Todo incluido - Confesiones de un escort

Parte 2

 

—¿Día difícil en la oficina? —pregunto tan amablemente como puedo.

Alexander parece contrariado, tiene sombras negras bajo los ojos. Ha pasado una semana desde que nos vimos en el café. Sophia nos lleva a la misma mesa que la última vez; sabía que volveríamos.

—Se podría decir que sí —Alexander se pasa la mano por la barba de días. Al parecer no se afeitó desde la última vez que nos vimos. Noto los mechones grises en su barba y me pregunto por qué sus patillas siguen oscuras. ¿Las teñirá? Patético. Me sobresalto cuando continúa—. La jefa quedó fascinada con nuestra última entrevista. Le mostré un primer borrador y ya quiere más. La primera parte saldrá en la siguiente publicación.

—Qué bien —respondo e inclino la cabeza. Es hora de encender los motores—, pero no solo te preocupa el trabajo, ¿verdad?

—¿A qué te refieres?

—¿La parte dura? —Dibujo comillas en el aire. Él frunce el ceño y se encoge de hombros. Los mueve en círculos para relajarse.

—Quizá... —Alexander abre su portátil un tanto violentamente. No puede desenredar los cables del grabador y suspira entre dientes—, pero de cualquier manera, estamos aquí para hablar de ti —lo sigo mirando con la cabeza inclinada—. Avísame cuando estés listo.

—Estoy listo. Me refiero a la entrevista. —Alexander me lanza una mirada recelosa. Ha captado el doble sentido de mi pregunta.

—Bien... no te preocupes, podemos hablar de ello después, y no, no es solo el trabajo lo que me molesta. —Me entrega el enredo de cables y sonríe con su sonrisa triste—. Realmente percibes cómo se sienten los otros, ¿verdad?

Le sonrío y tomo nota mental: es bueno percibiendo a la gente, como yo. Mejor dejo esto y me recuesto.

—Sophia, queridísima, dos copas de champán para mí y tus fantásticas albóndigas para mi amigo. Y dos copas de vino tinto. —Sé que está parada junto a mí cuando apoya la mano en mi hombro y lo aprieta suavemente. También la puedo oler. Alexander abre la boca para protestar, pero luego se encoge de hombros nuevamente y asiente.

—La revista lo pagará esta vez —dice. Suena muy profesional, del mismo modo en el que Mia cuando hablaba de negocios y le daba forma a mi idea de las relaciones. Siempre es un dar y recibir. Siempre.

—Claro —Sophia se ríe—. Nosotros pagaremos al menos la segunda ronda. —dice, guiñándole el ojo a Alexander.

Amo su encanto continental, me recuerda al tema de la entrevista de hoy.También me hace pensar en qué papel realmente juega en este acuerdo, pero primero desenredo los cables y dejo que Alexander me coloque el micrófono en la camisa. Igual que la vez anterior, nos tocamos y a ambos parece gustarnos. Esta vez un poco más.

—¿Empezamos? —pregunta y me guiña un ojo de la misma manera en que Sophia lo hizo con él—. Ibas a encontrarte con una mujer llamada Célie.

 

***

 

Esta vez, tengo el código de la puerta de Mia y estoy frente a la hermosa escalera que lleva a su apartamento. Me tiemblan los dedos cuando, al primer intento, presiono los números incorrectos. En el segundo intento lo hago bien: la puerta se abre y la empujo rápidamente con el hombro para entrar.

El interior de la casa huele a algo fuerte, no solo a rosa y lavanda. ¿Jazmines? Hemos estado en la casa de verano de Mia en la costa oeste un par de veces; ese lugar huele similar a este.

¿Célie habrá llegado aquí antes que yo?

El aroma es todavía más fuerte en el ascensor. Me fuerzo a usarlo para no entrar transpirado y sin aliento al apartamento de Mia como la última vez. No, esta vez tengo que estar tranquilo.

He fantaseado con ella y con Célie. Me excitaba durante mis clases de francés; quizá mis compañeros lo notaron. De hecho, recibí algunas miradas extrañas de las chicas sentadas a mí lado en clase. Una de ellas incluso comenzó a respirar fuerte. Se sonrojó y se movía en la silla.

«Definitivamente caliente», pienso mientras el ascensor comienza a moverse. Me paso la mano por el cabello y observo mi reflejo en el espejo mientras intento no mirar un granito que está comenzando a madurar. Me refriego los ojos. Es bastante increíble. Me refiero a Alba, mi compañera de clase.

Solo tengo tiempo para esos pensamientos mientras que el ascensor llega al tercer piso. Siento un pequeño golpe antes de que se detenga del todo y pueda abrir la puerta.Malditos ascensores viejos.

La puerta del apartamento de Mia está abierta, igual que la semana anterior. Realmente no es necesario ya que se huele qué puerta es con facilidad. La abro y noto que hay una cortina colgando en la parte de adentro tras la puerta, una de esas cortinas gruesas y pesadas. Al menos reconozco el aroma.

 

***

 

—Hola, Liam, no te escuché llegar... —Mia camina hacia mí e introduce sus dos manos por debajo de mi chaqueta. Me abraza fuerte y por largo rato—. Fue taaaaan agradable la última vez, Liam. Ansiaba verte de nuevo y a tu lindo pene —murmura en mi oído. Luego lleva una mano hacia mi entrepierna y la aprieta. Mi pene comienza a latir de inmediato y lo siento palpitar entre mis piernas, mientras empieza a crecer dentro de mis pantalones —. Y ahora vas a conocer a una de mis más queridas amigas, de la que te hablé la última vez, ¿recuerdas?

