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Respeta al animal

Lecciones de los adiestradores de animales de Hollywood

 

 

Éste no es un libro para adiestradores profesionales de animales; es para quienes quieren que su perro tenga una vida más sana, feliz y satisfactoria. No es necesario que nuestro perro vaya a una audición en Hollywood para que aprenda de los adiestradores de animales que trabajan allí en la actualidad. Un gran adiestrador de animales no sólo soluciona los problemas, tambien entiende que lo mejor para conseguir que el perro se comporte como queremos es respetarlo como animal concentrándonos antes en lo que lo hace feliz.

Siempre hay polémica cuando se trata el tema de los animales y los espectáculos. Incluso la American Humane Association, que desde 1980 incluye entre los créditos finales el ya célebre lema «Ningún animal ha sufrido daños durante el rodaje de esta película», ha sido criticada. Pero en manos de un gran adiestrador, y siguiendo las directrices de la AHA, un rodaje puede constituir un brillante y emocionante desafío para el perro adecuado. Aunque un perro necesite pautas y rutina en su vida, también necesita su dosis de aventura. Los perros son una especie muy curiosa y si se los trata bien el estímulo diario que supone un rodaje puede ayudarlos a realizarse psicológicamente y a ser los mejores perros.

En la actualidad Karen Rosa es presidenta de la división hollywoodiense de No Animals Were Harmed® de la American Humane Association, y lleva dieciocho años trabajando en su departamento de cine y televisión. «Cuando me dicen: “Es una vergüenza que esos perros estén en el mundo del espectáculo”, yo les contesto: Viajan. Su enriquecimiento mental es increíble. Hacen ejercicio. Son tratados con mucho cariño. Son recompensados por hacerlo. Se divierten mucho, francamente, mucho más que esa pobre mascota que se queda doce horas sola en el apartamento mientras su dueño está trabajando. Además nos encanta el hecho de que muchos de los animales que trabajan en cine y televisión habían sido abandonados, sobre todo perros y gatos. Nuestro principio es repetir y repetir. Recompensa la conducta deseada y repítela para fomentarla. En un rodaje cualquier animal tiene que repetir las cosas muchas veces, así que esta fórmula es la que mejor funciona».

Pocos son conscientes de que un adiestrador de animales hace lo mismo que yo: comprueban el nivel de energía de un perro —o su personalidad— y me aseguro de que encaja antes de ofrecerle un papel. Y como posiblemente en una película un perro tenga que mostrar una personalidad más compleja que uno de verdad, a veces se necesitan varios ejemplares para que den vida a un único personaje. ¡Cuando llegué a América, recuerdo mi sorpresa al enterarme de que había más de una Lassie!

Según nos explica Karen: «Normalmente el protagonista es interpretado por varios perros. Así que podría haber hasta cinco Lassie. Un Lassie pastor, otro que corre, otro para las escenas de acción, otro más glamouroso y luego quizá uno para posar en la alfombra roja si tiene que ir a algún estreno: cada uno con un temperamento diferente. Por eso, cuando un adiestrador lee un guion, piensa: “Vaya, tengo un perro que puede hacer eso. Y otro que puedo hacer eso otro”. ¿Cómo hacemos para cubrir los huecos? Es alucinante que consigan esas intrepretaciones de cinco animales y, además, con humanidad. Disfruto observándolos».

Desde niño siempre he soñado con ver cómo trabajaban esos adiestradores de animales de Hollywood. Esos profesionales, capaces de crear nuevas conductas y de eliminar otras con sus soluciones tan creativas, cuentan con un arsenal de secretos que nos pueden ayudar a encontrar nuevas e ingeniosas maneras de convertir nuestro perro en un alumno feliz y obediente.

Image Ofrece lo mejor de ti

Una tempestuosa tarde de sábado en mi rancho en el valle de Santa Clarita invité al adiestrador de animales para películas Mark Harden para que me mostrara cómo enseña a sus perros a hacer cosas a una señal suya. La American Humane Association me había recomendado a Mark como uno de sus adiestradores más profesionales, compasivos y experimentados, y nada más conocerlo entendí por qué es tan respetado. Es un hombre ágil, enjuto y vitalista, enamorado de sus animales y que, después de treinta años de carrera, sigue apasionado con su trabajo. Al igual que yo, podría pasarse todo el día hablando de perros. Mark trajo a cuatro de sus mejores perros para que viera cómo trabaja con distintos animales. Quería que me contara cómo consigue que los animales hagan esas cosas tan alucinantes en las películas, pero también quería averiguar si cualquier persona podría aplicar esos secretos a su perro.

