Tony y sus agentes se acercaron al yate con tranquilidad, pero sus años de experiencia, le decían que algo andaba mal. No hay luces encendidas en el yate. No hay movimiento. Se acercó a Weir y le susurró:
—Algo anda mal.
Taylor y Weir sacudieron la cabeza, ya cansados.
—Es medianoche.
—No me importa una mierda. Algo no está bien.
—¿Qué quieres hacer entonces? ¿Seguir o volver? —preguntó Taylor.
—Déjame pensarlo un minuto —Tony pasó la mano entre su cabello negro.
—Sigue tus instintos, Tony. Tú conoces a este tipo mejor que nosotros. ¿Qué dices?
Tony le hizo señas a Taylor. Comenzaron a volver a la costa. Algo definitivamente no estaba bien.
***
Una patada en el estómago hizo que Lorne se retorciera de dolor y se coloque en posición fetal.
—¡Levántate, perra!
Lentamente, Lorne levantó su cabeza, para encontrar a Baldwin parado frente a ella. Amagó a volver a pegarle con su pierna derecha, pero ella habló de inmediato.
—No, por favor... estoy intentando.
—Me estas agotando la paciencia, Simpkins. Levántate, ahora.
Se puso de pie a pesar del dolor punzante que sentía en el abdomen. El otro hombre pasaba su mirada de Lorne a Baldwin, incomodo con la situación.
Baldwin soltó una carcajada y se dirigió al hombre.
—Oh, capitán, por la mirada que te acaba de dar, creo que Lorne espera que la ayudes a salir de esta situación tan horrenda.
El hombre con quien había pasado la noche recientemente, se veía incómodo y se encogió de hombros.
Mientras Lorne miraba el intercambio entre ambos hombres, su mente se apresuraba por encontrar una salida.
Mientras el dolor iba desapareciendo, logró volver a su postura, con los hombros pegados a la puerta.
—Lo último que quiero es su ayuda —ella escupió enojada, esperando que esa reacción le jugara a favor. Si Baldwin creía que ella no confiaba en el capitán, quizá bajaría su guardia.
El rostro del francés se llenó de dolor, haciendo que Baldwin rompiera en carcajada.
—Michel, veo que dejaste una mala impresión en la ex inspectora.
Ninguno de los dos dijo una palabra mientras Baldwin miraba a uno y a otro.
Ella continuó con su enojo.
—Eres idiota si crees que puedes salirte con la tuya, Baldwin. Tony volverá pronto.
—No me trates como idiota, Simpkins —Baldwin dio un paso adelante.
A pesar de sentir temor hasta más no poder, Lorne decidió no demostrarlo.
—¿Acaso no has aprendido nada de tus encuentros conmigo?
No dejaré que sienta mi miedo. Tony, ¿Dónde estás cuando más te necesito?
Teniéndolo a centímetros de distancia, y con las miradas fijas en el otro, le era imposible saber dónde estaban sus manos, pero podía sentirlas. Mientras una de sus manos desabrochaba los botones de su blusa, se escuchó el click de una navaja al abrirse. Por Dios, va a matarme.
Cerró los ojos, esperando a que ocurriera. A la distancia pudo escuchar la voz de Michel, rogando.
—Por favor, Robert. Ella no merece esto.
Baldwin ignoró el comentario y continuó recorriendo su cuerpo. Abrió la camisa para ver el sostén de encaje negro que mostraba sus senos. Lorne abrió los ojos de golpe, reaccionando naturalmente a tapar sus senos, pero al sentir el cuchillo frío en sus costillas, no tuvo más opción que dejar caer sus brazos.
Tomó aire e intentó no moverse mientras sentía que Baldwin pasaba su lengua y chupaba sus senos por encima del sostén.
Desesperada, Lorne miró al francés, rogando ayuda, pero él se veía resignado. Decidió insistir, y volvió a pedir ayuda. Esta vez vio como él movía sus pies nervioso.
De golpe creyó escuchar algo en el pasillo. Dio vuelta la cara, apoyando su oreja izquierda contra la puerta. Sus posibilidades de escuchar algo se perdieron cuando Baldwin comenzó a gemir de placer.
Sin tener otra opción, Lorne volvió a rogar por ayuda.
Michel se inclinó lentamente y sacó algo de su calcetín. Lorne rogaba y esperaba que fuese algún tipo de arma.
Baldwin tomó a Lorne de las muñecas, y de un solo movimiento intercambió lugares con ella, quedando él con la espalda contra la puerta. Con un brazo la tenía de la cintura, y con la otra mano, aun sosteniendo el cuchillo, presionaba sobre su pecho.