Se pone en puntas de pie y me da un beso fugaz. Sabe rico, dulce y fresco, y quizás a alcohol. ¿Vino? Solo he probado el vino un par de veces, y únicamente los franceses, ya que en la escuela practicamos palabras de comida y vino en algunas clases de francés. Nuestra profesora pensaba que era importante hacernos probar los productos de la tierra, ya que, según ella, es una gran parte de la cultura francesa.

—Bebimos algo de champán antes de la cena —dice Mia y da un paso atrás. Me mira de esa manera en la que solo ella puede hacerlo; sus ojos pasean desde mi cabeza hasta los tobillos antes de hacer una pausa por unos segundos en mi bulto y reír. Luego dice—: ¿Quieres una copa, verdad? Tienes dieciocho y una semana.

Mia está hermosa parada allí, sin zapatos, con la cabeza ladeada y una sonrisa en el rostro. Lleva el pelo suelto, una blusa y una falda. La blusa es ajustada y en la zona de sus pechos se abren pequeños huecos entre los botones. Me quedo mirándola como un idiota.

Mia toca sus pechos y amplía su sonrisa.

—Sé que te gustan los pechos, mis senos —luego gira rápida y provocativamente—. Vamos, saludemos a Célie. —Mia balancea sus caderas y su firme trasero baila por debajo de la falda plisada negra.

Respiro hondo y trago saliva.

—Claro, solo deja que me saque el abrigo. —Me pregunto si nota el olor de mis pies cuando me saco los zapatos.

Sigo su trasero con la mirada. Mi mente vuela.

 

***

 

Célie... Ni siquiera sé cómo describirla. Está recostada en un diván con la cabeza apoyada en una mano y el codo descansando sobre el reposabrazos. Tiene los pies cruzados y su pequeño cuerpo está volteado hacia mí cuando entro a la habitación. Tiene puesto un vestido ajustado que brilla bajo la tenue luz de la araña de cristal.

Tiene ojos negros —o por lo menos se ven negros— y me hechiza con su mirada, como una serpiente pone en trance a su presa. Inconscientemente, noto la belleza de su rostro, enmarcado por un cabello negro corto con un flequillo que parece haber sido marcado con una regla; parece una estrella de cine. También me recuerda un poco a la actriz francesa que mis padres me mostraron en una película una vez. Tiene los labios pintados de un color rojo brillante y quizá el labial hace que sus labios se vean más carnosos, pero eso es en lo último que pienso cuando los miro...

Bonsoir, Liam —me saluda con un movimiento leve de caderas. Su voz es mucho más grave de lo que esperaba al juzgar su pequeña figura. Ya estoy enamorándome de ella y la forma en que pronuncia mi nombre: Li Am.

Bonsoir, madame... Célie —tartamudeo torpemente, aún incapaz de despegarme de sus ojos.

—Mia me contó mucho de ti. —Sonríe y sus dientes blancos brillantes asoman entre los labios rojos. Luego se pone de pie y camina hacia mí con el dorso de su mano levantado de esa manera tan francesa; quiere que se la bese.

Nuestra profesora nos hizo practicar diferentes formas de salutación en la escuela. Beso en la mejilla, dos o tres veces, tocar o no tocar, y luego el beso en la mano. Recuerdo que me tocó besar la mano de Alba y que después nos miramos fijamente unos segundos. Creo que le gustó, pero por otro lado pareció sonrojarse muy fácilmente. La profesora notó la tensión y dijo algo así como, «ya, muy bien, Liam».

Mi mente se está llenando de esos recuerdos hasta que me doy cuenta de que su mano se eleva frente a mí. La tomo e inmediatamente siento el aroma de la escalera y el ascensor; huele increíble.La beso por demasiado tiempo.

—Ja, ja, tienes razón, Mia, ma chérie... Tan entusiasta —Célie retira su mano con cuidado y yo permanezco de pie, sonrojado—. Llámame Célie —dice con su voz grave que suena un tanto ronca. Luego regresa al diván.

—Brindemos con champán para celebrar nuestro pequeño encuentro —dice Mia y noto que intenta no reír—. Liam, escogí un champán llamado Pol Roger, no es de los más baratos, pero tampoco de los más caros. Cuando elijas champán en un futuro, júzgalo por cómo sientes las burbujas. Cuanto mejores sean las burbujas, mejor sabe el champagne. —Mia me guiña un ojo de una manera que me indica que quiere que me recomponga y me recupere del beso en la mano—. Las burbujas del Pol Roger tienen...

Le balance —completa Célie y levanta su copa al aire, observando las pequeñas líneas de burbujas y vuelve a sonreír.

Todo se ve como una pintura: la mujer posando en el diván en su hermoso vestido que se levanta hasta las caderas, sus piernas cruzadas y elegantes pantorrillas, la copa de champán bajo la tenue luz...

—¿Y qué mejor para acompañar el champán que ostras? —continúa Mia—. Frescas del mercado de la esquina —se la oye feliz, y Célie aplaude con teatralidad—. Estoy segura de que amarás las ostras, Liam. O que aprenderás a amarlas. —Mia ríe y rodea mi cintura con su brazo—. ¿Cierto?