Una de las primeras cosas que Mark me dijo fue un consejo que yo también les doy a mis clientes. «En primer lugar sé tú mismo, pero ofrece lo mejor de ti. Si no eres tú mismo, el perro se dará cuenta. Yo soy un tipo pequeño, silencioso. Conozco adiestradores que hablan muy alto, que son muy teatrales y expresivos. Si yo lo intentara, mis perros se reirían de mí. Pero si eres un tipo enorme, que habla alto, y al que le funciona usar la voz y gesticular mucho, y tratas de imitarme, el perro no te creerá. Mientras que si sigues adelante, eres tú mismo y adaptas tus técnicas a tu personalidad, el perro aprenderá, “Ah, vale, es con éste con quien voy a trabajar”, y se adaptará también. Pero tienes que ser constante. No puedes ser de una manera un día y de otra al día siguiente. Sé tú mismo, pero sé constante».

Nunca he estado en un plató de cine o televisión donde no hubiera mucha presión e intensidad. Siempre se va contrarreloj, el contador no deja de correr y siempre hay alguien que mete prisa a otro. Cuando pregunté a Mark por su estado de ánimo cuando entra en el plató, me dijo: «Tengo que mantenerme sereno. A veces sé que va a resultar muy estresante, y me pongo nervioso al saber lo que quiere el director, pero tengo que llegar a un punto en el que pueda relajarme y respirar. Respiro, me tranquilizo y digo: “Muy bien, el perro no va a hacer nada si soy yo quien se pone histérico”. Tengo que estar sereno, centrado y controlar mis emociones».

 

 

Las herramientas de oficio de Mark Harden

 

Bolsa de cebos: es la bolsa donde meto las chucherías que uso y que llevo sujeta al cinturón.

Chucherías: uso todo tipo de chucherías. Ahora mi favorita es el Natural Balance Rollover. Una dieta completa y nutritiva en un rollito muy manejable. Puedo trocearlo y dárselo a lo largo del día, sabiendo que no es comida basura. No me opongo a las galletitas o los perritos calientes de vez en cuando. Normalmente, si necesito un impulso extra, hiervo hígado o aso un poco de pollo. A menudo mis animales trabajan para ganarse la vida. Raciono su dieta diaria e intento que trabajen para ganársela.

Saquitos para marcar: son esos pequeños saquitos con forma de disco que usamos para enseñar al perro a quedarse en su marca. Uso unos pequeños discos de nailon porque son más manejables. Siempre los encargo con colores específicos para no perderlos ni confundirlos con las marcas de otros adiestradores. En los rodajes normalmente nuestras marcas de entrenamiento son sustituidas por rocas, palos, hojas de árbol, cajas de cerillas, platos de papel o cualquier cosa que encaje en el decorado.

Cajas de manzanas: una caja de manzanas es una herramienta cinematográfica que nos apropiamos para el adiestramiento de animales. Con las cajas de manzanas comienzo su entrenamiento para colocarse en la marca y les enseño el concepto de dirección. En el plató uso las cajas fuera de cuadro para que mis animales sepan exactamente dónde empezar o terminar su escena.

Barra de atención: utilizo una barra de Lucite con un juguete Kong2 en un extremo. La idea consiste en que el perro se fije en el juguete, no en la chuchería. Enseño este truco porque normalmente no puedo estar en el sitio al que tiene que mirar el perro. Si el adiestramiento ha sido eficaz, puedo colocarme en un sitio y dirigir su mirada (o campo de visión) a otro lugar.

Clicker: es una cajita de plástico con una lengüeta metálica. Lo uso para comunicarme con animales que no entienden muy bien las inflexiones de mi voz o mi lenguaje corporal, como los gatos, las ratas y los monos. Nunca lo utilizo con los perros.

Recompensas con juguetes: algunos perros se sienten más recompensados si usan su juguete favorito. Un rodaje puede ser monótono y aburrido, por lo que es importante ir cambiando de recompensa, y los juguetes son lo mejor para muchos perros con mucha energía.

 

El primer perro que Mark me mostró pertenecía a una raza turca: un majestuoso pastor de Anatolia llamado Oscar. Con su perfecto pelo de color crema, sus reflejos negros en las orejas y su hocico de mastín, me resultaba un poco embarazoso, dada mi corta estatura, estar al lado de Oscar, que prácticamente me llegaba a los hombros. Con sus setenta kilos de peso era un ejemplar impresionante. La primera cabriola de Oscar que me mostró Mark fue de pie: aquel inmenso animal saltó y me abrazó poniendo las patas delanteras sobre mis hombros. Aquello me cogió desprevenido y solté una carcajada.

