, fue en busca de un teléfono público. Diez minutos más tarde, lo encontró. El próximo problema a resolver era cómo pagaría ese llamado. Tanto su bolso como su billetera estaban en el coche de Tony. Desesperada, buscó en cada uno de sus bolsillos, pero no había nada.

¿Madame?

Una voz la sobresaltó. Volteó con lentitud para enfrentar el rostro de un hombre que la miraba confundido.

Se rompió la cabeza intentando recordar alguna frase en francés.

—¿Parlez-vous Anglaise?

—Para su suerte, sí —él le sonrió y la calmó— ¿Necesita dinero para llamar?

—¿Le importaría?

Metió la mano en el bolsillo de su traje y sacó un puñado de monedas.

—Tome lo que necesite, madame.

Dudando, miró las monedas la palma de la mano, pero no tenía idea cuales le servirían para llamar a Inglaterra. Quería llamar a su padre, en Londres. El número de Tony lo tenía como acceso rápido en su celular, por lo que no tenía idea como era.

—Si no es demasiada molestia, necesitaría llamar a Inglaterra.

Él le entregó una moneda de un euro de inmediato. Ella lo tomó y discó. No podía dejar de mover el pie mientras esperaba que su padre atendiera el teléfono.

—¡Papá! Qué bueno que estás en casa.

—¡Lorne! ¿Dónde estás? ¿Cómo..?

—Papá, no tengo tiempo para responder preguntas, necesito ayuda.

—Lo sé, Tony se contactó conmigo. Mañana mismo tengo un vuelo-

—No, papá. Por favor no vengas, he escapado, pero necesito comunicarme con Tony de inmediato. Me preguntaba si podrías llamar por mí...

—No necesitas pedírmelo. Tengo su número aquí mismo. ¿Puedes esperarme en línea mientras llamo de mi celular?

—De prisa, papá. No tengo mucho tiempo. Llamo desde St. Etienne.

Lorne miró nuevamente al hombre, intercambiaron miradas, y ella miró preocupada hacia el horizonte. Baldwin debe haber despertado y alertado a sus matones.

—¿Lorne?

—Aquí estoy, papá. Tony ya está en la ciudad. ¿Hay algún lugar donde puedas esperarlo?

Ella miró a su alrededor y vio un edificio enorme, con un cartel amarillo a la derecha.

—Fantástico, papá. Dile que me espere en el correo. Si no llego a estar cuando llegue, dile que tenga paciencia. Seguramente esté escondida en algún arbusto  o algo, en caso de que Baldwin o sus hombres me estén buscando —ella podía escuchar como su padre le pasaba el mensaje a Tony.

—Lorne, en el momento que Tony te busque, quiero que te tomes el primer vuelo a casa, ¿me escuchas?

—Te escucho, papá. Pero sabes que eso no pasará.

—entonces yo no daré el brazo a torcer tampoco. Volaré para allá y nos encontraremos en Mónaco. Hasta entonces, cuídate.

Antes de que ella pudiera decirle que no, él ya había colgado.

Lorne le agradeció a su caballero sin armadura que la había salvado y lo saludó con un apretón de manos.

El hombre se veía muy preocupado.

—Insisto en acompañarla.

Así que hay gente que se preocupa por los demás.

Ella sonrió, le dio una palmadita en la espalda al hombre y negó con la cabeza.

—Gracias por su bondad. Soy policía, no puedo poner a un ciudadano en peligro.

Esperando que la mentira alcanzara para alejar al hombre, dio media vuelta y salió corriendo.

Luego de unos minutos, estaba fuera del correo, pero se sentía demasiado expuesta en el punto de encuentro, por lo que decidió esconderse detrás de una camioneta estacionada. Llegó un punto en el que ya le dolía el cuello de tanto mirar a su alrededor. De pronto su pánico se convirtió en felicidad, cuando vio que Tony estacionaba.

Luego de ubicarse en el asiento del pasajero, soltó un suspiro y dijo:

—Vaya que estoy feliz de verte.

—No tanto como lo estoy yo —dijo él— Por Dios, Lorne ¿Qué te hizo ese hijo de puta? Vayamos a ver a un doctor.

Inmediatamente, ella se negó. Él la abrazó y dijo:

—Él no te... violó, ¿verdad?

Lorne no pudo evitar pensar en la experiencia de Charlie con Baldwin y soltó un suspiro de alivio.

—No. Gracias a Dios.