Todo lo que puedo hacer es asentir con la cabeza. Soy consciente de como me mira Célie. Luego ella también asiente, como si hubiera pasado algún tipo de prueba. Para ser sincero, pensar en las ostras me hacía transpirar, nunca las había probado.

Santé —dice Célie y levanta su copa. Brinda por mí.

 

***

 

Nunca voy a olvidar nuestro tête-à-tête en torno a la mesa de comedor redonda de Mia. Célie ríe cada vez que intento abrir una ostra y siempre termina encargándose, ayudándome. Célie me explica una y otra vez que no se trata de fuerza, sino de la técnica correcta. Tienes que insertar el cuchillo para ostras en el lugar justo y luego hacer palanca para abrirla. Mia parece divertirse y abre las ostras con facilidad. Me entrega tajadas de limón que se supone que debo usar para rociar las ostras abiertas.

Es difícil perderse en las miradas divertidas que las mujeres intercambian entre ellas; hay algo en sus ojos brillantes y miradas prolongadas, y no se debe únicamente al champán. Lo sé, siento como el aire se llena de electricidad. Nuestras respiraciones se hacen más pesadas. La punta de nuestros dedos se toca cada vez que alguien le entrega algo al otro.

Entonces lo siento.

El pie.

Los pies.

—¡Oh, la, la! —susurra Célie—. No estoy sola.

Mia se ríe por lo bajo.

—No, no parece que lo estés.

Sus pies luchan entre mis piernas. De vez en cuando patean accidentalmente mi entrepierna suavemente. Luego se vuelven más decididas, insistentes. Comparten el espacio. Comienzo a sentirme muy caliente allí abajo; mi pene se está endureciendo y las bolas me hormiguean.

Mia y Célie dejan los cuchillos y se limpian la boca.

—Trajiste algunos juguetes, ¿verdad, mi querida Célie? —Mia continúa frotando mi erección con el pie mientras entrecierra los ojos y le sonríe a su amiga. Me recuesto en la silla para que los pies se muevan con más facilidad. Estoy muy caliente.

Oui, están en el dormitorio en un bolso junto a la cama —Célie no parece tener intención de ir a buscarlos, más bien me mira y comienza a buscar algo detrás mío. La habitación está en silencio, excepto por los jadeos de Mia—. No sé si podré esperar tanto... —continúa Célie arrastrando las palabras.

El sonido del cierre de Célie me provoca un estremecimiento en la espalda.Abro los ojos cuando la veo liberarse de su vestido ajustado, primero un brazo y luego el otro. Célie se mueve un poco en su silla cuando baja el vestido por sus caderas. Lleva puesto un sostén blanco y su piel es un poco más oscura que la de Mia.

—¿Ahora quién está ansiosa? —Mia se relame los labios. Se vuelve a hacer silencio en la habitación, o más bien, es como si todos los otros sonidos se intensificaran: de pronto puedo oír el segundero del reloj avanzando, el suelo chirriando y el viento contra las ventanas. Mia y yo miramos fijamente a la hermosa mujer que lentamente se desviste frente a nosotros. Siento como si mis pantalones estuvieran a punto de explotar y, cuando miro a Mia, noto que su mano ya no descansa sobre la servilleta.

—¿Podrías ayudar a nuestro joven aprendiz con esos pantalones? —murmura Célie. Cuando rompe el silencio, se siente como un soplo de aire fresco.

«Aprendiz», pienso, antes de que Mia retire la silla hacia atrás y me indique que haga lo mismo.

—Justo lo que estaba pensando —responde con su voz más suave, y me murmura al oído—.Liam, ya te dije lo hermosa y sexi que es mi amiga, y que adoraría mostrarte lo que le gusta...

Luego Mia se pone a horcajadas sobre mí. Su falda se sube y noto que lleva puestas medias de red. Abrazan sus muslos y, lo más importante, están abiertas en la entrepierna, completamente abiertas alrededor de su vagina, y no lleva ropa interior. Cuando veo lo mojada que está, casi me vengo; los fluidos de Mia ya han dejado rastros en la parte interior de sus piernas. Está rasurada a excepción de una fina línea de vello sobre su pubis. Una imagen que nunca voy a olvidar.

—Pronto será tuya. Te quiero... después de Célie... o quizá al mismo tiempo —murmura mientras desabrocha mi cinturón. Mi bulto es enorme comparado con sus dedos torpes. Todo lo que quiero hacer es enterrar mi pene en ella. Ahora.

—Apúrate —dice Célie y suena caliente, a punto de explotar. Mia desabotona mis pantalones y baja el cierre, acariciando mi pene sobre el bóxer. Mi erección se escapa de la ropa interior a través de la bragueta y se balancea hacia mi pierna.

—Ups —Mia sonríe—. Creo que alguien está más que listo —Se pone de pie y me saca los pantalones como puede. Los baja hasta las rodillas. —Oh —gime—, tenemos que librarte de esto también —dice y comienza a tironear el bóxer.

—No, no es necesario, ma cherie. —Célie parece determinada. Está junto a nosotros y mira fijamente mi erección, todo el paquete. Se sube el vestido y lo acomoda alrededor de la cintura. Veo que Célie lleva puestas las mismas medias que Mia, abiertas en la entrepierna, y tampoco lleva puesta ropa interior.