Mark recordaba: «Oscar cuidaba de una manada de caballos enanos. Fue como si me hubiera caído en el hoyo del conejo, porque su dueña tenía unos seis perros como éste y una docena de caballos enanos, y los perros eran más grandes. Ella y su marido eran ya ancianos y se iban a retirar, así que me regalaron a Oscar para la película Como perros y gatos: la venganza de Kitty Galore (Cats and Dogs 2: The Revenge of Kitty Galore, 2010)».

Image Mark y el trabajo con la marca: controlando que se quede quieto

Mark quería usar a Oscar para mostrarme cómo enseña el trabajo con la marca: adiestrar al perro para que vaya hasta una marca determinada en el suelo y se quede ahí para hacer algo en concreto o hasta que lo dejen marchar. Debido a la complejidad de los movimientos de cámara, el foco y la iluminación, a veces un perro tiene que ir de una marca a otra en un solo plano o toma. Si no se pone en la marca exacta, estropea el plano. No hay mucha gente que necesite dirigir tan minuciosamente los movimientos de su perro, pero la fórmula de Mark para trabajar las marcas con sus perros incluye varias sugerencias muy inteligentes para conseguir que se queden quietos hasta que los suelten. «El trabajo con las marcas nos enseña a controlar a nuestro perro a distancia. Nuestro objetivo es siempre la distancia, porque tenemos que colocarnos en algún lugar tras la cámara y no siempre podemos estar cerca cuando haga la cabriola. Es un gran reto para un perro, sobre todo cuando, hasta ese momento, lo has estado adiestrando de cerca, con cebos y recompensas».

Mark trajo una caja blanca de manzanas y la dejó en el suelo. Luego guió a Oscar hacia ella. Acto seguido éste puso las patas delanteras sobre la caja.

«Empiezo con algo grande y obvio, como esta caja. Luego iré concretando más y le pediré que se suba a una parte en concreto». Mark lanzó al centro de la caja un disco redondo, de unos diez centímetros de diámetro, y de inmediato Oscar puso las patas sobre la marca. «Empiezo por pedirle que se coloque sobre su marca y lo premio por quedarse allí. Luego le pido que siga en su marca mientras yo me alejo. Necesito poder estar a cierta distancia y moverme mientras él se queda sobre la caja. Pero también está lo que yo llamo el yin y el yang del adiestramiento. Pocos recuerdan que si un perro aprende a quedarse quieto necesita una orden para echar a andar. Si le enseñas a tumbarse, tienes que darle la orden para que se levante en la caja. Si sólo le enseñas media conducta, nunca responderá con constancia».

Image Cabriolas captadas contra cabriolas forzadas

Se capta una cabriola cuando un adiestrador ve una conducta natural en un perro y la premia, reforzando que la repita cuando se le pida. Una cabriola forzada no implica el uso de la fuerza: en manos de un adiestrador cuidadoso es más una cabriola guiada. Un ejemplo sería la forma en que Mark enseñó a Oscar a sentarse. Suavemente dirigió el trasero de Oscar hacia el suelo, y en cuanto se sentó lo recompensó. Entonces asoció el momento a la orden verbal. Mark quería que yo lo entendiera: «No enseño a mis mascotas a sentarse. Creo que es algo que surge de nuestra relación: cómo nos movemos, cómo vivimos. Con un perro es un poco diferente, así que necesito que lo haga cuando se lo pido, que lo haga aunque yo esté apartado».

Image El yin y el yang de sentarse

Mark nos dice: «Luego está el yin y el yang de sentarse. Digo: “De pie”. Para ello le pongo la punta del pie entre las patas con suavidad y eso lo impulsa a levantarse. Así controlo las dos cosas: cuándo se sienta y en qué momento se levanta. Quiero que aprenda la orden y su contraria. “De pie, quieto” al mismo tiempo. De ese modo le enseño las dos conductas a la vez».

Mark me dijo que al cabo de dos días de trabajo con un perro en una marca grande, como una caja, empieza a reducir el tamaño de la marca, hasta que llega a algo tan pequeño como una moneda. En un decorado de cine normalmente la marca no es más grande que una piedra o al menos lo bastante pequeña como para que no se vea en cámara. Por lo que respecta al condicionamiento operante este proceso se conoce como modelado»: «El paso siguiente ya no consiste en que yo lo dirija a la marca, sino en enseñarle a que la encuentre él solo. Y luego le doy su recompensa. Así que poco a poco empieza a pensar dónde puede estar la marca. Quiero que el perro aprenda a pensar».

