Epílogo

—¿Y bien? —bromeó Lorne pegándole en las costillas a Tony.

Él le sonrió y pasó su brazo por encima de los hombros.

—Tenga cuidado, señorita. Estas manos han matado.

Cualquier otro día, la sonrisa que llevaba en su rostro se habría borrado al escuchar esas palabras, pero no hoy. No ese día de celebración, honrando el día en el que todos habían escapado de Baldwin. Todos ellos.

Todos estaban felices. Como debían. Bebieron sin culpa. Tom estaba a cargo de la parrillada. Con una mano daba vuelta la carne y con la otra tenía a Charlie de la cintura. Su hija sonreía de oreja a oreja. Esa sonrisa había aparecido desde que sabía que Baldwin había muerto y jamás había vuelto a desaparecer.

Jade y su esposo estaban en la barra, ofreciendo tragos. El bebé Gino estaba sentado en su sillita, en la sombra, debajo del manzanero, con Henry a su lado. Era grandioso ver a todos tan relajados. Hacía mucho que no ocurría.

—Tony... —le advirtió Lorne—Dime.

—¿Por qué no te digo luego? Disfrutemos del día.

—¿Entonces son malas noticias? —insistió Lorne.

—Por Dios, mujer, no te das por vencida.

—Oh, Tony, eso es algo que deberías ya saber de mi hija —dijo Sam Collins, apareciendo detrás de ellos, y parándose al lado de Lorne.

La tomó de la cintura y la apretó. Se sentía tan bien estar entre los dos hombres que más amaba en el mundo.

Sam se había unido a ellos en el aeropuerto, y los tres juntos tomaron un avión de regreso a casa, dejando a Weir y Taylor lidiar con Interpol y la policía local.

Tony miró a Lorne lleno de amor.

—¿Entonces eso es lo que me espera si me mudo contigo? ¿Ser interrogado todas las noches?

—Si no me dices, vivirás de comida preparada por meses...

—Mmm,... nada nuevo entonces —dijo guiñándole el ojo a Sam.

—¡Tony! —gritó ella, ya sin paciencia.

Todos se dieron vuelta para observarlos, pero fue Tom quien habló.

—Oye, Tony, ahora entiendes porque acordé en firmar los papeles de divorcio tan rápido.

—Oye, ex, no le des ninguna idea. No necesita que le digas como controlarme —ella le arrojó una frutilla de manera amigable y todos los amigos y familiares comenzaron a reír.

—Ven, vamos adentro. Discúlpennos un segundo, por favor.

Lorne le dio un beso a su papá y se dirigió adentro de la casa con Tony detrás de ella.

—¿Por qué tanto misterio?

Ambos tomaron asiento y Tony procedió a contarle lo que Taylor le había informado. Él y Weir habían llegado hacía unas horas a Londres y recién habían terminado de completar los informes.

—Entonces dices que Baldwin chantajeaba a Michel...

—Parece ser. Él sabía de algunas indiscreciones que el capitán había tenido en el pasado...

—¿Cómo por ejemplo?

—Le gustaban las chicas. Pero tú ya sabías eso, ¿verdad? —dijo aclarándose la garganta.

Ella se sonrojó y miró hacia el suelo.

Tony la tomó de la mano y la besó.

—Era una broma. Él solía frecuentar un par de prostíbulos, algo que no es común en los hombres franceses. De todas maneras, una noche Michel llegó ebrio a una de las fiestas de Baldwin y algo le ocurrió a la chica que “alquiló”.

—Define, que significa eso.

—Ella murió.

—Entiendo. Murió de manera inesperada, probablemente mientras Michel dormía, y Baldwin lo tomó para aprovecharse.

—Exactamente como dices. Desde ese día Baldwin lo tiene a completa disposición.

—¿Sabes cuál era el rol de Renée en todo esto?

—No están seguros. Al parecer el capitán y Renée fueron amantes por un tiempo. De nuevo, Baldwin se enteró y usó eso también. Teniendo a ellos a cargo de la investigación, era demasiado fácil manipular todo. ¿Te mostré la lista de interpol? Ellos tenían el acceso a quienes tenían las pinturas más caras y donde las guardaban.

—¿Qué cambió entonces? ¿Por qué Michel se enfrentó a Baldwin?

—Yo creo que sucede cuando se entera que Baldwin asesinó a Renée y encima le dejó esa nota encima...

—¿Nota? ¿Qué nota? —era la primera vez que escuchaba de la muerte de Renée.