La miro fijamente, deslumbrado.

Célie está rasurada; solo hay un pequeño círculo de vello sobre su monte púbico, todo lo demás está limpio. Puedo ver claramente sus labios vaginales cuando estira sus medias hacia arriba para que las costuras alrededor de la entrepierna abierta presionen contra su vagina. Su clítoris parece más grande que el de Mia, como una pequeña piedra, sobresale de su larga abertura.Una abertura que se cierra.

—Mia dijo que te gustan los pechos, mon amour —Célie mantiene la mirada en mi erección y mis bolas en tensión. Luego se obliga a levantar la mirada, clavándola en mí—. Espero que te gusten los míos también.

Lentamente baja uno de los tirantes, luego el otro; sus pezones están duros bajo la fina tela blanca y al estar tan cerca de ella, puedo ver sus aureolas inflamadas.

Mia y yo respiramos con dificultad al mismo tiempo: ambos estamos excitados. Luego Mia estira la mano y baja el sostén de Célie. Sus pechos se balancean al ser liberados y Célie murmura algo que suena como: «Merci». Ladea la cabeza y besa a Mia mientras que yo comienzo a masajear sus pechos. Son más pequeños que los de Mia, puedo sostenerlos con una mano y son firmes. Los sobo tan duro como me atrevo. Célie no protesta; al contrario, gime en la boca de Mia.

Estoy peligrosamente cerca de venirme tan solo por lo que estoy presenciando: las dos mujeres besándose, Mia tocándose a sí misma y los pechos de Célie en mis manos. Su vagina está a solo un brazo de distancia. Me retuerzo en la silla y miro hacia la mesa del comedor para distraerme. Observo como Mia se sostiene con la mano y como sus dedos se aferran al mantel blanco.

Célie separa las piernas y se acerca hacia mi pene ávido. Interrumpe el beso y Mia se sienta justo frente a mi erección. La cabeza de mi pene ya está pegajosa e hice salir algo de esperma cuando moví el prepucio hacia atrás y adelante para lubricarme.

—¡Chúpame! —dice mientras se inclina hacia mí acercando sus pechos. Sus aureolas están erizadas y los pezones apuntan erguidos. Lleva uno a mi boca. Mi pene se dobla hacia arriba y se frota contra su estómago. Está caliente, muy caliente.

Su pezón está erecto y duro, y lo chupo, lo chupo duro. Intento meter todo su seno en mi boca. Muevo la punta de la lengua muy rápido sobre el pezón y dibujo círculos alrededor de él.

Célie grita, Mia gime fuerte, y yo también.

Cambio de seno. Estoy hambriento. Célie grita más fuerte.

Luego se pone de pie, toma mi pene y se acerca. Me muevo hacia el borde de la silla y la encuentro. Célie levanta una de sus piernas y acaricia su vulva con la cabeza de mi pene, frotándolo contra su clítoris.Mia la sostiene mientras me indica que tome mi propio pene, como si fuera demasiado trabajo para su amiga.Yo obedezco.

Mi pene arde en mi mano. Con la otra mano masajeo una nalga de Célie más duro de lo que masajeé su pecho. Doblo mi erección hacia abajo, hacia su humedad; está empapada. Juntos, nuestros fluidos crean la corriente perfecta de excitación.

Célie está perdida por completo, embriagada.

—Mételo... mételo —gime y coloca sus dos manos sobre mis hombros, acomodándose un poco. Mia nos ayuda y saca mi mano del pene. Célie está ansiosa y empuja hacia abajo al mismo tiempo que toma mis manos para que pueda alcanzar.

—Allí, allí, corazón, ahora lo tienes —Mia susurra a Célie.Mia es firme: dobla mi pene y no lo suelta cuando intenta escaparse fuera de Célie—. Estás tan apretada, corazón —continúa—. Vamos, baja un poco más...

Célie realmente está apretada. ¿Pero cómo lo sabe Mia?

No me importa; todo mi pene está dentro de ella ahora.Estoy casi acostado en la silla cuando la cabeza de mi pene empuja, abre, muestra el camino. Ambos estamos empapados, pero tengo que empujar mi erección dura e inflamada hacia su interior. Gimo y jadeo con cada embestida. Finalmente, estoy dentro de ella. Sus labios abrazan mi raíz y, empañado por la excitación, observo su enorme clítoris que sobresale y se mueve cuando ella baja tanto como puede.

Célie suspira.

Bon... tu pene es realmente bueno —voltea hacia Mia—. Tal como dijiste.

Luego comienza a balancearse, no sé qué otra palabra usar. No está montándome arriba y abajo, ella tritura y frota. Nada se mueve excepto por sus caderas y es lo más agradable que he sentido jamás, es como un gran movimiento continuo que consigue que mi pene se mueva adentro y afuera de su vulva apretada. Su vagina me comprime y apenas puedo contener el orgasmo, por más que haya practicado con Mia.

Entonces Mia llega con sus manos, acariciando la parte interna de mis muslos y en busca de mis bolas. La escucho chasquear los labios y la siento arrodillarse entre mis piernas. Tal como la primera vez que nos vimos, toma una testículo en su boca, luego el otro. Gime muy fuerte, ávida por mis bolas. Estira, mordisquea y explora con la lengua sobre, bajo y entre mis testículos.