Mark empieza con un refuerzo positivo constante: en este caso lo premia con chucherías. «Pero poco a poco hay que suprimir ese refuerzo constante, porque en un rodaje no siempre se puede controlar cuándo va a recibir una recompensa. Por ello tiene que pasar a un refuerzo mixto y variable que significa que, en cuanto sepa colocarse sobre su marca, pospongo la recompensa. Me limitaré a decir: “Bien”. Eso ya es un refuerzo, ¿no? Tal vez luego premie su segunda cabriola con comida, añadiendo el estímulo puente de mi “bien”. Y puedo decir “bien” de muchas maneras, variando el tono de mi voz. Puede ser un “bien” en plan: “Vale, lo has conseguido, pero por los pelos” o “¡alucinante, muy buen trabajo!”. Uso mi cuerpo para comunicarme. Los perros tienen una intuición alucinante».

Image Paga por lo que quieres, no por lo que no quieres

Un adiestrador experto como Harden enseña a sus animales desde la marca a responder a sus señales y a que obedezcan las llamadas microórdenes. Se trata de conductas que el animal expresa ante la cámara. Asombrado, observé cómo Mark dirigía a distancia a Oscar para que se girara sobre su marca, como las agujas de un reloj, diciendo: «Oscar, date la vuelta». Harden nos cuenta: «Cuando era joven, solía adiestrar elefantes. Por eso, cuando empecé a trabajar con perros grandes a los que no podía mover físicamente, pensé que tendría sentido enseñarles las órdenes igual que lo haría con un elefante». Cuando Oscar se giraba, a veces Mark le decía que mirara a otro lado, una orden importante en el cine, ya que a veces tiene que parecer que el animal está mirando algo que ocurre al otro lado de la pantalla. Ver cómo Oscar hacía un giro de 360 grados justo cuando se le ordenaba me dejó realmente boquiabierto. ¡Me parecía mucho más interesante que ver una película!

Mientras trabajaba con Oscar, Mark me mostró que el premio es igual de importante que el momento en que se da. «Yo suelo decir que hay que ser muy específico con la cabriola, y jamás premiar algo que no queremos». Y me puso un ejemplo de un error muy extendido: tras pedir a Oscar que fuera a su marca, retrocedió y, como lo siguió de modo instintivo, le gritó: «No, no, no», hasta que volvió a su marca; entonces lo felicitó: «Buen chico», y premió a Oscar con una chuchería.

«¿Qué acabo de enseñarte? Te saliste de tu marca, avanzaste, retrocediste y luego te premié. Lo que has aprendido es a dar tres pasos hacia delante y luego uno hacia atrás para conseguir mi premio y mi felicitación. Es un error muy extendido. Así que yo suelo decir que hay que ser específicos con la cabriola y luego recompensarla, y no al revés. Así que tendré que repetirlo. Lo repetiré cien veces. Al final sabrá exactamente qué es lo que le va a hacer ganarse su recompensa».

Image Arruinar la cabriola

Si grita «¡buen chico!» cada vez que su perro hace algo y éste aprende a asimilarlo, estará muy bien. Pero cuidado con arruinar la cabriola. Si quiere que su perro se siente y no se mueva, si grita «¡buen chico!» justo cuando su trasero toca el suelo, será una recompensa que reciba antes de acabar la tarea. Acaba de arruinar la cabriola.

Mark prosigue: «En mi caso, cada vez que me voy animando, y mi voz lo refleja, mis animales reciben la señal de que el día ha acabado, que hemos terminado el trabajo y que empieza el momento del juego. Por eso me mantengo sereno, sin mostrar tanto mis emociones, durante las horas de trabajo». Los perros reconocen la diferencia entre trabajar y no trabajar: así es como lo hacen los perros guía y los de seguridad. Por eso normalmente llevan una placa que dice que no acaricien ni jueguen con este perro: está trabajando. Reserve su entusiasmo para cuando toque jugar; no lo fastidie cuando está intentando enseñarle algo. Un entusiasmo excesivo puede crear demasiada excitación y el resultado es que echará a perder la lección.

Mark insiste en que el trabajo más duro radica en enseñar lo básico, los ladrillos sobre los que se asientan las cabriolas. «Empiezo enseñándole a ir a su marca y a quedarse en ella, y que todo esto tiene un sentido: que no soy un loco que le pide que haga cosas por capricho. Una vez que entiende eso, las cabriolas salen enseguida. El perro tiene que aprender a aprender. Por tanto, hay que empezar con cabriolas de causa y efecto: cabriolas en las que ocurre algo después de que ellos hayan hecho algo. Una muy buena es “dame la pata”. Se empieza con la semilla de una conducta y se va modelando hasta conseguir la cabriola deseada, como sentarse, después sentarse y quedarse quieto, más tarde sentarse y quedarse quieto a distancia, y a continuación sentarse y quedarse quieto cuando pueda ponerme detrás de ti».