—Detente. Detente o la mato.
Escuchó un ruido. Miró hacia el suelo y vio que Michel había soltado el arma. Sus esperanzas de escapar habían muerto. La cara de Michel mostraba arrepentimiento inmediato. Baldwin la abrazó con fuerza, haciéndose difícil respirar.
—Corta el cable de la lámpara y tráemelo —ordenó Baldwin.
Michel frunció el ceño y Baldwin perdió la paciencia. Tomó del rostro a Lorne, impidiendo que se moviera. Ella sintió la cuchilla fría abriendo su mejilla y sus piernas se debilitaron. Se mordió la lengua, decidida a no demostrar dolor.
Michel mostró una expresión de dolor al ver la mejilla de Lorne llena de sangre. Logró cortar el cable de la lámpara e intentó hacer entrar a Baldwin en razón.
—Vamos, Robert. No hay necesidad.
—Cuando quiera tu opinión, te la voy a pedir, idiota. Ahora dame el cable, rápido.
Michel le entregó el cable a Baldwin mientras miraba a Lorne. Vamos, Michel, si nuestra noche juntos significó algo para ti, por favor, ayúdame...
Michel murmuró algo en francés. Baldwin soltó el cable y lo miró. De un movimiento rápido, Michel tomó el extremo del cable y lo tiró. Como si hubiese leído su mente, Lorne le dio un codazo en las costillas al Unicornio y logró escapar de su lado. Michel se abalanzó encima del criminal y comenzó la pelea. Lorne buscó por toda la habitación algo que la ayude, pero falló.
Baldwin le torció la muñeca al francés, y él gritó de dolor, quedando tirado en el piso. Riéndose, se acercó a ella. Esta vez me mata seguro...
Lorne notó el arma tirada en el piso a unos metros de ella, sobresaliendo de debajo de la cama. Maldiciendo por no haberla visto antes, se arrojó a buscarla.
—Ni te atrevas, puta —gritó Baldwin.
Pero Lorne estaba decidida. Se tiró, tomó el arma y le apuntó al pecho.
—No tienes el coraje de dispararme —le dijo él.
—¿No me atrevo? Después de todo lo que le hiciste a mi familia y a mí a través de los años, ¿crees que no soy capaz de apretar un gatillo? Suelta el cuchillo, hijo de puta.
Varios minutos pasaron hasta que tomó la decisión de dejar caer el arma.
—Michel, toma el cable y ata sus manos.
Las manos del capitán estaban llenas de sangre. De todas maneras buscó el cable.
—Michel, ¿Te encuentras bien? —preguntó preocupada Lorne.
El francés respondió colapsando detrás del criminal. Baldwin soltó una carcajada. Mirándolo con furia, y sin dejar de apuntarlo, Lorne se acercó y le dio un rodillazo en la entrepierna, disfrutando el control que tenía sobre él, para variar.
Baldwin se quejó, pero le escupió el pie.
—Maldita zorra, me aseguraré que me la pagues.
Lorne rio.
—Parece que te olvidas quien tiene el arma, maldito enfermo.
—Sí, la perra a la que hice sufrir todos estos años. La policía que siempre se quedaba corta, que me divertía engañar, cuya familia tuve el placer de destrozar con mis poderosas manos —su mirada radiaba odio.
El enojo se apoderó de Lorne.
—¿Por qué?
—¿Qué? —frunció el ceño.
—¿Por qué Jacques?
—¿Prefieres que hubiese sido tu padre?
—No. Solo respóndeme.
Todavía de rodillas, Baldwin levantó la mirada para contestarle.
—Si quieres la verdad, aquí está: Porque él tenía lo que yo quería.
—¡¿Qué?!
—Me oíste. Él te tenía a ti. Vamos, Lorne. Baja el arma. Nos iremos de aquí, volveremos al castillo y veremos cómo crece mi cuenta bancaria. O si prefieres, tomaremos el yate y nos iremos-
—Realmente eres la peor mierda que hay en este planeta —le gritó ella.
En ese preciso momento la puerta se abrió de un golpe. Del susto, su mano tembló y como un reflejo, jaló el gatillo.
El disparo hizo eco en toda la habitación.
—Hija de puta —susurró mientras caía de cara al suelo.
Tony se apresuró a cruzar la habitación, quitarle el arma y abrazarla.
—Lorne, todo ha terminado.
Pero había algo que hacía que mirara el cuerpo de Baldwin pensando que saltaría y la perseguiría de nuevo.
De pronto la alfombra se tiñó de rojo.
¿Podría realmente estar muerto el Unicornio?