Todo es demasiado para mí, no puedo contenerme más; la llama que quema mi pene se convierte en un fuego embravecido. Célie nota lo que está a punto de pasar y no puedo entender si me mira hambrienta, sorprendida o quizás decepcionada. De cualquier forma, comienza a follarme con locura.

Mia reconoce las señales, sabe lo que está a punto de suceder. Me mordisquea, chupa y lame con más avidez y más rápido cuando siente mi orgasmo crecer.

Luego me penetra con un dedo.

Se me erizan los vellos de la nuca.

No sé por cuánto tiempo grito; esa última jugada me lleva al extremo. No necesitaba que me empujaran y cuando acabo dentro de Célie, pienso que necesito practicar más. Es un pensamiento que dura un segundo al mismo tiempo que empujo hacia arriba lo más que puedo. Mi semen se dispara de mi pene inflamado y la llena por completo. Oigo a Célie gritar mientras Mia gime fuerte cuando cierra sus labios en torno a mis bolas y chupa.

Al cabo de un minuto, Célie deja de mover sus caderas. Mia ya me soltó y ahora acaricia el trasero de Célie. Recuesto la cabeza contra el respaldo de la silla, y Célie coloca sus manos sobre mis orejas y me levanta.

Nunca voy a olvidar el fuego en sus ojos, si es que los ojos negros pueden encenderse con fuego... Los de ella sí pueden.

—Es tan bueno sentirte, lo digo en serio, y cuando aprendas a durar, serás... merveilleux —la manera en que me mira es tan intensa que me olvido de todo. Las paredes se me vienen encima, la habitación se encoje y solo somos ella y yo. Solo. Ella. Y. Yo.Aprieta su vagina y masajea mi pene que aún se crispa—, pero ¿ves cómo puedo decirlo...? Este juego trata sobre dar y recibir, y ahora tú me estás dando plaisir. Mia probablemente te enseñó esa palabra...

Todo lo que puedo hacer es asentir con la cabeza. Siento lo pegajoso que se siente donde mi esperma y sus fluidos se mezclan sobre mi regazo, debajo de ella.

—Continuaremos, ¿verdad, Mia? —continúa Célie y rompe el hechizo al ponerse de pie.

—Por supuesto, corazón, ya traje algo del dormitorio.

Ni siquiera notamos que Mia había dejado la habitación.

—Me gustaría probar esto contigo —nos muestra algo que solo había visto en Internet: un consolador de dos puntas. Grande, largo, grueso y negro. Un consolador con forma de U con dos cabezas. Las cabezas son del tamaño de una ciruela—, y Liam puede ayudar al menos a una de nosotras —Mia se ríe por lo bajo—. Dijiste que querías probarlo... ¿por atrás?

No estoy seguro de si Mia le habla a Célie o a mí. De cualquier manera asentimos al mismo tiempo.

—¡Tus fantasías son tan pervertidas, ma bien-aimée! —Célie dirige sus ojos negros a mi pene relajado—. Si nuestro amor puede hacerlo, por supuesto.

—No será un problema —dice Mia con voz suave y me acaricia la mejilla—. ¿Cierto?

Murmuro que sí otra vez y miro a Célie un tanto avergonzado. Está de pie frente a mí sacándose el vestido por encima de la cabeza. Luego se saca el sostén. Ahora solo tiene las medias puestas, abiertas en la entrepierna.

La sangre fluye nuevamente hacia mi pene, una vez más. Célie sonríe cuando ve el efecto que ejerce sobre mí.

Bon —dice y también se saca las medias—, no tienen una abertura... en la parte de atrás.

 

***

 

—Quiero estar arriba otra vez —murmura Célie al oído de Mia mientras ambas comienzan a tocar el consolador—, y después quiero a nuestro encantador yogurín donde tú ya sabes.

Estamos recostados sobre el diván y estoy seguro de que Célie quiere que la oiga, o no. Probablemente sí. Solo había escuchado la palabra yogurín en otra ocasión, cuando discutíamos relaciones y normas con Alba en clase y ella dijo que su madre había salido con uno. También dijo que no le molestaba para nada aunque su sonrisa se puso un poco tensa. De hecho, creo que estaba intentando provocarme, porque la noté un poco decepcionada cuando no reaccioné. No reaccioné porque no tenía ni idea.Ahora lo sé.

—¿Me podrías ayudar un poco? —dice Célie en voz alta—. S’il vous plaît —vuelvo a la realidad cuando Célie me clava el codo a un costado—. No puedes esperar que todas las mujeres te desnuden, tienes que aprender este noble arte. —Señala a Mia, quien yace en el diván.

—Mmm —murmura—, ven... desvísteme.

Las manos de Célie están por todas partes, suben por debajo de la falda de Mia.

Me apoyo en el codo detrás de Célie y no puedo ver claramente lo que está ocurriendo, pero a juzgar por el aroma y los sonidos, tiene los dedos dentro de Mia. No puedo dejar de mirar la espalda y el trasero de Célie. Por unos segundos, antes de pararme frente al diván listo para liberarla de su ropa, admiro sus hermosos omóplatos que trabajan rítmicamente para excitar a Mia.

—Mmm —repite Mia—, tu pene es tan hermoso. —Toma mi pene a media erección y mueve mi prepucio hacia atrás. Ahora se mezcla otro aroma con el de ella: mi aroma y el de Célie.