Es una lección muy importante para toda persona que enseñe una orden a su perro. Empiece por lo básico y asegúrese de que asimila esas lecciones. Una vez conseguido eso, ya tiene una base sólida para cualquier adiestramiento que quiera hacer en el futuro.

Image Los perros malos son los triunfadores

El siguiente perro de Mark, Finn, tenía el hocico desaliñado y el cuerpo robusto del típico terrier. Mark apunta: «Fíjate en él. Es como si hubiera salido de una película de Disney. Tal vez estuviera condenado a muerte, pero con ese aspecto, si no le consigo un trabajo, es que no hay nada que hacer». Finn era un perro desahuciado que había sido devuelto en tres ocasiones al refugio de Agoura, en California.

Pregunté a Mark qué es lo que buscaba en un perro abandonado como Finn, al que no habían sabido tratar muchos dueños anteriores. «En el refugio busco lo que yo llamo perros triunfadores. Puede que la gente del refugio no los considere así. Los ven como perdedores, y lo siento por ellos. Para mí es un perro que ha triunfado en todo lo que se ha propuesto. Triunfó al huir del jardín. Triunfó al destrozar la habitación. Se considera un triunfador. Está en un entorno desconocido, el refugio, y aun así sigue feliz. Yo lo veo como un perro con mucha personalidad, que no se detiene hasta lograr algo. Mi trabajo consiste en desafiarle a que triunfe en cosas nuevas y luego recompensarlo por lo que quiero».

Cuando Mark se llevó a Finn a casa, éste, que estaba acostumbrado a morder, saltó directamente a la cara de Mark. «Al cabo de tres meses ya estaba en los platós, totalmente feliz y trabajando. Hasta los niños lo abrazaban. Sólo tuve que enseñarle qué era aceptable y qué no. No estaba nada bien que mordiera una parte de mi cuerpo. Es un terrier con muchísima energía y se trataba de canalizar toda esa energía en su favor, no en contra».

Observé que cuando Mark salió con Finn, el terrier marrón y blanco se mostró nervioso y saltarín hasta que Mark cambió su actitud relajada por la de trabajo. Me alucinó la rapidez con que Finn captó el cambio. «Vale, ahora nos vamos a poner serios». Fue impresionante ver cómo Mark tardaba una décima de segundo en cambiar su energía, de lúdica a seria. Quería que Mark me desglosara lo que estaba haciendo.

Mark confirma: «Prácticamente crecí entre animales salvajes y una de las cosas que aprendí fue que el hombre es el único animal que juega para divertirse. Casi todos utilizan el juego como un medio para alcanzar un fin. Yo también lo uso así. Juego con ellos, luego lo dejo. Entiendo que los perros se quejen. Son así, es su forma de comunicarse. Pero sería estúpido por mi parte si no les dijera cuándo se están pasando. Así que lo controlo, empiezo, paro. Me permite ser quien domina la situación sin forzarlos a hacer nada».

Cuando Mark usó el término dominación lo corté de inmediato: es una palabra que siempre me ha traído problemas. Quise que me explicara exactamente a qué se refería. «La mejor dominación no se ve, es un aura, y cuanto mejor líder seas, menos se verá. He pasado casi toda mi vida entre animales salvajes y todo esto forma parte del comportamiento social. En las manadas de lobos con las que trabajé los verdaderos líderes no eran los que hacían muchas cosas. Podían controlar a todo el mundo con una mirada o un gesto. Eso demuestra que el auténtico líder es el tipo más frío del grupo».

El término control es otra palabra incómoda para algunas personas. Creo que siempre deberíamos tener a nuestros perros controlados, pero tendría que ser un control voluntario en el que los seguidores de la manada quieran complacer por voluntad propia al líder. Mark lo ve de una forma ligeramente distinta: «Bueno, sí, en el rodaje quiero tener controlado al perro. Pero lo que en realidad quiero es su atención. Necesito que me preste atención y me mire esperando mis señales para saber qué tiene que hacer. Pero somos compañeros. Trabajamos juntos en esto. Tengo que ganarme el control que pueda ejercer sobre él».

A veces los únicos animales que Mark no puede controlar son las personas que trabajan en los ajetreados y caóticos platós. Tiene un gran consejo para aquellos que no saben cómo podría reaccionar su mascota ante personas o animales desconocidos. «Cree una burbuja de seguridad alrededor de su perro, sobre todo si aún está aprendiendo. Asegúrese de que el perro está sereno y lleva puesta la correa, y de que usted está preparado para cualquier reacción. Como propietario del perro es asunto suyo mantenerlo a salvo».