Tony suspiró y miró hacia otro lado, evitando el contacto visual.

Lorne habló suavemente.

—Tony, ¿Qué nota?

—No quise decirte.

—Ya se acabó. No está más. Puedes decirme.

—Puedo, pero no quiero.

—Yo quiero que lo hagas. Somos una pareja ahora, y debemos hablar de lo bueno y lo malo.

—Jesús... tu padre tenía razón, no te rindes.

—Ya aprenderás —ella sostenía su mano, esperando ansiosa que él hablara.

—La nota decía que tú eras la próxima.

Ella tomó aire.

—Siempre te estaré agradecida por haberme sacado de Francia —dijo suavemente mientras una lágrima caía por su rostro.

—¿Por eso me pediste que me mudara contigo? —bromeó, secándole la lágrima con el dedo. Luego compartieron un beso profundo y apasionado.

—Búsquense un cuarto —gritó Luigi desde la puerta. Ellos se rieron y Tony le mostró el dedo en respuesta.

—Me arrepiento de Michel, ¿lo sabías? —él asintió y ella continuó— No sé por qué dormí con él. Quizá fue su acento, o quizá me recordaba a Jacques...

Tony levantó su mano para interrumpir.

—No es necesario que me expliques, Lorne. En ese momento no éramos nada, no es que me engañaste con él. A pesar de que yo te amaba.

Ella miró sorprendida y él sonrió.

—¿Tú qué?

Él se puso de pie y la ayudó a levantarse.

—Vamos a la fiesta. Hablaremos luego. Oh, olvide decirte. Los países que obtuvieron su dinero de vuelta quieren honrarte de alguna manera. Les dije que tú seguramente no querías eso, que estabas feliz con haber librado al mundo de Baldwin.

—Vaya, que lindo gesto de su parte. Pero tienes razón, ya tengo todo lo que necesito. ¿Qué sucederá con Michel?

Tony se encogió de hombros.

—Dudo que Interpol no aplique alguna sanción después de su participación, una vez que salga del hospital. Perdió mucha sangre, ¿Sabías?

Volvieron a la fiesta justo cuando Tom prendía fuego parte de la parrilla.

—Gente, ahora pueden ver por qué yo me divorcié de él.

Todos rompieron en carcajadas. Charlie arrojó su copa de gaseosa al fuego, para apagar las llamas. Tom tiró sus chancletas a un costado y salió furioso hacia la casa.

Lorne miró a Tony y le susurró:

—El mismo Tom de siempre. Creo que necesita clases para controlar su ira.

***

Una vez que la fiesta había terminado y los invitados se marcharon a sus casas, Lorne y Tony hicieron el amor en su cama por primera vez.

Agotada, Lorne se acostó a su lado, con la cabeza sobre su pecho.

Lorne acarició su pecho y luego la cicatriz de su mejilla que ella tano adoraba.

—Me estaba preguntando...

—Oh, ¿Ahora qué?

Ella se rio.

—Me preguntaba si tendremos cicatrices parecidas.

Él acarició el parche que por ahora intentaba sanar la herida de su amada, y le dijo:

—Espero que no. No me gustaría que quedaras tan fea como yo —La abrazó y sin esfuerzo, la llevó arriba suyo.

—¿Has pensado en mi propuesta?

—¿Tu propuesta de casamiento? —dijo ella confundida.

—No, no esa. ¿Por qué? ¿Has cambiado de parecer? ¿Ya no quieres casarte conmigo?

Ella lo besó con amor y pasión, para dejarle en claro lo ridículo que era ese pensamiento.

—Hablo de venir conmigo a trabajar.

—Pero no nos permitirían si estamos casados...

—Probablemente no, pero al menos tendríamos sexo...

—¡Me las pagarás, niñito!

—Promesas son promesas, futura señora Niñito.

Lorne se quedó dormida, feliz de ver a su familia feliz. Podía pensar en el futuro y proyectar ansiosa su vida, sabiendo que Tony estaría a su lado.

ACERCA DEL AUTOR

Best seller por el New York Times y USA Today. Top #20 de Amazon. Top #5 en IBooks. Top #2 en Barnes and Nobles.

Soy una escritora británica que se mudó a Francia en el 2002 y allí decidí hacer de mi pasatiempo, mi carrera.

Comparto mi hogar con mis dos perros locos, que no aman nada más que arrastrarme por toda la ciudad.

Cuando no estoy escribiendo, disfruto mucho las manualidades, leer, la jardinería y pintar.