Todos observamos como mi pene crece. Su contacto suave es todo lo que necesito para ponerme extremadamente caliente; me tiemblan las manos cuando comienzo a desabotonar la blusa de Mia, la que se abría con botones.

Es engañosa.

Especialmente con las manos de Célie encerradas sobre mi pene que relevaron a las de Mia. Ella me toma más fuerte, con más ansia, y gira la mano mientras se mueve arriba y abajo. Se siente bien, muy bien.

—Buen chico —susurra Mia cuando finalmente, con algo de su ayuda, consigo desabotonar la blusa. Por el rabillo del ojo veo como Célie hace un gesto de aprobación. Luego Mia dice con voz rasposa—: Acércate, quiero saborearte antes. Célie me sacará el sostén.

Coloco una de mis rodillas en el diván para que sea más fácil para Mia alcanzarme. Primero acaricia la cabeza de mi pene contra sus labios, luego los abre lentamente. Oigo a Célie gimiendo detrás de mí cuando la mitad de mi pene está dentro de la boca de Mia. Parece como si Mia, esta noche, quisiera llevarlo más adentro todavía, más que la primer noche que hicimos el amor. Chupa y chupa. Célie toquetea mis bolas y murmura algo sobre mi necesidad de rasurarlas, otra vez. Dice algo como, «¿quizás podamos hacerlo en su casa? ¿La semana siguiente?».

No estoy seguro de si estoy soñando o si está sucediendo de verdad. Todo lo que puedo hacer es gemir y concentrarme en no venirme demasiado rápido.Luego el sostén ya no está, no sé cómo pasó, pero los pechos de Mia se balancean debajo de mí al ritmo de nuestros movimientos. Toma mi erección otra vez y la lleva hacia sus senos mientras la cabeza de mi pene se posa sobre un pezón y aprieta el otro con la mano libre. Oigo a Célie hablar francés y suena como si tuviera algodón en los oídos. La escucho decir «¡vite, rápido, rápido!».

Giro la cabeza y la miro. Está frotando algún tipo de lubricante sobre el consolador obsesivamente; Mia lo debe haber traído. Célie parece histérica, caliente más allá de la cordura, con la boca abierta, respirando muy pesado y con los ojos abiertos de par en par. Su pecho y garganta están rojos. Con las manos, le dice a Mia que levante el trasero para que pueda levantarle la falda, y luego revolea los ojos para indicarnos que no hay tiempo para sacársela. Tampoco hay tiempo para sacarle las medias.

Me quedo sin aliento cuando Célie penetra la vagina de Mia con el gran pene de silicona. Ella grita de placer cuando Célie gira el consolador hacia adentro, centímetro a centímetro. Cada vez que lo gira, también lo deja salir un poquito. Continúa así hasta que la mitad del consolador está dentro de Mia.

Mia se retuerce debajo mío. Ha soltado mi erección y ahora se toca a sí misma, se frota fuerte. Levanta el trasero y deja que Célie la llene con un enorme y grueso pene: se ve increíble. El consolador brilla bajo la luz de la lámpara, doblado y listo para ser montado por Célie.

—Ahora tienes que ayudarme —susurra y se lame los labios—. Dóblalo dentro de mí. —Se coloca en cuatro patas sobre Mia.

—Tengo... algo para ti, Liam —gime Mia antes de que llegue allí—. Célie necesita prepararse, ceder. —De detrás del almohadón redondo, saca una pequeña pieza negra que solo he visto en Internet—. Lubrícalo mucho y ábrela primero. ¡Sé cuidadoso!

Escucho como Mia se asegura de usar sus últimos esfuerzos para sonar seria antes de entregarse a su propio placer. Célie chasquea la lengua y me dice que me asegure de lubricar mi pene, le coq, también, y mucho.

Pero primero tengo que doblar el consolador dentro de ella.

Todo es resbaloso. La silicona negra se desliza en mi mano y tengo que apretarla fuerte para que no se escape. En su interior es dura como roca. Célie se inclina hacia adelante e intenta llevar su vagina a la posición correcta.

Vite, vite —dice nuevamente y sus labios vaginales se abren frente a mis ojos, sus largos y oscuros labios rosados.

Primero la toco por fuera, por dentro. Húmeda y cálida. Ella solloza. Acaricio todos sus pliegues, la abro más, la masajeo. Coloco dos dedos dentro de ella y los empujo tan profundamente como puedo. Luego los retiro y lubrico el consolador un poco más con los propios fluidos de Célie. Mi pene chorrea. Mis fluidos corren por su muslo y se ve como pequeños cristales sobre su piel.

Luego doblo el consolador negro dentro de ella.

Célie gime fuerte, arquea la espalda y me encuentra. Mia jadea debajo nuestro. Cuando las mujeres encuentran el ritmo, el consolador se mueve entre las dos.

Yo las miro fascinado.

Pienso que Célie es la que lo folla más duro, pero quizá sea lo normal ya que ella está arriba. Monta el consolador enorme decidida y sus movimientos son concentrados e intensos. Una línea de espuma blanca aparece en el medio de consolador negro.

Lo hacen por un minuto, y yo estoy constantemente al borde. Practico para durar tanto como sea posible, observo como se retuerce mi propio pene que solo quiere follar. No importa qué.