Image El reclamo del cine

Mark prosigue: «Nunca le quito la correa a un perro hasta que tenemos una relación y un reclamo consistente. Lo aprendí a la fuerza. Me regalaron un briard que había sido abandonado, me lo llevé a casa, lo solté en el jardín y pensé: “Qué perro más bonito”. De repente era como si hubiera un coyote en mi jardín: no pude acercarme a él en cinco días. Mis hijos estaban aterrados. Me pregunté: “¿Por qué lo habré hecho? No hace ni cinco minutos que conozco al perro y éste es un entorno totalmente desconocido para él”. En ese momento lo comprendí: “La libertad hay que ganársela. Este perro no tiene referencia alguna sobre cómo debe comportarse en mi entorno”».

En esto coincido con Mark. A menudo lo primero que hace alguien que se lleva un perro abandonado es dejarlo suelto por la casa. Lo hacen con la mejor intención, pensando: «Quiero que sepas que no pasa nada, que te quiero y que éste es ahora tu hogar, y que eres libre». Pero esas personas se olvidan del hecho de que el perro no ha recibido instrucciones sobre cómo comportarse en ese nuevo entorno. El perro desea recibir señales de su dueño, pero éste no le está mandando ninguna. Por supuesto, el perro tiene que improvisar: normalmente su solución pasa por no tener en cuenta que el sillón de la abuela es una reliquia y que acabamos de limpiar la alfombra.

«En un rodaje un reclamo es una chuchería. Los perros acuden a por comida. Con mis mascotas es cuestión de modales. Vienen porque los llamo, tenemos una relación y les he enseñado a venir cuando se los llama. Pero para un perro actor tengo que estar seguro de que va a cruzar una calle o un prado corriendo o de que va a saltar por una ventana; siempre que lo llamo tiene que venir hacia mí sin fallar».

El reclamo del cine es un gran ejercicio que toda familia puede practicar en casa como un juego, algo que fortalezca el deseo de su perro de responder siempre que se lo llame. Normalmente se hace con dos adiestradores, uno de los cuales lo llama y el otro lo suelta. Mark confirma: «Se llama de A a B».

Al empezar el ejercicio yo sujetaba a Finn, que no llevaba correa, como A, y Mark corría por todo el prado. Entonces gritó: «¡Finn, ven!», y éste salió disparado como un cohete hacia él. Finn corrió de la A a la B y recibió una chuchería. Por supuesto Finn ya conocía a Mark. Para enseñarle que volviera hacia mí, un perfecto desconocido, Mark me acercó a él, me dio un cebo y dejó que yo lo llamara. Cuando llegó a mi lado, lo recompensé. Repetimos una y otra vez ese ejercicio, alejándonos cada vez más. Mark me explicó: «Lo haremos todo el día, empezando siempre desde el principio». Al final del ejercicio Finn venía a mí cuando lo llamaba desde la otra punta del prado.

«El siguiente paso para crear un reclamo consistente podría ser que uno de nosotros se colocara en un ángulo muerto y lo llamara, de modo que no pudiera vernos y acudiera al oír la voz. Una vez conseguido, correríamos por el rancho para escondernos y hacer el de A a B desde varios escondites por todo el rancho para que me busque. Empezaré recompensándolo a cada momento y luego pararé. Sólo lo hago cuando veo que dominan la cabriola. Finn no necesita chucherías porque le encanta correr. He de admitir que a veces la chuchería de la recompensa en realidad es para mí, no para el perro, porque me siento bien dándoles algo».

Image El perro inaccesible

Nada más hablarme de la importancia de crear relaciones profesionales con los animales con los que trabaja, Mark admitió que tenía un secreto. Tímidamente, mientras le ponía un collar de semiahorque a uno de los ejemplares más majestuosos de akita que he visto en mi vida, dijo: «Éste es mi perro favorito. Uso un collar de semiahorque para no tener que hacer el bucle cada vez que se lo pongo. Puedo acercarme a Chico en el plató, ponerle el collar, llevarlo adonde sea, ponérselo y quitárselo. Recibí este perro cuando tenía 2 años, trabajé con él seis meses, luego hice con él la película Siempre a tu lado, Hachiko (2009, Hachiko: A Dog’s Story). Ya han pasado casi tres años desde entonces. Al principio no funcionaba como actor porque era muy tímido. ¿Por qué era tímido? Una vez más la verdad es que me da igual. Por mí como si se debía a su posición en la camada. Se dice: “Vaya, ese perro habrá sufrido malos tratos”, pero fue criado por un excelente profesional, y creo que la posición en la camada puede influir tanto en la personalidad de un perro como cualquier otra cosa. ¿Qué puesto ocupaba en aquella primera manada? ¿Fue acaso el último en nacer? ¿Lo alejaban constantemente de la tetilla? ¿Lo arrollaban los otros cachorros? No lo sé, pero aunque lo supiera no me sería de gran ayuda. Tengo que ayudarlo a superar esos problemas ahora, no en el pasado».