—Bien —gime Célie—. Mételo.

Tomo el frasco de lubricante. «Puerta trasera», dice. Me lubrico, y me lubrico más. Lubrico a Célie.

Masajeo con cuidado el pesado aceite por su ano, luego meto un dedo. Está cálido, casi caliente, apretado. Sus músculos aprietan el primer nudillo. Célie gime frente a mí. Empujo el dedo hasta el segundo nudillo. Luego grita.

Me pregunto cómo va a resultar esto. El tapón se ve enorme ahora.

—¡Pero mételo ya! —Célie está impaciente. Debo haber malinterpretado sus gritos.

Coloco la punta del tapón anal contra su ano, empujándolo hacia adentro un centímetro. El tapón se ensancha rápidamente, nada como un corcho de vino. Continúo presionando y luego lo dejo salir nuevamente, para estirarla. Mi pene continúa chorreando y froto la punta con mis fluidos.Mi corazón está acelerado.

—¡Más duro! —gime Célie—. No seas miedoso.

«Ya veo que Célie es más de lo que pensaba», pienso antes de que ella empuje hacia atrás tan fuerte que el tapón anal se desliza hasta la mitad. Me aferro al pequeño mango en forma de ala. Intento su técnica; girar y empujar al mismo tiempo.

Ayuda.

Luego de otro minuto, el tapón se entierra dentro de ella. Su ano se cierra alrededor de la parte más ancha y aprieta mis dedos que aún lo sostienen del mango.

—Oh —gime—. Sácalo lentamente, y luego fóllame.

Nunca deja de sorprenderme esta extraña amiga de Mia, pero no importa. Quiero estar dentro de ella. ¡Ahora!

Con mi último resabio de paciencia, retiro lentamente el tapón. Dejo que la parte más ancha de él la abra un poquito más. Lo muevo hacia atrás y hacia delante unas pocas veces. Luego acerco la cabeza de mi pene a su ano; nunca había estado tan caliente, pero quiero mostrarle que puedo jugar y provocar, prolongar la experiencia. Al mismo tiempo, masajeo una de sus nalgas.

Célie grita, jadea, gime. Se entrega a la excitación y parece que le encanta que la provoquen. Disfruto del control que tengo y el hecho de que pueda darle a alguien tanto placer, pero entonces ya no puedo resistirlo más: tengo que follarla. Tengo que sentir el ano de Célie.

Tomo fuerte mi pene justo por debajo de la cabeza, lo estiro un par de veces para asegurarme de que esté tan duro como sea posible y lo coloco en la entrada de su ano que aún está abierto. Todo brilla por el lubricante y nuestros fluidos. El pene de silicona se mueve más lentamente por debajo de mi propio pene, como si todos supieran lo que está a punto de ocurrir. La mano de Mia es realmente lo único que sigue trabajando. Se frota duro el clítoris y cuando me inclino un poco hacia adelante para verla, yace con los ojos cerrados, la boca abierta y la cabeza presionada contra el almohadón redondo del diván.

Célie se retuerce y me mira; tiene la boca abierta como Mia, pero sus ojos me suplican, me ruegan que se lo haga. Rápido. Duro.

Empujo y Célie sigue mirándome. Sus ojos se abren más y sofoca un grito. Miro la cabeza de mi pene, está enterrado a mitad de camino dentro de ella. Pienso que soy grueso, que la cabeza de mi pene es grande y que debe sentirse enorme ahí antes de que ella empuje hacia atrás una vez más, decidida.

La cabeza de mi pene está adentro. Ahora Célie grita y Mia le susurra algo que no entiendo.

Se siente bien. Se siente increíble. Una sensación distinta a la vagina. Se siente como descargas de electricidad disparadas delante y detrás de mi pene, alrededor de mi pene y lo calienta más. Nunca sentí algo así. Las nalgas redondas y extendidas de Célie bailan frente a mis ojos, todo tiembla y empujo más fuerte al tiempo que ella acompasa mis movimientos.

Estoy ardiendo.

Puedo sentir el consolador moverse por debajo de mi pene. La cabeza enorme presiona contra mi erección. Tengo que morderme el labio para no venirme de inmediato cuando la sensación me inunda como una ola.

¡Voy a durar!

Encontramos algún tipo de ritmo, los tres. Mi pene está a medio camino dentro de Célie, no me animo a ir más profundo. Su ano aprieta mi erección y sigue mis movimientos, abre y cierra. Eso, junto con la sensación del consolador provocando la cabeza de mi pene, es casi demasiado.

—Más duro —grita Célie y me mira por encima del hombro. No puedo creer lo que escucho, pero cuando veo la mirada en sus ojos, entiendo que habla en serio.

Entonces empujo, pero realmente no necesito hacerlo. Célie es quien me folla ahora, y se toca con avidez al mismo tiempo. Mi pene empuja un par de centímetros más adentro, y luego un poco más, y sus nalgas tocan mis muslos. Tan solo unos milímetros más y todo mi pene estará enterrado dentro de ella.

—¡Golpéame! —Célie aún me mira. Sus ojos arden, me ordenan.

Eso es algo que me enseñó Mia, a golpear con la mano abierta. La abofeteo donde su trasero ya está rojo por mis manos que se aferraban a sus nalgas.

Eso es todo lo que puedo hacer.

Célie comienza a temblar y a sacudirse debajo mío y frente a mí. Sus muslos se estremecen y todo su trasero se enrojece mientras tensa cada uno de los músculos de su cuerpo y se arquea hasta que pienso que se quebrará en dos. Mi pene y el consolador se deslizan fuera cuando el orgasmo se apodera de ella. Coloca su cabeza entre los pechos de Mia y grita algo. Nuevamente, estoy fascinado por su voz. Profunda, ronca y gutural. Tan sexi.

Todo esto junto: la pasión de Célie y lo caliente que es, el consolador negro que está enterrado en la vagina de Mia y brilla por los fluidos de Célie mientras se balancea y frota contra su trasero, la manera en que suena y nuestros olores, todo me lleva hacia el clímax. Destellos de luz aparecen sobre mis párpados. Siento mi pene y mis bolas vibrar y latir intensamente, y mi erección crece en mi mano, lista para explotar. Estoy lleno de deseo y urgencia por eyacular, por venirme. Arrojo la cabeza hacia atrás y grito.

Me sacudo violentamente y vacío mi semen sobre el trasero de Célie. Se mete un poco en su ano, chorrea por su abertura hacia su vagina mojada y se mezcla con sus fluidos mientras ella se toca a sí misma. Se frota con tanta velocidad y fuerza que su humedad comienza a verse como claras batidas.

Jadeo y vació hasta la última gota sobre una de sus nalgas antes de hundirme sobre ella, entre las piernas de Mia. Miro el consolador que aún está dentro de Mia. Lo sostiene con una mano e intenta follarse a sí misma. Con la otra mano frota su clítoris entre dos dedos y se coge al mismo tiempo.

No puedo dejar de mirar. El consolador doble se desliza dentro y fuera de Mia y se balancea contra Célie, mientras que la mano de Mia está enterrada en algún lugar entre medio.

Aún no está ahí, puedo darme cuenta. Finalmente, Célie se voltea y me mira. Entiendo lo que quiere que haga. Saco los dedos de Mia del pene gigante. Está resbaloso y pegajoso, y tengo que aplicar algún esfuerzo para encontrar un buen ritmo. Célie se gira nuevamente y se coloca a horcajadas sobre el pecho de Mia. Se inclina sobre la vagina de Mia y comienza a lamerle el clítoris. Tengo que doblar la silicona negra hacia un costado para dejarle camino libre.

Célie me mira mientras su lengua rosada masturba a Mia; nunca voy a olvidar el fuego en sus ojos. Los ojos negros me miran directamente y casi me pierdo en su mirada. Quiero más, no quiero mirar a otro lado.

Como si pudiera ver el deseo en mis ojos, me murmura entre lamidas:

—Tenemos mucho para explorar, toi et moi...

Luego Mia llega al clímax y ambos nos unimos a sus gemidos y sollozos. Se presiona hacia arriba contra Célie, que le chupa el clítoris mientras yo intento seguirles el ritmo con el consolador. Continuamos hasta que Mia se hunde y exhala.

—Lindo —jadea—. Gracias, ma chérie, gracias, Liam.

Célie rueda hacia un lado y se recuesta junto a Mia.

—Tenías razón, corazón. ¡Es realmente formidable! En una semana más o menos, nos reuniremos de nuevo chez moi, y entonces te dejaremos incluso más atractivo —sonríe y mira mi pene descaradamente—. ¿Cierto, Li Am?

 

***

 

—¿Se parece a Mireille Mathieu... o? —Alexander se inclina hacia adelante con ojos brillantes.

La pregunta es tan sorprendente que me hace encogerme en el sofá. Me saca abruptamente de mis recuerdos y me trae de regreso a la realidad. Me doy cuenta de que sostengo la copa con mucha fuerza.

—¿Qué?

—Tu... amiga... ¿Célie? Dijiste que se parecía a una cantante que has visto en televisión. —Alexander deja de hablar. Quizá se da cuenta de que la pregunta es un tanto extraña.

—Sí, tal vez sí. Quizá ese era su nombre.

Alexander probablemente nota la arruga entre mis cejas, porque baja la mirada y murmura algo que suena a un «no importa».

—Pero, oye, Alex, si puedo llamarte así, todos los nombres son falsos, ¿sabes? —Intento sonar un poco más serio, para mostrarle que yo soy el que tiene el control aquí—. Realmente espero que tu editor deje eso claro en la historia.

—Claro, por supuesto —dice, pero suena a la defensiva. Luego se pasa la mano por el cabello y continúa: —, claro que puedes llamarme Alex, es solo un nombre. —No desvía la mirada.

¡Touché! No puedo evitar que me guste mi entrevistador. «Quizá somos bastante similares, después de todo», pienso cuando veo una pequeña sonrisa asomar en sus labios.

—¿La semana que viene? —pregunta con voz un poco alta pasándome por alto. En lo de Sophia, asumo, porque la escucho gritar: «¡Claro!» desde la cocina, y puedo imaginármela aplaudiendo teatralmente.

—¿La semana que viene, dijiste? ¿Quiere decir que la primera parte de nuestra historia será publicada? Será divertido verla. —Me inclino hacia adelante para facilitarle alcanzar los cables del micrófono.

—Claro —dice en voz baja y desliza un sobre hacia mí. Un sobre del que me había olvidado por completo.

Sus dedos se sienten cálidos cuando toca los míos.