En este sentido Mark piensa como yo. A menudo, cuando voy a rehabilitar a un perro, sus dueños se empeñan en contarme con pelos y señales la terrible vida que tuvo antes de que ellos intervinieran y lo salvaran. Tal vez sea cierto o tal vez sean imaginaciones suyas. Pero, al pertenecer al pasado, es historia. Y la historia es, por definición, otra cosa. Yo tengo que trabajar en el presente, que es la realidad. Quiero mirar al perro que tengo ante mí tal como es hoy en día y averiguar: ¿quién es en este momento y cómo puedo ayudarlo?

El relato de cómo Mark llegó hasta ese increíble akita para, además de adiestrarlo, crear una unión duradera con él es preciosa. Me puso un nudo en la garganta. Aclara una de las lecciones que espero que obtengan de este libro: para enseñar a un perro a obedecer nuestras órdenes hemos de devolvérselo compartiendo algo que sea importante para él. Mark me lo dijo: «Quizá quiera tanto a Chico porque realmente me lo tuve que ganar. Cuando me lo entregó el criador dijo: “Realmente le gustas”, porque lo saqué a pasear y vino junto a mí. “Nunca lo hace”, añadió el criador. Y Chico vino hacia mí y lo llevé de paseo. Me lo llevé a casa. Salió de la jaula y vino hacia mí: es fundamental que sea yo el primero en abrirle la portezuela de la jaula. Salió al instante. Todo salió muy bien».

Entonces Mark intentó dar de comer a Chico. Pero el perro no sólo se negó a comer de su mano, ¡incluso se negaba a comer delante de él! «Era casi una humillación. Estaba prohibido. “No, soy un akita. No como de tu mano”. Y yo, en plan, “Venga, tienes que comer”. No encontraba nada que pudiera proporcionar placer o alegría a ese perro y pensaba: “Bueno, esto no va a funcionar. Si no disfrutas con esto, no”. Pero no tenía elección, porque íbamos a hacer una película sobre un akita, y él era el protagonista, y vivíamos de eso. Quiero decir, si podía hacer que un leopardo se colocara en su marca, podía conseguir que ese perro también lo hiciera. Sólo tenía que descubrir cómo comunicarme con él».

Su relación por fin dio un giro cuando Mark empezó a trabajar la agilidad con Chico. «Poco después ya estaba recorriendo la pista de agilidad sin chucherías ni recompensas. Al principio ni me miraba, pero lo logró. Su adiestramiento tenía un propósito. “Ah, quiere que vaya desde aquí hasta allí y luego desde allí hasta allá. Ahora lo entiendo”. Para él tenía sentido. Sobre todo estaba disfrutando. Después de eso empezó a encontrar sentido a otras cosas y enseguida estaba zampando de mi mano».

Al cabo de un mes de no obtener respuesta alguna de Chico, al final Mark encontró su puerta de entrada gracias al trabajo de agilidad que hicieron juntos. Seis meses después Chico protagonizaba una película con Richard Gere, rodeado por un nutrido equipo técnico, focos y maquinaria. Resulta muy difícil adiestrar a un akita. Muchas razas antiguas parecen ser más frías y menos dispuestas a complacer al ser humano que los retriever, los perros de pastoreo o los terrier, por ejemplo[1]. «Los criadores de akitas estaban sorprendidos por lo mucho que trabajaba y repetía cada cosa ese perro. Tras la película me lo quedé como mascota, algo que no había hecho hasta entonces».

Es importante tener en cuenta por qué tuvo tanto éxito Mark. No sólo pensaba en lo que ese perro podía hacer para él. Estaba pensando: «¿Cómo puedo encontrar algo que realmente anime a este perro?». Lo fundamental de esa relación era convertir aquella experiencia en algo divertido y desafiante. Mark confirma: «Quería que se divirtiera trabajando. De lo contrario, no conseguiría nada».

Image Distintos perros, distintas habilidades

El último perro que Mark me mostró era magnífico: un pastor inglés, marrón y blanco, llamado Dusty. Dusty era la mitad de un dúo: Dusty y Duffy, dos pastores ingleses idénticos que interpretaban el personaje de Sam, el perro que cambia de forma en la serie de vampiros de la HBO True Blood. Una de las especialidades de Dusty consistía en levantar la pata cuando se le ordenaba.

Observé cómo Mark llamaba a Dusty para que se colocara en su marca y le ordenaba: «¡Arriba!». Levantó la pata con suavidad y Mark susurró: «Más arriba», mientras el perro la mantenía en alto durante más de diez segundos. Mark soltó a Dusty al tiempo que decía: «¡Muy bien!», y le daba una chuchería de su morral.

«Es una especie de cabriola forzada, la misma idea de dame la pata, aunque ahora se trata de dame la pata trasera», explicó. La ayudante de Mark, Tracey Kelly, trajo una caja blanca mediana de manzanas para que Mark me mostrara cómo había ido forjando la cabriola. Con un puntero guió la pata de Dusty hacia la caja y luego le dio un premio. «Empiezo por recompensarlo por un toque. Así capta la idea. Empiezo con una caja pequeña y luego voy pasando a otras cada vez más grandes».

Por supuesto, el pastor inglés tiene la agilidad y la complexión para poder hacerlo. Otro perro podría pasarlo peor. Por eso, los adiestradores de Hollywood suelen emplear distintos perros para el mismo personaje.

Mark continúa: «Cada perro tiene su habilidad y su personalidad propias. Por ejemplo, Dusty levantaba la pata más rápido, lo cogió mejor que Duffy, por lo que, si en una escena hace falta levantar la pata, lo usaré a él. También es más sociable que Duffy; por eso, si en la escena tiene que echar a correr hacia un grupo de personas que le van a dar un abrazo, recurriremos a él. A Duffy se le dan mejor las cabriolas, es más preciso, así que si se trata de algo muy específico lo utilizaremos a él. Duffy también tiene un aspecto más serio. «Este tipo —señaló a Dusty, acariciando su pelo— tiene un aspecto más despreocupado y juvenil. Duffy es más serio, un poco más elegante, así que si la escena requiere violencia o una situación en la que tenga que parecer siniestro, su aspecto es mejor, así que nos compensa. En cierta ocasión tuvieron que trabajar juntos, porque los dos interpretan a Sam, el perro del protagonista, pero también al perro cuya forma adopta Sam. Así pues, en una escena Sam se transforma en perro y se va a nadar con su propio perro. Fue muy divertido».

Cuando al final de la jornada nos despedimos, y Mark y Tracy metieron a sus perros en la furgoneta para regresar a su rancho al norte del condado de Los Ángeles, me sentía como si hubiera estado hablando con mi alma gemela. Aunque el trabajo de Mark consiste en lograr que un animal haga cosas que sólo benefician al ser humano, está claro que trabaja desde la perspectiva del perro y siempre busca la manera de que el trabajo en el cine sea divertido y gratificante para el perro. Hablamos de un hombre que empieza cada tarea recordándose que lo primero es respetar al animal. En mi opinión, por eso ha obtenido tantos y tan buenos resultados y se ha divertido en su trabajo durante treinta años.

 

Las normas de Mark Harden para el adiestramiento en Hollywood

 

1. Sea claro y simple en cuanto a lo que quiere de su perro. Empiece con cosas sencillas, básicas, y no pase a otro nivel hasta que esté seguro de que las primeras conductas han sido perfectamente asimiladas.

2. Cada perro es diferente y se motiva por una enorme variedad de cosas. Lo mejor es tener muchas opciones en nuestra caja de herramientas y no abandonar hasta haber encontrado esa recompensa o actividad especial que le permita comunicarse con su perro. ¡Y asegúrese de que la experiencia sea divertida!

3. Mi regla del yin y el yang: cuando enseñe cualquier conducta, enseñe también la opuesta; por ejemplo, «sentado» va siempre emparejado con «¡de pie!».

4. Utilice un refuerzo mixto y variable: una vez que el perro haya asimilado lo elemental de la conducta que está tratando de enseñarle, no lo premie constantemente, y alterne las recompensas, desde comida hasta elogios o juguetes. Al final el mero hecho de haber logrado asimilar la conducta se convierte en una recompensa por sí mismo.

5. Sea específico. Pague por lo que quiere, no por lo que no quiere. Si el perro sólo consigue realizar parte de la conducta, no lo premie. De lo contrario, ¡le estará enseñando a hacer bien sólo la mitad de la conducta! Deje que descubra él solo qué es lo que tiene que hacer para recibir su recompensa: eso forma parte del desafío.